Un matrimonio de conveniencia
img img Un matrimonio de conveniencia img Capítulo 3 Exigir explicaciones
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Capítulo 4 De descanso img
Capítulo 5 Se fue img
Capítulo 6 Lesionada img
Capítulo 7 Lo quiero img
Capítulo 8 Vibrador img
Capítulo 9 Lo volvió a hacer img
Capítulo 10 Doctor img
Capítulo 11 Mi mujer img
Capítulo 12 No te traicionaré img
Capítulo 13 La amaba img
Capítulo 14 Ansioso img
Capítulo 15 Visitar al médico img
Capítulo 16 Por poco la pierde img
Capítulo 17 Confía en mí img
Capítulo 18 Cuidarlo img
Capítulo 19 La familia Castillo img
Capítulo 20 Te ves más sensual que nunca img
Capítulo 21 No puedo soportarlo img
Capítulo 22 La fiesta img
Capítulo 23 Malentendido img
Capítulo 24 Encuentro img
Capítulo 25 Una distracción img
Capítulo 26 Ella golpeó al alcalde img
Capítulo 27 Seremos padres img
Capítulo 28 Confía en mí img
Capítulo 29 Engañada img
Capítulo 30 Máximo regresó img
Capítulo 31 Va por buen camino img
Capítulo 32 Otra vez img
Capítulo 33 El chisme del pueblo img
Capítulo 34 Nueva etapa img
Capítulo 35 Cenar con los pequeños img
Capítulo 36 Vas a apestar img
Capítulo 37 Esto es un error img
Capítulo 38 Los papeles de divorcio img
Capítulo 39 Buscar a Carolina img
Capítulo 40 Sí img
Capítulo 41 En la clínica img
Capítulo 42 Fuera de mi camino img
Capítulo 43 Ayúdame img
Capítulo 44 Decisiones img
Capítulo 45 Decidido img
Capítulo 46 Casi img
Capítulo 47 Mi hijo img
Capítulo 48 Recuperación img
Capítulo 49 Bernardo img
Capítulo 50 La llamada img
Capítulo 51 Videollamada img
Capítulo 52 Mío img
Capítulo 53 Juego limpio img
Capítulo 54 Aceptas img
Capítulo 55 Pequeño error img
Capítulo 56 Conspiración img
Capítulo 57 Juntos img
Capítulo 58 Un príncipe img
Capítulo 59 Atractivo img
Capítulo 60 Recuerda img
Capítulo 61 Gala img
Capítulo 62 Gala 2 img
Capítulo 63 Contrólala img
Capítulo 64 Sí img
Capítulo 65 Cómo está ella img
Capítulo 66 Revelaciones img
Capítulo 67 Secretos img
Capítulo 68 Regresar a casa img
Capítulo 69 Un momento importante img
Capítulo 70 Él se puso extraño img
Capítulo 71 Salir del hospital img
Capítulo 72 Disimulado img
Capítulo 73 Ayudar img
Capítulo 74 Otra vez img
Capítulo 75 Té de la tarde img
Capítulo 76 Recuerdos img
Capítulo 77 Estresada img
Capítulo 78 Encuentro img
Capítulo 79 Viajar img
Capítulo 80 Me crees img
Capítulo 81 Qué quiere ella img
Capítulo 82 Resuelto img
Capítulo 83 Cartas sobre la mesa img
Capítulo 84 Desaparecida img
Capítulo 85 Compromiso img
Capítulo 86 Compromiso II img
Capítulo 87 Un paseo por el museo img
Capítulo 88 El resultado de la prueba de embarazo img
Capítulo 89 Los preparativos de la boda img
Capítulo 90 La boda img
Capítulo 91 Muéstrame tu celular ahora mismo img
Capítulo 92 De regreso a la finca img
Capítulo 93 Emilia img
Capítulo 94 Cómo sucedió img
Capítulo 95 La verdad img
Capítulo 96 Seguir la tradición img
Capítulo 97 Respira hondo img
Capítulo 98 En el hospital img
Capítulo 99 Traición img
Capítulo 100 Mantener las apariencias img
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Capítulo 3 Exigir explicaciones

Antes de que Carolina pudiera reaccionar, la arrastraron hasta el despacho y la empujaron de cara a la puerta. Aunque vio la mano de Máximo, llena de cicatrices, no pudo prestarle mayor atención porque estaba justo detrás de ella, respirándole en el cabello.

No lo entendía. Aun cuando estuvo llena de miedo por un momento, la desagradable sensación pronto fue sustituida por cierta excitación.

"¿Qué dijiste?", le preguntó Máximo en la oreja en un susurro ronco y enfadado. Tenía una mano apretándole la cintura con casi demasiada fuerza y una pierna entre las suyas, además de las caderas pegadas a su espalda.

"¡Me... me trataste como si fuera una prostituta!", se quejó, luchando por respirar y mantener la compostura. Su presencia estaba mareándola.

Sin embargo, no imaginaba que para él pudiera ser igual.

Máximo no había experimentado una satisfacción tan intensa con una mujer, a pesar de que ni siquiera se besaron y ella no lo tocó en ningún momento. Después de dejarla en su habitación en medio de la noche, volvió a la propia y repasó en su mente el tiempo que pasaron juntos. Deseaba desesperadamente algo más, pero no se atrevía a volver. Si se despertaba y lo veía... Si lo rechazaba, no podría soportarlo.

El chico se encontró en una situación difícil. Apretándola contra la puerta y con sus cuerpos a escasos centímetros de distancia, tuvo que recurrir a toda su voluntad para resistirse a darle la vuelta y besarla. O ir más allá. Sin embargo, el comentario anterior sobre su masculinidad solo consiguió enfurecerlo.

"Te casaste por dinero, ¿verdad? Después de todo, el matrimonio implica sexo. Y si tienes sexo por dinero, eso te convierte en prostituta, ¿o me equivoco?", respondió con furia. "Ahora, dime, ¿¡cómo te atreves a cuestionar mi hombría!?".

Se retorció, apretándole aún más la cintura mientras empujaba sus caderas hacia delante. La chica soltó un pequeño gemido y él no supo si lo había entendido mal.

"¡No soy una... prostituta!", afirmó enfadada, tanto por sus palabras como por lo mucho que estaba disfrutando de la proximidad de su cuerpo.

"¿Crees que no soy un hombre?", preguntó moviendo las caderas para que Carolina pudiera sentirlo en su espalda. "¿Quieres que te demuestre cuán hombre soy?".

Carolina no era consciente de los demonios que se habían apoderado de ella, obligándola a pronunciar las siguientes palabras.

"¡Sí! ¡Muéstrame!".

Máximo se quedó momentáneamente atónito, pero pronto una sonrisa astuta se dibujó en su rostro. La chica estaba ante él con un ligero vestido veraniego; no pudo resistirse a deslizar los dedos por su muslo, haciéndola soltar suaves jadeos de placer.

Tras bajarse la cremallera del pantalón, inclinó el cuerpo de ella hacia delante; pero notó que la diferencia de altura sería un inconveniente.

"Cierra los ojos".

"¿Eh?".

"¡Que cierres los ojos!", ordenó y Carolina asintió, obedeciéndolo de inmediato. Sintió que le daban la vuelta y el aliento de Máximo le acarició el rostro. La chica soltó el joyero que aún sostenía e intentó tocarlo; pero él la detuvo.

"¿Puedo agarrarme a tus brazos? Llevas puesta una camisa, ¿verdad?", preguntó entre suspiros.

"De acuerdo", dijo mientras la soltaba. Carolina levantó las manos para aferrarse a los brazos de Máximo. Él miró sus labios sonrosados, que eran ligeramente carnosos, y la besó.

La muchacha deseaba poder acariciarle el cabello; sin embargo, le fue prohibido, por lo que se contuvo. En cambio, abrió la boca y él profundizó el beso. Sintió que la conducía hacia algún lugar, hasta que la levantó del piso y la sentó en lo que reconoció como una mesa.

Incapaz de resistirse por más tiempo, subió las manos hasta su cabello. Máximo se detuvo por un instante, cuando los dedos se deslizaron sobre la calva en su sien. Como a ella no parecía importarle, dejó que lo tocara solo ahí.

"¿Todavía te duele?", murmuró en medio de los besos.

"No", mintió ella, saboreando la sensación de aquellos labios sobre los propios.

Los dos capataces esperaron fuera hasta que oyeron caer cosas al piso y consideraron si debían entrar. No obstante, se detuvieron de golpe al oír los fuertes gemidos de Carolina.

"Creo que...".

"Deberíamos irnos. Los jefes ya lo solucionaron", dijo el más bajo, y juntos abandonaron el lugar.

Dolores, que se había quedado cerca, sonrió al escuchar a la chica. En el fondo de su corazón, deseaba con honestidad que ambos pudieran ser felices juntos, ya que ella le parecía una buena persona. Por tanto, sin perder la feliz sonrisa en sus labios, se retiró.

Máximo y Carolina respiraban con dificultad. Él le puso la mano detrás de la cabeza y la atrajo hacia sí. Tenía la mejilla apoyada en el pecho. Incluso si no se quitó la camisa, Carolina podía sentir el calor que emanaba de su piel y los latidos de su corazón.

'¡No puedo creer que lo hiciéramos de nuevo!', pensó, mordiéndose el labio mientras mantenía los ojos cerrados.

Hacía mucho tiempo que Máximo no tenía intimidad con una mujer, por lo que no estaba seguro de si la necesidad de estar junto a ella se debía a la prolongada abstinencia o al hecho de que Carolina era diferente en realidad. En cualquier caso, le aliviaba sentirse menos tonto como hombre y, a juzgar por la reacción de ella, le parecía que disfrutó lo que hicieron juntos.

'Las prostitutas saben fingir de maravilla', sonó una voz amarga en su mente.

"Mantén los ojos cerrados. Te ayudaré a llegar a la puerta", le dijo. Carolina arrugó el entrecejo.

"Quiero verte".

"No", respondió él con brusquedad.

"Pero... ya somos íntimos. ¡Estamos casados!", protestó, aunque no abrió los ojos.

"Dije que no. Solo me permites tocarte porque no me has visto".

"¡Eso no es verdad!", replicó indignada.

"Entonces, ¿eres tan profesional que puedes pasar por alto mi aspecto?", inquirió manteniendo ese tono desagradable. Carolina comprendió a qué se refería. Incluso de hallar las palabras correctas, estuvo segura de que no podría describir el dolor que la atravesaba.

Lo apartó de un empujón manteniendo los ojos cerrados y se levantó de la mesa, casi tropezando.

"¡Eres un imbécil!", se quejó, conteniendo las lágrimas. "Te di mi virginidad, ¿¡cómo puedes decir eso!?".

"¡Nada que una simple cirugía no pueda resolver!", se burló.

Carolina gritó de rabia, dio unos pasos hacia delante y abrió los ojos para ver por dónde iba. Se fijó en el joyero que estaba en el piso y, con el impacto de la caída, se abrió para exponer un impresionante collar de diamantes. De una patada lo apartó y abandonó furiosa el despacho.

Máximo, quien fue testigo de todo, negó con la cabeza.

'¡Si cree que me engaña, se equivoca!', pensó, enojado.

Mientras tanto, César estaba en la capital, furioso a más no poder.

"¿Qué pasa, hijo mío?", preguntó Yolanda, apoyándose en el marco de la puerta y mirándolo.

"No fue Eloísa la que se casó con Máximo", se quejó él, levantándose.

Su madre, una mujer mayor, entró en la oficina.

"Déjame ver a la chica", pidió.

César, quien tenía una foto de la familia Navarro en su computadora, abrió el archivo. Yolanda señaló a la impresionante joven de cabellos oscuros y ojos color miel.

"¿Es ella? ¡Pero si es bellísima!".

"¡No tan hermosa como su hermana, Eloísa!", se quejó César, señalando a la muchacha rubia.

Yolanda examinó a las dos jóvenes.

"Para mí, Carolina es más bella. Tiene un aura mucho más suave", afirmó. "La otra parece arrogante. ¡Fíjate en su expresión!".

Todos estaban de acuerdo en que la menor de las Navarro era preciosa, aunque tenía un carácter difícil por estar demasiado mimada. Sin embargo, César era consciente de que muchos hombres deseaban salir con ella, lo que le sumaba valor. Quería lo mejor para su hijo, lo cual incluía a una mujer digna de concebir los futuros herederos Castillo.

"Mamá, pero...". Empezó a protestar; fue interrumpido por la voz tranquilizadora de Yolanda.

"Cálmate, César", interrumpió su madre. "Míralo desde otro punto de vista", añadió, poniendo una mano reconfortante en el hombro de su hijo. "El que esta chica no sea tan solicitada como otras hace más probable que tenga los pies en la tierra y sea humilde. Nuestro muchacho necesita a alguien así, ¿no crees? Y recuerda que Eloísa ya lo ha rechazado sin la menor consideración. ¡Ni siquiera se dignó verlo!".

César frunció el ceño, pensativo. Al cabo de un momento asintió.

"De acuerdo, no diré nada a los Navarro. Al menos, todavía no".

Yolanda sonrió volviendo a centrar su atención en la foto de Carolina que había estado admirando. Algo en la chica le hizo pensar que sería la pareja perfecta para Máximo.

Más tarde, ese mismo día, Carolina permaneció encerrada en la habitación, perdida en sus pensamientos y rehusándose a bajar para comer. La puerta no tardó en abrirse con un chirrido.

Sobresaltada, la chica dio un respingo, sujetándose la almohada que tenía en el regazo, donde había estado leyendo un libro.

"Pero... ¿¡Qué demonios está pasando aquí!?", exclamó, ahora irritada.

Sin embargo, no había nadie delante de su puerta.

                         

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