LA ASISTENTE DE PRESIDENCIA.
img img LA ASISTENTE DE PRESIDENCIA. img Capítulo 4 La persona Menos Apropiada
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Capítulo 5 El Ascensor (2do. Encuentro) img
Capítulo 6 La Reunión img
Capítulo 7 El Ascensor, Una Vez Más img
Capítulo 8 El Blue Diamond img
Capítulo 9 Una Verdadera Mujer img
Capítulo 10 La Pequeña Danna img
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Capítulo 4 La persona Menos Apropiada

Los preparativos para el evento del viernes la mantuvieron ocupada, tanto que no se percató de la hora de salida. El hambre y el cansancio fueron la única alarma que le anunciaron lo tarde que ya era. Cerró su computadora, organizó su puesto y tomo su bolsa para salir.

Llegó al ascensor y apretó el botón para pedirlo, pues estaba en el piso de recepción.

En cuanto las puertas se abrieron entró en él. Se recostó en sus paredes con los ojos cerrados, como siempre lo hacía. Las puertas estaban por cerrarse cuando una mano lo impidió.

-Buenas noches -saludó Bruno entrando primero, detrás de él llegaba Arturo, quien también ingresó mirándola despectivamente, el ambiente se había vuelto pesado.

-¿Aun trabajando Rebecca? -preguntó Bruno para romper el silencio instalado.

La nombrada abrió los ojos sin mostrar expresión alguna, tragó grueso y con lentitud respiró hondo para calmar las emociones que el heredero le hacían sentir. Sin una pizca de emoción levantó el mentón antes de hablar.

-Buenas noches, Bruno -dijo con voz seca y fría- Sí, todavía, me entretuve en algunos asuntos más de lo debido y no me di cuenta de la hora -no titubeó- Y usted ¿Ocupado también?

Bruno no alcanzó a contestar porque ya su amigo lo hacía por él.

-Sí, como puede ver señorita Griffin, nosotros sí estábamos trabajando, no como otras... personas -respondió arrastrando las palabras- ...que sólo vienen a encerrarse en las oficinas con los je...

Rebecca no lo dejó terminar de hablar cuando una nueva bofetada sonó en el interior de las cuatro paredes haciéndole girar una vez más la cara.

Arturo la miró con ira mientras se llevaba una mano a la adolorida mejilla, iba a contraatacar cuando el timbre del ascensor anunció su llegada, todos miraron hacia las puertas.

Rebecca dirigió su furiosa mirada hacia el heredero mientras se dirigía hacia su amigo: -Que descanse señor Bruno.

Se despidió saliendo hacia la recepción del lujoso edificio y tomando camino hacia las puertas de salida para dirigirse al paradero de autobuses, iba furiosa refunfuñando por las hirientes palabras de su futuro jefe.

Abordó el autobús ubicándose en el último lugar, sus pensamientos iban ocupados por el imbécil hijo de don Maximiliano, sus brutas y crueles palabras le golpeaban los oídos haciéndole nublar de lágrimas sus ojos, pero a la vez su cuerpo se estremecía cuando recordaba el olor de su perfume y el calor de su cuerpo. Un cosquilleo estremeció todo su ser concentrándose en su sexo el cual palpitó cuando las imágenes de ese bruto neandertal acorralándola contra las paredes del ascensor llegaron a su mente de golpe. No entendía por qué anhelaba esa cercanía, pero sobre todo el deseo imparable de besar su boca.

Con la mente llena de dudas se bajó del autobús y caminó todo el trayecto hasta que llegó al edificio, subió los cuatro pisos y entró a su pequeño departamento, recostó la espalda en la puerta y exhaló tratando de calmar sus emociones y sentimientos, esos que no quería dejar salir una vez más, esos que la hicieron feliz en su momento, pero que la vida se encargó de devolvérselos en una fuerte bofetada que la dejó en shock, esos que ahora empezaban a aflorar en su interior, pero de forma diferente, esos que se sentían como un remolino lleno de lujuria y de pasión desenfrenada que la harían sufrir y llorar o tal vez feliz y dichosa, pero el problema estaba en que era con la persona menos apropiada.

-°-°-°-°-°-

Arturo tomó entre sus brazos a la indomable mujer que lo atormentaba para desnudarla poco a poco deleitándose en su suave piel, se permitió besarla y saborearla de la forma más perversa que había imaginado, su disposición lo alteraba y más al saberla lista para enterrarse en ella, lo hizo tanto, tanto, pero tanto hasta que su cuerpo se cansó y el timbre del despertador se lo permitió. Maldijo al tiempo por no permitirle disfrutar de más minutos en el incomparable placer que le hacía sentir.

Se levantó después de calmarse y alistó su traje mientras pensaba en los sucesos en la oficina de su padre, no entendía las razones por las que don Maximiliano la apreciaba y la protegía, pensaba que entre ellos podría ocurrir algo, como un romance, pero descartó de inmediato esa idea, su padre era un hombre muy correcto.

No podía negar que Rebecca era una mujer muy hermosa, no como las que él frecuentaba, plásticas y llenas de cirugías. Ella no, ella era como un ángel, su piel mostraba tersura y suavidad y qué decir de sus ojos que eran como dos luceros, brillantes y expresivos, pareciera que pudiera ver en su interior, y ese cuerpo, perfecto y con curvas muy naturales que lo invitaban a pecar.

-Dios solo la estoy pensando y ya tengo una erección, cuanto quisiera tenerla de verdad en mi cama, desnuda y lista para follarla hasta el cansancio. ¡No Arturo! -se dijo sacudiendo su cabeza para apartar sus pensamientos y entró a la ducha para bajar con la fría agua la calentura que le provocaba.

Cuando se encontró listo bajó las escaleras hacia el comedor para reunirse a desayunar con su familia.

-Buenos días, padre. ¿Cómo sigues? ¿Visitaste al Dr. Leonard?

-Buenos días, hijo. Sí, lo visité en su consultorio, pues me encontró un poco de fatiga, y le comenté del constante cansancio y dolor en el pecho. Me envió a hacerme unos exámenes, quiere estar seguro de lo que tengo.

-¿Te dijo que era?

-No, pero sospecho que lo hizo para no alarmarme, pero sé a qué se refiere.

-Buenos días, Maximiliano, hijo, ¿De qué tanto hablan ustedes dos?

La señora Lucilda, esposa de don Maximiliano hizo acto de presencia en el comedor.

-Nada interesante madre, le preguntaba a mi padre si había visitado al Dr. Leonard.

-Oh, ya veo, creo que te dijo que tus síntomas son necedades de viejo, y que tienes mucho para dar.

-No tanto como eso mujer -contestó el mayor- la verdad ya estoy viejo, y quiero estar prevenido antes de pasar un mal rato.

Mientras la familia mantenía una amena conversación el móvil de Arturo sonó.

-Es Bruno, me está esperando en la constructora, hoy es la reunión con los mexicanos, espero que todo salga bien y que la señorita Griffin tenga todo listo.

-Sí hijo, pierde cuidado, Rebecca es muy eficiente.

-Bien, hasta pronto madre, nos vemos por la noche ¿padre me acompañas?

-Adiós hijo, cuídate mucho -respondió doña Lucilda.

-No, adelántate. Tengo que hablar primero con Patrick, hay algo que debo dejar listo antes de retirarme -respondió el mayo y se dirigió al despacho dispuesto a finiquitar el tema de su retiro.

-¿No me digas que por fin me vas a dejar la presidencia? ¡Este día no podría ser mejor!

-¡Oh Maxi! Es lo mejor que has dicho en lo que va de la mañana, por fin nuestro hijo será el nuevo presidente. Estoy tan feliz de tu decisión. Ya era hora que te retiraras y nos dedicáramos a viajar y disfrutar.

-Ya basta mujer, todavía tiene que ganárselo. Debe dejar de ser un mujeriego insensato y poner de su parte en ser responsable con su vida como todo un Franco -afirmó seriamente don Maximiliano.

-¿Qué has dicho? Yo soy responsable. No he abandonado mis obligaciones en la empresa, te he demostrado con los nuevos contratos y los indicadores de rentabilidad todo mi esfuerzo y dedicación en todos estos años a tu lado. ¿A qué viene todo eso?

-Viene, a que tu desordenada y libertina vida va a hacer que pierdas la empresa antes de lo previsto -respondió don Maximiliano con enojo-. Sé que has logrado mucho y me has ayudado a sacarla adelante, pero porque he estado encima tuyo a cada rato. Por ti mismo no lo hubieras hecho. Ya la hubieras arruinado con tus salidas extravagantes con esas mujeres que frecuentas y en fiestas con tus amigos, o es que crees que no se en que te gastas el dinero.

-Oh vamos papá, soy un hombre bastante maduro y responsable con mis compromisos. No necesito que estés detrás de mí a cada momento. Nunca dejaría caer la empresa y eso lo sabes -respondió-. Además, yo no soy culpable de ser tan irresistible al sexo femenino, y de que todas deseen estar conmigo. Un buen rato de placer no se puede negar.

-¿Un rato de placer? ¿Y qué me dices de todo el derroche de dinero con esas? ¿Crees que no me doy cuenta de los regalos caros y el despilfarro cada vez que te da la gana? -reclamó con enojo-. ¡Ya no más Arturo, el viernes en mi despedida y tu bienvenida tendrás noticias de mí! Así sabrás que tan irresistible eres -dijo amenazante.

-¿Qué estás planeando papá?

-Ya lo veras -dijo antes de entrar al despacho y cerrar la puerta.

Arturo subió a su auto y arrancó directo a la empresa, las palabras de su padre lo habían dejado desconcertado.

                         

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