EL PRINCIPE DE HIELO
img img EL PRINCIPE DE HIELO img Capítulo 9 CON EL PASO DEL TIEMPO
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Capítulo 10 LA PALABRA PROHIBIDA img
Capítulo 11 ¿ATAQUE O DISTRACCIÓN img
Capítulo 12 NUNCA SIN PELEAR PRIMERO img
Capítulo 13 PRISIONEROS img
Capítulo 14 LA CARTA img
Capítulo 15 ¿LIAM img
Capítulo 16 LA BUSQUEDA img
Capítulo 17 LA PRIMERA IMPRESIÓN img
Capítulo 18 EL CONCILIO img
Capítulo 19 LA GARANTÍA img
Capítulo 20 EL FIN DE LA NEGOCIACIÓN img
Capítulo 21 ¡ACEPTO! img
Capítulo 22 DE CAMINO A SU NUEVO HOGAR img
Capítulo 23 UN EXTRAÑO PRESENTIMIENTO img
Capítulo 24 DETRÁS DEL MURO img
Capítulo 25 DECIFRANDO EMOCIONES img
Capítulo 26 DE REGRESO A LIAM img
Capítulo 27 RESOLVIENDO MIS ERRORES img
Capítulo 28 HABLANDO DE FRENTE img
Capítulo 29 ESTRATEGIAS img
Capítulo 30 MARCANDO TERRITORIO img
Capítulo 31 CAMINO A ROTHEMBER img
Capítulo 32 ELLA NO ES LA ADECUADA img
Capítulo 33 ROTHEMBER img
Capítulo 34 LA PARTIDA img
Capítulo 35 EMBOSCADA img
Capítulo 36 ¿UNA DISCULPA img
Capítulo 37 DE REGRESO A CASA img
Capítulo 38 EL MOTIVO PERFECTO img
Capítulo 39 TRAS LAS PUERTAS DE MI HABITACIÓN img
Capítulo 40 DISCÚLPAME... img
Capítulo 41 LA TRAMPA img
Capítulo 42 ¡AYUDALO! img
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Capítulo 9 CON EL PASO DEL TIEMPO

El tiempo continuó transcurriendo sin detenerse, balancear todos los aspectos de mi vida era completamente agotador, debía ser rey, jinete de dragones, estudiante, asesor, aprendiz de espada y arco, estratega, primo... y humano, pues con frecuencia olvidaba comer o descansar algunas veces, por lo cual recibía fuertes reprimendas por parte de Kaysa, la jefa de servicio de mi palacio, pero, desde que mi madre partió al reino de los dioses, ella había sido como mi nana, casi como una segunda madre para mí y para Prágus, por lo cual era la única que tenía permitido llamarme la atención.

Cada mañana tocaba a mi puerta para llevarme el desayuno, o en ocasiones lograba que Likantor modificara un poco mi agenda y pudiera tener al menos unos minutos libres para tomar mis alimentos en la misma mesa que Prágus, de no ser por ella, en verdad no hubiese podido llevar una relación con mi primo, ella era quien se encargaba siempre de ajustar mis múltiples actividades para coincidir con él, aunque sea por momentos. Solía decir que estaba tan solo como yo, y que solo nos teníamos el uno al otro y debía procurar esa relación más que cualquier otra en el palacio.

Supongo que, por esa razón, ella y todos los demás en el palacio era bastante condescendientes con él, ya bastante había sufrido con saber que su padre había traicionado y matado a los reyes y por consiguiente fue condenado a morir por decapitación como el traidor que era, dejándolo solo. Todos en el castillo, incluyéndome a mí, siempre intentábamos darle lo que quería, tratarlo con amabilidad, dejar que su vida se moviera a su propio ritmo, sin presiones de ningún tipo, y debo admitir que sobre eso último en verdad sentía verdadera envidia, me hubiese gustado tener tiempo de jugar, para leer lo que yo quisiera, salir de paseo a caballo por el reino, de tener amigos, justo como él los tenia, pero aun así, aunque toda esa libertad y mimos podían resultar tentadores, bajo ninguna circunstancia cambiaria mi vida, y mucho menos le dejaría esta bendición-maldición sobre sus hombros, en verdad era feliz viéndolo a él disfrutar todo aquello que yo no podía vivir, como si de alguna manera pudiera vivirlo a través de él, como si de alguna manera pudiese compensar el hecho que fue mi orden final lo que terminó con la vida de su padre.

Ese sentimiento de culpa siempre estaba ahí, escondido en la oscuridad de mi corazón, listo para saltar en cualquier momento, a veces me resultaba muy difícil permanecer mucho tiempo frente a él, me dolía tanto verlo solo, saber que pude haber elegido un destino diferente para su padre que le permitiera aun tenerlo con vida, pude haberlo mandado al calabozo de por vida y de esta manera él podría verlo y visitarlo cada tanto, aunque estoy seguro que, eventualmente, terminaría por ser una pena más grande para él verlo debilitarse y decaer poco a poco sumergido en la oscuridad de una celda. Por otro lado, estaba el destierro, pero que clase vida le hubiese esperado a mi primo viviendo con él yendo de un lado a otro, refugiándose y escondiéndose, de todos modos, no hubiese permitido que se lo llevara con él, dejando una amenaza para mi reino suelta sin vigilancia...

Definitivamente, la decisión que se tomó en su momento fue la mejor para todos, incluso para él. Esto era claro para mis asesores, incluyendo a Likantor, los guardias, los nobles y mi cerebro, pero no lo era para mi corazón por más que Likantor y Kaysa intentaran una y otra vez hacerme dar cuenta de lo contrario.

Puedo decir que mi sentimiento de culpa era lo suficientemente fuerte como para permitirle toda clase de caprichos a mi primo, sin importar lo que fuera que me pidiera, buscaba la manera de que le fuera concedido, pero a pesar de ser un crío mimado, tampoco llegó a ser un joven grosero o malcriado.

Prágus creció en medio de los nobles, fue educado y criado por ellos, tenía los más exquisitos modales y el porte de un caballero. Las damas del reino lo seguían, casi al grado de decir que lo acosaban, pero por alguna razón, él no parecía estar interesado en ninguna, al menos no de manera seria, salió algunas veces con una u otra chica, pero solo eran encuentros ocasionales, nadie con quien quisiera formar una relación formal.

En más de una ocasión me "obligo" a salir a tomar unas copas con algunas de sus conocidas, lo cual para mí era bastante molesto, tenía muchas cosas que hacer como para estar perdiendo el tiempo soportando las risitas y miradas coquetas de mujeres interesadas que solo harían lo que fuera con tal de colgarse una corona sobre la cabeza.

Por otro lado, mi primo parecía disfrutar mucho de la atención de las damas, por el día todos lo conocían como un caballero extraordinariamente culto y educado, y lo era, pero por las noches yo le conocía otra faceta completamente distinta, algo menos "galante" de su parte, era algo común ver a una que otra doncella o pueblerina salir por la madrugada a escondidas de su habitación, para Kaysa esto era despreciable de su parte, para Likantor era "Indigno" para un noble, pero para mí, era un gusto que estaba dispuesto a concederle, siempre y cuando la chica estuviese de acuerdo.

Esa fue mi única advertencia con él, no quería recibir ningún reclamo o queja de alguna familia o dama en su contra quien, de alguna manera, se hubiese sentido obligada o engañada para saciar sus propósitos, de lo contrario tendría que actuar como rey justo y protector y no como primo alcahueta. Y para mi fortuna, esto jamás sucedió.

Por mi parte, mi vida era mi reino y mi dragón, desde el momento en que Krad y yo unimos nuestras mentes por medio del vínculo, este se fue fortaleciendo cada vez más. En cada tiempo "libre" que tenía, me escapaba a escondidas para irlo a visitar a las cuevas, más de una ocasión Likantor tuvo que regresarme en brazos a mi alcoba después de encontrarme dormido sobre el regazo de mi dragón, amaba estar con él más que cualquier otra cosa, era una sensación extraordinaria, y a pesar de que, por un par de años fue bastante difícil de sobre llevar, con el tiempo fue cada vez más fluida y natural, como si fuéramos solo uno.

Alrededor de los 10 años mi vinculo logró fortalecerse lo suficiente como para poder sentirlo aún a la distancia, podía estar a medianoche en mi alcoba y poder sentir sus respiraciones dentro de mi pecho mientras surcaba el cielo nocturno junto a su clan, era casi como si yo mismo estuviese volando, esa sensación era la única que me permitía dormir por las noches, ya que las pesadillas muchas veces interrumpieron mis sueños impidiendo mi descanso, y de esto se dio cuenta Krad, por esta razón, salía a volar por las noches cuando me sentía inquieto, ayudándome a encontrar la paz en mi mente para poder conciliar el sueño.

Conforme fui creciendo en físico como en fuerza, los vuelos con el alfa de los dragones se fueron haciendo cada vez más continuos, hasta llegar al momento en que podía permanecer sobre él todo el día sin que esto terminara con toda mi fuerza.

A partir de ese momento, era más común verme en el cielo, que encontrarme en tierra, pasaba cuantas horas me fuera posible sobre él, fortaleciendo nuestro lazo y acoplándonos a nuestros movimientos.

Y en ese momento todo comenzó a cambiar para mi pueblo, los ataques de Hashim, que nunca cesaron, empezaron a ser repelidos con fuerza, mermando sus tropas en vez de las mías, Krad y yo juntos éramos insaciables cuando de atacar al reino de fuego se trataba, no sé si compartíamos el odio hacia el reino de Hashim, o más bien yo lograba transferirle a Krad mi dio hacia ellos fuertemente. Pero lo que, si era un hecho, es que dábamos la vida en cada contraataque hasta dejarlos completamente destruidos si se atrevían a meterse con mi reino.

Por otro lado, Likantor se había encargado de fortalecer la guardia, ahora eran más numerosos y mejor preparados, dedicaban gran parte del día en su reparación y entrenamiento, y a pesar de parecer "demasiado rudo" en ocasiones, esto solo era con la intención de prepararlos para defender a su gente, pues Hashim había demostrado ser un monarca cruel que no se detendría hasta destruirnos por completo, a nosotros y a cualquier reino que el descubriera o sospechara que nos estaba ayudando. Motivo por el cual, cada vez era más difícil hacer alianzas y conseguir víveres para mi pueblo.

Por este motivo, se tuvo que armar grupos de "recolectores", miembros del reino escoltados por algunos guardias, para recorrer los bosques y los campos cercanos a las colinas y poder así recolectar frutos, semillas, algunos peces y pequeños animales que pudiesen cazar y transportar para que pudiesen ser aprovechados como comida.

Los grupos solían ser pequeños, todos vestidos de civiles con ropas que no pudiesen identificarlos como parte del reino de hielo. Esto funcionó durante un tiempo, sin embargo, de alguna manera, los hombres de Hashim lograron identificarlos y comenzaron de nuevo los ataques a las caravanas, de tal manera que tuvieron que ser cancelados.

Después de eso, solo los guardias podían salir a conseguir víveres, ya sea a algunos pueblos o en los bosques de los alrededores, no estaba dispuesto a seguir perdiendo más gente a manos de la nación de fuego.

La mayoría de las veces yo acompañaba a los grupos, a pesar de la insistencia de Likantor de mantenerme a salvo dentro de mi reino, pero qué clase de monarca podría considerarme si no estaba dispuesto a arriesgar mi vida junto a mi gente.

Tantos años de practica habían rendido frutos, no es por ser poco modesto, pero mi habilidad con la espada era excepcional, eso me permitía salir bien librado de muchas situaciones y de igual manera defender la valiosa carga junto a mis valientes guerreros.

En algunas ocasiones, cuando la carga era grande o el viaje más largo, escoltaba al guardia montado sobre el lomo de Krad, no era algo común que lo hiciera, ya que llamábamos mucho la atención y no había manera de pasar desapercibido, y en más de una ocasión, el dragón de Hashim aprovechaba para atacarnos.

Si bien su dragón era de mayor tamaño que Krad, al no ser un alfa, su fuerza y habilidad eran menor, por lo que lo ponía en igual posición junto con mi alfa de hielo, eso nos daba la oportunidad de vencerlo o esquivarlo, según lo que ameritara la situación.

Con el tiempo y malas decisiones, había aprendido a no ceder a mis impulsos de odio y venganza, en más de una ocasión en el pasado, esos arrebatos habían costado pérdidas en una batalla, las cuales tenía plasmadas en mi alma que, con cada respiración, penetraban cada día más como pequeñas dagas en mi corazón.

Estaba harto de las pérdidas, sentía que entre más me acercaba a la gente, más en riesgo las ponían, como si hubiese caído sobre mi alguna clase de maldición, lo que me obligaba a tener un carácter serio y distante con todas las personas a mi alrededor, sentía que estaba en deuda con mi reino y mi guardia por las muertes que se suscitaban en cada ataque, de alguna manera sentía que eran mi culpa, que no era lo suficientemente bueno como monarca y mi fracaso se veía reflejado en mi incapacidad para defenderlos como quisiera.

                         

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