Psicofonías de amor.
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Psicofonías de amor.

Lex Reed
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Capítulo 1 I

Pequeños y dispersos copos de nieve caían del cielo sobre esa grande y lujosa limosina negra. El pavimento comenzaba a cubrirse de un ligero manto blanco; el limpia parabrisas fue encendido. La delicada y hermosa chica de cabellera roja, ojos marrones y labios como el carmín seguía teniendo muchas dudas sobre si habían tomado o no la decisión correcta, pero lo único que podía hacer era quedarse callada y esperar a que su mente pudiera olvidar. Tomó la mano de su madre y observó con discreción a su padre.

No podía descifrar la forma más fácil para olvidar su pasado, olvidar su vida y mantener a salvo sus secretos, entre mas lo pensaba, mas se daba cuenta que era algo difícil de hacer.

―Hemos llegado a su destino, señor Pardo –Juan, el chofer particular de esa familia anunció, al mismo tiempo que detenía la limosina. Sin darse cuenta había sacado de sus pensamientos a esa hermosa joven atormentada.

Violeta fue la primera en salir de limosina. Había quedado asombrada con esa enorme mansión que, hoy, se convertiría en su nuevo hogar. Su madre le ofreció un paragüas para cubrirse de los copos de nieve que caían del cielo pero ella no lo aceptó. Quería disfrutar de ese momento. Dio media vuelta y pudo ver algunas áreas verdes, aun, sin ser pintadas de blanco. A lo lejos se veían las montañas resplandecientes de ese blanco inmaculado. El aire olía fresco. La mansión la había atrapado de inmediato y ¿cómo no? Si era una obra de arte que cualquier pintor desearía tomar de inspiración.

El señor Pardo, se colocó sus guantes de piel negra y encendió el paragüas que su esposa le había entregado. Respiró profundamente y dejó escapar un enorme suspiro de alivio. El aire estaba congelado. Acomodó su gabardina y pudo casi tocar la libertad.

La señora Pardo pudo sentir lo que su esposo le decía con ese ligero apretón de manos. Ella también estaba aliviada de volver a la paz y tranquilidad que estaba acostumbrada. Igual que todos, estaba sorprendida por la belleza de la mansión, incluso, recordó las palabras de su esposo en el avión "la mansión es una verdadera obra de arte colonial". Pudo comprobarlo cuando vio que tenía grandes ventanales coloniales en el segundo piso. El inmenso jardín lleno de rosales de todos los colores, la había dejado sin habla. Desde lejos se podía apreciar los frondosos pinos y cedros que adornaban el patio trasero.

―Esto. Esto es... es ¡asombroso, padre! –Violeta sonrió ampliamente mientras descubría mas cosas que le encantaban. El enorme molino de viento que estaba detrás de la mansión fue una mas de esas cosas bonitas.

―Si el exterior de la mansión es: ¡asombroso!, esperen a ver el interior. Simplemente es: ¡magnifico! -El señor Pardo sonrió victorioso. Sabía que a su familia le fascinaría su nuevo hogar. Besó con delicadeza la mano de su esposa al mismo tiempo que le regalaba una tierna sonrisa

La dulce joven pelirroja no podía esperar para comprobar las palabras de su padre. Era algo extraña la sensación de ansiedad que sentía, algo que la caracterizaba era su paciencia, pero había algo en esa mansión que la hacia quererse adentrar en ella. Quería ver cada rincón, quería descubrir cada cosa bella que la adornaba. Miró los rosales, la nieve no había logrado marchitarlos ni un poco. Caminó con paso firme hasta el pórtico y subió los tres escalones de cemento que había antes de llegar a la puerta. Podía acostumbrarse a pasar cada mañana viendo como amanece o cada noche viendo como se esconde el sol bajo las montañas.

― ¡Demonios! –replicó al darse cuenta que ella no tenia la llave para entrar.

Se maldijo una vez más. Un rechinido llamó su atención, volteó y se llevó una gran sorpresa, la puerta estaba abierta, ¿pero cómo? Rápidamente miró hasta donde estaban sus padres, ellos estaban dándole indicaciones al chofer. Violeta sintió como su corazón comenzó a acelerarse, preguntas en su cabeza se estaban formando ¿debía entrar? ¿Debía esperar a sus padres? ¡Qué diablos! juntó sus cejas. Seguro había alguien ahí adentro, el jardinero o alguna sirvienta eran su mejor opción. Esperó un segundo más y con las manos sudorosas decidió entrar "La puerta no se abrió sola. La puerta no pudo abrirse sola. Las puertas no se abren solas" se repetía en su mente tratando de buscar alguna respuesta lógica para lo que acababa de pasar. La oscuridad la tomaron por sorpresa y un ligero aroma a limpia pisos de fresa le penetraron la nariz.

― ¿H-hola? –Preguntó nerviosa dando pequeños pasos hacia adelante cuidando no tropezar con algo «o alguien»- ¿Hay alguien aquí? –No obtenía ninguna respuesta.

Su vista se había acostumbrado a la oscuridad y pudo ver una silueta humana parada, justo, frente a ella, su cuerpo comenzó a temblar. Había alguien parado a escasos metros. Era hora de salir corriendo y gritar con fuerza.

― ¿Quién... eres? –su voz temblaba.

Las luces se encendieron. Violeta gritó con fuerza.

― ¿Qué pasa? ¡Violeta! ¿Por qué gritas?

Abrió los ojos. Miró a su padre y madre parados detrás de ella, estaba confundida, miró hacia donde había visto la silueta, no había nadie ¿alguien puede correr tan rápido? ¿O tal vez todo había sido parte de su imaginación? Trató de tranquilizarse.

― ¿Quién te dejó pasar, Violeta? –el señor Pardo preguntó con seriedad.

―Yo... yo... La puerta estaba abierta y... entré. Estaba muy oscuro y...estoy segura de que... vi a alguien aquí. Lo siento –bajó la mirada. Estaba muy apenada.

Sin escuchar más, el señor Pardo sacó su celular y marcó con enojo algún teléfono. Parecía realmente molesto con la situación. La mirada de Violeta y su madre se cruzaron. La señora Pardo se acercó y la abrazó con fuerza tratando de devolverle la tranquilidad al mismo tiempo que acariciaba sus rojos cabellos.

―No puedo creer que hayas sido tan estúpido como para dejar la puerta abierta de la mansión. –Mantenía una discusión al teléfono-. Ahora no estés tan seguro de que tu comisión va a estar completa... ¡Claro! Se pudo haber metido alguien. Espero que eso sea rápido o de lo contrario...

― ¿Crees que mi papá regrese la mansión? –preguntó mientras jugaba con sus uñas.

Antes de responder, la señora Pardo echó un vistazo a los hermosos muebles rústicos que adornaban la sala, las hermosas y carísimas obras de arte que colgaban de las paredes de piedra, la acogedora chimenea eléctrica que estaba al fondo de la sala y, por ultimo, observó detalladamente la escalera de madera. Sus ojos se concentraron en los hermosos ángeles de madera que estaban tallados en el barandal.

―No creo que tu padre deje escapara esta hermosa mansión. Solo le está dando un susto al agente. A pesar del inconveniente, estoy ansiosa por mudarme aquí y subir al segundo piso.

―Esos estúpidos agentes de vienes raíces son unos ineptos –refunfuñó el señor Pardo mientras cerraba de golpe su teléfono.

Juan, entró a la mansión con cuatro maletas bien acomodadas debajo de sus brazos, se detuvo al sentir una vibra extraña cuando todos se quedaron viéndolo. Algo no andaba bien así que decidió esperar un poco antes de poner las maletas en el suelo.

―Regresa las maletas al coche –el señor Adams le ordenó con seriedad.

Sin hacer ningún gesto y sin hacer ninguna pregunta, Juan, se dio media vuelta para poner las maletas de vuelta en la limosina.

― ¿Qué fue lo que sucedió, cariño?

Violeta sintió un nudo en el estomago, se había enamorado por completo de la mansión y su padre estaba a punto de decirles que no se iban a mudar ahí ¿no se iban a mudar ahí? ¿Acaso su padre tenia una segunda opción?

―Pasaremos la noche en un hotel cerca de la ciudad. Vendrán a revisar la casa y hasta que no nos digan que no hay peligro no nos mudaremos. No las expondré.

―Está bien, cariño. –le tomó la mano y le dio un dulce beso en los labios.

Violeta no creía que había alguien en la casa, sino que estaba segura. No supo como había hecho para correr tan rápido pero pudo percibir un aroma, pudo sentir esa presencia pero ¿de quién podría tratarse?

Mientras los señores Pardo salían de la mansión, Violeta aprovechaba para dar un rápido vistazo a la casa, tenia la esperanza de ver al jardinero o al mayordomo pero no vio a nadie. Caminó hasta la salida y antes de cerrar la puerta sintió un escalofrío recorrerle la nuca. Tuvo miedo. No quería voltear y encontrarse con un maldito loco pero la sensación era tan penetrante, estaba segura que alguien la estaba viendo. Sin más, cerró la puerta con fuerza y bajó los escalones de cemento sin mirar atrás.

Violeta

Se detuvo en seco al escuchar que el aire murmuraba su nombre. Tragó saliva. Pudo escuchar y sentir con fuerza los latidos de su corazón. Cuando sus piernas le respondieron se echó a correr lo mas rápido que pudo y entró a la limosina sintiéndose segura, solo, por un instante.

                         

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