-¡Etiqueta bien esa evidencia! No quiero problemas como con el caso anterior. Novatos... -dijo Liam-. ¡Oye! ¿Dónde están tus guantes? -Liam caminó hacia los novatos recién llegados a la escena del crimen para reprenderlos.
Siena rio para sus adentros cuando notó un papel con letra manuscrita.
-Jefe -llamó-. Mira esto. Creo que esto determina que fue suicidio -dijo, abriendo el papel doblado en dos con una pinza.
Liam se acercó y observó.
-Una nota de suicidio -dijo-. De acuerdo, habrá que analizarla. ¿Tienes suficientes fotografías?
Siena asintió.
-Bien. Etiquétalo y salgamos de aquí. Tengo cosas más interesantes para hacer el día de hoy.
Siena suspiró y puso la tapa al lente de su cámara. Ya había tomado suficientes fotografías. Dejó la memoria de la cámara etiquetada como evidencia y se retiró de la escena del crimen, saliendo hacia su coche.
Ya era tarde y se dirigió a su casa, cansada. Había estado todo el día en el recinto policial. Cuando abrió la puerta de su apartamento la recibió su gato, Mittens, quien maulló contento y se restregó por sus piernas.
-Hola, Mittens, yo también te he extrañado mucho -saludó acariciándolo-. No veía la hora de volver a casa.
Su apartamento era pequeño, pero cómodo y funcional. Sólo de una habitación. Servía para las funciones básicas: comer, asearse, dormir, y recibir ocasionalmente a algún compañero sexual si fuera necesario. Su gato detestaba esa parte.
Llenó su tarro de comida y Mittens corrió a comer. Luego abrió la nevera y tomó una bandeja de comida, que puso a calentar en el microondas. Mientras esperaba que estuviera lista, se dispuso a seleccionar en la plataforma prepaga la película que vería ese día. Al escuchar el pitido proveniente del microondas, tomó la bandeja y se acomodó en el sofá. Inmediatamente Mittens se acomodó en su regazo y se acurrucó allí, ronroneando.
Comenzó a disfrutar de la película y de la comida recalentada como si de un manjar se tratase, cuando sonó su móvil. Puso los ojos en blanco y suspiró. Alcanzó su móvil, que había quedado aplastado entre el sofá y el bolsillo trasero de sus jeans y miró la pantalla antes de atender. Era Liam. Lo maldijo hacia sus adentros.
-¿Sí?
-Siena, necesito que regreses al trabajo.
-No jodas. Acabo de llegar a casa. He comido dos bocados de mi cena, y creo que es lo único sólido que he probado en todo el día.
-Estoy en una maldita escena del crimen, Siena.
-Mierda.
-Sí, me dicen que se trata de una tal Lola, actriz que suele trabajar con el director Marco Rossi. Ni idea.
-Si, sé quién es. Lola es su nombre artístico. Su nombre real es Ana Müller.
-Ven inmediatamente. Te estoy enviando la dirección al móvil.
-Enseguida -dijo Siena, colgando.
Dejó el móvil en el sofá y suspiró.
-¿Puedes creerlo, Mittens? No podemos tener un momento en paz -le dijo a su gato, tomándolo en sus brazos y besándolo.
Dejó su comida nuevamente en la nevera, tomó su abrigo y su arma reglamentaria, volvió a guardar su móvil en su bolsillo y, antes de salir, acarició a Mittens, quien cerró los ojos y ronroneó.
Siena se dirigió al hotel que le había indicado Liam. Aparcó dentro, mostrando su identificación policial y no fue difícil saber a dónde tenía que dirigirse, pues sólo tenía que seguir el alboroto y el cuchicheo de la gente.
Liam se encontraba en la puerta de la habitación delimitada por la zona acordonada, hablando por su móvil. Cuando vio a Siena acercarse, le hizo una seña con la mano para que ingresara a la habitación.
Siena entró, tomó un par de guantes de látex que estaban dispuestos en la entrada de la habitación y se los colocó. A simple vista nada parecía fuera de lugar, pero si había sido un asesinato, lo descubrirían. Cuando entró al baño de la habitación el cuerpo ya había sido movido.
-¿Por qué movieron el cuerpo de lugar antes de que yo llegara? -se molestó Siena.
-No podíamos esperarte eternamente, querida -dijo Oliver, su compañero, quien se encontraba agachado observando el cuerpo-. Te has tardado y necesitábamos observar la herida.
Siena le hizo burla, molesta, y continuó observando.
-¿Alguien puede mostrarme una fotografía de cómo fue encontrada la víctima? -preguntó Siena.
-Aquí -dijo Oliver levantándose.
Oliver le mostró la pantalla de una réflex, pasando las fotografías con sus manos enguantadas en látex, donde se observaba el cuerpo de Ana, sin vida.
-¿Sabías que había tenido un amorío con Marco Rossi? -comentó Siena.
-No, no es que me interesen esas cosas -dijo Oliver.
-A mí tampoco, pero salió en las noticias hace tiempo. A pesar de ser un maldito mujeriego es un buen director de cine y televisión.
Liam interrumpió la charla. Al parecer había finalizado su llamada telefónica.
-¿Te refieres al mismo Marco que hace dos días llenaba las noticias con ese escándalo sobre una actriz... no recuerdo su nombre, que lo acusaba de violación? -preguntó Liam.
-El mismo -dijo Siena-. La actriz se llama Anastasia Taylor.
-Qué te parece. Maldito degenerado. Quizá esta pobre mujer sabía algo y la quiso acallar. Investiga eso, Siena. A primera hora de la mañana te quiero en la oficina de ese malnacido -dijo Liam, caminando de nuevo hacia el pasillo.
Siena suspiro.
-De acuerdo, jefe.
Liam giró sobre sus talones y regresó hacia ellos.
-¿Cómo es que recuerdas todos esos nombres, Siena? Maldita sea -preguntó Liam.
Siena se encogió de hombros.
-No lo sé, sólo los recuerdo.
Liam sacudió la cabeza.
-Oliver, tú ve a preguntar si alguien ha visto algo dentro del hotel y los alrededores.
-De inmediato -dijo Oliver, haciendo un saludo militar llevando su mano derecha a la sien, con la palma hacia abajo, en un ángulo de cuarenta y cinco grados.
-Déjate de idioteces, Oliver.
***
A primera hora de la mañana, Siena entró por la puerta vidriada de la productora de Marco Rossi. Acomodó su arma reglamentaria y su abrigo sobre ella, y bebió un sorbo de café, y miró el mostrador donde se encontraba la recepcionista del lugar. Se dirigió allí caminando con paso firme, cuando un hombre, compenetrado en sus cosas, se cruzó en su camino y chocó contra ella. El café se Siena cayó al piso, manchando sus zapatos y el libreto que tenía en las manos el hombre.
-Discúlpame -dijo el hombre-. No te había visto. Es que voy apurado.
-Tu eres el hijo de Marco -dijo Siena, reconociéndolo de inmediato.
-Si, lo soy -dijo él, no muy contento por haber sido reconocido-. Emil Rossi -agregó extendiendo su mano para estrechar la de Siena.
-No pareces muy complacido -dijo Siena, estrechando su mano de vuelta.
-Pues, no lo estoy -contestó, levantando el café y el libreto.
-¿Podrás leer eso con las manchas de café?
-No te preocupes, conseguiré otro -dijo él, acercándose a un cesto y arrojando dentro el vaso de café y el libreto.
-Oye, estoy aquí para hablar con tu padre. ¿Podrías indicarme hacia dónde tengo que ir? -preguntó Siena, aprovechando la situación, para no tener que anunciarse en el mostrador.
-Cuarto piso -dijo Emil, señalando con el dedo los elevadores a la derecha de donde se encontraban-. Encontrarás fácilmente su oficina.
-Gracias.
Siena se dirigió hacia los elevadores y subió. Observó el pasillo del cuarto piso, y reconoció la oficina de Marco, que tenía un cartel con su nombre en la puerta. Golpeó y esperó.
Marco abrió la puerta y la observó.
-Hola, ¿quién eres tú? No tengo ninguna cita agendada para esta hora -dijo Marco.
-Siena Conti, policía -dijo, mostrando su placa.
Marco se asombró ante las palabras de Siena.
-¿Policía?
-Detective de homicidios, para ser exactos. Vengo a hacerle algunas preguntas con respecto a Ana Müller. Fue encontrada muerta anoche en la habitación de su hotel.
-Mira, niña, no tengo nada que decir al respecto. No he visto a Ana en los últimos días y no sé qué le ha pasado.
-¿No hay nada que pueda comentarme sobre ella?
-Nada que decir al respecto. En todo caso debería conseguirme un abogado, ¿no es así?
En ese momento se acercó a ellos otro hombre que salió de una de las oficinas de ese mismo pasillo.
-Hola, mi nombre es Oscar -se presentó, estrechando su mano.
-Hola, Siena Conti.
-Marco -dijo Oscar-, creo que deberías colaborar con la señorita. Ella está haciendo una investigación policial. No la has invitado a entrar en tu oficina. Por favor, pasa -dijo, dirigiéndose a Siena.
Los tres ingresaron en la oficina de Marco y Oscar le indicó que se sentara.
-No quieres ser sospechoso de un asesinato, ¿no, Marco? -dijo Oscar, por lo bajo, cuando pasó cerca de Marco, para sentarse en el sofá de dos cuerpos que había en la oficina.
-Ana fue encontrada anoche en su habitación, luego de haber sido vista con dos jóvenes en un restaurante. Aunque ingresó sola al hotel. ¿Han sabido algo de ella últimamente?
-Si, claro -dijo Oscar-. Yo he estado con ella en los últimos días. Ayer, o el día anterior, si no recuerdo mal. Debes disculparme, pero aquí a veces los días se suceden continuados sin ver la luz del sol. Ana nos visitó porque estamos por comenzar a rodar una nueva película.
-¿Mencionó algo? ¿Estaba preocupada por alguna cosa?
-No. De hecho, estaba muy alegre por su participación en la película -dijo Oscar.
-¿Ella iba a protagonizar la película?
-Ah, iba a ser un papel secundario -interfirió Marco-. Nada tan importante. A Ana le gusta exagerar.
-¿Es verdad que entre ustedes había habido algo? -preguntó Siena, mirando a los ojos a Marco.
Marco la miró, disgustado.
-Contesta Marco, está investigando, necesita saber -sugirió Oscar.
-¿Es eso realmente necesario para tu investigación? -preguntó Marco bruscamente.
-Sino, no lo preguntaría -contestó Siena sin inmutarse ante la mirada inquisidora de Marco.
-Ha habido algo hace mucho tiempo. No ahora. ¿Hemos terminado? Tengo cosas que hacer.
-Si, hemos terminado por ahora. Muchas gracias por su tiempo -volteó para mirar a Oscar-. Si recuerda algo, llámeme -agregó, entregándole su tarjeta.