"Bajo la Luna Roja"

El castillo de Raval, hogar ancestral de la familia, se encontró envuelto en un aire de opresión aquella tarde. Los ecos de los sirvientes y las campanas de la iglesia resonaban por todo el lugar, anunciando la llegada de una boda que no traería más que resentimientos y sacrificios. Aurora, hija única del Conde de Raval, estaba parada frente al espejo de su habitación, observando su reflejo con una mezcla de desconcierto y tristeza. El vestido blanco que cubría su cuerpo parecía más una mortaja que una prenda de boda.

No era amor lo que la unía a Maximiliano Devereux, sino una estrategia política que la obligaba a sacrificar su libertad en el altar de la venganza.

El matrimonio con Maximiliano era una consecuencia inevitable. Su padre, el Conde de Raval, había negociado la boda para reforzar su poderío. Aurora sabía que su padre no tenía intención de ver el matrimonio como algo romántico, sino más bien como un contrato para consolidar su dominio. Pero lo que más la dolía no era su destino, sino el hecho de que su esposo, el hombre que se convertiría en su marido, era un general conocido por su brutalidad y su semilla de venganza. Maximiliano no venía a casarse por amor; Venía a vengarse de su familia.

Maximiliano había jurado destruir a la familia de Aurora, y la boda no era más que una táctica para arruinar a su padre. Al ver a Aurora caminar hacia él, con su rostro lleno de confusión y resignación, Maximiliano no pudo evitar un destello de algo que no había anticipado: un sentimiento de arrepentimiento que se entrelazaba con su necesidad de venganza.

La ceremonia fue fría, casi deshumanizada. Mientras intercambiaban votos, ambos sabían que lo que los unía no era el amor, sino una enemistad profunda. Aurora veía a Maximiliano como un hombre que había arruinado su vida, y él, por su parte, veía en ella la representación de todo lo que odiaba. Pero entre ellos, una chispa de algo más comenzaba a arder, algo que ninguno de los dos entendía aún.