Debía viajar a Barcelona para esa actividad. Me levanté emocionado. Ya Mariam había preparado el desayuno y debía irse al bufete.
–Voy a viajar esta noche a Barcelona. Soy padrino del libro de Arquimedes Robles.
–Me alegra mucho mi amor–respondió tomando mi rostro entre sus manos y estampándome un beso en la boca.
Estaba feliz, era lógico. Había tenido una gran noche. Y todo gracias a Alejandra. A veces creo que las mujeres deberían celebrar que tengamos una amante, así como lo hacen las chinas con sus maridos.
Esa mañana, me quedé en casa, acomodando lo que llevaría para el viaje. Avise a mi secretaria para que suspendiera cualquier reunión del día. Hasta ahora, no me habían escogido como padrino para bautizar un libro.
Metí tres mudas de ropa. La actividad estaba pautada para la noche del sábado y en el hotel donde me reservaron la habitación, era muy lujoso y reconocido. Cinco estrellas, playa y piscina. Metí un bermuda que me regaló Mariam, el día de mi cumpleaños. Aún no la estrenaba, es sería la oportunidad perfecta. Además de ser de marca, ella tiene muy bien gusto. Esta acostumbrada a comprar ropa de marca.
Revisé que no faltara nada importante. Mis documentos. Llamé el taxi y me pasó recogiendo por el urbanismo para llevarme hasta el aeropuerto.
Llegué antes de la hora. Cchequee mi boleto de avión. Me senté a esperar que llamaran para el vuelo 520.
Mientras saqué mi tablet y comencé a escribir un pequeño discurso. Recordé que no había leído el libro. Abrí mi boldo de mano y saqué el libro de Arquimedes "Naufragio de ti"
Realmente era una obra literaria bastante sencilla y por ello, no me fue difícil reseñarla mientras llegaba la hora de embarcar el avión.
Fui al restaurante y compré dos cajas de cigarrillos, caminé hasta el área de fumadores y encendí uno. Guardé la otra cajetilla en mi bolso.
Recordé la noche anterior. No había tenido tiempo con el corre corre del viaje. Alejandra, que mujer tan excitante. Su sexo huele a vino tinto. Me gusta carajo. Me enloquece.
Oigo la voz en el intercomunicador. Es hora de abordar el avión. Camino hasta el anden. Subo y me siento en el asiento 23, por suerte da hacia la ventana y está relativamente cerca del baño. Aunque es un viaje corto. No me gusta tener que pasearme por los pasillos para ir al baño.
Tomo nuevamente el libro, hojeo y escojo al azar uno de los poemas:
Soy un hombre que naufraga en el amor
Te he visto mirarme desde tu puerto
Y quiero ir a ti
Anclarme en tu sexo y saborear las coralinas que se esconden tras el musgo que adorna tu pelvis.
Eres una isla deshabitada y quiero ser el primero en vivir en ella y sembrarte las lunas y los soles
Soy naufrago del deseo
Tu cuerpo es mi anacoreta.
Lo transcribo en mi celular, entró a mi e-mail, busco su correo y le envio el poema.
La aeromoza se acerca con el carrito de chucherías y bebidas. Tomo una soda y un paquete de papas, no quiero beber hoy, ayer fue suficiente.
Un mensaje entra, es Mariam, había olvidado escribirle para decirle que ya estaba en el avión.
–Es la emoción, le respondo, disculpa mi reina–respondo a su mensaje.
–OK mi amor, cuídate y avísame en lo que estés en el hotel. Esta noche me quedo donde mamá. No quiero quedarme sola en la casa.
–Está bien. Hablamos mi reina.
Algo que he aprendido, en el matrimonio es que a las mujeres siempre hay que saber decirles lo que ellas quieren escuchar. Realmente no me importaba avisarle nada, estaba disfrutando del viaje y eso era más importante para mí.
Ahora entiendo un poco la letra de ese tema:
"Maybe I didn't treat you
Quite as good as I should have
Maybe I didn't love you
Quite as often as I could have.
Tararéo mentalmente la letra, frase por frase. "Tal vez no te amo como mereces Mariam" pienso.
Termino de beber mi soda. Me recuesto sobre el asiento, veo a lo lejos las playas, ya debemos estar cerca. Veo la hora, han transcurrido ya cincuenta minutos en el aire. Me colocó los audífonos. Para oír un mensaje de Mariela, la encargada de la actividad. Verificando mis datos y confirmando mi reservación en el hotel. Le envío un mensaje:
–Perfecto. Te llamo al llegar al hotel.
En ese momento se oye la voz de la azafata:
– Señores pasajeros, bienvenidos al aeropuerto de Barcelona. Por favor, permanezcan sentados, y con el cinturón de seguridad abrochado hasta que el avión haya parado completamente los motores y la señal luminosa de cinturones se apague. Los teléfonos móviles deberán permanecer totalmente desconectados hasta la apertura de las puertas. Les rogamos tengan cuidado al abrir los compartimentos superiores ya que el equipaje puede haberse desplazado. Por favor, comprueben que llevan consigo todo su equipaje de mano y objetos personales. Les recordamos que no está permitido fumar hasta su llegada a las zonas autorizadas de la terminal. Si desean cualquier información, por favor diríjanse al personal de tierra en el aeropuerto; muy gustosamente les atenderán. Muchas gracias y buenos días por escoger nuestra línea aérea.
Si algo me pone realmente muy nervioso de viajar en avión, es el momento del despegue y el aterrizaje. Según dicen los especialistas sobre ese tema, es generalmente donde se presentan las fallas mecánicas que han dado como resultado los accidentes aéreos más trágicos de la historia.
"Nunca quisiera caer desde lo alto al vacío" pienso e voz alta y me estremece el sólo pensar en un trágico final.
En ese momento no sabía lo que me deparaba el destino, tampoco imaginaba que tal vez ese sería mi triste final. Caer, caer hasta el fondo.
Cinco
Desde que llegué al hotel, me dediqué a recorrer todos los ambientes. Fui al área de la piscina. Estaba solitaria. Pero podía ver la belleza con la que fue diseñada. Había un tobogán de casi cuatro metros de altura. La piscina tenia la forma de una gota de agua. Y una especie de cascada artificial le daba un aspecto natural increíble.
Saqué un cigarrillo de la cajetilla, lo encendí, mientras recorría aquel hermoso lugar, una mujer de algunos cuarenta años, estaba sentada en la barra, me acerqué y pedí un trago. Ella me miró algo altiva. La ignoré por completo. Quizás estaba acostumbrada a que le rogasen, pero yo sin ser un galán de telenovelas, tenía un arma letal, la palabra.
Tomé el trago y me fui a continuar paseando. Vi cuando se levantó y caminó hacia la piscina. A pesar de verse un tanto mayor que yo, era innegable que poseía una figura bien conservada. Me senté en una de las mesas. Ella en una de las sillas de extensión.
La brisa jugaba con su largo y rubio cabello. De pronto se levantó. Dejó caer su vestido y se lanzó a la piscina. Era una mujer un tanto desafiante o muy segura de sí misma. Caminé hacía donde estaba.
–Hermosa sirena–comenté.
Ella me miró como si no entendiese lo que le decía. Volví a repetirle:
–Es usted una hermosa sirena.
Finalmente dijo:
–¿Excuse me?
–Oh excuse me my lady. I am said that you are beautiful mermaid.
Ella soltó una carcajada. Imagino por mi terrible pronunciación. Caminó hacia la escalera, salió del agua. Parecía realmente una sirena. Su cabello mojado caía a ambos lados de su cuello, tapando sus senos.
Las gotas cristalinas hacían brillar su cuerpo dando a este, un aspecto de frescura.
Estaba tan próxima a mí, que quise halarla y ceñirme a su cuerpo. Ella extendió la mano, señalando en el bolsillo de mi chaqueta, la cajetilla de cigarrillos. Tomé uno, ella lo colocó entre sus labios y yo encendí con el yesquero. Tomo su vestido y se lo colocó.
–¿Do you speak spanish? –pregunté.
–A little–respondió con una sonrisa.
Le mostré mi trago. Ella asintió, fuimos hasta la barra y le pedí un wiskey. Ella me miraba con deseo. Era hermosa y aparentemente estaba sola. No llevaba anillo de compromiso. Yo discretamente saqué el mío y lo coloqué en uno de los bolsillos.
Bebimos un par de tragos. Ya era media noche y el bartender, nos informó que era hora de cerrar. La miré y traté de explicarle.
Nos levantamos y caminamos hasta el lobby del hotel. Del otro lado se veía las luces y la gente afuera tomando. Quise despedirme pero, ella en su mal español me preguntó:
–Cuál es su número de habitación.
–27 twenty seven.
–Oh my god. La mía es venti nueve.
–Very near.
–¿Me querer acompaniar para yo cambiar de roupa?
–Great!
Subimos al ascensor. No podía dejar de mirar su figura. Ella parecía no incomodarse. Llegamos al segundo piso y caminamos hacia su habitación. Ella abrió la puerta, y dejó abierta para que entrase. Pensé que sólo debía esperarla afuera.
–En el nevera, hay cerveza.
–Thank you– respondi, mientras abría el refrigerador y sacaba un par de cervezas.
Ella entró a su habitación. Dejó Lapierre abierta. Podía ver como se desnudaba por completo. Ella se dio cuenta de que la observaba y me hizo un gesto con su mano, para que fuese hasta donde estaba.
Entré con la cerveza en la mano. Ella la tomó, se acostó en la cama y comenzó a echarla sobre su vulva. Claramente dijo:
–Bebe mi cerveza.
Me arrodillé, abrí sus piernas y comencé a lamer la cerveza que se deslizaba por sus labios y caía sobre la sábana. Sentía como se contorneaba y chocaba su pelvis con mi boca. Abrí con mis manos los pliegues y comencé a lamerla desaforadamente.
Podía ver sus gestos y oír sus gemidos.
–Yeah, Yeah, please fuck me!
Me levanté, la obligue a levantarse, ella se inclinó de espaldas a mí. Coloqué mi pene en su vagina y a chocar mi pelvis una y otra vez, contra sus nalgas.
Ella gemia de placer, yo intentaba complacerla.
Podía ver que deseaba que la hiciera temblar. Así que fui por otra cerveza. La tome en dis tragos, estaba sediento.
Las extranjeras suelen ser muy exigentes en el sexo. Pero creo que logré mi cometido, pues me pidió que me quedará esa noche en su habitación y tuvimos sexo hasta el cansancio. Así que esa noche fue intensa y un desafio para mí. Debía demostrarle que los Latinos tenemos, el sabor en las caderas.
Cuando amaneció regresé a mi habitación sin hacer ruido para no despertarlo. Estaba agotado y tenía que desayunar con Mariela a las nueve de la mañana.
Tenía el teléfono cargando. Diez mensajes de Mariam y cuatro llamadas perdidas. Tomé el celular, le envié un audio:
Buen día mi reina. Caí como una piedra al llegar al hotel. Perdón por no escribirte. Voy saliendo a desayunar con Mariela y Arquimedes. Te amo.