El Dragón Reencarnado
img img El Dragón Reencarnado img Capítulo 5 Un Deseo Cumplido Parte 1
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Capítulo 6 Un Deseo Cumplido Parte 2 img
Capítulo 7 Un Deseo Cumplido Parte 3 img
Capítulo 8 Un Deseo Cumplido Parte 4 img
Capítulo 9 Prácticas Parte 1 img
Capítulo 10 Prácticas Parte 2 img
Capítulo 11 Prácticas Parte 3 img
Capítulo 12 Practicas Parte 4 img
Capítulo 13 Practicas Parte 5 img
Capítulo 14 Practicas Parte 6 img
Capítulo 15 Practicas Parte 7 img
Capítulo 16 Salida De La Torre Parte 1 img
Capítulo 17 Salida De La Torre Parte 2 img
Capítulo 18 Salida De La Torre Parte 3 img
Capítulo 19 Salida De La Torre Parte 4 img
Capítulo 20 Salida De La Torre Parte 5 img
Capítulo 21 El Corazón Humano Parte 1 img
Capítulo 22 El Corazón Humano Parte 2 img
Capítulo 23 El Corazón Humano Parte 3 img
Capítulo 24 El Corazón Humano Parte 4 img
Capítulo 25 El Corazón Humano Parte 5 img
Capítulo 26 El Corazón Humano Parte 6 img
Capítulo 27 Sorpresas Parte 1 img
Capítulo 28 Sorpresas Parte 2 img
Capítulo 29 Sorpresas Parte 3 img
Capítulo 30 Sorpresas Parte 4 img
Capítulo 31 Sorpresas Parte 5 img
Capítulo 32 La Comezon Parte 1 img
Capítulo 33 La Comezon Parte 2 img
Capítulo 34 La Comezon Parte 3 img
Capítulo 35 Briznas De Serenidad parte 1 img
Capítulo 36 Briznas De Serenidad parte 2 img
Capítulo 37 Briznas De Serenidad parte 3 img
Capítulo 38 Briznas De Serenidad parte 4 img
Capítulo 39 El Comienzo Parte 1 img
Capítulo 40 El Comienzo Parte 2 img
Capítulo 41 El Comienzo Parte 3 img
Capítulo 42 El Comienzo Parte 4 img
Capítulo 43 El Final parte 1 img
Capítulo 44 El Final parte 2 img
Capítulo 45 Antes De Apuntar El Alba parte 1 img
Capítulo 46 Antes De Apuntar El Alba parte 2 img
Capítulo 47 Antes De Apuntar El Alba parte 3 img
Capítulo 48 La Entrada En Casa parte 1 img
Capítulo 49 La Entrada En Casa parte 2 img
Capítulo 50 La Entrada En Casa parte 3 img
Capítulo 51 La Entrada En Casa parte 4 img
Capítulo 52 Asuntos En La Ciudad parte 1 img
Capítulo 53 Asuntos En La Ciudad parte 2 img
Capítulo 54 Asuntos En La Ciudad parte 3 img
Capítulo 55 Cambios parte 1 img
Capítulo 56 Cambios parte 2 img
Capítulo 57 Cambios parte 3 img
Capítulo 58 Cambios parte 4 img
Capítulo 59 Cambios parte 5 img
Capítulo 60 Cambios parte 6 img
Capítulo 61 En Canluum parte 1 img
Capítulo 62 En Canluum parte 2 img
Capítulo 63 Hondonadas parte 1 img
Capítulo 64 Hondonadas parte 2 img
Capítulo 65 Hondonadas parte 3 img
Capítulo 66 Hondonadas parte 4 img
Capítulo 67 Una Llegada parte 1 img
Capítulo 68 Una Llegada parte 2 img
Capítulo 69 Una Llegada parte 3 img
Capítulo 70 Una Llegada parte 4 img
Capítulo 71 Una Calleja Estrecha parte 1 img
Capítulo 72 Una Calleja Estrecha parte 2 img
Capítulo 73 Una Calleja Estrecha parte 3 img
Capítulo 74 Agua De Estanque parte 1 img
Capítulo 75 Agua De Estanque parte 2 img
Capítulo 76 Agua De Estanque parte 3 img
Capítulo 77 Desayuno En Manala parte 1 img
Capítulo 78 Desayuno En Manala parte 2 img
Capítulo 79 Desayuno En Manala parte 3 img
Capítulo 80 Algunos Trucos Del Poder parte 1 img
Capítulo 81 Algunos Trucos Del Poder parte 2 img
Capítulo 82 Algunos Trucos Del Poder parte 3 img
Capítulo 83 Respetar La Tradición parte 1 img
Capítulo 84 Respetar La Tradición parte 2 img
Capítulo 85 Respetar La Tradición parte 3 img
Capítulo 86 Respetar La Tradición parte 4 img
Capítulo 87 La Estrella Vespertina Parte 1 img
Capítulo 88 La Estrella Vespertina Parte 2 img
Capítulo 89 La Estrella Vespertina Parte 3 img
Capítulo 90 Servirse De La Invisibilidad parte 1 img
Capítulo 91 Servirse De La Invisibilidad parte 2 img
Capítulo 92 Una Respuesta parte 1 img
Capítulo 93 Una Respuesta parte 2 img
Capítulo 94 Una Respuesta parte 3 img
Capítulo 95 Una Respuesta parte 4 img
Capítulo 96 Cuándo Rendirse Parte 1 img
Capítulo 97 Cuándo Rendirse parte 2 img
Capítulo 98 Cuándo Rendirse parte 3 img
Capítulo 99 Cuándo Rendirse parte 4 img
Capítulo 100 Cuándo Rendirse parte 5 img
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Capítulo 5 Un Deseo Cumplido Parte 1

Un Deseo Cumplido Parte 1

A pesar del radiante fuego que ardía en la chimenea de mármol verde, en la sala de estar de la Amyrlin hacía tanto frío que Moraine tiritaba, y si los dientes no le castañeteaban era porque los tenía apretados. Claro que así también evitaba bostezar, cosa que no debía hacer aunque hubiese pasado despierta la mitad de la noche. A no dudar, una capa de escarcha cubría los coloridos tapices de invierno que colgaban en las paredes con escenas alegres de primavera y de jardines, y de las cornisas adornadas con volutas debían de colgar carámbanos. Para empezar, la chimenea se encontraba al otro extremo de la habitación y el calor que irradiaba no llegaba lejos. En segundo lugar, las altas cristaleras de las ventanas en arco que había a su espalda y que conducían al balcón desde el que se veía el jardín privado de la Amyrlin no encajaban bien del todo, y el frío se colaba por los bordes. Cada vez que soplaba una ráfaga de viento fuera, el aire helado le daba en la espalda y traspasaba su vestido de paño. Lo mismo le ocurría a su mejor amiga, aunque Siuan jamás habría dejado ver que se estaba muriendo de frío, por más que fuera teariana. En el Palacio del Sol de Cairhien, donde Moraine se había criado, a menudo había hecho igual de frío en invierno, pero allí nunca se había visto obligada a permanecer de pie en medio de corrientes de aire. El helor calaba desde las baldosas de mármol, traspasaba la alfombra de flores illiana y también los zapatos de Moraine. El anillo dorado de la Gran Serpiente que llevaba en la mano izquierda, con el ofidio mordiéndose la cola como símbolo de la eternidad, la continuidad y un vínculo de la iniciada con la Torre, parecía un trozo de hielo. Sin embargo, cuando la Amyrlin le decía a una Aceptada que se quedara donde estaba y no la molestara, la Aceptada se quedaba donde le decía la Amyrlin e intentaba que ésta no se diera cuenta de que temblaba. En realidad, peor que el frío era el intenso olor a humo que ni siquiera las corrientes de aire conseguían disipar. No era humo de las chimeneas, sino de los pueblos incendiados en los alrededores de Tar Valon.

Concentrarse en el frío le impedía preocuparse por el humo. Y por la batalla. Al otro lado de los ventanales, el cielo tenía ahora el tono gris de la madrugada. A no tardar la lucha volvería a empezar, si es que no lo había hecho ya. Le habría gustado saber cómo iba la batalla. En cierto modo tenía derecho a saberlo ya que su tío había iniciado esta guerra. No es que disculpara en absoluto a los Aiel por la destrucción que habían desatado en Cairhien, capital y nación, pero sabía quién era el máximo responsable del desastre. No obstante, desde que los Aiel habían llegado, las Aceptadas habían permanecido confinadas en el recinto de la Torre con tanta rigurosidad como si fuesen novicias. El mundo fuera de esas paredes podría haber dejado de existir.

Llegaban informes a intervalos regulares de Azil Mareed, comandante de la Guardia de la Torre, pero lo que esos informes decían no se compartía con nadie a no ser las hermanas; si acaso. Con preguntas sobre los combates dirigidas a Aes Sedai lo único que se conseguía eran amonestaciones y advertencias de centrarse en los estudios. ¡Como si la batalla más importante que se dirimía desde la época de Artur Hawkwing, y prácticamente delante de sus narices, fuera una simple distracción! Moraine sabía que no podía implicarse de un modo significativo -de ningún modo, realmente-, pero aun así quería hacerlo, aunque sólo fuera enterándose de lo que pasaba. Eso podría ser ilógico, pero tampoco pensaba unirse al Ajah Blanco cuando obtuviera el chal.

Las dos mujeres vestidas con seda azul y sentadas a ambos lados del pequeño escritorio que había a un lado de la habitación no daban señales de que notaran el frío ni el humo a pesar de que se hallaban casi tan lejos de la chimenea como Moraine. Claro que eran Aes Sedai, con sus rostros intemporales, y en lo referente al humo sin duda habían visto los resultados de más batallas que cualquier general. Podían permanecer cual la serenidad personificada aunque un millar de pueblos se incendiaran justo delante de ellas. Nadie llegaba a Aes Sedai sin aprender a controlar las emociones a voluntad, interiormente y de cara al exterior. Tamra y Gitara no parecían cansadas, aunque sólo habían dado cabezadas desde que la lucha había empezado. Tal era la razón de que tuvieran Aceptadas como ayudantes durante toda la noche, por si acaso tenían que mandar algún recado o querían que alguien fuera conducido a su presencia. En cuanto al frío, ni éste ni el calor afectaban a las hermanas como le ocurría a cualquier persona. Siempre parecían no percatarse de ninguna de las dos cosas. Moraine había intentado descubrir cómo lo hacían; todas las Aceptadas lo intentaban antes o después. Funcionara como funcionara, no tenía nada que ver con el Poder Único o en tal caso habría visto los tejidos o al menos los habría sentido.

Tamra era algo más que una Aes Sedai; era la Sede Amyrlin, la dirigente de todas las Aes Sedai. Procedía del Ajah Azul, pero, naturalmente, la larga estola que le cubría los hombros tenía franjas con los colores de los siete Ajahs para mostrar que la Amyrlin pertenecía a todos los Ajahs y a ninguno. A lo largo de la historia de la Torre, algunas Amyrlin se habían tomado eso de un modo más literal que otras. La falda de Tamra lucía cuchilladas con los siete colores aunque tal cosa no era un requisito. Ningún Ajah podía sentirse en ventaja o desventaja con ella. Fuera de la Torre, cuando Tamra Ospenya hablaba reyes y reinas prestaban atención, tanto si tenían consejeras Aes Sedai como si odiaban a la Torre Blanca. Tal era el poder de una Sede Amyrlin. Podía ser que no siguieran sus consejos ni obedecieran sus instrucciones, pero la escuchaban. Y con cortesía. Hasta los Grandes Señores de Tear y el capitán general de los Hijos de la Luz lo hacían. El largo cabello de Tamra, surcado de canas y recogido en una redecilla de plata adornada con gemas, enmarcaba un rostro cuadrado de gesto decidido. Casi siempre se salía con la suya con los dirigentes, pero no se tomaba ese poder a la ligera ni lo utilizaba indiscriminadamente, ni dentro ni fuera de la Torre. Tamra era justa y ecuánime, que no siempre significaba lo mismo, y a menudo era amable. Moraine la admiraba mucho.

La otra mujer, la Guardiana de las Crónicas de Tamra, era totalmente distinta. Quizá la segunda mujer más poderosa de la Torre, y desde luego igual a las Asentadas como poco, Gitara Moroso siempre era justa y por lo general ecuánime, pero la amabilidad no era una de sus cualidades. También era lo bastante afectada y pomposa para parecer una Verde o una Amarilla. Alta y casi voluptuosa, lucía un collar ancho de gotas de fuego, pendientes de rubíes, grandes como huevos de paloma, y tres sortijas además del anillo de la Gran Serpiente. Su vestido de brocado tenía un tono azul más profundo que el de Tamra, y la estola de Guardiana que llevaba echada sobre los hombros -en azul, ya que también procedía del Ajah Azul- era tan ancha que más parecía un chal. Moraine había oído comentar que Gitara seguía considerándose una Azul, algo escandaloso de ser verdad. Ciertamente, la anchura de la estola parecía respaldar esos rumores; eso era una cuestión de elección personal.

Como les ocurría a todas las Aes Sedai después de haber trabajado con el Poder Único durante un período lo suficientemente largo, resultaba imposible ponerle edad al rostro de Gitara. A primera vista se podría pensar que no tenía más de veinticinco años, tal vez menos. Después, una segunda ojeada indicaría unos cuarenta y cinco o cincuenta muy bien llevados y todavía poco menos que bellísimos. Con un tercer vistazo se cambiaría completamente de parecer. Ese rostro terso e intemporal era la marca de las Aes Sedai para quien lo supiera. Para quienes lo ignorasen, y eran muchos, el cabello de Gitara acrecentaría la confusión. Recogido con peinetas de marfil tallado, era blanco como la nieve. Se rumoreaba que tenía más de trescientos años, una edad muy avanzada incluso para una Aes Sedai. Hablar de la edad de una hermana se consideraba una terrible grosería. Incluso a otra hermana se le impondría un castigo por hacerlo; una novicia o una Aceptada se encontraría con la orden de visitar a la Maestra de las Novicias para recibir una tunda de varazos. Pero pensarlo no contaba, claro.

                         

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