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¿Mi despampanante novio es millonario?

¿Mi despampanante novio es millonario?

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La relación entre Sophie y Gavin progresó desde su primer encuentro hasta intercambiar votos en menos de medio día. Sin embargo, después de su boda, Sophie se encontró con una revelación impactante sobre su esposo. La cuñada de Sophie una vez solicitó una gran suma de dinero, que Gavin le proporcionó sin dudarlo. Una mañana, mencionó que quería un auto nuevo. Para la tarde, había ganado una lotería que le otorgó el mismo carro que había deseado. Además, después de soportar el acoso de un jefe en el trabajo, al día siguiente se enteró de que este había sido despedido inesperadamente. ¿Era posible que Sophie se hubiera casado con un hombre que era un amuleto de buena suerte? La verdadera magnitud de su situación se le reveló solo cuando encontró una fotografía de ella etiquetada como "Sra. Hewitt" en las redes sociales. Fue en ese momento que se dio cuenta de que se había casado con uno de los hombres más ricos del planeta.

Capítulo 1 Un matrimonio por error

"No hago más que cuidarlos, a ti y al bebé, y ahora resulta que también tengo que ocuparme de tu hermana, Jason. ¿Qué crees que soy? ¿Tu sirvienta?".

"Baja la voz, Sophie puede oírnos", le dijo él en voz baja.

"¿Y qué importa si nos oye? De haber sabido que terminaría también a cargo de tu hermana, me habría casado con cualquiera antes que contigo".

Al escuchar la discusión, a Sophie Brooks se le agudizó el dolor de cabeza.

El día anterior había ayudado a su cuñada, Leyla Brooks, a lavar la ropa y, como consecuencia, se había resfriado, por lo que se sentía fatal.

Contrariada, se obligó a levantarse. Lavó los platos y luego fue a tocar la puerta del dormitorio de su hermano y su cuñada.

Su hermano mayor, Jason Brooks, abrió la puerta. De inmediato, Sophie notó un arañazo evidente en su cuello.

"¿Qué pasa, Sophie?".

Con un dejo de culpa, Sophie habló con una firmeza inusual en su voz: "Leyla comentó que el hermano de una de sus colegas es un buen partido. Hoy no tengo nada que hacer, así que pensé en salir con él".

Últimamente, Leyla le había dejado claro su descontento, sobre todo porque Sophie ya había rechazado una cita a ciegas.

Por eso, para evitar más conflictos y no poner a su hermano en una situación difícil, decidió aceptar la sugerencia de su cuñada.

Al escucharla, la expresión de Leyla cambió por completo. "¡Perfecto! Justo hoy él también está libre. Ya hice una reservación en el Moon Café. ¡Apúrate!".

Sophie asintió, regresó a su habitación por su bolso y se dirigió al Moon Café.

Una vez en el café, pidió el café más barato y se sentó junto a la ventana a esperar.

Poco después, un taxi se detuvo frente al local y de él descendió un hombre alto.

Vestía un elegante traje negro, era apuesto, irradiaba un aire de seguridad y aparentaba estar a finales de sus veintitantos.

Entró con paso firme y caminó directamente hacia Sophie, que lo miró sorprendida.

No pudo evitar preguntarse cómo el hermano de la colega de Leyla podía ser tan atractivo.

El hombre se detuvo a su lado y la observó con una mirada penetrante.

"¿Trajo su identificación y demás documentos?", preguntó.

Sorprendida por la pregunta tan directa, Sophie se puso de pie y respondió con honestidad: "Sí".

Últimamente había estado pensando en buscar un nuevo apartamento, así que llevaba sus documentos en el bolso.

"Entonces, vamos. No perdamos el tiempo", dijo él, cortante.

"¿Qué? ¿A dónde vamos?".

Sophie atribuyó al resfriado su lentitud para reaccionar.

"A registrar nuestro matrimonio", respondió el hombre con total naturalidad.

"¿Eh?". Sophie soltó una exclamación y retrocedió tan asombrada que perdió el equilibrio.

Cayó hacia atrás, pero el hombre la sostuvo con rapidez, atrayéndola hacia su pecho.

Apoyada contra él, Sophie podía escuchar el ritmo constante de su corazón y percibir el aroma limpio y tranquilizador de su ropa.

Sintió que el rostro le ardía mientras tartamudeaba: "¿No cree que esto es demasiado rápido?".

El hombre frunció el ceño y la soltó, visiblemente molesto. "Sí. Creí que teníamos un acuerdo, ¿o no?".

Sophie se mordió el labio.

Comprendió que Leyla debía de haberlo arreglado todo para que ella se mudara cuanto antes.

Tras un instante de vacilación, Sophie tomó una decisión. Casarse con él resolvería el problema de su hermano, así que decidió seguir adelante.

En el Registro Civil.

Durante todo el trámite, Sophie y el hombre apenas intercambiaron palabras. Su interacción fue tan fría que parecían estar gestionando un divorcio en lugar de una boda.

Al salir del edificio, el hombre le arrojó un juego de llaves.

"Déjeme su número. Le enviaré la dirección más tarde", dijo él.

Sophie sacó rápidamente su teléfono y, después de agregarla como contacto, el hombre se marchó sin decir nada más.

Ya en el taxi, el conductor preguntó con respeto: "¿A dónde nos dirigimos, señor Hewitt?".

"De regreso a la empresa", respondió el hombre con indiferencia.

"¿Y este auto?", preguntó el conductor.

"Deshazte de él", fue su escueta respuesta.

Sophie se quedó de pie, con las llaves en la mano, completamente confundida.

Todo parecía irreal, como si estuviera en un sueño muy extraño.

Tras unos instantes, todavía paralizada y sintiendo de nuevo el mareo, le envió un mensaje al hombre para pedirle la dirección.

Pasaron más de diez minutos antes de que su teléfono vibrara. El mensaje decía: "2018B, Kreles Road".

Junto a la dirección, apareció la notificación de una transferencia por diez mil dólares, acompañada de una breve nota: "Use este dinero si necesita comprar algo para la casa".

Sophie dudó si debía aceptar el dinero. Le tomó un rato encontrar el apartamento.

El apartamento, de unos cien metros cuadrados, constaba de dos dormitorios, un estudio, una sala y un balcón especialmente grande con una vista despejada. Aunque no estaba en una zona de lujo, una propiedad de ese tamaño se vendería normalmente por alrededor de un millón de dólares.

Se preguntó si estaría pagado por completo o si aún tendría una hipoteca.

Recordó que el hombre había llegado en taxi a la cafetería e hizo una suposición. "Seguramente la está pagando a plazos", murmuró para sí misma.

Respiró hondo y pensó en sus siguientes pasos.

Si el apartamento tenía una hipoteca, sentía la obligación de contribuir con los pagos, sobre todo porque planeaba vivir allí.

El eco del apartamento vacío resonaba mientras Sophie pensaba en lo que necesitaba con más urgencia. Al darse cuenta de que debía preparar la cena, decidió salir a comprar algunos utensilios de cocina básicos y algo de comida.

A pesar de su malestar, logró conseguir todo lo necesario, y la actividad física, sorprendentemente, la ayudó a aliviar el resfriado.

Cuando terminó, ya estaba anocheciendo. Tras dudar un momento, le envió un mensaje. "¿A qué hora sales del trabajo? Estoy preparando la cena".

Mientras tanto, en la oficina del presidente del Horizon Group, la tensión era palpable.

Un guardaespaldas entró con expresión preocupada y vaciló antes de darle a su jefe una noticia inquietante. "Señor Hewitt, me temo que hubo un error con el arreglo para su matrimonio".

"¿De qué estás hablando?", preguntó Gavin Hewitt, levantando la vista bruscamente. Su molestia era evidente.

Con la cabeza gacha, el guardaespaldas continuó: "La mujer con la que se suponía que debía casarse lo estuvo esperando un buen rato en la cafetería, pero no lo vio".

La mirada de Gavin se volvió gélida mientras procesaba la información.

¿Realmente se había casado con la mujer equivocada? ¿Quién era, entonces, la mujer con la que acababa de firmar los papeles?

No era la mujer con la que había acordado encontrarse y, sin embargo, aceptó casarse con él sin dudar. ¿Por qué había accedido con tanta facilidad?

"Como sea, el registro es legal. No importa quién sea. Presentaré la demanda de divorcio pronto. ¿Ya está reservado el vuelo del abuelo?", dijo Gavin con indiferencia.

El guardaespaldas respondió con respeto: "Sí, señor. Es dentro de diez días".

Gavin le hizo un gesto con la mano para que se retirara, y el guardaespaldas salió de inmediato.

Justo en ese momento, recibió un mensaje. Era de aquella mujer.

Mientras lo leía, Gavin entrecerró los ojos, ligeramente confundido.

¿Quién era esa mujer?

¿Cómo era posible tanta coincidencia? Llevaba un vestido rojo, tal como él le había indicado a la otra, y estaba sentada en el lugar acordado.

Tras reflexionar un momento, Gavin se levantó de su silla.

Mientras tanto, Sophie seguía sentada en el sofá, con la mirada fija en su teléfono.

Pensó que el trabajo de él debía de ser muy demandante; si hasta los altos ejecutivos debían tratar a su jefe con sumo cuidado, no podía esperar una respuesta inmediata.

Al pensar en su propio trabajo, Sophie no pudo evitar suspirar.

Trabajaba en una pequeña agencia de publicidad donde, para conseguir clientes, a veces tenía que soportar humillaciones y acoso.

Una cosa era sobrevivir y otra muy distinta era vivir de verdad, algo que se sentía como un objetivo inalcanzable.

La sola idea de tener que enfrentar de nuevo a su lascivo cliente, Vernon Gibson, al día siguiente, hizo que frunciera el ceño.

Sacó un medicamento para el resfriado de su bolso y fue a la cocina por un vaso de agua. En ese preciso instante, sonó el timbre.

Sophie corrió a abrir y se encontró con Gavin, de pie en el umbral, con el rostro serio.

Había vuelto.

De repente, a Sophie se le aceleró el corazón.

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