El papá de mi bebé
img img El papá de mi bebé img Capítulo 4 Ojos Melancólicos.
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Capítulo 6 De empleo y otras preocupaciones. img
Capítulo 7 Revoltijo de emociones img
Capítulo 8 Cuentas, gastos y malestares. img
Capítulo 9 Agridulce visita img
Capítulo 10 Ser Insuficiente img
Capítulo 11 Culpa, remordimiento y sorpresas en la galería  img
Capítulo 12 Un buen hombre img
Capítulo 13 Más que simples emociones img
Capítulo 14 Correr el riesgo, es una opción. img
Capítulo 15 Las oportunidades hay que buscarlas img
Capítulo 16 ¡Quien lo diría! img
Capítulo 17 Mucho en que pensar img
Capítulo 18 Ni tan calvo, ni con dos pelucas. img
Capítulo 19 El empeño de la casualidad. img
Capítulo 20 Caballeroso y Elegante img
Capítulo 21 Pastel de agradecimiento. img
Capítulo 22 Subidas, bajadas... ¡No veo la hora de llegada! img
Capítulo 23 Lugar de recuerdos img
Capítulo 24 La casita del árbol img
Capítulo 25 Para el frio, algo acogedor. img
Capítulo 26 Las fresas con crema. img
Capítulo 27 Tanto que contar img
Capítulo 28 Más que decir img
Capítulo 29 Herida abierta img
Capítulo 30 Disparatadas emociones img
Capítulo 31 En la raya img
Capítulo 32 Una mala pasada img
Capítulo 33 Desconcierto img
Capítulo 34 Menos siempre es más img
Capítulo 35 Caballeros oxidados img
Capítulo 36 Verónica img
Capítulo 37 Acciones que desconciertan img
Capítulo 38 Cena para dos. img
Capítulo 39 Palabras sinceras img
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Capítulo 4 Ojos Melancólicos.

Había muchas cosas de ese viaje que Azucena ignoraba y que no eran sencillas de contar para mí. Después de bajar juntas al lobby de hotel de cacería nos separamos, volviendo a vernos horas antes que saliera el avión de regreso. Nunca le conté que hice durante los dos días restantes del paseo, por lo que fue fácil que asumiera que los había pasado en compañía del guapo galán con el que me dejó la primera noche, pero, no fue así.

- Por fa siéntate, es largo lo que tengo que decirte - intrigada y confundida, obedeció sin decir una sola palabra. La verdad no hacían falta, la expresión de su rostro hablaba por si sola. Fue entonces, cuando con mucha vergüenza me sinceré por completo...

Después de aquel delicioso momento de éxtasis que alcance gracias a las caricias de ese hombre, caímos vencidos por el sueño, completamente desnudos abrazados como dos amantes satisfechos. Entrada la madrugada, desperté gracias a la algarabía que formaron en el pasillo, los turistas que regresaban a sus habitaciones.

Tarde varios segundos en comprender en donde estaba y más lo que había hecho, el redondo desnudo trasero de a mi acompañante fue suficiente para recuperarme la memoria.

- ¡Dios mío que hice! - susurre avergonzada, por haber tenido sexo salvaje con un desconocido.

El episodio de arrepentimiento me duro poco, gracias a los recuerdos intermitentes que venían a mi mente, reviviendo el divino placer de estar entre sus brazos. Sin embargo, pensé que lo mejor era no estar allí cuando despertara, no quería involucrarme más profundamente, a fin de cuentas solo había sido placer y ya.

Sigilosamente, recogí el vestido que estaba en el piso, procesando lo atrevida que fui al dejarlo caer y desnudarme sedienta frente a ese papacito. Admito que moría de ganas por besarlo, por despedirme como debía ser, pero eso solo haría las cosas más difíciles para mí.

Antes de salir, lo admiré por un rato, grabe sus rasgos en mi memoria asegurándome de consérvalos como un maravilloso y preciado recuerdo, a fin de cuentas fue el primer hombre que me regalo un orgasmo; obviamente se ganó un lugar muy especial en mi corazón.

No dejé una nota o algún detalle de despedida, simplemente recogí mis tacones y tan silenciosa como un gato, salí de allí con una sonrisa satisfacción, aunque por dentro sentía una gran melancolía. De camino a mi cuarto, imaginaba que pasaría si me permitía darme la oportunidad de conocerlo, de dejarlo entrar a mi vida más allá que a entre piernas. Pero en todos los escenarios que me planteé, en todos vislumbre un terrible final, pues nunca fui buena con las relaciones ¿Por qué con él debería ser diferente?

Para mi sorpresa al regresar a nuestra habitación, sobre la cama encontré una nota de Azucena diciéndome que había conocido a un apuesto italiano que la había invitado a pasar el resto del viaje en su yate, bebiendo y teniendo mucho sexo, palabras textuales.

- ¡Esta loca! Irse a alta mar con un extraño a ver si la matan por allá - Fue mi reacción inicial, luego me di cuenta que no era nadie para juzgarla yo venía de hacer algo parecido.

No quise quedarme sola, después de todo había hecho una promesa en el avión y no podía faltar a ella. Además los primeros rayos de sol entraban por el balcón así que pensé en darme una ducha y bajar a la piscina. Nunca tuve miedo de encontrarlo por los pasillos y lugares públicos del hotel, por el contrario, creí que si sucedía sería una señal del universo de que debía darle una oportunidad.

Tomé el traje de baño más sexi que encontré entre los que Azucena me obligó a comprar, deje mi cabello suelto para que secara de forma natural y para completar la pinta, busque mis bellos lentes de sol. Me veía espectacular, no es por nada pero mis curvas son hermosas. Parada frente al espejo, pensé que de pronto era demasiado sensual para las siete de la mañana, tampoco quería ser una puta o algo por el estilo, por lo que opté por ponerme un sobretodo tejido que me aportó elegancia.

Bajé decidida a tomar el desayuno al aire libre, por lo que fui directamente a la estación de alimentos que estaba en la piscina. Me senté en la barra que estaba decorada con muchas frutas tropicales y arreglos de flores, que combinaban excelente con el bello día que estaba iniciando. Quise comer ligero, por lo que simplemente ordené una ensalada y jugo de naranja, además era lo que necesitaba para la pequeña resaca que cargaba.

A pocos lugares de donde estaba, había un joven solitario que parecía muy triste a simple vista. Su expresión se esforzaba por ocultar grandes sentimientos, al menos eso fue lo que me transmitió al verlo. Mientras comía lo observé por largo rato, apenas si tocaba la comida lo único que hacía era deslizar tu tenedor lentamente sobre plato, perdido en sus pensamientos.

No sé si fue lastima, curiosidad o esa nueva onda temeraria en la que estaba, lo que me motivo a ir en su auxilio, era como si una voz interna me dijera que era mi deber estar con él, que me necesitaba. Fue tanto así, que no pude ignorarla.

- Disculpa, ¿Está ocupado? - Sonreí y halando la silla junto a él.

Desencajado correspondió a mi saludo, parecía un adolescente perdido que no sabía cómo comportarse ante una chica. Era un hombre como de unos 38 años, usaba lentes correctivos su cabello reflejaba algunas canas y su piel estaba roja por el sol. Podría decirse que no era el más apuesto del lugar, pero esa aura melancólica que lo envolvía lo volvía el más interesante, sin duda alguna.

- No, para nada... Si quieres puedes sentarte.

- Muchas gracias, espero no importunarte... Es que no quiero comer sola.

- No te preocupes, no es ninguna molestia. Y te entiendo a nadie le gusta comer solo.

Entre más tiempo pasaba a su lado, comprendía que era bastante solitario, que llevaba consigo un peso enorme a cuesta del que no se sentía cómodo para hablar y siendo una extraña, no era nadie para preguntarle. Pero eso no evitó que me despertara una cierta ternura que no sabría describir, por eso decidí brindarle mi compañía.

- ¡¿Qué?! Debes estar bromeando, de verdad viniste a este paraíso en viaje de negocio... Eso suena tan triste.

- Si verdad, aburridísimo es lo que suena, pero así soy yo. Solamente vivo para mi trabajo, es lo que me define.

Sentí un pinchazo en el centro del pecho, de pronto me vi reflejada en ese solitario muchacho que desayunaba en completa soledad a quien le daba igual estar en medio un sueño caribeño, igualmente parecía vacío. Por esa razón, de cierto modo lo comprendí y así como Azucena fue en mi rescate, sentí que era mi deber ser una rescatista para él.

- Se bien de lo que hablas y te entiendo, el trabajo lo era todo para mi también... ¡Uff si te contara! Pero no creo que venga al caso hablar de eso, son mis vacaciones y pienso que también deberían ser las tuyas.

Me miró extrañado con una leve sonrisa. Me supongo que le pareció bastante atrevido que una desconocida quien no le había dicho ni su nombre le estuviera ofreciendo unas vacaciones, seguramente debí verme como la más barata de las ofrecidas, pero no lo hice con esa intención, por lo que poco me importó si tenía o no, esa opinión.

- Vamos, no me mires así. Sé que debo parecer una loca, pero no lo soy; te pregunto ¿Ya terminaste tus asuntos de negocios?

- Si - respondió tajante.

- Entonces, tienes el resto del día para ti ¿O ya tienes que ir al aeropuerto?

- En realidad, mi vuelo es en la noche.

- No se diga más, lo que queda de día lo pasaremos juntos. Personalmente me encargaré de borrar esa expresión triste de tu cara. Por cierto me llamo Ana, es un gusto.

Por alguna razón, no quise darle mi verdadero nombre, ese viaje se trataba de ser otra mujer, entonces porque no cambiar también de identidad; parecía simple sin mayores complicaciones, solo dos extraños que pasarían un día como amigos, compartiendo disfrutando de un hermoso día de playa.

- ¡Ahmm! Mucho gusto, mi nombre es Luis.

Quizás lo abrumé con mi propuesta, en su lugar habría salido corriendo si un hombre desconocido en traje de baño me pidiera pasar el día con él, por ese lado entendí sus balbuceos, pero a pesar de sus titubeos, decidió quedarse y hacer lo que le sugerí. Debo confesar, que no sabía por dónde iniciar, generalmente la de los planes altruistas era Azucena, empecé a arrepentirme, pero no tenía escapatoria, había sido mi idea y debía sacarla adelante.

Luis me hizo la tarea fácil, era un extraordinario conversador pese a su timidez, tenía un amplio repertorio de temas de conversación. Lo primero que hicimos fue pedir unas piñas coladas y realizar una larga caminata por la orilla del mar, en la que sin entrar en muchos detalles personales, nos fuimos conociendo.

- ¡Wow! Entonces tienes tu propia empresa de marketing... debes estar muy orgulloso.

- La verdad es que sí, pero... - Ahí estaba otra vez, la melancolía en su voz.

- ¿Qué pasa? Puedes decirme, te prometo que tu secreto estará a salvo conmigo, palabra de honor - coloqué que mis manos en posición de juramento y con ese gesto logré sacarle una sonrisa.

- ¿Te han dicho que eres una mujer muy dulce? - Me sonrojé con su cumplido, pues era la primera vez que me lo decían, así que apenas asentí tímidamente.

- No, tal vez sea este hermoso paisaje que me ha sacado ese lado, tal vez sea la buena compañía o quizás eres un gran adulador.

- Como crees, sería incapaz de insultarte haciéndote cumplidos vacíos, en los pocos minutos que llevamos de conocernos he visto que eres una mujer admirable. Mantienes una sonrisa, a pesar de esconder un gran dolor.

No me di cuenta en que momento habían cambiado los papeles, me sentí expuesta, pero al mismo tiempo comprendida pues nunca antes un hombre había puesto tanta atención en mí, sin que se lo pidiera, es más me atrevería a decir que sin esperar nada a cambio. Luis simplemente coloco su mano en mi hombro pidiéndome ver el océano en silencio, creo que ambos nos hacía falta algo así.

- Vaya, parece que estamos más rotos de lo que parecemos - Dije jugando con el agua en la orilla - ¿Qué es lo que no te hace sentir completo? - me atreví a preguntar sin rodeos.

La luz del sol hacia brillar las pocas canas que adornaban su cabello, era una imagen sobria pero al mismo tiempo intensa, como si el paisaje de alguna manera exteriorizara los sentimientos que llevaba reprimidos, para que simplemente los dejara salir.

- ¡Ay querida! - Exhaló hondo - La respuesta a eso es simple, una vida de soledad, en la que he caminado sin brújula sin estar seguro de quien soy.

Me costó entender a qué se refería, había mencionado antes que era un obsesivo con el trabajo, pero no me pareció que lo dijera en ese sentido, más bien había algo más profundo que no logré ver con claridad y que preferí no indagar.

- Te entiendo, la soledad es una amarga compañía, sin importar cuanto éxito tengas - Inspiré y miré al horizonte, reflexionando también en mi caso, que lucía muy parecido al suyo. Continuamos nuestro recorrido por la playa hasta llegar al malecón, hablábamos trivialidades, disfrutábamos la simpleza de nuestra compañía, desconectándonos de la áspera realidad que nos esperaba en casa.

- ¡Vaya parece que el tal Luis era especial! - Azucena interrumpió de golpe mi relato - La pregunta aquí es ¿Tuviste o no tuviste sexo con él?

-Eres imposible de verdad, puedes esperar a que termine de contarte...

- Vamos mujer, quiero la versión corta, o sea te acostaste o no, con el melancólico... ¡Di sí o no y ya!

Mi querida amiga me cortó la nota, por esa razón no quería contarle nada sobre Luis porque sabía que no lo entendería, pero bueno, ya estaba no iba a hacer nada dándole la versión larga, simplemente respondí su pregunta.

- Si, al final del paseo tuvimos la sesión de sexo más tierno que jamás haya tenido, nos despedimos jurando no volver a vernos... y ya eso es todo.

- ¡Bien! - Suspiró hondo - O sea que tenemos dos posibles padres parece ese bebé que llevas dentro, no es tan grave solo hay que hablar con ellos.

De pronto sentí la espalda tensa y me removí en mi asiento, esquivando la miranda de mi amiga, como un criminal que se ve acorralado con una confesión incompleta y ella al ser un sabueso, se dio cuenta de inmediato.

- ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué pusiste esa cara? Cándida Ruiz, ¿Qué no me estás diciendo?

Las palmas me sudaban frio por esa razón las frotaba contra mi pantalón, estaba muy nerviosa por proseguir con mi relato, pero había llegado a un punto sin retorno y "al mal paso darle prisa"

- Son tres Azu, son tres los posibles padres de este bebé.

            
            

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