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BRIANNA
Cuando salí de la última clase recibí un mensaje de Zayra.
Zay<3: S tuvo una emergencia familiar, voy a llevarla a casa. En mi casa a las cuatro?
Bri: Está todo bien?
Zay<3: Si, su madre tuvo un episodio.
La madre de Sasha tiene esquizofrenia.
Bri: De acuerdo. En tu casa. Avísame si necesitan algo.
Zay<3: 😘
Regresé a casa pronto. Una ventaja de estacionar lejos es que puedo salir rápido, si hubiera estacionado en el estacionamiento escolar aún estaría intentando salir. Cuando llego a casa no hay nadie. Apenas entro, tiro la mochila sobre la mesa y busco a Maya. La vecina de atrás suele vigilarla cuando no hay nadie en mi casa.
No está adentro así que voy afuera, pero tampoco la veo.
-¡Tamara!- la llamo varias veces y la vecina asoma la cabeza por la ventana. Es una señora de ochenta y cinco años. No tiene mucho para hacer.
-Cariño, hola. ¿Qué se te ofrece?
-Maya- hago puntas de pie para poder hablarle por encima de la cerca.
-¿Maya? No está conmigo, no la vi hoy- su cara se transforma en preocupación, una que me contagia-. No sabía que tenía que cuidarla hoy, creí que estaría tu padre.
-No, él salió temprano. Está bien, la buscaré -no me despido y salgo corriendo.
En el patio trasero no está por lo que voy a la casa y la busco en los escondites que antes solíamos jugar. Cuando era pequeña jugábamos a las escondidas con papá, Maya y yo, nos escondiamos en diferentes lugares de la casa y papá nos buscaba. Cuando dejamos de jugar ella siguió usando esos lugares para tomar una siesta. Pero ahora está ciega, no sé dónde se pudo haber metido y reviso en todas partes. Termino saliendo a la calle. Miro a todos lados y la llamo a los gritos, pero no responde ni con un ladrido.
Las manos empiezan a temblarme. Crecimos juntas, me moriría se le pasa algo. Doy vuelta la manzana y me cruzo con varios vecinos que me ayudan a buscarla.
Al cabo de una hora ya no sé qué hacer y tomo el consejo del vecino del almacén de tres calles de casa: llamar a la supervisión canina.
Vuelvo a casa corriendo y a lo lejos veo el Audi negro estacionarse frente de mi casa. Austin baja con su equipo deportivo y sus lentes de sol sobre sus ojos. Se cruza de brazos y se apoya en el auto.
Corro a él. Es lo último que me queda.
-Austin- llego agitada y me apoyo en mis rodillas para conseguir oxígeno.
-¿Si?
-¿Has visto a Maya? Escapó y no sé dónde está. Tamara tenía que vigilarla, pero no lo sabía y cuando regresé de la escuela ya no estaba. No sé dónde se pudo haber metido. La operamos la semana pasada de la vista, está ciega- él sabe quién es. La conoce.
-Pues, si- abrí los ojos enormes. Más aún cuando abrió la puerta trasera de su coche y Maya estaba acostada sobre su chaqueta del equipo durmiendo plácidamente la siesta-. Estaba a tres calles.
-Ah, Dios mío, gracias- quise moverla y se despertó. Le acaricié el lomo- ¿A dónde te fuiste, nena? Debiste esperarme.
Me hice a un lado y Austin la cargó en brazos hasta la puerta de mi casa y cuando la dejó en el suelo se fue a su plato de agua. Le dejé uno en cada rincón de la casa para que encontrará siempre dónde beber.
-Gracias, Austin.
-Un placer. Nos vemos mañana, nena- ya estaba dándome la espalda para cruzar la calle.
¿Olvidé mencionar que Austin Finnegan vive frente a mi casa?