La única puerta que había era la del baño, además de la puerta de la calle. Había ventanas, tapadas con cortinas gruesas para evitar que entrara la luz del sol.
- Puedes dormir en el sofá -le dijo Jaume a Andrea sin siquiera mirarla-. Yo me voy a dormir.
Cerró la puerta de la calle con llave, subió al piso de arriba de un salto y se tumbó en la cama. Andrea se sentó en uno de los sofás, no paraba de pensar en todo lo que le había ocurrido esa noche, aún pensaba que se despertaría de ese horrible sueño y se encontraría tumbada en su cama, en su casa.
Entonces, se dio cuenta de que tenía hambre ya que no había comido desde hacia bastantes horas. Se levantó, fue a la cocina y abrió la nevera. Aunque dentro no había nada que ella pudiera comer, sólo había bolsas de un líquido rojo espeso, que probablemente sería sangre. También había un par de botellas de cristal de lo que parecía ser agua. Miró por todos los armarios que había en la cocina pero no encontró nada que pudiera comer.
Así que decidió tumbarse en el sofá, se tapó con una manta que había allí doblada e intentó dormir. Al poco de tumbarse cayó rendida en un profundo sueño, aunque no dejó de soñar con los sucesos acontecidos aquella noche. En sus sueños aparecía la chica del almacén a la que Anaria había asesinado partiéndole el cuello. También apareció en sus sueños aquel vampiro monstruoso, volvía a morder a aquella pobre chica y ella moría tras dejar escapar un angustioso gemido.
Andrea se despertó sobresaltada, había tenido otra de esas pesadillas tan horribles. Miró a su alrededor, no había rastro de Jaume. Se asomó a mirar por una de las ventanas y vio que casi se había hecho de noche.
En ese momento le dio por pensar en ese vampiro, Jaume. Pensó que aunque le había dado la impresión de no ser tan malvado como los otros, él era un vampiro. Tendría sed de sangre y seguro querría probar la suya, además ella ahora era de su propiedad y podría hacer lo que quisiera con ella. Empezaron a pasar por su cabeza ideas muy macabras de todo lo que probablemente él querría hacerle. No podía dejar que él le hiciera alguna de esas cosas horribles o incluso, llegar a matarla. Así que se puso a buscar por toda la casa algo con lo que defenderse.
Miró en la cocina, pero no encontró ningún cuchillo ni nada que pudiera usar como arma. Había un armario grande de pared pero estaba cerrado con llave, era imposible abrirlo. En el salón tampoco había nada, tan sólo había libros y más libros. Fue al cuarto de baño y tampoco encontró nada, no había si quiera un espejo, sólo había un bote de jabón, un peine y una toalla de mano. Había un pequeño armario de metal pero estaba cerrado con llave y Andrea, aunque lo intentó, no pudo abrirlo. Fue al salón y se sentó en el sofá, estaba apunto de rendirse cuando miro hacia la cocina, desde allí vio la nevera y recordó que dentro había dos botellas de cristal. Cogió una de las botellas y vacío su contenido en el fregadero, entonces volvió al salón, se sentó en el sofá y escondió la botella de cristal debajo de la manta.
No llevaba mucho tiempo sentada cuando oyó a Jaume levantarse de la cama. Andrea empezó a ponerse nerviosa, no sabía que querría hacer aquel vampiro con ella. Se quedó sentada en el sofá, mientras que con una mano sujetaba la botella escondida bajo la manta, por lo que pudiera pasar.
Jaume bajó por las escaleras al piso de abajo y miró a Andrea de reojo, no le dijo nada, solamente siguió su camino hasta la cocina. Abrió la nevera y sacó una bolsa llena de sangre y comenzó a bebérsela. Cuando terminó, se quedó quieto en la cocina andaba de un lado a otro, a la vez que se tocaba la cabeza, parecía estar bastante nervioso y pensativo. Al momento, se acercó al armario cerrado de la cocina, sacó una llave y lo abrió. Comenzó a sacar varios productos de limpieza, un cepillo para barrer y un recogedor, una fregona y un cubo, trapos y botes con productos de limpieza variados.
- Quizás podrías limpiar un poco por aquí abajo -le sugirió a Andrea a la vez que se giraba hacia ella y la miraba.
A Andrea le extrañó la petición de Jaume, no era lo que ella esperaba, pero era mucho mejor eso que lo que ella pensaba que él querría, así que aceptó asintiendo con la cabeza. Jaume asintió aliviado, estaba claro que tenía dudas de que Andrea aceptará sin poner ninguna pega. Fue hasta la puerta de la entrada, la abrió y se fue sin decir nada, cerrándola con llave. Andrea pensó en escapar pero estaba segura de que estaría todo el pueblo lleno de vampiros despiertos, así que hizo lo que Jaume le había pedido.
Limpió los polvos de los muebles del salón, también limpió un poco el baño y la cocina y barrió y fregó todo el suelo del piso de abajo. No estaba demasiado sucio así que no había mucho que limpiar. Entonces, miró hacia el piso de arriba, aunque Jaume le había dicho que solo limpiara el piso de abajo, tenía curiosidad por ver cómo era su habitación. Así que subió las escaleras hasta llegar al piso de arriba. Era una habitación bastante grande, tenía una gran televisión y una cama enorme. Un armario de cuatro puertas que ocupaba una pared entera y una mesa escritorio con una silla giratoria.
Tuvo curiosidad por ver lo qué guardaba en el armario, así que lo abrió y miró lo que había dentro. Había muchísima ropa, la mayoría oscura, mucha de color negro, Andrea no sabía para que querría tanta ropa. Abrió las otras puertas del armario y se sorprendió al ver muchas maquetas de figuras en miniatura de coches y motos, estaba claro que le encantaba a Jaume el mundo del motor. Le llamo la atención algo que había al fondo del armario, era una especie de caja fuerte. Intentó abrirla pero estaba cerrada, necesitaba una llave para poder abrirla.
- ¿Qué estás buscando?- preguntó Jaume a Andrea a la vez que la agarraba del brazo y la sacaba de allí de muy malas maneras- ¿Qué crees que estás haciendo? Te he dicho que limpiaras abajo, no que subieras aquí y mucho menos registrar mis cosas.
Andrea se asustó mucho ya que no se lo esperaba, ni siquiera lo había oído llegar. No sabía que decirle ni que escusa ponerle, le había pillado registrando sus cosas y él estaba muy enfadado, prefirió quedarse callada y agachar la cabeza.
- No pasa nada - le dijo al cabo de un rato con tono más calmado- pero no me gusta que registren mis cosas, espero que no vuelva a ocurrir...
- Lo siento... No volveré a subir a tu habitación - dijo Andrea y seguidamente se dirigió a las escaleras para bajar al piso de abajo.
Jaume la miró mientras bajaba las escaleras rápidamente. Parecía sentirse arrepentido de haberla tratado así, pero no dijo nada. Se tumbó en la cama, mientras que Andrea se tumbó en el sofá. Ambos no volvieron a dirigirse la palabra el resto del día. Andrea no dejaba de pensar en el enfado tan exagerado de Jaume, quizás escondía algo y por eso no quería que Andrea registrará sus cosas.
Llegada la noche, alguien llamo a la puerta. Jaume se levantó y la abrió, había un vampiro que le dijo algo que ella no pudo escuchar. Jaume miró a Andrea y le hizo una señal con la mano para que fuera hasta donde él se encontraba.
-Vamos, tenemos que ir a la plaza, ven conmigo- le dijo Jaume.
Andrea se levantó y siguió a Jaume. Por el camino, vieron a muchos vampiros ir hacia la plaza también. Algunos de ellos iban acompañados por humanos, entonces se dio cuenta de que ellas no eran las únicas personas a las que los vampiros habían capturado, habrían capturado a muchas más personas a lo largo de los años. La plaza era el lugar donde estaba el escenario en el que habían vendido a Andrea y el resto de chicas. Cuando llegaron, vieron a Anaria subida en el escenario y a Saki, subiendo a dos chicos al escenario, iban vestidos de blanco.
En ese momento, Andrea supo que esos dos chicos iban a ser vendidos también. Tras unas palabras de Anaria, los dos chicos fueron entregados a quienes serían sus dueñas. Andrea sintió lástima por ellos, había estado en su piel y sabía lo mal que lo estarían pasando.
Jaume se acercó a sus padres y estuvo hablando con ellos. Andrea se quedó al margen pero vio como los padres de Jaume se quedaban mirándola, no entendía por qué lo hacían. Al rato, Jaume le dijo que iban a volver a casa. Por el camino de vuelta, no dejaba de pensar en aquellos chicos. Iban a tener una vida miserable a partir de ese día, como la suya, una vida sin libertad, una vida de esclava.