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Libros de Cuentos

Su amor envenenado y mi escape

Su amor envenenado y mi escape

5.0

Mi esposo, Austen, el hombre que todos percibían como un admirador incondicional, era en realidad el artífice de mi dolor. Me había castigado noventa y cinco veces, y esta era la número noventa y seis. De pronto, un mensaje de mi hermanastra Joyce apareció en la pantalla de mi celular. Era una foto de su mano perfectamente cuidada, sosteniendo una copa de champán, acompañada por la frase: "Brindando por otro triunfo. Él realmente me ama más". Un instante después, llegó un segundo mensaje. Esta vez provenía de Austen: "Mi amor, ¿estás descansando? He pedido al doctor que venga. Lamento que tuviera que ser así, pero debes aprender. Pronto volveré para cuidarte". Siempre supe que Joyce era el origen de mis desgracias, aunque jamás comprendí el engranaje completo. Creía que todo se trataba simplemente de la crueldad de Austen, alimentada por las intrigas de ella. Sin embargo, un día descubrí una grabación. La voz serena de mi esposo resonó en la silenciosa habitación: "...número noventa y seis, una mano fracturada. Espero que baste para tranquilizar a Joyce en esta ocasión, pero la deuda aún sigue. Hace quince años, Joyce me salvó la vida. Me sacó de ese auto en llamas durante el secuestro; ese día juré protegerla de todo y de todos, incluso de mi propia esposa". Mi mente se quedó en blanco: secuestro, auto en llamas, hace quince años. Yo era la niña que había estado allí. Yo fui la que sacó a un pequeño aterrado del asiento trasero, segundos antes de la explosión. Ese niño era Austen. Él me llamó su "pequeña estrella". Pero cuando regresé con la policía, otra chica estaba a su lado, llorando y tomándole la mano, era Joyce. Él nunca lo supo. Toda su retorcida lógica estaba edificada sobre una mentira. Joyce había usurpado mi acto heroico, y yo estaba pagando la condena. Cada fibra de mi ser solo gritaba una palabra: escapar.

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El hijo bastardo de él, la fortuna robada de ella

El hijo bastardo de él, la fortuna robada de ella

5.0

Encontré el documento por accidente. Aiden estaba lejos y yo estaba buscando los viejos aretes de mi madre en la caja fuerte, cuando mis dedos rozaron una gruesa y vieja carpeta que no reconocía. No era mía. Una etiqueta señalaba que era el "Fideicomiso de la Familia Herrera". Allí, se establecía que el principal beneficiario de la inmensa fortuna de Aiden no era yo, su esposa desde hacía siete años, sino un niño de cinco años llamado Leo Herrera. Además, la tutora legal de ese niño estaba listada como la segunda beneficiaria. Y esa persona era Haven Herrera, mi cuñada adoptada. El abogado de mi familia lo confirmó una hora después. Era un movimiento real, y estaba blindado. De hecho, se había establecido cinco años atrás. Al enterarme de eso, el celular se me resbaló de las manos, y un entumecimiento se apoderó de mí. Me había pasado siete años justificando la locura de Aiden, sus ataques de ira, su posesividad, creyendo que solo se trataba de una forma retorcida en la que me demostraba su amor. Me moví a trompicones por la fría y silenciosa mansión, hacia el ala este, donde escuchaba risas. A través de las puertas de cristal, los vi: Aiden tenía a Leo sentando en su rodilla, y Haven estaba a su lado, con la cabeza sobre su hombro. Junto a ellos, sonriendo y mimando al niño, estaban los papás de mi esposo, mis suegros. Eran la familia perfecta. "Aiden, finalmente se formalizó la transferencia de los activos de los Knox al fideicomiso de Leo", dijo su padre, alzando una copa de champaña. "Todo está bien sellado". "Así es", contestó mi marido, con calma. "El dinero de la familia de Charlotte siempre le perteneció al heredero de la familia Herrera". Estaba hablando de mi herencia, del legado de mi familia. Lo había transferido todo a su hijo bastardo. Había usado mi dinero para asegurar el futuro del resultado de su traición. Y todos lo sabían; de hecho, lo habían ayudado a conspirar en mi contra. Además, me di cuenta de que su ira, su paranoia, su enfermedad, no eran para todos. Básicamente era un infierno que había reservado solo para mí. Me alejé de la puerta, con el cuerpo tan frío como el hielo, y regresé corriendo a nuestra recámara, esa que habíamos compartido por siete años, y cerré la puerta. Miré mi reflejo, al fantasma de la mujer que alguna vez fui, mientras una promesa se articulaba en mis labios. "Aiden Herrera, nunca te volveré a ver", susurré.

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El juego cruel de él, el corazón roto de ella

El juego cruel de él, el corazón roto de ella

5.0

Estaba a punto de casarme con Holden Dalton, quien era el heredero de un vasto imperio inmobiliario. Durante tres años, el mundo fue testigo de nuestro romance de ensueño y de cuento de hadas: la pobre estudiante de arte que había logrado conquistar el corazón de un príncipe. Pero en la víspera de nuestra boda, descubrí la verdad: toda nuestra relación había sido una mentira; un cruel "experimento social" de tres años que él orquestó para humillarme y así entretener a su amor de infancia, Estella. La verdad salió a la luz a raíz de un accidente de auto que reveló mi embarazo de tres meses. Con el corazón destrozado, ingresé sola a una clínica y dejé atrás a nuestro bebé en una fría mesa de operaciones, pero mi dolor solo era parte de su diversión. Luego simularon un secuestro, y Holden eligió "salvar" a Estella sin dudarlo, dejando que yo cayera de un acantilado sobre una bolsa de aire, mientras sus amigos reían. En una gala benéfica para un centro de arte en el que yo había puesto mi alma, él le dio públicamente todo el crédito a esa mujer, señalándome como fraude. El escándalo resultante hizo que mi mentor muriera de un infarto. Ellos simplemente enviaron a su funeral un pastel de "condolencias" que decía en su alegre cobertura: "¡Lamentamos tu pérdida! ¡Otra víctima de la broma!". Y estaba firmado por ambos. En ese momento la última parte de mi corazón se transformó en piedra. Entonces me alejé de la tumba, tomé mi teléfono con manos temblorosas e hice una llamada. "Gael, perdí la apuesta. Estoy lista para irme", alcancé a decir con voz entrecortada.

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De prisionera a fénix: el arrepentimiento de él

De prisionera a fénix: el arrepentimiento de él

5.0

Durante tres años creí que estaba felizmente casada con Gavin, un luchador de MMA que apenas lograba salir adelante. Yo trabajaba en dos empleos para poder pagar las cuentas, cuidaba de sus heridas y pensaba que nuestro amor era lo único que lo sostenía. Sobre todo porque, tras un accidente de auto, perdí la memoria y él se había convertido en mi mundo entero. Una tarde, mientras fregaba el suelo de nuestra diminuta cocina, las noticias locales mostraron un titular: "El gigante tecnológico Gavin Hawkins, CEO de Hawkins Industries, anunció hoy su compromiso con la vicepresidenta Heidi Daniel". El hombre en la pantalla, de pie frente a un rascacielos y abrazando a una mujer deslumbrante, era mi esposo. Llevaba un traje impecable, tan distinto al luchador magullado que yo conocía. En su pecho reposaba la pequeña figura de pájaro que yo había tallado con esmero para nuestro aniversario, mientras la besaba de una manera intensa y posesiva. Mi estómago se retorció, mi cabeza comenzó a latir con fuerza y el filete que preparaba empezó a humear, llenando el apartamento con un olor amargo y quemado. Salí tambaleándome, detuve un taxi y pedí que me llevara a Hawkins Industries. Estaba desesperada por respuestas. Allí lo encontré, riendo con Heidi, como si yo no existiera. Ignoró mi llamada y me envió un mensaje: "En una reunión, cariño. No puedo hablar. Llegaré tarde esta noche. No me esperes. Te amo". Sus palabras se mezclaron con mis lágrimas. Un sollozo se me escapó, crudo y desgarrador. Un dolor punzante atravesó mi cabeza, y entonces los recuerdos regresaron. El accidente no había sido tal: Heidi conducía aquel auto, y Gavin, protegido de mi padre, había orquestado toda esta farsa, una cruel prueba de mi lealtad. Me lo había arrebatado todo: mi identidad, mi fortuna, mi familia. Me había hundido en la pobreza solo para comprobar si lo amaría incondicionalmente. No era un esposo, sino un monstruo... y yo, su prisionera. Pero la rabia helada que me recorrió despertó una determinación en mi interior: destruiría su mundo, empezando por fingir mi propia muerte.

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Su esposa no deseada y verdadero amor

Su esposa no deseada y verdadero amor

5.0

Yo, la obra de caridad de la familia Morgan, estaba secretamente enamorada de Desmond, su hijo mayor. Durante años, él me prometió un futuro, una vida en la que no fuera solo la huérfana que acogieron para mejorar su reputación. Luego, durante la cena en la que pensé que me propondría matrimonio, me presentó a su prometida, una hermosa heredera de una fortuna tecnológica. Mientras tenía el corazón roto, el hermano menor de Desmond, Antone, vino a consolarme. Me enamoré de él, pero pronto descubrí que yo solo era una pieza en su juego: estaba secretamente enamorado de la prometida de su hermano y me utilizaba para mantenerme alejada de ellos. Antes de que pudiera siquiera procesar esta segunda traición, los señores Morgan anunciaron que me casarían con un magnate tecnológico discapacitado en Seattle para asegurar un acuerdo comercial. El golpe final sucedió en el yate de la familia. Me caí al océano con la prometida de Desmond, y vi cómo ambos hermanos, el hombre que una vez amé y el que fingió amarme, nadaron hacia ella para salvarla y dejaron que me ahogara. A sus ojos, yo no valía nada. Solo era un reemplazo, un activo comercial y, en última instancia, un sacrificio que estaban dispuestos a hacer sin dudarlo. Pero no morí. Mientras el jet privado me llevaba a Seattle para casarme con un desconocido, saqué mi celular y borré todo rastro de la familia Morgan de mi vida. Mi nueva vida, lo que fuera que me deparara, había comenzado.

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