POLVO DE EL DORADO
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Capítulo 5 Parte Cinco

Capítulo 5

En un intento por ir tras la hermana Agustina, Bravo se quitó el sombrero y el jorongo, y echó a correr tras ella. Esquivando personas en la calle, se topó con el mismo Romualdo. Aunque intentó escabullírsele no pudo. El hombre armado con una pistola, lo golpeó en la cabeza y logró someterlo quitándole su pistola, para luego llevarlo a su guarida.

Por su parte Silverio salió en tren rumbo a Zacatecas, a la hacienda de las hermanas Moncada. Iba con el plan de evitar que vinieran con él a Magueyales y descubrieran su engaño.

Mientras tanto, estando ya en poder de Romualdo, Bravo intentaba vanamente revelarse.

- Quien lo dijera Bravo - dijo Romualdo viéndolo recobrar el conocimiento -. Ya amarradito no te ves tan bravo.

- ¡Sólo así pudiste conmigo golpeándome a traición y atándome...!

- No Bravo. Con nosotros no te las des de digno. Venimos a cobrarnos nuestra vieja deuda. O que ¿ya lo olvidaste?

- ¿Qué diablos dices?

- Nosotros sólo queremos que nos regreses el oro del último atraco. Y si no lo recuerdas te lo voy a refrescar. Al robar el banco en Asunción quedamos en repartirnos en partes iguales el botín, pero tú te largaste con todo.

- Si Bravo - dijo Calixto -. Sólo dinos donde guardaste el oro.

- ¡Yo no tengo nada! - les respondió.

- No juegues conmigo Bravo. ¿Dónde está nuestro oro?

- Ya no lo tengo... Cuando pasé por el pueblo de Palo Gordo... Vi a esa gente muy jodida. Eso fue lo único que ha traído esta maldita revolución. Ellos lo necesitaban más que ustedes y que yo así que...

- ¿Quieres que creamos que repartiste nuestro oro con esa gente a lo Robin Hood? - dijo Romualdo serio para luego echar a reír.

- Esa es la verdad. Puedes creerme o no, ese es tu problema.

Entonces Romualdo lo abofeteó con fuerza y sin ninguna clase de compasión.

- ¡Pues no te creo! ¡Y ahora mismo nos vas a decir donde tienes clavado nuestro maldito oro...!

- ¡Perese jefe! -dijo Calixto -. Acabo de recordar que hoy vide a Bravo platicar con una vieja conocida suya en la calle... Tal vez ella sepa onde tiene guardao el oro.

- ¿Qué dices? ¿Con quién hablaba este?

- Hablaba con Florencia la hija del gobernador, pero ella no sabe nada, palabra - dijo Bravo con sangre en la boca -. A ella no la metas en esto.

- Con que la hija del gobernador...

- No jefe. Bravo hablaba con la niña Aurora, pero a según me pareció, la anda haciendo de monja.

- ¿Tas seguro tú?

- Como que lo stoy devisando a aste patrón.

Bravo se miró sorprendido. No comprendía nada. Por un instante creyó que se habían confundido.

- ¿Así que conoces a mi Aurorita? - preguntó Romualdo -. ¿Y dónde está mi españolita? Tengo una cuenta pendiente con esa mujer.

- No sé de que me hablas Romualdo.

- No me piensas decir ¿eh?

- Ya te dije que no sé de quién me hablas.

- ¿Cómo se llama la monja con la que hablabas?

- No lo sé y si lo supiera no te lo diría.

- ¿No te dijo que se llamaba Aurora González o tal vez Paloma Aguirre?

- No sé de qué diablos me hablas.

- Esa españolita es mía. La conocí en Zacatecas. Venía huyendo no sé de quién. Me pidió ayuda. Pero aquella vez dijo llamarse Paloma Aguirre, luego después que la ayudé se me volvió ojos de hormiga y desapareció. Siguiéndole el rastro llegué a Monterde en Puebla. Allí la volví a mirar. Pero allí se llamaba Aurora González. Después de nuevo le perdí el rastro. Creo huyó con un tipo rico. Hasta ahora que dice Calixto que te vio hablando con ella.

- ¡Mienten! ¡Ella es una monja real!

- ¡Entonces si la has visto!

- ¿Qué es lo quieres con ella?

- No mas le voy a enseñar que de Romualdo Parra no se burla naiden y menos lo dejan con ganas...

- ¡Primero muerto antes que permita que le pongas una mano encima!

- Jefe - dijo Calixto-, a según me dijeron en el pueblo, su hembrita va cada tres días al mercado a vender leche y conservas.

- Pos tonces la vamos esperar.

Llegado el día, al mercado llegó la hermana en su carreta. Llevaba queso y algunos frascos de conservas.

A lo lejos, Calixto y los otros al verla la reconocieron. En un descuido la tomaron por sorpresa, llevándola contra su voluntad a la guarida de los Rotos; justo a una habitación contigua a la de Bravo.

- Y nos volvemos a ver mi alma - le dijo Romualdo al verla llegar.

- ¿Que ee lo que pretende abusivo? ¡Ee un traicionero que lo sepa bien! ¡Ar iguar que este par de brutoo!

Desde su habitación Bravo pudo oírla.

- Pero que chula te ves de monjita. Y cómo quieres que te llame ¿Paloma o Aurora? - dijo el hombre acercándose a ella.

- No se me acerque máa ¿me oyó?

- Según me dijeron patrón, aquí la conocen como la hermana Agustina - dijo Calixto.

- Bien hermana Agustina, no sé por qué me tienes tanto miedo. Si sólo me voy a cobrar aquel favorcito que te hice y que nunca me pagaste malagradecida. Te ayudé a jullir en mi caballo mismo que no volví a ver.

- ¡No sé me acerque máa o juro por dioo que...!

- ¡Déjala cobarde! - gritó Bravo impotente -. ¡Si la tocas te juró que te voy a matar!

- ¡Roberto! - gritó la hermana con alivio reconociéndolo -. ¡Ayúdeme por favoo! ¡Se lo pio por su mare!

- Tranquila hermana vamos salir de esta.

- De aquí nadie se va hasta que yo recupere mi oro y esta hermosura me las pague... Así que primero lindura, me vas a decir donde tiene Bravo escondido el oro.

- Yo no sé de que habla uste.

En eso Romualdo si poderse contener besó a la mujer a fuerza, pero ella lo escupió. Pero él sonriendo la abofeteó.

-Eres muy hermosa - dijo Romualdo.

- ¡Déjala animal...! - gritó Bravo-. Si la liberas yo mismo te diré donde hay tanto oro como nunca imaginaste ver en tu mugrosa vida.

Entonces Romualdo fue donde Bravo.

-Escupe.

- Busca en mi bota - le dijo a Romualdo.

Al revisarlo, pudo sacar una pepita de oro de gran tamaño.

-¡No lo puedo creer! - dijo Romualdo iluminando su rostro.

- Es de El Dorado - dijo Bravo.

-Eso es mentira. Todo el mundo sabe que ese lugar sólo es una leyenda.

- Ese lugar en verdad existe. Yo logré dar con el. Y si liberas a la hermana te llevaré allí.

- ¡No por favoo Roberto! ¡Se lo pio por su mare!

- Claro que me lo dirás, pero primero voy a sacarle un par de caricias a esta zorra española.

Justo cuando Romualdo se giró, Bravo logró desatarse tomándolo por el cuello. Y con la misma cuerda comenzó a estrangularlo. De pronto le exigió su arma y le acercó el cañón a las costillas. Amagándolos con meterle un tiro, el resto de los forajidos soltaron sus armas y liberaron a la monja.

Dejándolos atados, Bravo y la hermana huyeron a caballo de la guarida de Romualdo, que juró vengarse de ambos.

- ¿Con que la hermana Agustina? - dijo Bravo deteniendo el caballo en medio de la llanura.

- Ee una larga historia. Yo...

- Usted me lo va a contar todo Paloma Aurora Agustina. Así que a ver... Desbuche.

La hermana sin comprender se quedó callada.

-Que hablé pues...

-Déjeme ii. Ee una historia muy larga.

- Si tenemos todo el tiempo del mundo, faltaba más. Y yo soy todo oídos. ¿Usted que tiene que ver con Romualdo y sus hombres? -dijo Bravo.

- Ee verda too lo que ese infelii le ha dicho. Y lo del hábito pue...

- Déjeme adivino. También es ¿mentira?

- Pue si y no...

-No le entiendo.

-Yo como verá ustee no soy mejicana...

-¡Adioo! No me diga... Si ni se le nota naiita oiga.

- Pué si le digo "oiga". Y no se burle de mí...

-Ta güeno. Ahora dígame ¿de quién huye? ¿Es del tipo ese que vimos en el pueblo?

- Pue si y no...

- Palabra que no la estoy entendiendo.

- ¿Quiere que le cuente too desde el principio?

-Con pelos y señales.

- Pue vera ustee... Yo vivía en Andalucia, España. Siempre fui huerfana de pare y mare. Mii primeroo añoo loo viví en un orfanato. Fui de las pocas que corrió con la mala suerte de nunca see adoptada. Cuando me convertí en jovencita, der mismo orfanato me ayudaron a conseguií un empleo en una fábrica... Y allí... ¡me acusaron de matar a un hombre! ¡Pero yo sólo me defendí Roberto! - dijo la mujer llorando refugiándose en el pecho de él.

-Ya tranquila, tranquila - dijo Bravo abrazándola-. ¿Qué fue lo que pasó con ese hombre?

-Pue un mar día trabajando en la fábrica tuve que quedarme hasta tarde. Y estando a solaa, ese hombre, mi jefe, se quiso aprovechaa de mí y... Yo sólo lo empujé y al cae se gorpeó la cabeza y murió. Su familia juró vengarse de mí... Y sin maa remedio con lo poco que tenía huí a México. En el viaje conocí a un hombre, Silverio Ortigoza. Por la coincidencia de mi apellío, él me ofreció techo, comía y pues vestíoo. Todo a cambio de... de engañaa a un par de anciana de la Zacateca. Yo sólo debía fingii see... pue see su sobrina de ella. Y... y uste sabe... el hambre ee mala consejera. Así que acepté. Mese despuee de conocee a laa doo mujeree, ya no pude seguii con la farsa. Y entoncee comencé a huii de ese hombre que quería que yo continuara con er engaño a esaa doo mujeree y sacarle su dinero.

- ¿Ese es el tipo del mercado?

- Pue si... Así he estado huyendo. Primero de laa Zacatecaa...

- Zacatecas - dijo Bravo corrigiéndola.

- ...Si de la Zacateca donde me encontré con ese rufián de Romuardo. Yo tan maa bruta y sin conocerlo fui a pedírle ayuda y ya sabe ustee el resto. Luego lo volví a vee en Puebla y desde entoncee huyó de er.

- ¿Y de lo de ser monja?

- Al llegaa aquí conocí a la hermana Rita. Ella fue muy buena conmigo. Ella vendía queso y frascoo de conserva en er mercao. Ella me tendió la mano y me ocurtó en Er Dorao. Y aquí en Magueyalee yo sería la hermana...

- Agustina.

- Si.

- ¡Va que las caricias!

-¡Oiga uste de que caricias habla! -dijo la mujer furiosa -. ¡Sepa que soy una mujee decente! ¿Me oye? ¡Decente!

-¡Epale! ¡Epale! Es una expresión no más... Chihuahua con la monjita... Pero ahora lo comprendo todo... Y entonces ¿cuál es su verdadero nombre señorita?

- Pué... Amanecee Villareal.

-A lo macho. Porque el día de mañana no quiero andar buscando a una mujer que no existe oiga. Que tal que resulta ser anochecer o atardecer o día nublado o yo que sé.

- ¡Que si! ¡Que si! ¡A lo macho oiga! ¡Soy Amanecee Villarreal!

- Pues si es así, mucho gusto señorita Amanecer Villarreal, soy Roberto Bravo. Y me encantaría ser su amigo.

-¿Pue le soy franca? Pensé poo un momento que le diría donde está Er Dorao a ese infelii. Y maa cuando sacó esa pepita.

- Puee déjeme que le diga que esa pepita si es de allí.

- Pero ¿cómo? -dijo la mujer quedando con la boca abierta.

Pero luego Bravo con ternura la cerró con su mano.

                         

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