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Las dramáticas y escalofriantes canciones inundaban el ambiente de la prisión de máxima seguridad. Guillermo había terminado ahí casi de manera voluntaria.
«Si esta es la única manera de poder estar cerca de Brooke, asumiré todos los riesgos».
Hace un año ya, se había trazado un riguroso plan entre Guillermo, y, sorprendentemente, el padre de Brooke.
No era secreto para ninguno el hecho de que ellos se odiaran a muerte, de hecho, la razón por la que Brooke había terminado en silla de ruedas, fue exactamente aquella enemistad, que hasta ese momento continuaba existiendo.
Raden, el padre de Brooke, estaba convencido de que Guillermo no merecía a su hija, no lo hacía a causa de los innumerables crímenes que él había llegado a efectuar; había usado a su hermano gemelo para hacerse pasar por él, ¿Qué clase de lealtad podría conocer Guillermo?
Su única señal de lealtad estaba en Brooke; él amaba a Brooke, lo hacía tanto que no le importaba pasar un tiempo en la prisión más peligrosa de todo el país, solo con la esperanza de que Raden cumpliera con su lado del trato: «solo serán tres años en los que te haré conocer el mismísimo infierno».
La idea de hacer sufrir a Guillermo de tal manera, era con la idea de que pagara sus crímenes mucho más rápido; al final de cuentas, su hija, Brooke, también estaba sufriendo debido a la ausencia de su novio.
Raden solamente lo hacía por su pequeña niña, solo lo hacía para poder alivianar un poco más su dolor. A pesar de que ella pensara que su novio había fallecido, ella se había sumido en una profunda oscuridad.
Esas fueron las palabras de Stefany, su compañera de piso, la última vez que se comunicó con Raden.
El único que podía sacar a Brooke de aquel abismo, era el mismo Guillermo, esa era la única razón por la que Raden había estado de acuerdo en perdonarle la vida. Su hija había convertido su hogar en un bosque de margaritas, y, antes de ser esperanzador; a los ojos de sus progenitores, era alarmante.
Los pensamientos de Guillermo se vieron interrumpidos por unos de los cuchicheos de algunos de sus vecinos de celda. Ellos habían sido encarcelados por el mismísimo Raden Simon, el padre de Brooke; por lo tanto, sus deseos de escapar de prisión y hacerle pagar a Raden lo que había hecho, aumentaban día tras día.
-¿Escucharon lo mismo que yo? - indagó con cautela uno de los prisioneros que tenía la pena más prolongada del lugar, a pesar de su corta edad. -El canalla tiene una hija - expuso con una sonrisa ladina -solo debemos llegar a ella y nuestra venganza va a penetrar hasta sus huesos - la ronca voz de ese hombre lo hacía ver mucho más tenebroso.
Las miradas se posaron sobre Guillermo, el cual, se había convertido lentamente en una de las cabezas de ese calabozo; sí, Raden planeaba hacerle vivir un infierno, pero no había quién se levantara en contra del joven prisionero.
Ellos estaban esperando a tener la aprobación de Guillermo, ¿Qué debería hacer él? Le había dado su palabra a Raden, estaría los años necesarios ahí, para poder intentar arreglar las cosas con Brooke. Pero ¡Esos desgraciados planeaban hacerle daño!
No era ningún secreto, no se detendrían hasta lograr su cometido, y con Guillermo en prisión no podía hacer nada para ayudar a su novia ¿O era exnovia?
Solo había una opción: Escapar de prisión, rompiendo su palabra e ir por Brooke.
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Una noche un poco tortuosa había pasado. Stefany había permanecido al lado de Brooke después de que ella se hubiera quedado dormida.
El corazón de Stefany dolía muchas veces, al pensar en su amiga; bien que desde el día en el que se conocieron, ella se había comportado con un poco de frialdad. La verdad era que, Brooke, se le hacía demasiado extraña, ¿Cómo era posible que una chica como ella se mostrara tan comprensiva y agradable?
En el día en que se enteró de lo que había sucedido en su vida, sintió como si algo dentro de ella se rompiera. No tenía ni la más mínima idea de que esa sonriente chica estuviera pasando un colapso emocional.
Para Stefany, había sido una gran fortuna el poder estar al lado de su amiga, en aquel intercambio.
No podría soportar la idea de dejarla completamente sola, y, según las palabras de Stacy, Brooke no era de la clase de chica solitaria; por lo que, saber de qué manera iba a digerir ese gigantesco cambio, era un poco complejo de conocer.
-Buenos días - dijo ella en un susurro.
Había dejado que Brooke durmiera un poco más de lo normal, al final de cuentas, no tenía importancia asistir ese día a la universidad. ¿No era así?
-¿Te has sentido mejor? - indagó con un tono lleno de preocupación.
Ella había mantenido un ojo abierto, no fuera que una vez más, a Brooke se le ocurriera salir en medio de la noche sin decirle nada a su compañera de piso.
-Lo estoy, no te preocupes demasiado - respondió esbozando una serena sonrisa.
Decía que lo estaba, pero su mente continuaba siendo torturada por aquellas imágenes que sería casi imposible borrarlas de sus recuerdos.
Stefany no se encontraba convencida de las palabras de su amiga, al final de cuentas, habían compartido un año en la misma casa. Era una experta en analizar el comportamiento de las personas y no se dejaría engañar por su amiga. Estaba claro que ella no se encontraba bien.
-No lo hago - afirmó elevando una de sus cejas, se puso rápidamente de pie y se encaminó a la cocina. -Buscaré algo para comer.
-Lo haces - masculló la más baja apretando sus labios con fuerza.
Debía encontrar una manera para eliminar cada uno de sus pensamientos intrusivos. No deseaba volver a tener esos sueños, no después de que pensara que las cosas estaban mejorando para ella.
Brooke había tenido un par de cambios; de alguna manera, sentía desconfianza de todas las personas que se le acercaban, más aún, de aquellos que tenían los ojos oscuros. ¿Tenía algo que ver con que Andrew tenía los ojos en esa tonalidad?