-Hola Sara, hola Isabel, ¿Cómo están?-Gabriel saludaba a mis amigas y ponía especial interés en la que no le prestaba la más mínima atención.
Mientras ellos conversaban, y con ellos quiero decir, mientras Gabriel intentaba hablar con Isabel y era ignorado y Sara intentaba llamar la atención del portugués y era ignorada; yo besaba a Rámses en el cuello, dándole pequeños besos por cada uno que él también me daba a mí. El único momento cuando no se ignoraron fue cuando lo felicitaron por su cumpleaños.
-Te extrañé tanto Bombón-susurró contra mi cuello, sin importarle quien nos veía-, te tengo tantas ganas...-ni quien nos escuchaba.
Hasta ese momento había permanecido en sus brazos, con mis piernas sin ni siquiera tocar el piso, pero entonces las anudé a sus caderas.
-Márcame, ya, Rámses-le susurré contra su oído y vi cuando su piel se erizó.
-Hermano, llaves, ahora-le ordenó a Gabriel.
-No, no, no, no me dejarán aquí varado. Se aguantan sus ganas cachondas en mi cumpleaños.
Bufé molesta, el portugués tenía razón.
-Bájala ahora mismo, Rámses, antes de que se te haga muy tarde.
Fue el turno de bufar de mi novio y refunfuñando me bajó.
Ni un beso en los labios nos habíamos dado, porque la verdad sea dicha es que si nos besábamos no habría fuerza humana capaz de hacer que parasemos.
Rámses apoyó su frente en la mía y mordisqueó su labio inferior, conteniéndose con brillante valor de besarme. Finalmente con un suspiro resignado nos separamos.
-Bien, ahora que controlaron sus libidos podemos organizar mi fiesta-Gabriel nos dedicó una mirada de advertencia y se giró para hablar con Sara e Isabel- ¿Irán, verdad?-preguntó con sus ojos estaban fijos en la pecosa.
-Claro que sí, allí estaremos-respondió apresurada Sara.
Las chicas y Rámses ya se conocían, aunque no en persona. Más de una vez llegamos a hacer un video llamado donde se saludaron.
-No te veías tan alto en persona-habló Isabel, con su mirada fija en Rámses, revisando sus brazos, sus tatuajes que se escapaban debajo de su camiseta, su rostro...
Me aclaré la garganta para que ella dejase de mirarlo de esa manera y lo hizo, un tanto ruborizada.
-Será esta noche en la casa, lleguen a las 8-explicó Gabriel-. Mañana no hay clases así que no tienes excusa, Isa.
La aludida rodó los ojos y una vez más le vi la mirada sonreír mientras fingía ignorar a Gabriel y este se desinflaba frustrado.
-¿Qué tal el viaje?-le preguntó Sara a Rámses mientras caminábamos al estacionamiento de la universidad.
-Una mierda como siempre. El vuelo se retrasó, me quedé sin batería, una tipa se sentó demasiado cerca de mí y tenía un perfume espantoso, los niños lloraban, me moría de hambre...
Rámses, que casi nunca era tan conversador, se encontraba muy dicharachero contando sus penurias, alternando palabras en francés que confundía a las chicas.
-Entonces...-dijo Sara arrastrando las letras y tratando de llamar la atención de Gabriel- nos veremos esta noche.
La miré por encima de mi hombro y entorné los ojos para recordarle que era un lugar donde no quería ir.
-¡Amelia!-gritó Anthony mientras corría hasta nosotras.
-Menos mal que te alcanzo. Hola-se acercó para darme un beso en la mejilla.
-¿Cómo estás Anthony?.
-Bien, oye, quería saber si podíamos hacer juntos el trabajo de cálculo. Es en pareja de dos y ustedes son tres.
Miré a Sara e Isabel y se encogieron de hombros, no era la primera vez que esto pasaba y siempre buscábamos a una cuarta persona para nivelar nuestro impar grupo.
-Claro Anthony, no hay problema. Podemos reunirnos la próxima semana si quieres.
-Perfecto. Puede ser en mi residencia.
-No-dijeron los O'Pherer, ganándose miradas reprobatorias de mi parte.
-Lo organizamos en la semana-respondí a manera de despedida. No era un tema que quería discutir con los hermanos presentes, sobre todo cuando estaban en ese modo celoso y sobreprotector.
Finalmente subimos a la camioneta y llevamos a Sara y a Isabel hasta su residencia. Rámses me contó en el camino más detalles de la elaborada sorpresa: cuando su papá me había llamado para consultar los límites de su tarjeta para el supuesto regalo de Gabriel, era en realidad para poder comprar los pasajes para Rámses y para él.
Los planes iniciales eran que llegasen la noche anterior pero con el retraso del vuelo llegaron esta mañana, Gabriel los fue a buscar mientras yo venía a la universidad con Isaack.
Él era la cita candente que tenía el portugués.
-Así que tu intención era sorprenderme anoche.
-Mi intención Bombón era sorprenderte en la cama.
-Aun puedes hacerlo-tercié y él sonrió.
-Pues buena suerte con eso...-se burló Gabriel...
Abrió la puerta de la casa y la conseguimos repleta de personas. Fernando, Hayden y Mike estaban sentados en la sala. Corrí hasta los brazos de Fernando y luego a los de Mike y de Hayden.
-¡Hey! que el cumpleañero soy yo.
-Y eres la razón por la que estamos aquí hijo-Fernando lo abrazó con fuerza y besó sus mejillas.
-No seas tan celoso bizcochito, no tenemos la culpa de que Amelia sea mucho más atractiva que tú.
Mike lo estrechó contra sí y palmeó su espalda fuertemente.
-¡Feliz cumpleaños, Gabriel! Espero que ahora seas un año más sabio y un año menos problemático-Hayden fue el último en abrazar al cumpleañero.
-Por fin, alguien que aún tiene fe en mí.
-Nosotros tenemos fe en ti, solo que somos más realistas-replicó Fernando.
-Y yo aún conservo cierta fe en la humanidad-finalizó Hayden.
Pasamos el resto de la mañana conversando sobre las universidades de cada uno, sobre las clases, los compañeros y como nos iba con las evaluaciones. Hayden fue el que sacó el permiso para Rámses, pero no pudo aplicar el mismo favor para Susana y aunque dije que era una lástima, fue una mentira, porque en realidad ella seguía sin causarme ni una pizca de gracia.
Llegada la hora del almuerzo salimos de la casa a un restaurante cercano por un almuerzo decente. Si bien Gabriel y yo manteníamos comida siempre en el refrigerador no era para tantas bocas hambrientas y vaya que estos hombres comían. De por si las raciones de comida de Gabriel eran el doble de las mías y sabía muy bien que las de Rámses y Fernando eran igual de asombrosas.
Hayden era el más decente con sus porciones, definitivamente tenía que ver con que era el que menos horas al día dedicaba a ejercitarse, aunque con Rámses en la casa se había sentido más motivado a cambiar su rutina y quitarse un poco la adicción al trabajo como él mismo reconoció.
Fuimos a un pequeño restaurante italiano que en más de una oportunidad nos había quitado el hambre a Gabriel y a mí, cuando nos daba pereza cocinar.
Unieron dos mesas para que pudiéramos sentarnos todos juntos. Rámses en ningún momento llegó a interrumpir el contacto físico conmigo, incluso cuando estábamos comiendo se tomaba un momento para acariciar mi pierna, mi cuello o tomando mi mano por encima o por debajo de la mesa. Y yo hacía lo mismo con él.
Llevábamos casi dos meses separados, la necesidad de tocarnos y sentirnos era apremiante. Para cuando pedimos el postre no lográbamos disimular la urgencia que teníamos de levantarnos de la mesa y marcharnos a un lugar más privado.
Con mi mano por debajo de la mesa, fue mi turno para acariciar su muslo, lo estaba haciendo sin ningún fin sexual explicito, aunque las ganas las tenía, y aún así logré accidentalmente ponerlo de humor.
Lo supe porque se removió en la silla y con bastante descaro acomodó la pequeña erección que le causé. Desde ese momento todo fue para peor. Acercó su silla a la mía, lanzó su brazo por encima de mis hombros y con su mano acariciaba la piel desnuda de mis brazos. De vez en cuando incluso besaba mi cuello con fingida inocencia y yo volvía a acariciar su muslo, esta vez con verdaderas malas intenciones.
-Pero bueno... ¿ustedes pueden por lo menos respetarnos la cara? No han parado de toquetearse desde que llegamos-Fernando aunque hablaba en serio, escondía la burla por debajo de sus palabras, sin embargo me ruboricé.
-No puedo, tenemos dos meses sin vernos. Esto puede afectar mi carrera en medicina.
-Nadie ha muerto por abstención-le recordó Hayden.
-Pero los dolores de mi muñeca son más frecuentes.
Me ahogué con mi propio grito contenido.
-¡Rámses!-cerré mis ojos con fuerza y escondí la cara dentro de mis manos.
Toda la mesa se reía, esperaba que no fuese de mí.
-¿Qué?, podría comenzar a sufrir del túnel carpiano.
-Ay por Dios, ya cállate-me lamenté, mientras seguían riéndose.
-Yo no quiero ningún hermano minusválido, así que vayan al departamento. Tienen una hora y media. Haré que me lleven a comprar mi regalo.
Gabriel alzó sus cejas varias veces, no sé si por lo que esperaba obtener de regalo o por lo que estaba sugiriendo para Rámses y para mí.
Rámses se levantó con rapidez de la mesa y los demás volvieron a reír. Me hizo levantarme con él y era tal su descaro que sentí que la cara se me caería a pedazos de pura vergüenza. Estaba tan apenada que no lograba moverme.
-Bombón, si no caminas juro que te cargaré hasta la casa, estos dos meses he desarrollado más los músculos de los brazos.
Y no me pude mover, mi boca estaba abierta de par en par viendo a Rámses gesticulando con su mano un movimiento que dejó claro para todos nuestros acompañantes y algunos otros comensales a lo que se refería.
Entonces sus ojos brillaron con total malicia y lujuria. Se agachó y me lanzó sobre sus hombros. Ni siquiera se despidió, solo tomó mi cartera y nos sacó del restaurante.
Terminé riéndome, no me quedaba de otra. Rámses caminaba por la calle conmigo encima, esquivando a las personas, dando largas zancadas y hasta apurando las luces de los semáforos.
Desde ese angulo veía su redondo trasero, su espalda definida y ciertamente sus ahora más musculosos brazos. Era imposible que eso sea por nuestra abstención, pero me daba risa creer que sí.
Solo me puso en el piso cuando llegamos al edificio y entramos al ascensor. Me hubiese devorado allí mismo si no se hubiesen subido otras personas con nosotros.
-Las llaves, Bombón-me pidió.
Cuando llegamos a mi piso Rámses abrió la puerta con gran rapidez, como si estuviese familiarizado con las llaves y la cerradura, incluso más que yo.
Apenas entramos el comenzó a quitarse los zapatos, mientras yo me aseguraba de cerrar la puerta. Ni siquiera tuve tiempo de voltearme, porque me estampó contra la misma, con sus brazos apresándome. Apartó el cabello de mi cuello y se adueñó de él mientras presionaba su erección contra mi trasero.
Sus manos viajaron por dentro de mi blusa y apretó mis senos por encima de mi sostén. Era cuestión de segundos, pero nuestras respiraciones estaban aceleradas y los corazones desbocados.
Sin ninguna delicadeza me volteó y me cargó para que lo apresara con mis piernas.
Y finalmente nuestras bocas colisionaron con desespero.
Su boca mordió la mía y la mía devoró la suya. Nuestras lenguas danzaban desesperadas, anhelantes, deseosas. Mis dedos halaron su cabello para unirlo más a mí, no lo sentía lo suficientemente cerca, tanto tiempo separados había sido una tortura.
-Vamos al cuarto-lo apremié en el segundo que interrumpimos el beso buscando un poco de aire.
Rámses me llevó serpenteando entre la mesa y los muebles de la sala.
-Este no, el del frente-le dije cuando pretendía entrar al de Gabriel.
Abrió la puerta de mi cuarto con una patada y nos tumbó en la cama justo después de patear la puerta para cerrarla.
Nos arrancamos la ropa, que ahora no era más que un estorbo y cuando por fin estuvimos desnudos, le dije que buscase un condón en mi mesa de noche. Sin ninguna prenda sobre nosotros, nos unimos en una sola entidad. Gemimos y suspiramos cuando nos perdimos en el contacto, mi piel se erizó cuando por fin se sintió satisfecha del contacto.
Rámses comenzó a moverse y yo a imitarlo. Estábamos tan desesperados que más de una vez perdimos el ritmo, pero no nos importaba, porque la sensación después de tanto tiempo sin tenernos, era única.
Yo fui la primera en llegar al clímax y lo hice justo cuando el hizo prisionero uno de mis senos en su boca y lo mordisqueó. Eran demasiadas terminaciones nerviosas que se encontraron dormidas por mucho tiempo y que ahora explotaron al mismo tiempo.
El orgasmo de él fue más intenso, gimió, gruñó y jadeó mi nombre y unas cuantas maldiciones, mientras agotaba su deseo.
Se tumbó sobre mí, su peso me aplastaba, pero hasta eso lo disfrutaba, sobre todo porque no quería aun romper el contacto. Pero no podía ser eterno y solo contábamos por hora y media desde que salimos del restaurante.
Después de asearnos nos acostamos sobre mi cama, desnudos y abrazados. Rámses examinó mi cuarto y vio parte de sus pertenencias en los alrededores, lo que lo hizo sonreír.
-Me gusta tu cuarto. Se veía más pequeño por la pantalla.
-Antes tenía una silla aquí dentro, pero jamás la usábamos.
-¿Usábamos?
-Sí, la coloqué pensando que cuando Gabriel y yo viéramos una película él la ocuparía, pero siempre terminamos viéndola desde la cama.
Torció el gesto y me dio ternura verlo, porque a pesar de todo el tiempo y todas las cosas que habíamos vivido, aun sentía celos. Le di un beso en la mejilla y él me respondió con un beso en la frente.
De la frente pasó a mi cuello, de mi cuello a mis pechos, de mis pechos bajó por mi vientre hasta que su cabeza estuvo dentro de mis piernas y su lengua atrevida me hizo gemir. Lo vi tocarse mientras me continuaba besando y por un segundo su ceño se arrugó.
-¿Qué?
Él rió sin romper el beso tan íntimo que me estaba dando.
-No mentí con el dolor de la muñeca.
Fue mi turno de reír, ya después me avergonzaría nuevamente.
-Déjame entonces ayudarte, no quiero comprometer tu carrera.
Cuando nos sentimos cerca del clímax frenamos, no era como queríamos llegar al orgasmo.
Él rebuscó en la misma mesa de noche por un condón.
-Ehm... no hay más condones.
-¿Qué? Oh... bueno, no sabía que venías, no tengo más.
Me acosté en la cama un poco decepcionada. Conté los días desde mi último periodo y era muy riesgoso tener relaciones sin condón porque me encontraba ovulando.
-Necesitamos condones.
-Lo sé, ¿Por qué no trajiste?. No sé dónde guarda los suyos Gabriel.
-¿En el baño?.
-Es probable. Podríamos ir a revisar.
-¿Exactamente en qué parte? No es que tenga mucho tiempo para buscar.
-Será rápido, buscamos entre los dos.
-¿Por qué los escondes?.
¿Qué?
Rámses se levantó de la cama y salió del cuarto con toda su desnudez expuesta, haciéndome suspirar. Nunca me cansaría de ver sus tatuajes ni de que me parecieran endemoniadamente sexys. Cuando se giró pude ver para mi horror que llevaba el teléfono en el oído.
No estuvo hablando conmigo, sino con Gabriel.
Lo mataré, lo mataré.
Dejaré que me haga el amor y luego lo mataré.
Por favor, que Gabriel no esté cerca de nadie.
Regresó a los pocos segundos con su cara victoriosa y el pequeño paquete metálico entre sus manos.
Volvió a tumbarse sobre mí.
-Dime por lo menos que ya no estaban en el restaurante.
-Ya no estaban en el restaurante-volvió a trazar un camino imaginario de besos sobre mi pecho-, iban bajando en el ascensor del centro comercial.
Él mordió uno de mis pechos en el momento justo que terminó la frase, solo para evitar que mi vergüenza me cortara todas las ganas que le tenía.
Se colocó el condón y se volvió a perder dentro de mí.
Como siempre, esta segunda vez fue más lenta, más calmada, más intensa. Disfrutamos las caricias, los besos, retrasamos todo lo que pudimos el orgasmo, grabando en nuestra memoria todos nuestros sonidos, sabiendo que el otro hacía lo mismo.
Las sensaciones me aturdían, me sentí borracha de placer, deseando perderme por un espiral orgásmico que me robase el aliento y hasta la vida.
-Rámses, ya no aguanto más.
-Solo un poco más bombón, quiero que acabemos juntos.
Su voz era gruesa y entrecortada. Clavé mis uñas en su espalda.
-No puedo, no puedo. Se siente tan bien...
Entonces hice algo que no sabía que podía hacerlo durante una relación, apreté los músculos internos de mi feminidad y le arranqué un gemido que lo hizo enloquecer.
-Merde. Hazlo otra vez.
Y lo hice y entonces él estuvo al borde del clímax y caímos al mismo tiempo por ese abismo de placer. Sus jadeos se mezclaron con mis gemidos, y nuestros nombres se confundieron en cada una de sus letras cuando los suspiramos.
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-No puedo creer que hayas llamado a Gabriel para preguntarle por los condones.
-Era una emergencia.
-No, no lo era. Solo espero que tus papás no hayan escuchado la conversación.
-Si lo hicieron, pero no te preocupes, Gabriel hablaba en clave.
-Define clave.
Él meditó su respuesta.
-Mejor hablemos de otra cosa.
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Seguíamos acostados en la cama cuando la puerta de la casa se abrió. Nos levantamos con pereza a vestirnos y entonces la puerta de mi habitación se abrió de repente, sorprendiéndonos.
-Amelia es una emergencia...-Isaack apareció en la puerta de mi cuarto con su cara de terror.
En cuanto escuchó mi grito y vio a Rámses desnudo, exclamó una maldición, balbuceó una disculpa y cerró la puerta.
-Dime que no es normal que entre a tu habitación sin tocar antes.
-Mejor hablemos de otra cosa.
La verdad es que Isaack no era de tocar puertas y en su defensa, no creo que hubiese imaginado que Rámses y yo nos encontráramos aquí, desnudos.
Nos vestimos con rapidez y salimos del cuarto.
-Lo-Lo lamento tanto. Yo no creí que... bueno sabía que Rámses venía pero... en fin... es una emergencia.
-¿Qué pasó?-pregunté viéndolo palidecer.
Isaack miró a Rámses cohibido de hablar delante de él y el francés entendiéndolo se excusó para irse a dar un baño.
-Se me paró.
-¿Qué?
-¿Cómo que qué? El reloj, mi emergencia es que se me paró el reloj. Amelia, se me paró el pene.
-Normalmente eso no es una emergencia.
-Lo es si eres heterosexual y se te para por otro hombre.
-Primero, es hora de que admitas de que tu heterosexualidad es una leyenda urbana, y segundo, ¿ese otro hombre es Donovan?.
Él asintió con sus mejillas explotando en escarlata y yo solo pude sonreírle feliz.
-No te rías, esto es serio. Nunca me había pasado antes.
-¿Qué hubo de distinto?.
-Nada, eso es peor. Yo me estaba bañando y él llegó al departamento, me pidió el baño prestado porque el suyo está tapado desde nuestra última fiesta. Es normal que alguno orine mientras el otro se baña. Pero esta vez salí de la ducha creyendo que ya había terminado y lo vi...
-¿Viste a Donovan haciendo que?.
-¡No haciendo qué! Lo vi, se lo vi Amelia y antes de que digas "¿Qué vistes Isaack?"-agregó en una mala imitación de mi voz-, no le vi su reloj, le vi su pene y fue cuando ocurrió...
-Oh...
Él se tumbó en el mueble de la sala y tapó su rostro con el brazo.
-Esta... reacción física... va más allá de lo que puedo procesar. Cuando solo eran dolores estomacales al verlo podía creer cualquier cosa... pero esto...
-No eran dolores estomacales, llama a las cosas por lo que son: Mariposas en el estómago.
-Menos mal que el que estudia medicina es Rámses, porque dudo que le puedas decir a un paciente tuyo que sus dolores pélvicos son producidos por larvas mutadas en su barriga.
-No, si yo fuese doctora y un paciente me llega con tus síntomas, ¿sabes qué le diría?
-¿Que?
-Que es gay y que la mejor cura es afrontarlo en vez de seguir inventándose excusas. Isaack, te gusta Donovan, ¿cuándo lo entenderás?
-Lo entiendo Amelia, pero me asusta todo lo que aceptarlo implica.