Me quedé estática apretando los puños de mis manos con molestia, ahí estaba de nuevo tratándome como sirvienta; pero asentí con la cabeza y tomé las maletas. Segundos después volví a quedarme paralizada cuando la mujer que estaba con Marina preguntó por la esposa del señor.
-Me muero por conocer a la esposa de Dylan, imagino que debe ser una mujer muy hermosa, como para que tú hermano se haya casado con ella.
-Ya la has conocido querida. ¡Helen! ven niña, Amanda quiere conocerte.
-¡¿La criada?! -Abrió los ojos como platos por la sorpresa.
Me di media vuelta y con molestia en mis manos se la tendí.
-Helen Fonseca.
La chica me miró con una sonrisa altiva sin ni siquiera darme la mano.
-Mi nombre es Amanda, soy la hermana gemela de la esposa, bueno... -Corrigió: -La ex esposa de Dylan.
«Justo lo que imaginaba», pensé. No había otra explicación a su parecido con ella al menos que fuera su hermana gemela.
Subí las maletas a una habitación y bajé de nuevo aprovechando que ellas estaban distraídas para ir a ver a Alejandro.
-¡Ay pero si parece una niña! -Escuché decirle Amanda a Marina.
-Es un cuento largo, te pondré al día -respondió Marina mientras la arrastraba por las escaleras.
Suspiré con pesadez. No aguantaba a una bruja y me iba tocar aguantar a dos.
Me dirigí al jardín cuando me percaté que todos estaban ocupados. Apenas llegué a la fuente Alejandro me esperaba recostado de la pared.
-He venido rápido Ale, si mi esposo nos ve puede matarnos -susurré nerviosa, sintiendo cómo el miedo se posaba en mi vientre
-¿Tu esposo, Helen? Y pensar que alguna vez pensamos en casarnos después de culminar nuestras carreras. -Se acercó a mí y tomó mi rostro.
-Lo siento Ale, lo siento tanto. -Bajé la mirada.
-Te amo tanto Helen, tanto mi amor. -Besó mis labios y yo gustosa le devolví el beso.
-Yo también te amo y te pido por este amor que sentimos que te vayas de la mansión -supliqué con las manos.
-¿Por qué si me amas no me quieres cerca de ti? ¿O acaso ganan los lujos de rico que te da ese idiota?
-No digas eso. -Mis avellanas lo miraron con un brillo a punto de llorar.
-¿Entonces por qué me pides que no esté cerca de ti?
-Mi esposo... Dylan es un monstruo, me amenazó con no ver a mi madre de nuevo si volvía a verte.
-¡Entonces él sabe que tenías una vida, que tenías un novio! Y a pesar de eso te obligó a casarte.
-No es eso Ale, no sé cómo, ni quién, pero nos vieron basándonos en el centro comercial.
-No me importa tener que enfrentarme a él si es necesario, no me voy a separar de ti jamás. Vamos a huir Helen, vámonos juntos.
-Mi madre, no puedo dejarla. -Bajé de nuevo la mirada.
-Después que la operen y ella esté bien podemos hacerlo y llevarla con nosotros. Yo tengo el dinero que me dieron mis padres para mis estudios, no me importaría tomarlos si con eso voy a estar cerca de ti. Acércate a él, trátalo bien para que se agilice la operación de tu madre y apenas ella esté recuperada, nos vamos.
Lo besé con ternura y amor al escucharlo decir la manera cómo me apoyaba. Y aunque odiaba a Dylan, si todo era por mi madre debía hacerlo, debía seguir con el plan que me estaba proponiendo Alejandro.
Esa noche volví a la mansión con la idea de convencer a Dylan que me dejara ver a mi madre y así saber cómo iba ella con todos los procedimientos para operarla.
Iba subiendo las escaleras a mi habitación cuando Amanda me tomó por el brazo.
-Escúchame bien criada, ya Marina me contó quién eres y por qué Dylan se casó contigo. No voy a permitir que te quedes con alguien que me pertenece a mí.
Me solté de su agarre molesta.
-No sé de qué hablas, yo tampoco quiero estar aquí, si pudiera irme créeme que lo haría -apreté los dientes mientras contestaba todo aquello.
-Eso espero, y que los lujos y el dinero no se te suban a la cabeza. Y como tú no quieres nada con Dylan vas a tener que inventar cualquier excusa para no ir a la cena de esta noche y yo poder estar cerca de él.
Rodé los ojos con molestia. Los planes de acercarme a Dylan estaban un poco difíciles con esa mujer al lado. La miré con enojo y me dirigí a la habitación.
Estaba triste, agobiada, llena de dolor y resentimiento por todas esas personas que me rodeaban. Estaba cerca de un mundo de víboras que esperaban mi muerte para degustarse de mis carnes.
Comencé a llorar odiando el maldito día que Dylan decidió casarse conmigo.
-¿Por qué lloras, Helen?, ¿qué te pasa? -preguntó entrando por la puerta y acariciando mis cabellos con una ternura no muy propia de él.
Volteé a mirarlo con odio en mis ojos, pero tenía que guardar todos esos sentimientos negativos si quería salir de eso cuanto antes.
-Extraño a mi madre y quiero verla.
Me indicó que podía hacerlo y eso me alegró mucho. No parecía una persona tan mala después de todo. Luego de platicar por algunos minutos me pidió salir a cenar, pero las palabras de Amanda retumbaban en mi cabeza una y otra vez, así que me excusé diciendo que me sentía indispuesta.
-Como quieras. -Estaba molesto, yo lo sabía.
Me quedé en la habitación con una sensación amarga en mi pecho. Las horas pasaron y yo no pude conciliar el sueño así que bajé a la cocina por un vaso con agua o una leche tibia para poder dormir.
Caminé por el pasillo y vi cómo Dylan venía entrando con una Amanda muy sonriente. Allí una extraña sensación se apoderó de mí, sentía rabia y tristeza a la vez.
-¿Qué te pasa, Helen? No sientes nada por ese hombre, no deberías sentirte así -dije para mis adentros.
Caminé sin mirarlos, como si no me hubiera importado ver a mi esposo y al hombre que odiaba con aquella mujer de largas piernas y busto extravagante.
Aunque tenía el autoestima alta en ese momento me sentí como lo que era: una niña inexperta y sin gracia.
Tomé la leche de la nevera y la calenté en el microondas para luego volver a mi aposento. Sin embargo, para mi sorpresa, mientras subía por las escaleras pude ver a un hombre entrar a la habitación de Marina sin hacer ruidos.
-¿Quién será este hombre? ¿Y por qué entra así para que nadie lo vea? -me pregunté intrigada.
Sin tomarle importancia y con la cabeza llena de dudas pensando lo peor de Dylan y Amanda, me acosté a tratar de conciliar el sueño.
Enseguida me encontraba en casa de mi madre, yo tenía unos cinco años y mi padre discutía con ella porque la comida que le había servido estaba fría, él estaba borracho y mi madre temblaba del miedo.
-¡Nunca sabes hacer nada bien! -le gritó.
-Enseguida lo caliento, Arturo -musitó mi madre comenzando a llorar.
Mi padre le arrancó el plató a mi madre y comenzó a golpearla tan fuerte, se oían los golpes en toda la casa. Mi madre lloraba bajito, aunque yo podía verlos por la rendija de la puerta, ella no quería que yo escuchara.
....
Desperté sudada, había sido una horrible pesadilla. Busqué a Dylan en la cama y no lo conseguí, así que miré la hora en el reloj de mesa que estaba junto a mi lado; eran las tres de la madrugada.
-¿Se habrá quedado a dormir con ella? -me pregunté con molestia.
Después de varios intentos por volverme a dormir decidí buscarlo, pero mientras bajaba las escaleras pude ver el hombre que salía del cuarto de Marina. La mujer de clase alta y dignidad se acostaba con Camilo el chófer, un hombre que no solo era de clase bajá y su empleado, sino que también era mucho mayor que ella.
-Jumm... La muy digna. -Pensé en voz alta.
Con las piernas temblorosas me dirigí al despacho de Dylan deseando que de verdad estuviera allí y no en el cuarto de Amanda siendo devorado por su encantador cuerpo.
Toqué la puerta y luego de unos segundos gritó de forma grotesca.
-¡Déjame solo por favor! -Su voz estaba quebrada.
-Soy yo, Helen ¿Puedo hablar contigo? -pregunté arrastrando las palabras.
-Adelante -me dijo.
Respiré profundo y abrí la puerta, estaba con una fotografía en sus manos, con la mirada perdida y un brillo en sus ojos de tristeza.
En ese momento me pregunté quién era Dylan Mayora, quién era realmente él; un hombre sumergido por la oscuridad, lleno de tristeza y de pocas esperanzas o el egocéntrico altivo y arrogante que todos detallaban, o sencillamente ambas.
-¿Qué sucede? -Colocó la fotografía en la mesa.
-No puedo dormir.
-¿Quieres que duerma contigo?
-Sí, por favor.
Salimos del despacho, yo estaba básicamente en shock por lo que estaba haciendo. Lo ayudé de nuevo a desvestirse. Su cuerpo era realmente hermoso, no me había percatado de eso hasta que detallé los lunares de sus muslos y el camino de pelos en su vientre.
Me abrazó y me quedé profundamente dormida sintiendo el embriagador olor a perfume natural que brotaba de su cuerpo.
...
A la mañana siguiente los rayos del sol me despertaron, pensé que el no estaría en la cama a esas horas, pero para mi sorpresa estaba sentado a mi lado con un libro en la mano y unos lentes de leer .
-¡Rayos, qué Sexy! -exclamé para mí mordiendo mi labio inferior porque realmente se veía muy sexy-. ¿Por qué te casaste conmigo, Dylan? -pregunté sin entender la razón, ya que éramos tan diferentes. Él de clase alta, muy alta, lleno de glamour y yo una chica sin gracia y ordinaria.
-Te vi en tu graduación de la prepa, ¿de verdad no lo recuerdas? Chocaste conmigo ese día y desde entonces quedé flechado por ti. -Sonrió con timidez y pude notar cada hoyuelo en sus mejillas.
Abrí los ojos por la sorpresa, nunca imaginé que realmente pudiera sentir alguna atracción por mí.
-Ahora que lo pienso lo recuerdo, ese día había tenido un mal día aunque era mi graduación.
-Me gustas mucho Helen, me gustas más de lo que puedas imaginarte. -Tomó mis mejillas para besarme.
Ese beso, ese puto y apasionado beso, fue el beso más intenso y dulce que había sentido jamás.