Emmet Wick trabajaba como un "Apoyo de Suicidios" en una empresa privada luego de que las leyes contra la humanidad alargada y la moral en casos de sufrimiento extremo fueran cambiadas.
Una cliente en particular cae en su jornada, un padre consternado busca de sus servicios para atender a la persona más importante de su vida, no sabía nada de ella además de que su nombre es Lía Clarkson y sus compañeros le advierten de la misteriosa mujer. Pero solicitaba sus servicios y prometía pagar el triple de su cuota estándar.
Lía es cruda y sincera, ácida como lo sería cualquier paciente terminal con un tumor cerebral de unos veinte centímetros empujando en su cabeza y a punto de estallar.
¿Resistirá Emmet a ayudar a quien no se deja ser ayudada y sacar de una fuerte depresión a alguien que se regocija de su oscuridad?
"Solo cuando realmente sabemos y entendemos que tenemos un tiempo limitado en la tierra, y que no tenemos manera de saber cuándo se acaba nuestro tiempo, entonces comenzaremos a vivir cada día al máximo, como si fuera el único que tenemos." Elisabeth Kubler-Ross
Historia original y hechos totalmente ficticios.
ADVERTENCIA: Temática fuerte, menciones a: Autolesiones, Eutanasia, Sexo, Dolor agudo y lenguaje adulto.
> –Eso creo– abrí el archivo– Es una mujer.... Lía. Lía Clarkson– la parejita abrió los ojos con asombro antes de mirarse entre sí. Intercepté el gesto por lo que no pude evitar preguntar –¿La conocen?
– Oh, chico...- murmuró Paco.
–Creí que esa perra ya había muerto– murmuró Keila con rencor y yo no pude más que sentirme la tercera pata de un chiste que no entendía. Ella pareció apiadarse de mi ignorancia e iluminarme un poco– Lía es una abogada de renombre que se ha encargado toda su carrera de salvar a estrellas famosas de la cárcel enriqueciendo sus propios bolsillos–explicó con enojo.
Yo, honestamente, no vi nada de malo. Por lo que encogí mis hombros.
–Así que usó sus conocimientos para generar dinero, como la mayoría de personas exitosas en el mundo– resumí y Paco intervino.
–No, no, tú no la conoces, Emmet– afirmó con seriedad–Trabajé para ella, el año pasado. Apenas duré dos semanas–levantó dos de sus dedos asegurando el hecho con sus ojos muy abiertos.
–¿Y tan malo fue?
–¿Malo? ¡Casi me envenena!– aseguró y yo abrí los ojos asombrado.
–¿Llamaste a la policía?– pregunté de inmediato y Keila bufó.
–No ingerí nada así que no tenía pruebas.
–¿Y cómo sabías que quería envenenarte?
–¡Porque me lo dijo!– aseguró ofuscado.<