Contrato de Matrimonio con un paralítico
img img Contrato de Matrimonio con un paralítico img Capítulo 6 Ex cuñada inoportuna
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Capítulo 8 Una desgracia que nos acerca img
Capítulo 9 Enfrentamientos y verdades img
Capítulo 10 Soy la señora de esta casa img
Capítulo 11 Copas de vino blanco img
Capítulo 12 Piscina img
Capítulo 13 Por el espejo img
Capítulo 14 No es mi verdadero padre img
Capítulo 15 Rompiendo barreras img
Capítulo 16 Una ciudad mágica img
Capítulo 17 Atado a una silla de ruedas img
Capítulo 18 Te amo así img
Capítulo 19 Traición repentina img
Capítulo 20 Noticias dolorosas img
Capítulo 21 Un paciente muy conocido img
Capítulo 22 Todo sale a la luz img
Capítulo 23 No soy un inútil img
Capítulo 24 Baño de agua tibia img
Capítulo 25 Loco por ella img
Capítulo 26 ¿Aún me amas img
Capítulo 27 ¿Será mi hijo img
Capítulo 28 Miradas que penetran img
Capítulo 29 Entre sus pliegues img
Capítulo 30 La única razón de vivir img
Capítulo 31 Sentimientos encontrados img
Capítulo 32 Un padre roto img
Capítulo 33 No puedo perdonarla img
Capítulo 34 Quiero que me perdones img
Capítulo 35 Lo que pueden hacer por dinero img
Capítulo 36 Arturo Fonseca img
Capítulo 37 Macho alfa img
Capítulo 38 Fiesta de presentación img
Capítulo 39 Fiesta de gala (Lo que ella me hace sentir) img
Capítulo 40 Una nueva sorpresa img
Capítulo 41 La boda img
Capítulo 42 Un choque descontrolado img
Capítulo 43 Una bella durmiente img
Capítulo 44 Recuérdame img
Capítulo 45 ¿Se puede desear tanto a alguien img
Capítulo 46 ¡Quiero más! img
Capítulo 47 Cabellos dorados img
Capítulo 48 Payasas img
Capítulo 49 Es mi hermana img
Capítulo 50 Mar de caos img
Capítulo 51 El malo siempre tendrá su paga img
Capítulo 52 Todo está en su lugar img
Capítulo 53 Cerrando ciclos img
Capítulo 54 Adiós Nueva york img
Capítulo 55 Dublín img
Capítulo 56 Patrick img
Capítulo 57 Final img
Capítulo 58 Capitulo especial epílogo img
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Capítulo 6 Ex cuñada inoportuna

Narra Dylan.

Cada segundo de mi vida pensaba en ella, al punto de pensar que están obsesionado con aquella joven. No entendía, si mi plan era enamorarla con mi actitud estaba logrando era alejarla aún más.

Salí de la clínica y me dirigí a la oficina, pensé en esa noche invitarla a cenar y tener algún tipo de contemplación con ella, esperaba que correspondiera a mi invitación y no le diera vergüenza salir con un hombre en silla de ruedas.

-Buenos días, Lucy -saludé a mi secretaria apenas entré a mi oficina.

-Buenos días señor, ha llegado tarde, la señorita Amanda lo está esperando en su oficina desde hace unas horas.

-¿Amanda? ¿Y cuándo llegó Amanda? -pregunté asombrado.

Amanda era la hermana de mi esposa, ella vivía en México y no nos visitaba desde que Alicia había fallecido.

-Llegó hace un par de horas, dijo que quería darle la sorpresa y lo está esperando en su oficina.

-Okay, gracias Lucy. -Caminé con el entrecejo arqueado, no sabía si de molestia o de asombro.

Entré a mi oficina y la mujer me esperaba sentada en mi escritorio. Cuando la vi el corazón se me paralizó al instante, era como si estuviera viendo a mi amada y difunta esposa.

-Cuñado querido tengo horas esperándote. -Se levantó de la silla y me besó en la comisura de los labios.

Fue como recordar a mi Alicia por unos segundos, pero luego de verla a los ojos, me di cuenta que no era ella, y que tenía que entenderlo.

-Es un placer tenerte con nosotros, Amanda. -Le sonreí con cariño, tragando grueso para que no notará mi nostalgia.

A pesar de que eran gemelas idénticas, Amanda tenía los ojos de diferentes colores, uno azul y otro verde, cuando mi esposa tenía los dos azules; además de que la voz de Amanda era chillona y se había operado los senos al punto de verse extravagante.

-Espero que no te moleste mi presencia en tu oficina, pensé pasar directo por aquí porque necesitaba darte la sorpresa -dijo con una sonrisa coqueta, que yo entendía muy bien.

-No, no me molesta, me agrada mirarte y recordar un poco a Alicia -le dije con nostalgia.

-Sí, mi pobre hermana, ya han pasado tres años de su partida y la recuerdo como si fuera ayer -respondió viéndose sincera.

-Y bueno ¿te ofrezco un café, un jugo o algo? De verdad que me encantaría atenderte como se debe, pero tengo mucho trabajo Amanda y solo puedo ofrecerte algo aquí en mi oficina.

-No te preocupes pero podemos cenar en la noche, le dices a tu chofer que me lleve a casa, ¿qué te parece? -preguntó mientras acariciaba mi espalda colocándome algo incómodo.

-De hecho hoy pensé en cenar con mi esposa, no sé si te molestara ir con nosotros.

-¡¿Esposa, Dylan?! ¿Cuándo te casaste? -Se posó enfrente de mí y me miró con sorpresa.

-Hace más de un mes, ¿no has visto las revistas? Fue noticia mi nuevo casamiento -le dije con una sonrisa, algo que notoriamente le incomodó.

Amanda siempre había estado enamorada de mí, al punto de insinuarse de todas las maneras. Cuando Alicia estaba viva lo hacía delante de ella, pero mi esposa no se inmutaba, sabía que yo solo tenía ojos para ella, pero ahora que estaba muerta, la cosa podía cambiar un poco y por eso decidí decirle que yo estaba casado, porque sabía lo insistente que era.

-No, no he visto las revistas, he estado haciendo campañas de publicidad para algunas joyerías y me ha quitado todo el tiempo del mundo. -Vi en sus ojos decepción.

-Ya veo. -Me aclaré la garganta-. Bueno nena, de verdad tengo que seguir trabajando, pero en la noche podemos vernos en casa y cenar ¿te parece? espero que te hagas amiga de Helen.

-Sí, eso espero, querido.

Me dio un beso y yo llamé al chofer para que la llevara a casa. Las horas en la oficina se me hicieron eternas, por más que intentaba colocarme al día con todo eran muchos papeles que firmar, me sentía agotado.

Llamé a Gonzalo para platicar un poco mientras bajaba el ascensor a la cochera, Camilo me esperaba como siempre para dirigirnos a casa. Y para cuando llegué subí a la habitación y estaba Helen llorando. Era obvio que no era el momento para pedirle salir a cenar.

-¿Qué tienes?, ¿por qué lloras? -le pregunté acariciando sus cabellos.

Volteó y me miró sus grandes ojos avellanas, esos que me volvían loco de deseo y locura.

-No he sabido de mi madre y deseo verla.

-¿Por qué no has ido a verla? No eres mi prisionera Helen, no quiero que te sientas como tal, es tu madre.

-Pensé que no querías que salieras de casa. -La vi limpiar sus lágrimas.

-No pienses cosas, cuando quieras algo solo pídelo ¿sí?

-Está bien, gracias Señor.

-No me digas señor, soy tu esposo, ¿lo recuerdas?

Sonrió tiernamente y yo deseaba de verdad poder besarla de nuevo.

-¿Has conocido a mi ex cuñada? -pregunté con duda, sabía lo difícil que podía ser Amanda.

-Sí, de hecho me asusté cuando la vi, pensé que era su difunta esposa... digo, por el parecido con la que está en el cuadro de la habitación.

-Sí, son idénticas -confirmé-. Hoy llegué temprano porque quería invitarte a cenar, quiero que llevemos una buena relación.

Me miró con ternura y asintió con la cabeza.

-Está bien, pero preferiría ir otro día, hoy me siento un poco con malestar.

En ese momento sentí la ira enloquecer mi cabeza. Era claro que ella no quería salir conmigo, le daba pena que la vieran con un paralitico y esa era la verdad.

-Como quieras -le dije molesto.

La pedí a Margarita que me ayudara a ducharme y vestirme y que le dijera a Amanda que la esperaba para salir a cenar fuera.

Si ella no quería cenar conmigo, no le iba a volver a rogar, me había casado con ella porque quería su compañía y ella me despreciaba al punto de sentir que le repugnaba.

-¿Y tu esposa no va a ir con nosotros? -preguntó bajando las escaleras.

Yo la esperaba en la puerta del ascensor. Cuando quedé en sillas de ruedas había mandado a modificar la mansión para mi comodidad y no depender de otras personas.

-No se siente bien. -Apreté lo dientes con rabia.

-Ya veo. Bueno es mejor, así platicamos solos. -Acarició mi mejilla con sus largas manos.

Esa noche volví a beber, pero esa vez con Amanda que no paraba de hacerme reír y recordar a mi Alicia.

Eran las diez de la noche cuando llegamos a casa, pude ver a Helen entrar a la cocina por un vaso de agua. Ella parecía no importarle verme con otra mujer y eso me molestaba, me molestaba muchísimo al punto de querer tomarla y besarla a la fuerza.

Entré en mi despacho y tomé una fotografía que tenía de Alicia y Daniel, sabía que en algún momento debía dejarlos ir, debía dejarlos descansar en paz; pero comencé a llorar recordando lo feliz que era mi vida hacía unos años.

La puerta de mi despacho sonó, pensé que era Amanda que quería de nuevo molestar.

-¡Déjame solo por favor! -grite áspero.

-Soy yo, Helen, ¿puedo hablar contigo? -preguntó tiernamente.

Acomodé mi rostro secándolo con una pañuelo para que no se notaran mis lágrimas.

-Adelante -indiqué serenó. Aunque mi voz sonaba quebrada. Ella abrió la puerta y asomó su rostro. Enseguida sus hermosos cabellos se asomaron y su pequeña silueta embriagó mis ojos-. ¿Qué sucede? -pregunté como si me supiera a mierda su presencia, cuando con solo mirarla, sentía mi cuerpo temblar.

-No puedo dormir...

Me sorprendí porque no esperaba su respuesta.

-¿Quieres que duerma contigo? -pregunté nervioso esperando su respuesta.

-Sí, por favor -musitó mordiendo su labio, provocando con eso que mi boca se aguara y mi piel reaccionara de una manera que tenía años no experimentaba.

Las manos me temblaron y el corazón se aceleró. Nunca imaginé que Helen me iba a pedir que durmiera con ella.

Así que segundos después conduje mi silla de ruedas y la seguí en silencio. Ella me ayudó a cambiarme de nuevo con mano temblorosa y se acostó a mi lado.

Esa noche estuvo inquieta de nuevo, al parecer tenía pesadillas y yo quería protegerla hasta de sus más graves sueños. No pude evitar abrazarla con cuidado. Sentí cómo enseguida durmió profundamente y yo... yo también lo hice porque estaba entre sus brazos, esos brazos que me brindaban la calma y tranquilidad que hacía mucho no sentía.

            
            

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