Capítulo 3 Prólogo

Adler Remington, tercer Duque de Wellington Marques de Oxford y Barón de Netherfield, cometió un detestable error hacia la única persona que vio en él, algo más que sus títulos nobiliarios o su dinero.

Ahora, se sentía desesperado y sumamente avergonzado, pues comprendía que la única mujer que verdaderamente amaba, tal vez lo odiaba para siempre. Giorgiana Cavendish, fue humillada, exiliada y despojada de todo lo que poseía, por el hombre al que se entregó en cuerpo y alma. Un hombre que le prometió protegerla de todo y de todos y que terminó, destrozándole la vida, lastimándola por completo y sumergiendo su vida en la más oscura penumbra.

¿Será posible que el amor entre Giorgiana Cavendish y el Duque de Wellington Adler Remington, puede ser reconstruido desde sus cimientos en un momento en el que ninguno de los dos tiene la esperanza de que esto ocurra? ¿Es posible recuperar una joya perdida?

Adler Remington, tercer Duque de Wellington, Marqués de Oxford y Barón de Netherfield, llevaba más dos horas encerrado en su despacho. Con la mirada fija en el fuego de su chimenea, pensaba en lo imbécil que había sido, al no haberse dado cuenta del cruel engaño del que había sido víctima y por el que había hecho tanto daño a la única persona que pudo ver en él, algo más que sus títulos nobiliarios o la aristocracia que llevaba en la sangre.

Se cubrió el rostro con pesar, al comprender que gracias a las dudas y la desconfianza que sembraron en él y a las perversas mentiras que lanzaron en contra de quien, ahora reconocía, era la única mujer que verdaderamente amaba, le arruinó la vida al único ser que vio al hombre que se esconde detrás de tanto lujo, prestigio y dinero; al verdadero Adler, o como ella siempre le decía, "Su amado y dulce corazón".

Aún no podía creer como él, siendo un hombre de treinta años, con tres de los títulos nobiliarios más importantes de toda Inglaterra, los cuales había llevado de manera excepcional, ganándose así el honor de muchos nobles, (incluido, el de su propio tío, el mismísimo Rey de Inglaterra, quien lo quería como a un hijo), hubiese caído en esa trampa tan bien elaborada de una manera tan tonta. Se sentía sumamente culpable y profundamente avergonzado. ¿Algún día podrás perdonarme por haber destruido nuestro paraíso, amor mío? –susurró al vacío.

                         

COPYRIGHT(©) 2022