-¿Acaso cree que la tinta lo conseguimos gratis?-la voz del señor Fontanet suena al otro lado del teléfono y me alarmo.
Me quedo quieta.
¿Está vigilandome?
Busco con la mirada alguna cámara de seguridad y la encuentro en la esquina superior derecha de la pared que se encuentra frente a mi. Ni siquiera me había dado cuenta de que estoy siendo observaba.
Miro fijamente la cámara y hago algo que no pensé que haría pero que necesitaba hacerlo.
Le muestro el dedo el medio y una sonrisa desganada.
Corto la llamada y dejo el teléfono en su lugar. Pongo las hojas que imprimí en una caja de reciclaje y luego me dispongo a sentarme. Debo continuar con mi trabajo, y ahora que sé que el señor cascarrabias me observa tengo que demostrar que realmente me interesa el trabajo, por más de que él no lo quiera admitir. Probablemente sea la empleada más eficiente que tenga hasta el momento, pero claro, no lo dirá o admitirá de ningún modo.
Una empleada eficiente que le saca el dedo del medio, excelente.
Si no me despiden hoy, habré superado un récord.
Ignoro a mi subconsciente y me concentro en la notebook hasta que llegue la hora de marcharme.
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Mi alarma suena, anunciando mi horario de salida y suspiro aliviada, llevo sentada casi todo el día y tengo calambres en las piernas.
Me levanto para tomar mis cosas y salgo de mi oficina luego de apagar la notebook y dejar todo a oscuras, en orden. Como ayer, los pasillos ya se encuentran totalmente a penumbras y me pregunto cuál será el motivo por el cual los demás salen tan temprano, pero recuerdo que no debo inmiscuirme más de lo debido en algunas cosas entonces ahuyento esa duda de mi mente.
Camino hasta el ascensor y me quedo parada frente a el esperando a que las puertas se abran. Unos segundos después se abre por fin y para mí absoluta desgracia, el ascensor no está vacío.
El señor cascarrabias está allí dentro.
Lo miro fijamente y de pronto siento un poco de vergüenza por el comportamiento que tuve hoy en la tarde, pero dudo que acepte mis disculpas así que solo me limito a entrar y ponerme a su lado. Toco el botón que indica el primer piso y veo que él ha marcado el subsuelo.
Es extraño tenerlo a mi lado y no poder dirigirle la palabra. De reojo lo observo y veo que tiene la mirada fija al frente, sin inmutarse en lo absoluto. Sus manos están en sus bolsillos y adopta esa postura tan tranquila que me desespera.
Por un momento llegué a pensar que él no bajaba por el ascensor como las personas normales, que tal vez un helicoptero privado lo esperaba en la ventana y lo bajaba hasta el estacionamiento exclusivamente.
Sonrío un poco ante mi ocurrencia. Pero mi sonrisa se esfuma al recordar como le había sacado el dedo del medio y me sonrojo inconscientemente. No puedo no decir nada, en este momento quedarme callada seria aún más desubicado de mi parte.
-Le pido disculpas por lo de hace rato-digo sin mirarlo, incluso bajo un poco la vista-Sé que estuvo mal y me siento avergonzada. No fue coherente de mi parte haber hecho eso.
-Ya me ha dado un motivo-dice así sin más.
Alzo la vista y nuestras miradas se cruzan, aunque claro, la suya es dura, penetrante, indescifrable.
Me quedo ahí un momento, observándolo. Ese hombre tiene algo que me impulsa a querer meterme en asuntos que no me incumben.
Él es muy extraño.
Las puertas se abren y me obligo a apartar la mirada antes de quedarme bizca por verlo de esa manera.
-Buenas noches, señor Fontanet-me despido antes de salir del ascensor.
Camino un poco y volteo inevitablemente hacia atrás para verlo una vez más antes de que las puertas se cierren. Hace una reverencia con la cabeza en modo de despedida y luego desaparece tras las puertas metálicas.
Siento un extraño escalofrío.
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-Te juro que no lo soporto Diana-digo luego de contarle lo sucedido hoy en la tarde.
Claro, sin mencionarle el hecho de que le saqué el dedo del medio a mi jefe. Incluso contárselo a ella me resulta vergonzoso.
-Vaya que es un idiota, pero ¿no te intriga?
-¿Intrigarme? Si, también, pero me irrita-bramo.
-A mi me da mucha intriga-se queda pensando mientras mastica su manzana-. Nadie conoce su nombre, es un hombre muy amargado, mirada intensa... Algo debe esconder.
-¿Que lo tiene pequeño?-bromeo-puede que eso lo tenga de mal humor todo el tiempo.
Diana se echa a reír a carcajadas y por poco no escupe toda la manzana de su boca.
-Pues no se amiga, eso te tocará a ti descubrir-dice una vez que se recupera de su risa.
-Dudo mucho que me toque descubrir algo así-niego con la cabeza.
-¿Pero es que no te atrae ni un poquito?
-Él me da miedo-hago una mueca-es muy guapo, si, pero da miedo.
-¿Y si pasara algo más?-Me pregunta.
-No creo que pase "algo más", al parecer ese hombre me odia, tanto que hasta me prohibió ir a su oficina.
-O tal vez le cuesta tenerte cerca-sonríe con picardia.
-Diana, tienes que dejar de ver tantas novelas.
-Según tú me contaste, se ha puesto bravo cuando mencionaste la palabra sumisa, así que no deberíamos descartar la idea.
-No creo que mi cercanía le afecte en ese sentido, tal vez solo detesta a las mujeres en general.
-Deberías comprobarlo-alza las cejas y pone su mano bajo el mentón.
-¿Cómo hago para comprobar eso?
-Acércate un poco más y ve cómo reacciona.
-Ajá, y luego me hace firmar la renuncia.
-O te demuestra que le afecta tu cercanía.
Me guiñe y se dirige a su habitación, dejándome sola con una idea descabellada en la cabeza. ¿Para qué haría semejante cosa? Solo le daría otro motivo para despedirme, y no creo que dude en hacerlo, aunque si lo intentara...
No.
No puedo tentar a mi suerte.
¿O si...?