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RAIN
En una camilla sostenida por un aparato extraño está el hombre mas hermoso que pueda existir. Hasta parece sereno y bondadoso.
Pero yo lo conozco bien, sus ojos traicionan su aspecto: ojos azules como el mar profundo, con un brillo particular, que pueden condenarte o absolverte según su humor, que normalmente es negro como la noche.
Justo debajo de la camilla se encuentra un equipo sofisticado y siniestro de tubos, cables, varillas de acero, el todo protegido por un vidrio. Y al centro, como a un metro y algo de altura, una abertura circular celeste neón te invita a colocar la mano. Unos pinchazos, un poco de sangre y listo, podes retirar la mano. En menos de 30 segundos sabes si estas condenada para toda tu vida o si tus planes de boda con el vecino pueden llegar a realizarse.
Al llegar el turno de la chica temblorosa el ritmo se detuvo. El guardia mas cercano comenzó a molestarse y cosa prohibida, comenzó a hablarle en susurros.
Para su consternación esto empeoró las cosas porque la chica comenzó a sollozar más fuerte provocando que los demás guardias se acercaran preguntando que pasaba.
Uno de los genios pensó que podía callarla tapándole la boca y otro apurar el tramite forzando su mano en la abertura.
Mi rabia comenzó a crecer desmesuradamente. No tenían derecho a asustarla más de lo que estaba. Probablemente ella era una de esas chicas con sueños que iban más allá de este castillo, y su miedo era no poder realizarlos. Me salí de la fila acercándome con paso firme. Uno de los guardias me vio y trató de detenerme agarrándome por la cintura mientras veía como forzaban la mano de la pobre.
Todo pasó demasiado rápido: vi como empujaban todo el antebrazo dentro de la maquina y pude imaginar como se lo destrozarían esas agujas. Grité por instinto. Las luces se apagaron y se prendieron nuevamente en una fracción de segundo. La chica se dio vuelta y comenzó a gritar mientras yo era llevada al piso y golpeada con fuerza por los guardias. En algún momento debo haber golpeado mi cabeza con algo (o alguien) porque todo se hizo negro de golpe.
Llámalo destino o capricho de Einar, el dios del Tiempo, que todo lo ve, que todo lo sabe y que nada comparte.
Me despierto con el familiar sabor metálico de la sangre en mi boca. Mi cabeza palpita como si la estuvieran usando de tambor. El cuerpo me duele todo, literalmente todo.
Escucho una voz grave dando ordenes y pidiendo explicaciones con una furia cortante. También otra mas amable, tratando de calmar la primera. Por ultimo, la única voz cálida de la habitación resuena por sobre las demás, silenciándolas y prometiéndome alivio y descanso.
La única voz digna de atención.
Me sentí arropada, serena, protegida y sobretodo aliviada, sin dolor físico, como si mis huesos, músculos, piel, se estuvieran curando a una velocidad desgastante para mi cuerpo.
O solo había empezado a alucinar después del golpe en la cabeza.
Me vuelvo a despertar sin saber cuanto tiempo estuve dormida o cuanto tiempo pasó desde la cosecha. Me incorporo y me doy cuenta que estoy como en una enfermería, recostada en una camilla curativa. Uno de esos lujos que solo se encuentran en los hospitales y en el palacio, obviamente.
Me levanto lentamente para no marearme y me encuentro con los ojos amables y asustados de la que supongo es la chica llorona.
- Gracias – Me dice en un susurro. Le respondo - Por nada – con una voz que no reconozco como mía de lo débil y resquebrajada que está.
- Me llamo Maia... Se despertó- concluyó ella. Enseguida comprendí a que se refería y una oleada de alivio me invadió.
Miré su brazo y vi que de a poco estaba curándose gracias a la camilla donde se encontraba. Estaba delante de la futura Emperatriz.
Su sangre lo había despertado.
Calculo que la voz furiosa que había escuchado antes era la de él, queriendo asesinar a quienes hubieran herido a su alma predestinada.
La miré bien: no parecía ser demasiado fuerte como para soportar el peso de todo un reino y la misión de unificar el mundo, pero quien soy yo para juzgar.
Le pedí ayuda para salir de ahí, para encontrarnos con él y decirle la verdad sobre mi presencia en este palacio.
No se como esta chica se ubicaba tan bien, pero me sostuvo todo el camino hacia la sala del trono.
Entrando, me apoyo a una columna y lo veo sentado elegantemente en su trono. No parecía demasiado elaborado y tenía al lado otro vacío, uno que pronto seria ocupado por la chica a mi lado. Lo veo cambiar de posición, amenazando unos hombres que reconozco como nuestros agresores y la rabia me vuelve a invadir.
Y de nuevo vuelvo a gritar.