Canción de Medianoche de Courbet
img img Canción de Medianoche de Courbet img Capítulo 5 Un placer coincidir en esta vida.
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Capítulo 6 Le corté los pezones. img
Capítulo 7 Así debe ser el infierno. img
Capítulo 8 Algo más que frío y soledad. img
Capítulo 9 ¡Que le den por el culo a Giordano Bruno! img
Capítulo 10 Tierra del Silencio. img
Capítulo 11 Me gustan las personas rotas. img
Capítulo 12 No me dejes morir... img
Capítulo 13 Escuché que tu mujer te abandonó. img
Capítulo 14 El Mago del Valle Crepuscular. img
Capítulo 15 La locura de escribirte... img
Capítulo 16 Te quiero, Mia. Lo voy a hacer siempre. img
Capítulo 17 Prometiste que me amarías, hasta que los mares se sequen. img
Capítulo 18 Sueños de redención y esperanzas. img
Capítulo 19 Epílogo. img
Capítulo 20 Grandes Familias de la Isla Esperanza img
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Capítulo 5 Un placer coincidir en esta vida.

En la celda contigua el bardo acarició las melodiosas cuerdas de la lira, arrancó notas tristes que llegaron hasta los oídos de Niccolo en su propia oscuridad. Sonatas solemnes... Era una canción muy triste. El bardo cantaba con una voz majestuosa, reverberante a través de los barrotes. Penetrando en su piel No era la primera vez que el bardo lo hacía llorar. Su música melancólica invadía cada rincón de la celda, envolviéndolo hasta asfixiarlo con lágrimas. Su música era tan triste como un amanecer desgarrador... caminando entre montañas de cadáveres después de una sangrienta batalla.

Las notas agudas irrumpían en sus oídos.

Un día de estos en que suelo pensar.

Hoy va a ser el día menos pensado...

Nos hemos cruzado, has decidido a los ojitos azules que ahora van a tu lado.

Desde el momento... en el que te conocí.

Presumiendo con prisas, tiempo de silencio.

Te juro que a nadie le he vuelto a decir...

Que tenemos el récord del mundo en querernos.

Niccolo se limpió las lágrimas con la manga de la túnica. La boca le temblaba, pero no dejó escapar el sollozo. Días atrás los mismos guardias lloraron. Él los escuchó...

Todos prestaban atención al bardo, hasta que se quedaba ronco y se dormía.

¡Por eso esperaba con la carita empapada que llegarás con rosas!

Con mil rosas para mí...

¡Porque ya sabes que me encantan esas cosas, no importa si es muy tonto soy así!

¡Y aún me parece mentira que se escape mi vida, imaginando que vuelves!

A pasarte por aquí...

¡Donde los viernes cada tarde como siempre!

La esperanza dice que te quise así.

Niccolo solo había visto al bardo una vez. Tres días atrás cuando lo trajeron... Era alto y rubio, vestía de sedas moradas y blancas. Recordaba haberlo visto en la plaza Obscura durante el festival. Sí, era el bardo que cantaba a la medianoche fuera de su biblioteca. No sabía que hacía en la ciudad, ni cómo había terminado preso.

Escapando la noche de un bostezo de sol.

Me pediste que te diera un beso.

Con lo baratos que salen, mi amor.

¿Qué te cuesta callarme con uno de esos?

Allí abajo, en las oscuras madrigueras que eran las celdas del Fuerte de Ciervos, no existía el sol, ni luna. El tiempo era una masa oscura de perversión. Medía los días con el desayuno, que generalmente eran judías frías y la cena que también eran judías frías y viejas. Aunque... a veces podía confundir el desayuno con la cena. Quizás tuviera una quincena... o una veintena allí. No lo sabía... Lo más probable eran tres días. Pero esa era la cuenta de días que el bardo llevaba allí y Niccolo tenía mucho más tiempo encerrado.

Pasaron seis meses y me dijiste adiós.

Un placer coincidir en esta vida.

Allí me quedé..

En una mano el corazón, y en la otra excusas que ni tú entendías.

No pudo evitar recordar a Mia. Tampoco pudo evitar sonreír... al recordar la última vez que la vio, borrosa, difusa, majestuosa, en sus recuerdos. El contorno de sus anchas caderas, su cabello enmarañado y plagado de rizos negros. Parecían formas distantes... ¿De quién eran esos recuerdos? Percibía su aroma... pero no pudo recordarlo. Olía bien. Un hogar como ningún otro, junto a ella. Viéndola desde cerca. Pero no estaba allí en realidad, estaba en no sé dónde. Y quizás nunca lo volvería a ver.

Había leído miles de libros, encerrado en aquella biblioteca... y solo sabía que no tenía nada. Ni esperanzas, ni sueños, ni verdades o mentiras. Ni siquiera amigos... Solo recuerdos sangrientos nublados de violencia y amores frustrados.

-Cuánto tiempo perdido-exclamó en la oscuridad. Había desperdiciado su vida.

El alquimista extrajo la tablilla de oro de la caja. Niccolo estudió los grabados, de un irreconocible texto garabateado en la superficie dorada... No podía leerlo. Era antiguo... más antiguo que cualquier documento conservado en la biblioteca.

-Niccolo-los labios de Sam brillaban húmedos-. Desafortunadamente... profanaron la cripta de la familia real. Oculta en las cavernas, se escondían las tumbas de los antiguos reyes Sisley. En los niveles más profundos de una cripta redescubierta, encontraron un montón de reliquias de la época de Julián Sisley. Dos de ellas misteriosas: una tablilla que revelaba aquello que han buscado con ahínco los círculos de magos, desde centurias. El tesoro más valioso de esta isla olvidada. Y el otro objeto... La llave que no tiene cerrojo.

-No entiendo-Niccolo frunció el ceño-. ¿Cuál es ese tesoro?

-¿Qué no has entendido nada de lo que ocurre?-Sam puso los ojos en blanco-. La historia habla de un rey Julián que le hizo frente a los dragones durante su último alzamiento, aplastando sus ejércitos y llevando a la casa Wesen a la extinción. Los Scrammer junto con otras familias menores, cayeron en la ruina y la deshonra. Pero esta rebelión dejó en claro el poder que tenían los Wesen al controlar a los magos de la isla... y los conocimientos adquiridos del antiguo continente.

»Julián decidió erradicar los motivos, por los cuales nuestras orgullosas casas hermanas podrían alzarse por el control. Veía el Misticismo como un arma poderosa en manos infantiles. Era una época cruda: magos negros en cada familia, alquimistas locos, estudiosos del caoísmo, ermitaños malévolos. Cualquiera podría ocasionar la muerte de muchos al poseer los conocimientos que los magos habían recopilado con las generaciones. Decretó una purga, tras la disolución de la Orden de los Wesen. Fueron tiempos oscuros para las artes místicas: se sellaron los conocimientos que habíamos traído del Antiguo Imperio en el corazón de Gobaith... dejándonos las cenizas de un gran poder. Se prohibió el estudio de la alquimia y se reservó el estudio en el Jardin de Etoiles para la familia real y los nobles. Incluso se realizaron ejecuciones públicas a los que intentaron transmitir el estudio de las artes.

»De esta manera. Se aseguraría de que no habría levantamientos de parte de los magos conspiradores. Trataron de quitarnos las garras para que fuéramos dóciles. Julián sabía que la ambición corría en nuestra sangre y apostó a sus engendros... Vestigios de alquimia oscura... para castigar a la generación que intentará profanar sus secretos.

»Durante aquella purga. El Misticismo que envolvía nuestra isla estuvo a punto de desaparecer. Muchos alquimistas ilegítimos se reservaron algunos secretos, que se fueron trasmitiendo a selectos grupos. Círculos de magos se ocultaron durante cuatrocientos años de depuración.

Niccolo recorrió el relieve de la tabla dorada con las yemas de los dedos. Había estudiado la lengua antigua y conocía cada ogham... pero estos símbolos no se parecían remotamente a ninguno que conociera. Ni siquiera los maeglifos se le comparaban.

-¿Cómo guardas el poder?

-El conocimiento es poder.

-¿Libros?

Sam sonrió lobunamente... Sus ojos destellaron al probar la agilidad mental de Niccolo.

-Toda una biblioteca de conocimientos prohibidos-su sonrisa se ensanchó-. La Gran Biblioteca Dorada de Julián y sus tablillas secretas. Eso busca nuestro rey, o mejor dicho: eso busca Lord Beret. Más libros de los que se pueda leer en una eternidad.

-Pero eso fue hace seiscientos años. Los libros deben estar...

Sam agitó un dedo ante el rostro del joven .

-No son libros de papel-inquirió-. Nada que se le parezca, son tablas escritas por magos del pasado remoto. Tenían la creencia de que el conocimiento debe ser eterno. Por eso se aseguraron de preservarlo en un idioma códice, de forma que solo los magos apropiados podrían desvelar sus secretos. Libros pesados labrados de oro, incorruptibles. Los secretos del Misticismo renaciente, codificados en grabados del idioma de los ángeles y demonios-parecía emocionado-. ¿Toda una locura, no lo crees?

Niccolo contempló aquella tabla dorada. Estaba gastada, los grabados sobresalían de la placa con una simbología indescriptible. Los bordes agrietados de la plancha mostraban los residuos de la erosión.

-Mira estos símbolos-replicó con sorna-. No podríamos saber que dice... aunque los estudiarán unos diez años.

-Ese es el punto-terció Sam con una sonrisa-. No están codificados para descifrar un mensaje. No... Fueron tallados para la interpretación de magos. Se necesita la percepción espacial que solo el ojo entrenado y el flujo energético pueden revelar. No te sientas mal. Esto es solo una página pérdida... que no muestra nada coherente.

-¿Dónde está la llave?

-La encontraron en las manos huesudas de Julián. Una redecilla de oro con un ogham: «conocimiento». Algunos acólitos que lo examinaron, dijeron que aquel ogham no tenía un solo significado, sino muchos. Lo más cercano... sería: «el conocimiento abre puertas». Friedrich Verrochio la tenía en su poder, pero desapareció...

Niccolo asintió, pensó en Lord Verrochio y en... ¿Annie? ¿Dónde estaba Annie? ¿Acaso él la había...? El alquimista se secó los labios con un pañuelo. A Niccolo le llegó el aroma del azafrán y otras tantas delicias... Se horrorizó, descubriendo las sustancias opioides que pululaban en sus labios.

Sam le dedicó una mirada inquisitiva.

-Te dije que haremos cosas terribles por el bien mayor. Salvar a la mayoría no significa salvar a todos... mucho menos salvarte a ti mismo-aclaró. Limpiándose la pócima de los labios envenenados-. La llave viaja en el Bosque Espinoso, cada vez más lejos... y será lo mejor. Vamos por el sendero correcto. Si los dioses son dioses, la llave se perderá para siempre y lo que abre nunca verá la luz.

Niccolo leyó sobre aquel ungüento que usaban las brujas para doblegar a los hombres. Un beso y estabas bajo un dominio ciego. No quiso saber más. Annie había desaparecido. Lord Verrochio no decía nada al respecto, pero los guardias tenían la orden de encontrar a la niña cuánto antes. No había vuelto a ver a Mia. No se despidió, la vio como en cualquier otra noche... sin saber, que sería la última vez. Sintió una profunda tristeza, se le clavó como un cuchillo ardiente en el pecho.

Allí en el suelo, se recostó... aquella tristeza lo cobijó por momentos. Todos se habían esfumado. Abrió los ojos... La luz del sol se filtraba por las ventanas de la biblioteca. La espalda le dolía, entumecida, y sentía un vacío donde alguna vez tuvo un corazón. La sangre se le agolpó en el rostro. La cabeza le dio vueltas.

Una docena de siluetas moradas destrozaron la puerta. Eran altas y bajas, de rostros diversos, pero todos llevaban las manos en el puño de sus espadas envainadas y la otra en una lanza. Niccolo no supo que decir. Lo rodearon. Uno de aquellos guardias lo tomó de los hombros y lo lanzó al suelo con violencia. Sintió sus rodillas estrellarse con un estrépito y su cuerpo impactando en el suelo con un latigazo de dolor.

-¡Aquí esta!-Rugió uno de ellos con la tabla de oro en las manos.

Niccolo intentó incorporarse, pero un doloroso puntapié en las costillas lo arrojó a un lado. Las estrellas brillantes pasaron ante sus ojos... su costado se congestionó de dolor. Se quedó en el suelo intentando respirar. No quería ver aquellas miradas furibundas.

-¡Ja!-Rio uno de ellos, conocía aquella voz-. ¡Es un cobarde!

Le temblaron los labios. Las lágrimas brotaron de sus ojos. Finalmente habían venido por él, por las personas que mató y los recuerdos que olvidó. La cámara secreta entre las últimas estanterías y el escritorio de su padre.

-¡¿Qué esperan?!-Ordenó uno de ellos. Era alto y delgado como un palo, de rostro huesudo, ojos azules traicioneros y austeros... Tenía una fea herida en su frente. Era Gene, aunque no lo creía-. ¡Degüéllenlo!

Niccolo se arrastró, asustado... Aquellas palabras tuvieron un poder sobre él. Las piernas entumecidas protestaron. Ante sus ojos vio destellos flagrantes y pentagramas de sal roja. Gene empuñaba un cuchillo. Lo tomaron del cabello, levantando su cabeza y sintió un fiero mordisco helado en el cuello... El pecho se le cubrió de humedad, roja, caliente. No le salieron las palabras... ¿Eran gorgoteos los que salían de su boca? Los ojos se le empañaron de lágrimas al pensar que nunca vería a Mía, que nunca podría pedir perdón... que nunca pudo cambiar. Esperaba ir al paraíso... Así verla, una vez más. Aunque no estaba seguro... si lo merecía. ¿Acaso estaba herido? No... Me estaba muriendo. Sus inseguridades le rompieron el corazón a Mia. No pudo evitar sonreír y la sangre espesa se le escurrió por los labios como baba sanguínea. No tuvo una buena vida... Pero tampoco podía cambiar eso. Al final, merecía aquella soledad.

Niccolo olía el salitre mezclado con el aroma ferroso de la sangre. Un profundo grito, detrás de aquella pared... Lo asustó. Todo su cuerpo temblaba débilmente... Sus padres habían entrado en aquella cámara escondida, hace horas. Otro grito de dolor se prolongó hasta desaparecer... Niccolo contuvo el aliento y borró la tiza del maeglifo que sellaba la entrada. La pared se abrió y el aroma le golpeó el rostro con una bofetada. El círculo del pentagrama estaba roto. Un fuego oscuro consumía las tablas de madera, pero no emitía humo. Las velas negras tenían llamas azules que nadaban en charcos de cera. Su madre estaba sobre un charco de sangre, con los intestinos desparramados. Su padre lo miró, con un gesto impropio, su brazo derecho colgaba de un hilo de músculo de su hombro, en su otra mano... tenía un puñal. Le gritaba, pero no entendía sus palabras. Ni entendía nada... no comprendía. Aquella oscuridad salió de la cámara, envolviéndolo... Atravesando su cuerpo. Niccolo cerró la puerta, dejando aquellas almas varadas en el olvido. Sus tíos lo encontraron, presenciando aquel festival de demencia demoníaca. No volvió a hablar, se pasaba el día mirando al sol pálido a través del tragaluz circular del segundo piso. No quería recordar, no podía olvidar. Hasta que lo llevaron con la bruja....

El corte en el cuello se había cerrado con una espantosa cicatriz. Se desmayó y los guardias lo llevaron a rastras... No sabía nada de Gene, ni de Lucca y mucho menos de Sam. Ni siquiera guardaba esperanzas de que vinieran a salvarlo. Sus tíos eran conspiradores. Allí solo sabía de Hannad y de Judías... Hannad era una guardia que se paseaba por las celdas, era muda. No era tan hermosa, tenía los ojos pequeños y brillosos, la nariz pequeña, el cabello negro corto y un cuerpo de comadreja. Por otro lado, Judías era un tipo pequeño, regordete y gruñón, tenía ojos porcinos y risa fácil. Le gustaba burlarse de Niccolo, llevándole libros en la celda oscura

No le había dicho su nombre, así que lo llamaba Judías porque su tarea era traer las comidas de los prisioneros. El de Hannad lo había escuchado de boca de Judías cuando la estuvo manoseando a la fuerza, la mujer le rompió la nariz, en su defensa. Después de la cena, liberaron al bardo, dos guardias se lo llevaron y tras ellos, los seguía Judías.

-Vaya pedazo de idiota al que liberan-Judías siempre le hablaba, aunque Niccolo casi nunca respondía-. Lord Verrochio piensa que no tiene motivos suficiente para condenar a ese hombre-se acercó a su celda. La luz de su lámpara de aceite, era reconfortante... después de tanta oscuridad-. Piénsalo, últimamente están enviando a los criminales con los alquimistas. No sé qué hacen con ellos... pero debe ser algo horrible, porque ya no hay muchos criminales. Lo cierto es que el bardo no cantaba mal. Ahora te vas a morir del aburrimiento, antes de tu sentencia.

A Niccolo lo dominó la curiosidad.

-¿Por qué lo encerraron?-La voz le salió afónica por el desuso.

-El imbécil cantó una estúpida canción en el lugar equivocado. Hablaba sobre un Gran Dragón Rojo que ruge al anochecer. Lo iban a colgar para dar ejemplo-compuso una risa irónica-. Como a ti, aunque... quizás te envíen con los alquimistas-reiteró antes de marcharse.

Esa noche se preguntó porqué Judías le hablaba, tal vez solo sentía lastima. Se acercaba su sentencia. A la medianoche, Hannad recorrió las celdas vacías, lo saludó con la mano y una sonrisa de dientes torcidos. Era una gatita fea en una cueva de lobos. Le llevó el desayuno cuando despertó, para su sorpresa... Avena con miel, un buen trozo de pan blanco y una taza de leche... más dulce de lo habitual y un poco amarga al principio, tenía canela. Era lo mejor que había probado. Judías y otro guardia más alto de nariz ganchuda y barba escasa, lo sacaron con esfuerzo de su celda... El alto cojeaba porque una de sus piernas era de madera. Subieron escaleras y caminaron por el castillo, sentía las piernas de papel y la cabeza llena de algodón... Los colores, se veían más brillantes. Quizás fuera el encierro.

Lo condujeron hasta un salón de alfombra roja, de techo alto, con dos hileras de asientos a cada lado y grandes ventanales de vidrio colorido con retratos detallados de ciervos. Un gran estrado se alzaba al final del recinto donde un hombre alto y rubio lo esperaba. Lo sentaron en una ornamentada silla frente al elevado estrado.

-Niccolo Brosse-leyó aquel hombre vestido de negro. Era Lord Verrochio, el portavoz del rey Joel-. Se te acusa de conspiración, robo, asesinato y traición contra la corona.

No respondió. Se sentía mareado y le dolían horriblemente los ojos. Si no hubiera estado sentado, se hubiera desmayado. Veía puntos negros y le cosquilleo el estómago.

-El objeto robado en cuestión-continuó Lord Verrochio, severo-. Fue encontrado en vuestra biblioteca. Los testigos aseguran haberlo visto.

-Oh-Niccolo se estaba riendo-. ¿De verdad?-Hizo un esfuerzo por recordar-. Nunca me quedó bien el morado- soltó una risotada. No podía recordar nada de lo ocurrido. Los colores le arañaban los ojos y la cabeza le daba vueltas. El solo permanecer despierto lo apremiaba.

Judías le tiró del cabello.

-¿Qué haces idiota?-Le susurró, parecía furioso-. Habla.

-¡Basta!-Replicó el guardia de la pata de palo junto a Judías. Era alto y su rostro duro. Se abrochaba la capa con un broche de plata, lo que significa que era un comandante-. Déjelo, Ralp. No toque al acusado.

-¿Ralp? Yo te llamaba Judías- sonrió Niccolo, la lengua se le soltó y cada pensamiento que tenía salía por su boca-. Es porque... esa es la única comida que dan en estas celdas. Es un pésimo servicio.

Todos lo miraron.

-¿Qué puede decir en su defensa, Niccolo?-Inquirió Lord Verrochio.

Niccolo vaciló mirando al estrado. Pensativo, formó oraciones para hablar.

-Es mi culpa-respondió ladeando la cabeza las lágrimas se agolparon en sus ojos-. Yo estaba enamorado, señor. Pero tenía miedo. No quería entregarme, no quería mostrar lo desagradable que puedo llegar a hacer. No estaba seguro si ella querría quedarse-empezó a quitarse los zapatos. Hacía un calor infernal en el salón.

-Compórtese, Niccolo-replicó Lord

Verrochio, el cuello se le puso muy rojo.

-¡Mi culpa!-Las lágrimas no pudieron resistir-. Yo creí... que podría sanar. Pero me equivoqué... Estoy loco. Y no quería arrastrar a Mia hasta mi locura. No puedo seguir viviendo con tantas heridas. Lo que más duele del amor... es que te da esperanzas. Sí, esperanzas... de cambiar toda la mierda que eres, por una persona que te importa. Te sana las heridas y te hace mejor hombre. Pero... para tener amor, primero tienes que entregarte y eso es algo que no entendía. Lo lamento, Mia... Te decepcioné. Tenías ideales de que era una buena persona y te rompí el corazón.

-Niccolo Brosse-sentenció Lord Verrochio, tajante-. Es acusado de conspiración. Al amanecer, será trasladado a las instalaciones de la Maison de Noir para su castigo.

Niccolo suspiró mareado, tenía mucho sueño... Los guardias obedecieron y se llevaron a Niccolo a rastras. El suelo se deslizaba a sus pies, el sueño lo envolvía, nublando sus pensamientos. Bostezó, cansado.

-Maldita sea-Judías escupió-. Por tú culpa.

Lo arrojaron a su celda y Niccolo se echó a reír. Sintió ganas de vomitar y lo sacó todo... Cuando acabó de vomitar, le dolía la cabeza. Sentía el cuerpo frío y pesado como plomo. Lo habían drogado y mañana lo enviarían a un lugar del que no regresaría. El alquimista lo eliminó del juego antes de participar con una taza de leche envenenada. Se resignó al silencio y el abandono. Meditando sobre las cosas que había dicho... ¿Eran verdaderas sus declaraciones? ¿Por qué le daba tanto miedo enamorarse? Los recuerdos sangrientos se desvanecieron. Estaba confundido... No recordaba la existencia de aquella cámara secreta en la biblioteca. Sus padres habían desaparecido, durante años lo habían maltratado de muchas formas. ¿Entonces... por qué los recordaba como personas cariñosas?

-Las cosas están difíciles afuera-le dijo Judías, no... Ralp-. El hambre convierte a los mejores hombres en animales-se palmeó la prominente barriga-. Bueno a mí no. La comida desapareció del mercado. Están vendiendo pescados viejos y hortalizas podridas. Los precios de la carne se dispararon. Es una situación lamentable, hoy una turba de manifestó, destruyendo los puestos de ventas y saqueando la poca comida que había. Son tiempos de hambruna en la ciudadela, y en Pozo Obscuro la situación es deprimente-se retiro.

A la hora de la cena, Hannad llegó con una enorme hogaza rellena de guiso y una taza de té envenenado. Ella le sonrió y le dijo que lo extrañaría con sus manos, o eso creyó Niccolo. Se comió el pan con guiso como si fuera su última comida... bueno, lo era. Se arrepintió un poco de no haber vivido bien, pero al final descubrió que no tenía un sueño en particular. Aunque... el perdón de Mia podría ser su mejor sueño o único anhelo mortuorio. La redención de una pareja soñada. Se llevó la taza a los labios: olía a meados y a cianuro almendrado. Lo iban a matar los alquimistas con sus complicados experimentos, Sam quería al menos que no sufriera. Le hizo una seña a la mujer para que se acercara y la besó a través de los barrotes. Ella le devolvió un beso húmedo. Fue torpe y rápido, pero lo suficiente para estar satisfecho. Un último beso... para un último trago.

-¡Fuera!-Gritó Judías.

La mujer se puso pálida y salió corriendo. Ralp le arrancó la taza de las manos, la arrojó y se rompió en el suelo. Niccolo vio como su final pacífico se despedazaba.

-¡No!-sacó una mano por la celda, agarró al hombretón de la capa morada y lo hizo golpearse con los barrotes-. ¡Desgraciado!

Las llaves tintinearon.

-¡Suéltame imbécil!-Replicó y se apartó con un sonoro desgarro de tela. Esperó con las muelas apretadas. Abrió la celda y Niccolo se abalanzó sobre él con las manos extendidas. Rodaron por el suelo polvoriento. Niccolo no supo cómo, pero había tomado un trozo afilado de arcilla, amenazó al gordo presionándolo contra su grueso cuello, un hilillo de sangre corría por sus papadas.

-¡Quítate de encima!-Gritó Ralp.

Le dio un fuerte golpe con la pronunciada frente a Niccolo. Sintió su nariz romperse y la sangre bajar por su boca. El gordo se lo quitó de encima con sus enormes manos y lo lanzó con estrépito, sus costillas chocaron contra los barrotes dejándolo sin aliento. Se colocó encima de Niccolo, oprimiendo su respiración y lo golpeó... La cara se le congestionó de dolor. Otro golpe le cruzó el rostro con luces. La cara se le entumeció. Su peso lo asfixiaba.

-Vine a salvarte-el aliento le apestaba a vino agrio mientras le pegaba otra vez, y otra vez con sus puños gigantescos-. ¡Estúpido! ¡Maldito, imbécil!

Ralp se levantó de sus costillas y tiró del brazo de Niccolo con brusquedad hasta que ambos estuvieron de pie. La sangre la bajaba por la boca y las mejillas henchidas le ardían.

-¿Adónde?-Preguntó Niccolo. Le dolía toda la cara, la tenía inflamada y la cabeza le martilleaba desde adentro. Tomó una decisión: aún no quería morir.

-Nos vamos-Ralp escupió una flema sanguinolenta y se limpió con el dorso de la mano-. Lejos de este nido de serpientes. Iremos con el auténtico rey: uno con alas murciélago, escamas de piedra y aliento de fuego.

                         

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