La envidiable pareja conformada por sus tres hijas siempre evitan estar en envueltos en polémicas. Para Louise lo más importante es cuidar la reputación e imagen de su familia y de ella misma.
Pero bien dicen que para todo existe una primera vez...
La hija mayor desde que cumplió la mayoría de edad, la prensa al principio la idolatraba, pero conforme la joven ayudaba hacia las fundaciones del feminismo y su actitud se volvía rebelde, desafiante y egocéntrica dio mucho de que hablar.
Los Ricci nunca han estado en contra de las decisiones de Amelia, su padre desde siempre la apoya y por ello dejo que acudiría a esa conferencia.
"La hija perfecta... no tan perfecta. En el siguiente video podemos apreciar la actitud tan déspota de la señorita ricci".
"- ¡Tengo una pregunta señorita ricci! - uno de los periodistas.
- Sí, dígame.
- Es una jovencita que sale a fiestas y cada noche de fin de semana se le ve puede ver con alguien distinto ¿Cómo puede defender los derechos de la mujer cuando usted misma no se respeta?.
- Disculpe, pero eso no tiene nada que ver. - interrumpe su asistente.
- ¿Cómo se atreve hablarme así? - el enojo en su voz es notorio.
- Solo digo la verdad, debería darle vergüenza venir a hablar sobre los derechos cuando usted misma, no se respeta y se acuesta con todo roma. - todos sueltan un grito de sorpresa.
- ¡Eres un bastardo! - explota - No tienes el derecho de poner mi apellido en tu asquerosa boca, estoy cansada de que siempre vean el lado malo de mis actos.
- Que vocabulario tan corriente.
- ¡Yo si disfruto de mi vida sexual, no soy una hipócrita como ustedes! - exclama - Es mi maldita vagina la que se follan, no las de ustedes.
Con aquel video y noticia habían despertado la familia Ricci, el padre con una llamada logró quitarlo de internet, algunas notas de revistas y periódicos mientras que la madre echaba fuego por los ojos
(xxx)
Narrador omnisciente
7 de enero del 2021.
Washington, Seattle.
Seattle se había convertido en la ciudad favorita de él, ahí tenía todo lo que siempre había anhelado.
Mientras él pensaba en sus futuros proyectos, en la empresa Davilson inc. tenían esas reuniones típicas, donde se hablaba de mercancía y temas importantes.
- ¿Media tonelada de coca? - pregunta uno de los 10 hombres que se encuentran sentados en la mesa redonda.
- Es como un obsequio. - explica la mano derecha de Brian - Gracias a ti tenemos a los mejores compradores de México.
Brian Davilson se encuentra en una esquina ignorando la tediosa reunión, fuma tranquilamente su cigarrillo. Según su mejor amigo estas juntas son obligatorias para llevar un control de ambos negocios.
- Brian... - le habla su mejor amigo Greggory - hace unos días me llegó un reporte de las estadísticas de la empresa de roma, según marcan la compañía esta a nada de quebrar.
En esa sala se encuentra desde empresarios hasta mafiosos, ambos tienen que estar presentes al ser socios de las empresas Davilson Inc. Una fachada para el tráfico de drogas y lavado de dinero.
- ¡Que! - exclama un ruso - la empresa de Roma es importante, no podemos dejarla simplemente tirada.
El pelinegro de la esquina se tensa al pensar en la pérdida de millones de dólares. Tira su cigarrillo y con su aura intimidante se dirige hacia ellos.
- ¿cuál es la solución? - su voz sale gruesa y ronca. A todos les asusta presenciar su actitud dominante y codiciosa, solo piensas que lo sano es alejarte de esa toxicidad.
- Desde un inicio te dije que esa empresa iba a ser un fracaso...
- ¿Pedí tu opinión? Cierra tu estúpida boca y dame tus soluciones ¡Ahora!
- Conmigo esa actitud no. - le advierte Greggory - No solamente son las estadísticas, es todo en general. Deberías mudarte a roma por tiempo indefinido y reconstruir todo.
- ¿Está loco cierto? - pregunto uno de los que están ahí.
Brian no solamente es una cara bonita para el negocio familiar, también tiene su manera de torturar y detectar a la gente y que nunca le jueguen sucio
- Él no se puede ir. El negocio no será lo mismo... - vuelve a insistir el mafioso ruso.
- Claro que puedo, ¿A caso te olvidas con quién hablas? - el egocentrismo de Brian se había tardado en salir.
- Todos te tienen miedo Davis, no cualquiera logra cubrir tu lugar.
Brian es respetado, aunque algunos sean mafiosos no logra que ellos puedan cubrirlo en el negocio.
- Fiódor, tú serás el encargado de ambos negocios por tiempo indefinido - ordena Brian - y si tratas de jugarme sucio, ya sabes lo que sucederá.
El ruso asiente con algo de miedo, pero no lo demuestra. Los que se encuentran presentes no ponen ninguna objeción excepto uno...
- ¡Yo llevo más años en esto! Deberías ponerme a mí al frente. - reprocha Adrián un francés que desde que Brian inició con ambos negocios fue el primero en apoyarlo.
Él solamente exhala al saber que ese idiota le cuestiona sus órdenes, toma asiento en una de las sillas de en medio ignorando.
- ¡Emilia! - llama a su asistente
- ¿Ella está aquí todavía? - susurra uno
La asistente torpemente abre la puerta y entra caminando temblorosa, Emilia solo conoce el lado «bueno» del negocio mientras que el otro no.
Algunos ríen al verla tan torpe y nerviosa, menos Greggory que sabe perfectamente que esta así porque le gusta su jefe Brian.
Total cliché ¿no?
- ¿Si, señor?
El pelinegro examina sin perder ni un solo detalle las estadísticas que le ofrece Greggory.
- Quiero que canceles todo lo de esta semana, y avise al piloto del jet que partimos mañana a primera hora a Roma, Italia.
- ¿Por cuántos días? - pregunta anotando en su tableta.
- No te interesa, solamente dile que será un viaje de ida.
- Iré contigo. - decide Greggory - no puedes ir tú solo, como mano derecha y contador de la empresa es mi deber ir.
- Tú ya estabas incluido.
- ¿Se mudará? - cuestiona con asombro la asistente y eso hace que la atención de Brian se pose en ella.
- ¿Te incumbe? - algunos ríen - Como eres mi asistente tu deber también es mudarte, pero no me importa si decides quedarte.
Las palabras hacen a la chica feliz, pero a la vez triste el saber que no le importa tanto a él.
Emilia piensa que por ser asistente es indispensable para él, pero tal parece que no...
- Iré señor. - decide Emilia.
- Mañana a las diez de la mañana, partimos.