LA ASISTENTE DE PRESIDENCIA.
img img LA ASISTENTE DE PRESIDENCIA. img Capítulo 3 Qué me Estás Haciendo
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Capítulo 5 El Ascensor (2do. Encuentro) img
Capítulo 6 La Reunión img
Capítulo 7 El Ascensor, Una Vez Más img
Capítulo 8 El Blue Diamond img
Capítulo 9 Una Verdadera Mujer img
Capítulo 10 La Pequeña Danna img
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Capítulo 3 Qué me Estás Haciendo

Don Maximiliano era un hombre justo, que no albergaba en su corazón las bajezas del ser humano, para él las mujeres eran los seres más puros y nobles que Dios haya podido crear, pero también estaban los casos contrarios en los que ellas eran como arpías.

La situación que estaba viviendo sus asistente le tocó el alma, sintió el dolor que ella sentía incluso hasta el acoso que pudiera estar experimentado por parte de ese vil hombre.

No se contuvo para expresarle su apoyo por lo que tomó entre sus manos las de Rebecca y le dio esperanzas a una solución. Le pidió esperarlo unos días para ayudarla a solucionar su situación, ayuda que ella de inmediato rechazó, pero al final tuvo que aceptar.

Unos golpes en la puerta los hizo regresar a la realidad y percatarse de que estaban tratando un asunto personal en la oficina. Don Maximiliano se levantó de inmediato y se dirigió a la puerta para abrirla mientras dejaba a su asistente sentada en el sofá, terminando de recuperar la compostura después del llanto.

En cuanto la puerta se abrió un exaltado Arturo ingresó sin ser invitado pasando de largo e instalándose en el centro la oficina mientras su acompañante esperaba en el umbral la autorización del mayor para ingresar.

-¿Por qué está asegurada la puerta papá? ¿Qué sucede? -preguntó mientras recorría con su mirada a la mujer motivo de su constate enojo y malhumor.

El mayor se incomodó por el atrevimiento de su hijo, pero antes de contestar cualquier pregunta se dirigió al hombre que esperaba en la puerta para entrar y saludó a Bruno como de costumbre permitiéndole seguir.

Mientras Arturo detallaba a Rebecca que aún estaba sentada en el sillón de la oficina de don Maximiliano, su corazón dio vuelcos descontrolados que lo alteraron y a su memoria llegó el atrevido acercamiento que tuvieron en el ascensor, su cuerpo empezó a reaccionar y por el momento se dejó llevar por el deseo, pero su ensoñación no duró mucho al recordar las crudas palabras que le lanzó y se maldijo a sí mismo por ser tan tonto como para considerar un posible encuentro más íntimo.

-¿Te hice una pregunta? -la arrogancia de Arturo hizo que Rebecca dejara su lugar y se posara frente a él.

-Por qué mejor no pregunta las cosas de forma directa señor Franco, así deja de andar por las ramas -habló sin mostrar temor o debilidad ante el hombre que la estremecía de pies a cabeza.

-Ja, no me hagas reír preciosa. Se que las mujeres como tú no necesitan palabras directas porque entiende muy bien la insinuaciones -respondió en voz baja, solo para que ella escuchara y levantando las cejas de forma repetitiva junto a una sonrisa insinuante.

El simple acercamiento de Rebecca lo puso tan duro que sintió su polla dar brinquitos en su pantalón.

Ella abrió sus ojos entendiendo el mordaz comentario y le dio una fuerte bofetada que resonó en el lugar haciendo que los presentes miraran sorprendidos la escena frente a sus ojos.

Arturo llevó su mano a la mejilla que ardía por el impacto y su coraje empezó a correr por sus venas.

-Usted no me conoce -respondió con dientes apretados mostrando su enfado- pero hoy se ha dedicado a insultarme y de paso a ofender a su padre. Si cree que por ser su hijo le da derecho a humillarme, está muy equivocado señor Franco. Permiso -puntualizó pasando por su lado para salir de la oficina.

-Lo siento señor, creo que lo mejor será que me retire, si considera que mi despido es lo mejor por este atrevimiento no tendré ninguna objeción ante su decisión -habló manteniendo la calma y la compostura.

-Hija, pierde cuidado que no te voy a despedir, no has hecho nada que no sea defenderte del idiota de mi hijo -apuntó satisfecho por la escena acontecida.

Rebecca desapareció del lugar un poco angustiada por las consecuencias de su atrevimiento, temía perder su trabajo, era importante para ella pues le ayudaba a mantenerse ocupada y económicamente a flote, o eso pensaba.

En la oficina Bruno permaneció en silencio tratando de asimilar un poco lo sucedido, mientras que Arturo se servía un trago del minibar tratando de, primero intentar bajar la notoria erección que le provocó y segundo, mantener la calma ante la forma tan sutil como Rebecca siempre lo mandaba al carajo y le hacía ver lo imbécil que era.

Don Maximiliano en todo momento mantuvo una sutil sonrisa en su rostro mostrando la satisfacción de haber encontrado la mujer perfecta para asistir muy bien al nuevo presidente de la constructora.

Ya era momento de poner a su hijo en su sitio y aunque ellos trataran de ocultarlo, era más que evidente que algo nacía en todo ese odio.

Rebecca parecía que recitaba un mantra por toda la palabrería que salía de su boca por la ira y el coraje que sentía en su interior y que no pudo sacar con ganas, quería tener al idiota de Arturo frente a ella para partirle la cara a punta de cachetadas, pero también tenía un deseo reprimido de besarlo incansablemente, de tenerlo preso entre sus piernas y demostrarle la verdadera mujer de la que se burlaba casi que, a diario, quería amarrarlo y someterlo a todos los deseos que reprimía por temor a verse como una sucia pecadora, pero que solo él le hacía sentir cada vez que la acorralaba, cada vez que se le acercaba y le hablaba con esa ronca y sensual voz erizándole la piel, quería sentir su tibio aliento golpearle el rostro y ver como sus azules ojos delineaban sus labios cuando ella intentaba hablar. Suspiró.

-Vaya amiga, para quien es ese suspiro...

Rebecca respingó por el susto soltando los documentos que tenía en sus manos.

-¡Amber! Qué susto me diste... ¿De dónde saliste? -dijo agachándose para recoger los papeles que se habían caído.

-Lo siento, pero te vengo observando desde que pasé por el pasillo -ella posó sus ojos en Amber escudriñándola, quería saber que tanto había visto o escuchado.

-¿Tienes mucho allí parada?

-No, solo entré cuando te escuché suspirar y también porque vengo a decirte que te llamó el señor Myers, el de los hoteles JW Marriot -Rebecca dejó sobre el escritorio lo que tenía en las manos y le prestó toda su atención.

-¿El señor Myers? ¿Qué dijo?

-Qué te espera mañana por la tarde para finiquitar los preparativos del evento.

-¿Dijo a qué hora exactamente?

-No, solo dijo que por la tarde.

-Bien, gracias, Amber, lo anotaré en mi agenda para que no se me olvide -afirmó sentándose en su escritorio para tomar su agenda-. Espero que no haya nada importante por la tarde, no todos los días nos alquilan el mejor salón, en el mejor hotel de la ciudad y sin anticipación.

-Ya lo creo, suerte -dijo despidiéndose y saliendo de la oficina.

Rebecca levantó la vista para despedirse de Amber cuando vio a los hombres caminar por el pasillo frente a su oficina, se colocó en pie y caminó hacia la puerta con un gesto coqueto y sensual mirando a los ojos a Arturo, luego posó su vista en Bruno, quien la saludó con un asentimiento de cabeza el cual ella respondió: -Ingeniero Rossi.

-Señorita Griffin -contestó Bruno con amabilidad.

Arturo arregló su traje e intentó sonreírle a su futura asistente pensando que a él también lo saludaría, pero fue todo lo contrario. La bella y sensual mujer que lo miraba tomó en sus manos el pomo de la puerta y la arrojó con tal fuerza que el azote le dio a entender lo que realmente quería con él.

Bruno no aguantó y reventó en carcajadas, pues entendió el mensaje de forma clara.

-¡Es una maldita... la odio! -dijo apretando los dientes y con la cara roja de la rabia.

Arturo tenía unas ganas de devolverse y tumbar la puerta de su oficina para ponerla en sus piernas con el culo arriba y darle unos buenos azotes como castigo por su atrevimiento. Ese culo que moría por tocar.

-Siii, como no. Se nota cuanto la odias.

-Es enserio, la detesto.

-La detestas tanto que quieres fallártela y oírla decir: Así Arturo, así... Aaah... más... dame duro papi -decía Bruno con voz de mujer excitada y haciendo un sexi movimiento de caderas imitando el acto sexual, todo mientras entraban al área de diseño.

Los empleados que transitaban por los pasillos los miraban contrariados por las escenas que Bruno le hacía a Arturo mientras caminaban.

-Ya cállate idiota, que todos nos están viendo. Ahora sí pongo en duda tu hombría.

Bruno reía y seguía haciendo movimientos sensuales tras Arturo junto con movimientos de hombros mientras los empleados lo observaban, pero eso no lo detuvo para seguir.

-Ven papi... poséeme, y dame duro Arturín...

-Ya déjame en paz imbécil, jamás me acostaré con una mujer como ella, ni en mis sueños.

Aunque en realidad ya Arturo, no solo la había soñado, sino que también se excitaba con solo pensarla, tanto que quedaba empalmado.

Maldición Rebecca, qué me estás haciendo.

            
            

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