_ Para humillar a un hombre; vuélvelo un siervo. Para quebrar su carácter, quítale su libertad. Si quieres arrebatarle la dignidad; entonces despójalo de su nombre. Si una vez que le dejes sin linaje, y sin esperanza, tu príncipe se levanta, habrás vencido. Y que no se te olvide Artemían, si de veras quieres darle el lugar que le corresponde,enséñale a ser invencible, como una vez hice contigo.
_ No sé si podré hacerlo.
_ ¡Tienes que hacerlo! Por el heredero, por la vida del Rey y tu honra. Si logras convertirlo en el Príncipe digno de su legado, entonces tráelo al lugar donde todo comenzó.
Aslam Ambery escuchó en silencio aquella voz ronca, de un hombre forjado en las batallas más rudas, sin vestigio de humanidad. Quedó sumergido en la vorágine de un enigma. Las preguntas que se agolparon en la honda caída del pozo de la garganta, se convirtieron en palabras que nadie escuchó.
Los corceles corrieron agitados hacia el bosque. Los cascos rompieron las piedras, y la tierra tembló bajo aquella corrida. Como si la noche diera un aviso a las bestias, que todo estaba en peligro, que el estigma de la traición había cambiado la suerte de Los Reyes.
Dejaban atrás los gritos atormentados. Los trillos de sangre en los pasillos de La Casa Imperial, y un camino hacia una venganza interminable. Aslam III, el Príncipe Heredero de la Dinastía de los Inmortales, no lo supo entonces;le esperaba un destino que descorría una suerte adversa, que le proporcionaría las armas para forjarlo. Solo el futuro revelaría la fuerza que necesitaba para resurgir más fuerte; inquebrantable.
El silencio del Duque, los soldados allanando su estancia, y los muertos sobre el mármol, le dieron la respuesta que necesitaba. La pesadilla había comenzado.