Nada es eterno, así decía mi Padre, cuando falleció un octubre en un trágico accidente de trabajo, dejándome huérfano en manos de: Doña Adela.
-¡Tocó!, a veces la vida, nos da duras pruebas hijo. Pero, es en las dificultades donde nos hacemos más fuertes –Decía la abuela.
Mi abuela, a sus 75 años de edad, me alentaba a seguir adelante
-Caminante, se hace camino al andar, decía la vieja
Mi abuela era de esas sabias, que uno a su edad, muchas veces no entendía del todo bien, hasta que tocó.
Algo si es cierto, ya nada era igual. No sé qué hacer, ni como comenzar, ni tampoco sé, que me depare el destino, todo es incierto para mí...
Eran 2:15 de la tarde y el bus pitaba anunciando su salida, me dirigiría a la frontera con EEUU, el conductor anunciaba la salida a Monte Rey. De ahí me esperaba una mula para llevarnos a todos en cambote.
Era un camino largo y calurosos, con muchas paradas, parecía un viaje sin fin...
Al llegar, saqué un papel escrito del bolsillo, preguntar por Carlos de la Torre Valdez, decía la nota
En un camino sin pavimento, había unos camiones al que llamaban mulas, en una de esas viajaría.
En busca del guía me acerqué a un grupo de personas
Buenas: donde encuentro a Carlos de la Torre Valdez. Pregunté
Sí, soy yo, quien te envía: El tío Camilo Cuerna Vaca, contesté.
¿AH tú eres Pedro, cierto? El sobrino de Juan Camilo.
-Bienvenido hijo al sueño americano...
Mi sueño era volver a mi pueblo, no añoraba otra cosa que esa. Sentía que todo pasaba muy rápido para ser verdad
Llegó la hora de partir, hubo un momento en que nos detuvimos, como por períodos de tiempo de 5 min y después, cada 10 a 15 min, de espera, y así transcurrieron loas horas en mi reloj Seiko metálico con correa de cuero marrón, obsequio de mi padre antes de partir.
Bajen la cabeza, decía el guía, no sé si era un guía turístico o la mula supervisor...
Lo cierto es que pasamos y nadie levantó la cabeza, me acuerdo que nos habían cubierto con unas cajas y unas cobijas, era difícil respirar así, hacía calor y sudaba como un sancocho.
Al cabo de un tiempo, se escuchó la puerta del camión abrirse, como cuando alguien abre las puertas de una frutería o negocio, eso lo llamaban Santa María.
Al bajar del camión, nos dice Carlos de la Torre Valdez, Muchachos:
Welcome to América...
Vamos a pasar la noche en este local, al final están las duchas, para que se refresquen, en un rato cenaremos...
Por mi mente pasaban unos tacos, unas enchiladas, unos burritos...
Las duchas estaban heladas, el agua, parecía de nevera, y al salir ese calor vaporoso, te hacía sentir como si la ducha de sudor era la que había pasado por ti...
Al rato se escuchó que alguien tocaba el portón, era el supervisor de la mula, con unas bolsas de comida.
Al repartirlas y recibirlas, mi sorpresa, es que no era nada mexicano, era Hamburguesa acompañada con una Gaseosa Negra.
A la carne le faltaba picante y salsa de guacamoles.
Me acuerdo que mi abuela hace unos sancochos y unas enchiladas de pollo y carne, muy ricas, como para chuparse los dedos.
Esa noche, la pasamos sentados, otros durmieron en el frío piso del taller mecánico. Era sorprendente, que para ser taller se mantenía limpio y sin grasa, que reparaban ahí, ni idea...
Por un momento pensé, que lo del taller, era como una fachada, en realidad ese espacio tan grande era otra cosa, menos taller, en algún momento lo fue, aunque en las afueras del local había un muñeco blanco como el de las casas fantasmas, el cual sostenía una llanta, con una pancarta que decía: before 1985. Esa eran las pruebas de que había sido un taller...
Aun recuerdo esa frase: "A veces las apariencias, engañan" decía la abuela
-No todo es como se ve... al menos eso era lo que yo suponía.
A lo lejos se escuchaban unos autos pitar, cuando de pronto, los motores, se escuchaban en las afuera del local.
-Abran el portón, decía una voz desde adentro del taller
Al abrir la puerta había 10 camionetas negras, marca GM (General Motors), de una de las camionetas se baja un hombre vestido de negro con sombrero como de vaquero, tenía un bigote largo como mexicano, parecía un charro revolucionario, pero con estilo.
Para sorpresas hablaba español, con acento gringo vaquero, adivinen que...
El hombre nos dio la bienvenida a los EEUU y nos leyó la cartilla, prácticamente nos habló de nuestros deberes, pero nunca habló de nuestros derechos...
Al parecer, no habría más opciones que elegir...
-Inician Mañana, All the man, readys to tomorrow... Al menos eso fue lo que llegue a escuchar.
Solo comprendía que iniciábamos la chamba en la mañana. ¿Qué llegamos hacer?, ni idea...
Eran las 7 am, según el reloj del taller, mi reloj marcaba la misma hora, nos esperaba un día de jornada laboral.
Esta vez, no vinieron las camionetas a buscarnos, eran dos buses largos y grandes, como de dos pisos cada uno.
Cuando llegamos al lugar, se veía el humo oscuro y denso de las chimeneas. Había mucho movimiento alrededor, máquinas, vehículos y personal.
Aquí comenzaba mi primer día de trabajo.
Mi primer día de trabajo me hizo acordar al el 1.º día en la escuela, no conocías a nadie, no sabías quién era tu maestra(o), cuando de repente, saldría a recibirnos un mexicano, bienvenidos a la empresa, yo soy Jorge Sánchez, nací en nuevo México-Guadalajara, yo seré su instructor durante el proceso de capacitación.
Fueron 5 días de capacitación entre clases teóricas en el día y prácticas por las tardes.
Al final de cada día, nos hacían un examen, por cada lección vista.
Al terminar mi capacitación, fue cuando me enteré, de que se trataba mi trabajo, y no era más que hacer ladrillo, cementos y todo lo relacionado con materiales de construcción.
Al parecer yo era un chico afortunado, porque llegar a un país extranjero y con trabajo era la mayor bendición que se podía recibir.
En la empresa se trabajaba de lunes a sábado, de 7:30 am hasta 5:30 pm, el almuerzo era de 12:00 a 1:00 pm, sonaba la campana, indicando el fin de la jornada laboral. Los más antiguos trabajaban hasta las 9:00 pm, haciendo horas extras.
La empresa tenía mucha producción, eso era bueno, había trabajo para rato.
Pasadas las semanas y los meses, a uno se le iba el año como si nada, tu mente se mantenía sin tiempo que pensar, solo había cabida para el agotamiento físico y el desgaste mental.
Ya estábamos en octubre, faltaba un mes para mi cumpleaños, me acuerdo que en mi ciudad, se celebraban los cumpleaños con pasteles bien decorados con algún motivo, las madres o las abuelas se esmeraban en la decoración del lugar, qué recuerdos tan bonitos.
Ya había notado, que la empresa celebraba el cumpleaños de sus trabajadores, muy buena esa política, creí.
Hasta que llegó el día 16 de noviembre y llegaba en bicicleta al trabajo, comprada con el primer salario, para ese entonces, vivía en una habitación que había rentado, era como apartamento de un solo ambiente, muy pequeño, pero cómodo, nada que ver con mi ciudad, donde mi cuarto era inmenso, era 2 veces el apartamento donde me encontraba.
Al entrar a la puerta principal de trabajadores, el sistema avisaba a todo el personal administrativo, quien estaba de cumpleaños, la sorpresa que me llevé al sonar la campana indicaba, nos hicieron pasar a todos a un salón grande, al entrar tenían una recepción y al abrir la puerta escuché un fuerte happy Berdays to you, por un momento vi como transcurría el tiempo lentamente, cada aplauso equivaldría a los latidos del corazón, así me sentía ese día, comimos tortas y mucha gaseosa, fue un momento muy especial.
Toda esa emoción transcurrió en un tiempo de 15 min, pasado ese tiempo todos se fueron y a mí me llegó el almuerzo por cortesía de la empresa, mientras comía solo conmigo mismo, recordando a mi bella familia de México, me hacían mucha falta.
Sonaba la campanada que indicaba fin del almuerzo.
Una reflexiona sobre cómo se va pasando la vida, entre campanadas, trabajos y descansos.