Salgo del baño ya tranquilizada y con algo de dificultad busco ubicar a mi familia, en el fondo logro ver a mi hermana hablando con un hombre, no logre verlo bien ya que está de espaldas, me acerco y mientras más lo hago logro ver a mis padres.
-Irina -exclama mi padre. -. ¿Por qué no fuiste con tu hermana? -pregunta.
-Papá -reclamo pasando a colocarme a su lado. -. Llámame por mi nombre real cuando estemos fuera -le pido.
-Déjate consentir ¿quieres? No será para siempre -comenta mi hermana dándonos frente al igual que aquel hombre con el que hablaba.
Aquel hombre de la mirada intensa, de cerca se veía además de alto, grande y con aura de peligro y autoridad.
-Mira cariño, te presento al señor Lombardi -dice mi padre. -. Lombardi, te presiento a mi princesa Carina.
-Mucho gusto Carina -saca su mano de su bolsillo y me lo extiende.
-Igualmente -susurro aceptando su mano.
Nos damos un leve apretón de manos en lo que puedo sentir el calor de su mano áspera, demasiado para ser un riquillo ya que supongo que no trabaja en cosas que se necesite mucho esfuerzo.
-Es de Italia -dice mi madre.
-Oh, interesante -murmuro y formo una linea con mis labios.
Después de que mi padre se fuera a solas con el tal Lombardi, mi hermana se lo quedó, yo busqué un lugar un poco silencioso para hablar con Lenin, mi novio, recién tenemos cuatro meses juntos y no es la gran cosa pero quiero intentarlo.
Sonrío mirando alrededor y mis ojos vuelven a encontrarse con él otra vez, raro, está sonriéndole a mi hermana, cuando lo vi por primera vez pensé que no era capaz de siquiera medio sonreír.
Ésta vez no aparto la mirada, mantengo mis ojos fijamente en los suyos hasta que él aparta la mirada para seguir hablando con mi hermana.
De regreso a casa, papá y mi hermana no paraban de hablar, al parecer a ella le gustó mucho el señor Lombardi, y como estaba buscando esposa, me imaginaba lo que venía. Familia de negocios, pues hay que casarse con gente de negocios.
Al menos me es ventaja que yo sea la luz de los ojos de mi padre, así no querrá que me case y podré seguir viviendo en casa con ellos. Aunque fuera sólo por un tiempo más, no se puede huir del destino.
Cuando llegamos a casa ni siquiera como algo y me voy a la cama, durmiendo inmediatamente, estaba agotada.
Despierto con desanimo, mi cuerpo se siente pesado y mi mente cansado, muevo mi cuello de un lado a otro y con pereza me paro de la cama para alistarme e ir a la universidad. No me toma mucho tiempo alistarme, inmediatamente que estoy lista bajo a desayunar.
-¿Dónde está papá? -pregunto para poder despedirme de él.
-Salió muy temprano linda -me contesta mi madre.
-¿Entonces hoy puedo ir sin guardaespaldas? -pregunto emocionada.
-Sabes que no.
Bufo.
-Adiós.
Tal vez deba hacerme amiga de uno de los guardaespaldas y que me cubra cuando tenga que salir con Lenin, así no sólo nos vemos en la universidad, él no se ha quejado tanto por eso, pero sé que le molesta.
Después de tomar todas mis clases, nos fuimos al jardín, donde casi siempre pasábamos el rato juntos.
-Si quieres vivir sácate esa idea de la cabeza -le digo riendo.
-Puedo intentar caerle bien a tu padre -dice como si no fuera nada de otro mundo. -. ¿O vamos a estar así para toda la vida?
-No, pero igual es muy temprano -le contesto con la mirada fija en el cielo.
-Para ti para todo es muy temprano -replica. Sé que sus palabras tienen doble sentido, pero lo ignoro, es lo que suelo hacer.
-Sé que sólo nos vemos aquí, y es como si fuese todos los días, pero entiende por favor.
-Lo hago.
No digo nada más, en ocasiones siento que no debí intentar nada con él, pero cuando nos vemos esos pensamientos desaparecen. Volteo a verlo alejando los ojos del cielo.
No dice nada, simplemente se acerca un poco más y me besa, apasionadamente, como sabe hacerlo para alejar los pensamientos de mi mente.
-Lo siento -dice tocando la comisura de mis labios. -. Olvido que mi novia es hija de unos grandes jefes de la mafia rusa, peligrosa -besa castamente mis labios y me río.
-Siempre me haces reír -digo devolviéndole el beso. -. Me tengo que ir -me alejo y me paro del césped tomando mi mochila.
-Algún día tendremos una cita -asegura sonriendo.
-Algún día -le aseguro de regreso y le lanzo un beso para irme.
Cuando llego a casa, desde la puerta escucho las voces de mis padres alterados, no hago mucho ruido y avanzo en silencio para escuchar algo, pero no logro entender nada.
-¿Está todo bien? -pregunto mirándolos preocupada.
-Nada pequeña -responde mi padre inmediatamente.
Asiento y subo las escaleras yendo a mi habitación. Me cambio y me acuesto en mi cama pensativa, no logro llegar a una idea siquiera de la razón de su discusión.
"Podríamos tratar de hacer la diferencia"
Es lo único que alcancé a escuchar y fue mi madre quien lo dijo.
Escucho un ruido en mi puerta y giro la cabeza para ver de que se trata y veo a mi madre irrumpir en mi habitación. Con delicadeza cierra detrás de ella, tan delicada como siempre.
La recibo con una sonrisa y me la devuelve, pero no con esa felicidad que suele tener, tengo tanta curiosidad de si en realidad es feliz, o todos en casa aparentamos. Se acomoda a mi lado y me hace dejar mi cabeza sobre ella y empieza a acariciar mi cabello.
-¿Te gustaría una historia de amor? -pregunta y sonrío.
-Sabes que a eso no me niego, de esos oscuros amores -comento.
Suelta una pequeña risa y empieza a redactarme la historia.
Un montón de sueños, aspiraciones, planes, todo se fue a la basura justo cuando aquel hombre había pisado la puerta de su casa, de ninguna manera estaba interesada en eso de postularse para ser su esposa, pero llegó un motivo tan fuerte que no la dejó con otra opción, pero no tuvo que postularse, sólo tuvo que mirar a aquel hombre a los ojos y ya él la había elegido como esposa. ¿Negarse? Imposible, debía poner a su familia de primero, y no, no era una deuda, ni una amenaza de muerte, era libertad, una libertad que de un día para otro su familia perdió, ella se lo devolvió, pero, se privó de su libertad.
-¿Y? -levanto mi cabeza para verla a los ojos.
-¿Cuándo te he contado una historia completa en un día? -pregunta tocando mi mejilla.
-Siento que te gusta dejarme en suspenso -hago un leve puchero y ella ríe. Apoyo ambas manos sobre la cama y la miro a los ojos mientas ella juega con mi cabello que cae sobre mi hombro derecho. -. ¿Sabes? Opino que si se sufre mucho, pero se encuentra el amor verdadero, único y puro, y no unas simples hormonas revueltas, vale la pena.
Pasea su dedo pulgar alrededor de mi mejilla.
-Hay crueldades que te hacen dudar de si el amor vale la pena, tal vez por lo estricto que somos yo y tu padre, hay muchas cosas en la vida que ustedes no han vivido, y que debieron vivir para ser fuertes.
-Soy fuerte, mamá -aseguro. -. Tal vez sólo no ha llegado una situación para demostrarlo.
-Claro -ella ríe negando con la cabeza.
La miro con muchas dudas en la mente, pero me las trago con mis salivas, aunque ella es mi madre, se me ha quedado esa costumbre de no meter mis narices en problemas de adultos.
-Verás que sí, te lo demostraré algún día.
-Sí -junta sus labios en una semi-sonrisa.
-Y así se quejan si me pongo celosa -exclama Mariella entrando a la habitación.
-Ya creciste como para mimarte -mi madre es la primera en defenderse.
-Oh, claro, son sólo cuatro años más grande que ella -reprocha subiéndose a la cama. -. Además lo merezco, no saben cuando me vaya a casar.
-Ah -jadea mi madre como si recordara algo. -. Tenemos fiesta, ya saben cosas de negocios de su padre...
-¿Puedo prepararla yo ésta vez? -propuse interrumpiéndola.
-¿Segura? -indaga.
-Claro, lo haré bien lo prometo, siempre las organizas tú y aunque te ayudamos...
-No pasa nada -me interrumpe. -. Le diré a tu padre y listo.
Asiento.
-Las dejo chicas -ella baja de la cama y nos deja solas.
-¿Me están ocultando algo? -pregunto.
Mariella me mira haciéndose la indignada.
-No me veas así -le advierto. -. Estabas hablando con el tal Lombardi como si se conocieran desde antes, a mí no me cuentan nada, y así te quejas de que me consienten.
-Hay temas que no te conciernen -aclara.
-Escúchate -digo con ironía. -. ¿Ya estás en los negocios de la familia? Hablas como si fuera así.
-Arina -dice en voz alta pero no me provoca nada.
-Nunca me he quejado de nada, de nuestra misteriosa vida, lo tenemos todo, sí, ¿de qué hay que quejarse? Preguntaría cualquiera que no estuviera en nuestra posición, pero tú perfectamente sabes de que hablo.
-Relájate -me pide. -. Nuestros padres nos aman.
-Sí -ríe sarcástica. -. Supongo que seremos las princesas de la mafia, o una la reina y la otra princesa, te recuerdo que papá no tiene ningún varón, ¿Qué pasará si no queremos?
-Papá nunca nos obligaría a algo que no queremos -asegura.
-Pero si a casarnos con alguien que confía y quiere como a un hijo para que se haga cargo del negocio ¿no?
-Deja de hacerte estúpidas ideas en la cabeza, las cosas en la mafia no funcionan así -exclama con tanta seguridad que me confunde, porque lo dije por decir, no pensé que ella estuviera en los negocios de la familia. -. En la mafia sólo se busca hacer crecer el imperio, y mantener el poder, y en cuánto a eso sabes como es papá.
-No me quejo -repito.
-No lo hagas -me dice así nada más y abandona la habitación.
¿Acaso será verdad que la vida nos obliga a ser lo que no somos?