Normalmente no soy de beber demasiado por esto, porque amanezco hecha un jodido desastre al día siguiente, pero no podía hacerles ese desplante.
No sé a qué hora llegamos, pero sé que mis hermanas y yo tuvimos que quitarnos los zapatos para no despertar a nuestros padres y entrar sigilosamente. Eso me recuerda a las incontables veces que las gemelas me sacaban sin permiso para ir de fiesta.
Terminamos las tres en la habitación de Alessia, después que Alexa bajara a buscar helado y otros tragos.
Yo me quedé con la opción del helado, mientras ellas seguían bebiendo como si no hubiese mañana. Alessia no se callaba, pero Alexa estaba distraída, con la mente en otro lado.
Ese momento me hizo recordar nuestras noches interminables contando historias hasta la madrugada. Porque es verdad, ellas siempre han sido ellas dos para todo, pero desde que fuí adolecente, comenzaron a incluirme en todo.
Escucho que tocan la puerta y no esperan una orden sino que la abren, veo la cabeza de mi madre asomarse por la rendija y su expresión de ser sonriente cambia a estar enojada.
-¡Nahia Valentina Anderson Villanueva! -grita furiosa mientras entra y a mí los oídos me lastiman y la cabeza me va a reventar si sigue levantando la voz de esta forma-, Sigues acostada cuando ya deberías estar lista para recibir al estilista y maquillador -me regaña y la expresión en mi rostro denota el malestar.
Intento disimular, me siento en la cama pero todo me da vueltas y es evidente que no me encuentro bien.
Las gemelas entran a la habitación con la misma cara que yo, y cuando me repongo veo que la mirada de mi madre viaja desde ellas hacia mí.
-No puede ser -exclama y camina hacia mis hermanas- ¿Tenían que hacerlo verdad? ¿Tenían que joder a su hermana justo el día antes de su boda? -esta molesta.
-Ay mamá no exageres, solo fue una pequeña fiesta y mira que Nahia sí que disfrutó -habla de más Alexa y quiero ahorcarla en este momento.
Mi madre voltea y sé que ahora el reclamo viene conmigo.
-¿En serio Nahia? ¿De verdad? -se cruza de brazos-, pensé que tú misma habías dicho que no querías ninguna de esas estupideces y mírate-me señala-, estás desecha.
Alyssa se acerca a mi madre y la rodea en un abrazo.
-¡Mamá ya basta! Es su día, no la regañes -hace pucheros y se ve tan ridícula, pero sorprendentemente, eso funciona con mi madre porque la veo relajarse un poco.
Alexa la abraza desde el otro lado y la besa en la mejilla.
-¿Por qué no mejor nos preparas uno de esos batidos que tú haces que son milagrosos? -mi madre niega mientras sonríe y las mira a ambas.
-¿Ustedes nunca van a cambiar verdad? -me mira y extiende los brazos hacia mí, dejo la cama y corro hacia ella, y terminamos las cuatro envueltas en un abrazo, como en los viejos tiempos-, mis bebés. No puedo creer que el tiempo pasa tan rápido.
Un nudo se me forma en la garganta y veo que a todas nos pasa lo mismo.
-Basta ya -habla Alessia-, hoy es un día para celebrar, no para llorar.
Nos separamos del abrazo y las tres se despiden, dejándome sola en mi habitación para que al menos vaya a darme un baño.
Hago lo propio y me lavo el cabello minuciosamente. Me pongo una bata de seda que dice "novia" y a la habitación entra mi madre con una bandeja de desayuno con un montón de cosas exquisitas, pero primero me hace tomar la asquerosidad de batido que en realidad es milagroso, porque eso, aunado al baño, me hacen sentir como nueva.
Tocan la puerta y entran mis hermanas y mi mejor amiga junto al estilista y maquillador.
Comienzan a arreglarnos y mientras yo bebo agua, mis hermanas toman copa tras copa de champagne.
Estamos peinadas y maquilladas. Solo resta vestirnos y un fotógrafo llega para hacer unas tomas preboda.
Mi madre entra con el vestido y solo quedamos ella y yo en la habitación, siempre hablamos de esto y me quito la bata, quedando en mi lencería blanca y ella me ayuda a ponermelo.
Sé que está melancólica porque me abraza al cerrar el último botón, puedo decir que ahora, sabiendo todo esto tan real, si estoy nerviosa.
Me ayuda ajustar el velo y de una bolsa que trajo saca una caja de terciopelo negro y me la entrega.
-Dicen que en las bodas hay que usar algo viejo -abre la cara y hay un collar sencillo de diamantes, lo saca y me lo pone- este lo usé el día de mi boda.
Toma otra caja más pequeña y me la da.
-También dicen que hay que usar algo prestado -abre y hay unos aretes sencillos de diamantes-, esto te lo manda tu tía Elena.
Me los pongo y la veo sacar una caja un poco más grande.
-Y por último, algo azul -la abre y hay una pequeña tiara llena de piedras preciosas azules.
Este gesto es tan hermoso y la verdad es que no me lo esperaba.
Tocan la puerta y mi padre entra, tiene los ojos enrojecidos y una sonrisa se forma en su rostro cuando me ve.
-No puedo creer que la más pequeña de mis princesas ya vaya a ser toda una señora- camina hacia mí y me abraza-, ya creció mi bebé.
No sabía que necesitaba este momento, porque desde que nací nunca estuve solo yo, sino que éramos tres. Y que ambos me hayan brindado este momento tan especial, me hace estar más sensible de lo que debía estar.