Sí, soy una estúpida. Me dije en voz baja, con lo amplio que es el pasillo y tuve que chocar con él. La verdad es que todavía tenía la cabeza en lo que había ocurrido en la noche y en el regalo que estaba recogiendo, lo menos que quería era ser una vergüenza para la empresa, aunque pensándolo bien, ya lo era.
En eso dos de las empleadas se acercan y me ayudan a recoger las rosas, pasando por mi lado la Junta Directiva, una de las mujeres que iban con ellos se detiene y se agacha a ayudarnos también, cuando levanto la mirada para mi sorpresa era nada más y nada menos que la presidenta mayoritaria de la empresa.
Mi cara pasó del color rojo que cargaba por la rabia a un pálido en cuestión de segundos, bajé el rostro y no podía dirigirle la mirada, cuando terminamos ella se me acercó colocó todo en la cesta, levantándonos me disculpé de inmediato.
–Tranquila no te preocupes, eso suele pasar, sobre todo con patanes como ese –me comentó la directora muy suavemente con voz de ternura.
Volteándose se despide y sigue al ascensor, observándola por un momento, supuse que ese sería mi último día en la empresa, había discutido con uno de los socios, no importaba lo que la noche anterior haya pasado, él generaba ingresos a la empresa, yo no era nadie delante de él.
Llegando por fin a mi oficina me senté en mi escritorio colocándome las manos sobre la cara, no aguanté más y me puse a llorar, pasaron varias horas yo no había salido de la oficina, claro mi trabajo era asistir a Vicente, pero él no me había solicitado en toda la mañana.
El dolor que sentía era más profundo de solo pensar que todo por lo que había trabajado se había ido por el inodoro, no obstante, minutos después llega otra empleada y me informa que debo presentarme en la sala de juntas.
Muchas cosas pasaban por mi mente, cuando por fin llegué no quería tocar la puerta tarde como 10 minutos en armarme de valor, pero al fin la toqué.
–Adelante –se escuchó una voz firme y siniestra.
Mi peor pesadilla se hacía realidad, me despedirán y Vicente no va a querer estar más conmigo.
Tragando grueso abrí la puerta, notando que estaban 5 socios, nada más no observaba a Vicente por ningún lado, eso hizo que mi estómago se sintiera súper estragado del miedo que sentía.
–Adelante niña –otra vez la voz–, pero esta vez sí vi de dónde provenía, era del socio que estaba sentado al frente de la mesa y dirigiendo la reunión, era el señor Alfonso, presidente y dueño mayoritario de las empresas a todo nivel nacional e internacional.
Era tanto el miedo que di varios pasos hacia a otras, pero sentí una mano en el hombro, volteando de inmediato me di cuenta de que era la presidenta Eleonor.
–Tranquila, no temas, no pasa nada. –Con mucha dulzura, se dirige hacia mí.
–Es que yo. –No tenía fuerzas ni para hablar, las ganas de llorar eran evidentes en mi rostro.
Ella me sonrió mostrándome mucha más ternura que antes.
–Yo estoy contigo, no temas no va a pasar nada malo, entremos.
Ella colocando su brazo alrededor de mi hombro logra que me calme un poco y entramos, detrás de nosotras se cierran las puertas.
Mis nervios casi que estallan, de pronto se abre una puerta lateral, era Vicente, de pronto mi corazón saltó de gusto y me sentí algo aliviada, pero él ni notó que estaba yo, él solo pasó, le entregó unas carpetas a su jefe y salió nuevamente.
No se pueden imaginar cómo me sentía, todo mi mundo se desmoronaba en segundos, mi mente divagaba en un momento recordando que el mismo hombre que entró y salió, que pasó toda la noche tratándome como una reina y deleitándose con mi cuerpo, ahora se mostraba tan frío y distante.
Di varios pasos hacia atrás, cuando ya me disponía a voltearme para irme me hablaron:
–Niña por favor serías tan amable de servirme una taza de café –me dijo el señor Alfonso.
Dirigiendo mi mirada al presidente y él me la regresa, vuelve a hablar.
–Me puedes hacer el favor de traerme una taza de café.
–¡Sí claro, como guste! –contesté sin pensar.
Movilizándome a una de las habitaciones laterales, pero antes de salir voltee diciendo.
–Disculpen, ¿alguien quiere algo para tomar o un bocadillo?
La joven que se encontraba cerca del presidente respondió:
–A mí me traes un té de manzanilla, por favor, gracias.
–A mí me traes un café negro con poca azúcar –contestó el otro socio que se encontraba a su lado.
–A mí un marrón, por favor –comentó el que se encontraba a la derecha de Alfonso.
–A mi negro, por favor –solicitó el que se encontraba a la derecha de Alfonso.
–A mi negro, por favor –pidió el abogado que se encuentra cerca de una ventana.,
–Y usted señor presidente, ¿cómo lo quiere? –pregunté con la voz muy temblorosa, pero firme.
–Negro fuerte, sin azúcar, por favor.
–Ok de inmediato.
En la sala de juntas hice mi trabajo como siempre lo había hecho, luego, entrando nuevamente entregué todo lo que me habían encargado, en eso entra en la sala otra vez Vicente.
–Usted va a querer algo, señor Vicente –se lo digo con mi voz casi quebrada.
–No gracias –respondió severamente.
Su tono de voz me hizo tambalear volteándome, espero que terminen y luego de recoger las tazas y colocarlas de nuevo en su lugar, me dirigí hacia la entrada para retirarme.
–Niña, ¿se puede saber hacia dónde te diriges? –pregunta el señor Alfonso algo extrañado.
–Discúlpenme me retiro. –Se notaba en mi voz quebradiza la angustia y el dolor que sentía.
–Acércate niña no hemos hablado sobre ti todavía, esta conversación te interesa –lo dice en tono severo.
Regresando me esfuerzo para no estallar en llanto, me quedo de pie cerca de la gran mesa.
–¡Bueno, ya di bastante tiempo!, ¿qué piensan al respecto? –inquirió el señor Alonso.
–Ya usted sabe lo que opino y cuál es mi decisión –le comenta la directora.
–La mía igual, mi decisión ya fue tomada –dice la socia de la izquierda recostándose del espaldar de su asiento y cruzándose de manos. –No creo cambiarla.
–Yo leí el informe y no me parece justo en nada, estoy de acuerdo con mis colegas aquí presentes –responde el socio de la derecha de Alfonso.
–Yo solo soy el abogado de la compañía, a mí no me pregunten.
–David, sabes que tu opinión también es importante en nuestras empresas, sí eres abogado, pero también eres parte de nuestra familia, lo sabes. –Le recuerda Alfonso.
–¡Está bien! Pero sabes que no me gusta, apoyo a los compañeros aquí presentes –dijo el abogado.
–Explícame tu punto de vista, por favor.
–Bueno, como todos saben él es un patán, no es nada nuevo si no fuese porque tiene buenos contactos que nos interesan ya hubiera votado por su expulsión, son más los problemas que nos trae que lo que aporta.
Escuchando eso, noté que hablaban de otra persona, pero no entendía para qué querían que yo escuchara esto, solo era una simple secretaria.
–Entonces, está decidido que no se hable más sobre el tema, por favor me podrían dejar a solas con ella por un momento.
–Claro, así me da tiempo de arreglarme un poquito –dijo la presidenta.
Todos estábamos claros que cuando ella decía así es que iba al baño a comunicarse con su amante, era buena en su trabajo, pero muy mala por las noches, ella decía que era muy ardiente.
–Voy a dirigirme a palacio un momento, me cuentas como terminó todo esto después, ¿te parece? –le dijo el abogado a Alfonso.
–Claro, tú sabes que es así ve tranquilo y tu Stuart, te noto muy callado.
–Es una decisión algo difícil de tomar, no se puede hacer a la ligera.
–¿De verdad lo crees?, ¿piensas que debemos llamar a los demás para plantearlo mejor?
–No, estaba bromeando yo apoyo la moción.
–Por un momento me angustiaste Stuart, tú siempre tan serio que asustas.
–Es que me da risa el asunto, es todo, observando su desempeño no tiene comparación a ninguna otra que haya trabajado para nosotros.
–Estoy de acuerdo –afirma Alfonso.
–Bueno, supongo que solo quedo yo, no había tomado una decisión porque quería escuchar a todos ustedes primero. Comenta la subdirectora Lilibet.
–¿Y qué opina? –preguntó Alfonso.