Hay algo que mi madre suele decir mucho, que el universo tiende a unir dos personas de manera tan cruel que llega la duda de que si el amor es sólo hormonas revueltas o un sentimiento verdaderamente puro y único. Y es que, el amor y el odio son los mismos sentimientos sólo que experimentados en diferentes circunstancias. Se odia a muerte, y también se ama a muerte.
Se puede odiar a alguien que se amó, con la misma intensidad que se amó. Así de simple.
No dejo de preguntarme que si aquella frase tiene algo que ver con la historia de amor de mi madre, si la hubo claro, muchos no alcanzamos una historia de amor, muchos una historia cruel nos conduce hacia el amor, y es allí donde llega la duda de si el amor en serio es un sentimiento puro y único, y no sólo hormonas revueltas.
Si bien a veces no se suele esperar nada de la vida para que ésta nos sorprenda, sólo que a veces las sorpresas no son lo que uno desearía como sorpresa, lo malo nunca pasa en buenos momentos y siempre hay algo peor. Siempre.
-¿En serio estás en ese libro? -la voz de mi hermana se escucha cerca.
Levanto la mirada del libro y la busco a ella, la pelinegra de ojos cafés más hermosa de la familia, soy la menor, pero soy más alta que ella, ambas somos pelinegras pero a ella le queda más hermoso al ser de piel clara, yo soy digamos algo como mulata, heredado de mi padre.
-Mamá dijo que encontraría respuestas sobre el amor, y que no había necesidad de tener novio para saber del amor -le explico encogiéndome de hombros.
-A ver Carina, tú no quieres saber del amor, tú quieres conocerlo, y eso es totalmente diferente ¿ok? -refuta meneando la cabeza mientras avanza hacia mí. -. Por eso tienes que tener novio, pues experimentas, conoces, descubres -farfulla hacia gestos con la mano.
La miro asintiendo con la cabeza lentamente mientras junto mis labios en una línea.
-Ok -murmuro con inseguridad.
-No seas lenta, sé que tienes novio y quieres orientarte -dice tumbándose a mi lado.
-¿Qué? -exclamo haciéndome la sorprendida.
-Ca -replica. -. A mí no me tienes que decir las cosas.
Cierro el libro suspirando y me enderezo sobre el sofá.
-¿Sabes mi definición del amor? -volteo a verla con atención. -. Que es cruel y bonito, así como agridulce, puede que primero tengas que tragar algo agrio, luego dulce, o viceversa -me dice con una sonrisa.
-Siempre dices que lo único que no daña es el amor propio -le recuerdo.
-Pues sí -afirma con seguridad.l -. El amor propio por sí solo aleja lo malo.
Bufo.
-Claro, tú y mamá me confunden cada día más en cuanto a saber del amor -refunfuño parándome del sofá.
-No esperes ni desees nada, al final la vida te sorprende y no se trata de si es para bien o mal, porque el bien y el mal, se llevan de la mano, arina -dice burlona.
-No me digas arina -reclamo alejándome.
-Seguimos con ¿Amor? -el sonido de unas pisadas de tacón sólo avisaban la entrada de la señora Antonella, y sí, era ella, nuestra madre.
Volteo para verla entrar, sube con agilidad los escalones que la llevan hasta nosotras que estamos en la sala.
-Ni siquiera escuché la puerta -comento mirándola con el ceño fruncido.
-Estaban hablando muy entretenidas -extiende su brazo y me atrae para besarme la mejilla y abrazarme.
-¿Qué traes? -pregunta mi hermana agregándose.
-Oh Mariella, me alegra verte hija, todas esas horas sin ti -con cierto sarcasmo mi madre habla mientras se aleja para saludar a su hija mayor que lo primero que pudo hacer fue saber qué le trajeron.
-Ay madre, no sabes cuánto te extrañé -y para rematar, mi hermana le sigue el juego como si nada. Sí, así son.
-¿Dónde está papá? -pregunto
-Pronto llega, saben como es -ladea la cabeza haciendo una mueca. -. Y bueno, yo les he traído sus vestuarios para ésta noche -dice encaminándose hacia la sala y ambas la seguimos.
En ocasiones podemos comprarnos ropas nosotras, sólo que con la condición de nada de escotes que dejen mostrar parte de nuestros senos, podemos mostrar espalda, piernas, hombros y eso, cuando vamos a salir con papá suele ser muy estricto y lo entendemos, a eso eventos que vamos van todo tipo de gente, y claro, los jefes importantes de la mafia no pueden faltar.
Me siento al lado derecho de mi madre y mi hermana al lado izquierdo, esperando ansiosas ver nuestros vestidos.
-Les traje colores nuevos, sus favoritos pueden esperar.
-Mamá, con ésta piel no todo me queda bonito -reclamo.
-Si no me equivoco recién hablamos de amor propio o ¿no? -indaga mi hermana alzando la cabeza para verme.
-Nada que ver -refuto.
-Ya -pide mi madre. -. Traje un rosado claro y un azul cielo, dos de diferentes diseños, y tú Carina, ni se te ocurra modificar tu vestido con esa obsesión de diseñar, sólo falta que cambies hasta la forma de tu cuerpo.
-Y critica todo, va a ser la peor diseñadora -agrega mi hermana.
Paso mi mano detrás de la espalda de mi madre y le jalo un mechón. -Seguro te encantará el vestido de novias que te haré -mascullo entre dientes fingiendo sonreír.
-Gracias -con una sonrisa tomo mi vestido y subo a mi habitación.
Empujo la puerta con mi pie y alzo el vestido para verlo bien, no se ve nada mal, y mi madre sabe elegir en cuanto a mis gustos, nada revelador, tiene una pequeña abierta de un lado, es un rosado claro.
Más tarde nos alistamos media hora antes ya que mi padre detesta la tardanza, es muy puntual, muchos de mis compañeros de la universidad opinan que vivo oprimida, pero no es así, fuimos criadas así y no nos incomoda.
-¿Dónde está Irina? -pregunta mi padre molesto.
-Acá -exclamo bajando las escaleras corriendo, sin miedo por los tacones, pues lo manejamos muy bien, mi madre nos enseñó todo lo que aprendió en su juventud, se me da ser una señorita de sociedad, aunque algunas cosas se me escapan, pero para un principiante que no es entrenado desde pequeño, un calvario.
-Ujum -murmura entrando ambas manos en los bolsillos de su pantalón.
-Éste mechón -lo estiro mostrándoselo. -. El mechón blanco que heredé de la abuela -gruño.
-Deja de querer taparlo -ordena, se acerca y lo quita de la coleta, lo enreda en su dedo y luego lo deja suelto. -. Es bonito tu mechón -aprieta mi cachete sonriéndome.
-Gracias papá -le digo con una sonrisa.
-Si no te lo has cortado es porque en el fondo lo valoras -dice tocando mi hombro desnudo. -. Vamos, recuerden yo las respeto como mis hijas y como mujer, cualquiera que les falte al respeto me lo hacen saber ¿de acuerdo?
-Sí papá -respondemos ambas al unísono.
Mi mamá se acerca y toma el brazo que mi padre le extiende, nosotras vamos delante y ellos detrás de nosotras. Nos montamos en la limusina y salimos de la mansión.
-Mariella -llama mi madre. -. Olvidé comentarte que el señor Lombardi nos acompañará ésta noche, el que tanto querías conocer.
-¿Ésta en la ciudad? -pregunta Mariella con emoción.
-Sí, pues es un hombre de negocios, hoy están allá y mañana ya lo ves en marte -dice mi madre divertida.
-Tengo negocios con él, pero no os concierne.
Papá puede ser un hombre muy especial en cuanto a su familia, pero si lo ves en asuntos de negocios, puedes asegurar que es un monstruo, es muy rudo y exigente, he podido percibir aquello cuando está enojado con sus hombres. Y nunca lo he visto reír con ellos, si lo ha hecho ha sido sarcásticamente.
Nadie dice más hasta llegar, no nos metemos en los negocios de papá, si algo causa discusiones en la casa es eso, pues mamá a veces se enoja, aunque no siempre interviene. No puedo negar que se aman, pero siento que es un amor agridulce, no las circunstancias ni nada, sino el amor que se tienen.
El chófer y los dos guardaespaldas bajan y nos abren la puerta. Como de costumbre papá y mamá se colocan detrás de nosotras para entrar al lugar. Con la mano aferrada a la de mi hermana subimos hasta estar en el salón lleno de gente.
Siendo papá un ruso tan poderoso, tenemos que aguantar saludar a medio salón de gente y presentaciones aburridas, miradas de recelo y muchísimos más.
No me quejo, acepto mi vida como tal.
Me alejo de mi familia un poco y busco ir al baño, con agilidad me escabullo en medio de la multitud. Le sonrío a la gente que intenta saludarme pero no me detengo, sonriendo así nada más por ser amable, mis ojos terminan en los de un alto rubio de ojos grises,
Me mira de una manera muy intensa, su faceta de seriedad no se aparta de su rostro, dejo de sonreír y mantengo mis ojos en los suyos, no me da miedo, pero me causa cierta sensación no agradable.
Aparto la mirada para poder seguir mi camino y llegar al baño.