Luego, se dirigió a la productora y de camino allí, se detuvo en la puerta del cine que quedaba cerca. En la cartelera podía verse un anuncio de las películas que proyectarían en la semana. Llamó su atención el ciclo de cine sobre crímenes y asesinatos que estaban promocionando, y pensó que podrían servir en la construcción de su nuevo papel, por lo que aparcó el coche en la puerta y bajó a observar.
La primera película que proyectarían sería El nombre de la rosa, de Jean-Jacques Annaud. Pudo ver también que incluían películas de Scorsese, Carpenter y Hitchcock. Las había visto a todas, pero le encantaba el cine de culto, podría ver esas películas cientos de veces. Programó una alarma en su calendario para no olvidarlo. Consultó con la recepcionista del cine sobre las entradas.
-Hola -dijo Emil, acercándose al mostrador.
-Buenos días, ¿en qué lo puedo ayudar? -dijo amablemente la joven.
-Quería consultarte por este ciclo de cine.
-Durante una semana completa, proyectaremos películas todas las noches de un director distinto, comenzando hoy a las ocho de la noche.
-Excelente, ¿me vendes una entrada para la de hoy?
-Por supuesto, aquí tiene.
Emil pagó su entrada y siguió su camino hacia la productora. Cuando se dirigía a su oficina se cruzó con Elena, quien sin lugar a dudas era la nueva amante de su padre.
-¡Emil! ¿Cómo estás? -dijo ella sonriendo.
-Hola, llevo bastante prisa -dijo él, distante.
-Claro, hablamos luego -dijo sonriente, saludando con la mano.
-Creo que le gustas -dijo Alma, la recepcionista, cuando Elena se había ido.
-¿Eso crees? -preguntó Emil, incrédulo-. La he visto yéndose de aquí muy afectuosa con mi padre.
-Na, creo que sólo para discutir temas de la película. Ha estado aquí, en mi mostrador, hablando de ti hace un momento.
Emil puso los ojos en blanco, y comenzó a caminar en dirección a los elevadores.
-Sigue soñando, Alma.
Subió hacia su oficina, mientras enviaba un mensaje a Lisa, "Quiero hacer las cosas bien. Sé que no he sido un buen compañero para ti y no he estado allí para Dani. Lo siento.", escribió.
Las horas pasaron muy lento mientras hacía su trabajo de oficina. Ese día tenía que cumplir con sus labores diarios, y tendría que hacerlo hasta que el rodaje de la película comenzara y pudiera sacarse una licencia. Ser el hijo del dueño no tenía ventajas en su caso. Él sólo era uno más.
Cuando por fin se hizo la hora de irse, Emil ordenó su oficina, apagó la luz y cerró la puerta tras de sí. Había estado encerrado trabajando arduamente para estar al día con sus labores y no atrasarse, y cuando salió al pasillo, se topó con Oscar.
-Emil, gracias por el desayuno. No he tenido oportunidad de decírtelo en otro momento. No te he visto en todo el día.
-No es nada, un simple café. Sí, he querido avanzar en mi trabajo así puedo dedicarme de lleno a estudiar mis líneas de la película.
-Me parece bien -dijo Oscar, palmeando la espalda de Emil-. Eres constante y aplicado. Llegarás lejos. No olvides que tenemos la firma del contrato y luego, la lectura conjunta del libreto la semana próxima.
-Claro. Allí estaré. Tengo todo agendado -dijo Emil, mostrando el móvil en su mano.
-Agendas todo en ese aparato y si pierde estás frito -rio-. Debes hacer copias de todo. Nos vemos luego, Emil. Cuídate.
-La nube, tío, la nube -rio Emil-. Gracias por todo, tío. Adiós.
Se dirigió a su coche y condujo hacia el cine. Estaba ansioso por sentarse a disfrutar de una buena película con palomitas. Consiguió un buen lugar para aparcar el coche, pues esos eventos no eran muy concurridos. Sólo iban los cinéfilos, como él.
Cuando entró a la recepción del cine, se acercó a pedir sus palomitas y, delante de él, una muchacha que le pareció familiar estaba pidiendo las suyas. Apreció su trasero mientras esperaba. Cuando se dio vuelta, pudo ver que era la policía que estaba haciendo preguntas sobre Ana.
-Hola -dijo Siena, amistosamente-. ¿Cuáles son las chances de que tú y yo nos crucemos aquí?
-Hola -dijo Emil-. ¿Me estás siguiendo?
-Curiosamente no. De hecho, tú te encontrabas detrás de mí. Yo podría decir que eras tú el que me seguía.
-Touché.
-Me encanta el cine. Vine a ver la de Jean-Jacques Annaud -dijo ella.
-Yo igual. ¿Entramos? Está por comenzar.
Siena se dirigió a la entrada y buscó un buen lugar para sentarse, y Emil se sentó a su lado.
-¿Está bien si me siento aquí? -preguntó.
Siena asintió.
-Mientras no hables.
-Detesto que me hablen durante las películas. Los mataría -dijo Emil y rio.
Siena alzó una ceja.
-Oye, ahora no. Es mi noche libre. No quiero ponerme a trabajar. Además, no traigo mi pistola.
Vieron la película en silencio. Sólo se oía el sonido de las palomitas cuando las tomaban de la cubeta de cartón. Había muy poca gente en la sala y ayudaba a que el clima de la película no se rompiera. Cuando las luces de la sala se encendieron de nuevo Siena volvió a hablar.
-¿Has notado el ritmo de las películas de antes? El público de ahora no las soportaría. Quieren que todo pase en los primeros minutos. Se aburren, no tienen paciencia. No quiere decir que no disfrute de una buena película o serie de hoy en día, donde todo ocurre más rápido, o esas películas de acción con escenas de pelea. De todas formas "El nombre de la rosa" mantiene la tensión durante las dos horas y los personajes llevan muy bien la acción.
-Es cierto -dijo él-. Por mi parte disfruto de una buena película independientemente de su ritmo. Todo la construye, su libreto, su fotografía, sus interpretaciones... Es por eso que me encanta este rubro. Una buena historia bien contada lo es todo.
-Coincido -dijo Siena, levantándose de su butaca.
-Me encanta el mensaje de esta película... o los mensajes que deja. ¿Crees en Dios y la Iglesia? Quizá te estoy ofendiendo.
-Na, soy una persona de ciencia. Odié como quemaban los libros, y cómo querían imponer el temor de Dios. Querían que los pobres tuvieran miedo a los placeres terrenales, al conocimiento y al humor... idiotas. Me encantó el guiño a Sherlock y su razonamiento deductivo. También me encantó la escena de sexo, ese chico se merecía conocer el placer, pobre.
-Tonto. Yo me hubiese quedado con la chica. Después de conocer esos placeres, jamás hubiese vuelto con los monjes.
-Yo igual -rio Siena.
-¿Quieres ir a ...? -dijo Emil, señalando con el dedo, pero se detuvo, negando con la cabeza-. Disculpa el atrevimiento.
-Tengo tiempo. En la esquina hay un café. Vamos -contestó Siena, resolutiva.
Caminaron hacia el café y se sentaron en una mesa junto a la vidriera. Emil ordenó una porción de torta de chocolate con su cortado y Siena sólo café.
-¿Puedo hacerte una pregunta personal? -preguntó Siena.
-¿Para tu investigación? -preguntó Emil.
-No estoy trabajando en este momento. Cuando necesite hacer preguntas del caso iré directamente a tu oficina, con mi placa y mi arma.
Emil se encogió de hombros.
-¿Qué ha pasado exactamente entre tú y tu padre? Parece que lo aborreces.
-Si, así es. Es un tipo aborrecible. Ha destruido mi familia. Ha estado con cada mujer que se le ha cruzado, sin importar los sentimientos de mi madre. Por mucho tiempo ella tuvo que fingir que nada pasaba, para mantener una "imagen", hasta que por fin se divorciaron. Lo sufrió mucho.
-Y déjame adivinar: padre ausente, adicto al trabajo.
-Exacto.
-Entonces, si tanto lo aborreces ¿por qué trabajas en su productora? -preguntó Siena, indagando más.
-Eso fue idea de mi madre. Cuando era pequeño admiraba el trabajo de mi padre y siempre estaba mirando películas, no sólo las de él. Cuando era sólo un adolescente mi madre hizo firmar a mi padre a través de los abogados que me daría un trabajo en la productora. Lo hizo con la intención de que estuviera cerca de él, de que tuviera una relación, no sé qué mierda... Pero nunca funcionó. Nos detesta. Y cometo los mismos errores que él... soy un idiota.
-¿Por qué dices eso?
-Porque aprendí de él a ser el peor padre del mundo. Me casé joven y me prometí que no cometería sus mismos errores. Que trataría con respeto a mi mujer y que prestaría atención a mi hijo. Pasó el tiempo y Lisa me pidió el divorcio. No me deja ver a Dani todo lo que me gustaría verlo. Nunca le he faltado el respeto, pero no lo sé, no le doy lo que merece -dijo Emil, angustiado.
-Siempre puedes remediarlo. Has las cosas como se debe e intenta estar siempre que te necesiten.
Emil suspiró.
-¿Y tú? ¿Tienes a alguien? ¿Cómo terminaste siendo policía? -preguntó Emil.
-Sólo tengo a mi gato. Mi vida es simple. Cuando no soy policía estoy durmiendo. No hay tiempo para nada más. Y vas a reírte cuando te diga cómo terminé siendo policía...
-Na, no me reiré. Dime -insistió Emil.
-Te reirás. Me inspiraron las películas.
Emil soltó una carcajada.
-¿Las películas? Pensé que dirías que tu padre había sido policía y había muerto en servicio. O tu abuelo. No lo sé, alguna historia inspiradora.
-Te dije que te reirías -dijo Siena, arqueando una ceja.
-Lo siento. Es válido igual. Aunque no haya historia inspiradora. No me reiré más.
Siena movió la cabeza de un lado a otro, sonriendo.
-Continúa perseverando con tu ex mujer y tu hijo. Lograrás verlo. Tengo que volver a casa. Mi gato me espera.
Siena se levantó y dejó unos billetes en la mesa.
-Yo me quedaré a terminar mi porción de torta -dijo Emil.
-No sé cómo puedes comer eso a estas horas.
Emil se encogió de hombros.
-¿Vendrás a ver el resto del ciclo de cine?
-No creo. Mi trabajo es muy demandante. Puede que venga a ver alguna más si tengo tiempo. Te veo luego.
-Adiós.