El verano se alejaba dejando paso al otoño, con un nuevo despertar ese año. Las montañas se veían imponentes desde lejos y las coníferas llenaban los caminos con sus hojas, que habían cambiado de color. El verde vivo se había convertido en amarillo anaranjado, en la mayoría de los casos, y en rojo, en los otros.
Los habitantes de Bariloche estaban felices, luego de un verano lleno de ilusiones, se preparaban para un otoño lleno de sorpresas.
Crista miraba con atención el paso de las hojas y las montañas a lo lejos esperando con anhelo el invierno. Quería ver, como lo hacía siempre desde todos sus diez y siete años, la nieve y el agua congelada que jamás dejaba de sorprenderla. El hielo y el frío cautivaban su alma desde que había nacido, y con entusiasmo, rendía honor a su nombre, controlando el hielo, a través de la alquimia. Su amor por este elemento la llevó a practicar el arte de la transmutación o transformación (como prefería decirle), y así se convirtió en una alquimista glacial.
Su cabello negro como el carbón, pero brillante y suave, volaba con el viento que atravesaba un pequeño cerro desde el cual ella miraba también la ciudad. Sus ojos celestes pálidos y con una pupila bien definida, como la de un perro siberiano, pero dulce e inteligente, se encontraban entrecerrados por la luz blanquecina del Sol que llenaba el ambiente de una calidez que se iba de a poco y resaltaba los colores derredor.
-¡Crista! ¡Debemos volver!-La llamó de inmediato, su compañera y amiga del Circo, Almendra, quien se había acercado hasta ella para avisarle que el maestro de ceremonias la llamaba.
Crista se sacudió el saco rosa lleno de hojas rojas y se dirigió hasta Almendra. Esta última, la miró expectante con sus ojos pardos, tratando de adivinar que se le pasaba a Crista por la cabeza, pues, a pesar de que miraba el tiempo con anhelo desde que la conocía, sus ideas y pensamientos variaban. Algo bastante raro a comparación del elemento que controlaba, ya que, el hielo llevaba un ciclo de derretimiento y congelación que era cíclico y nunca cambiaba.
Luego de que Almendra se rindiese ante la espera de alguna palabra de su misteriosa compañera, se quitó con un suave impulso de sus poderes alquímicos las hojas que llenaban su cabello rubio y le hizo un ademán a Crista para que volvieran al trabajo.
Las dos caminaron por el sendero ondulado que las conducía hasta la carpa, luego de pasar la fila de cabañas de madera en donde cada uno de los integrantes del Circo Couleurs, vivía.
La carpa del Circo, medía cuatro metros de alto y poseía tres puntas, una más grande en el medio y otras dos más pequeñas en sus extremos. El color de la carpa variaba dependiendo la estación del año, y como el otoño ya estaba en marcha, los colores eran amarillo pastel, rojo y naranja, haciéndole honor. A su vez, un gran cartel anunciaba el nombre del Circo en letras grandes y el lugar estaba adornado de guirnaldas con luces, que de noche se prendían para iluminar el ambiente, dándole colorido con pequeños cristales de colores frente a los focos. Aquella idea, había surgido de Crista luego de transformar colorantes naturales, de flores y frutas, con hielo, formando pequeños cristales de colores, que había enterrado en la nieve de las montañas mientras jugaba con los pequeños niños de los alrededores.
Almendra y Crista entraron agazapadas dentro de la parte trasera de las carpas y se dirigieron hasta los vestuarios.
-Almendra ¿Dónde está mi vestido?-Preguntó Crista, mientras revolvía en su cajón de madera que ella misma había fabricado con sus poderes.
Almendra se dio la vuelta, mientras se ponía la vestimenta ajustada de color verde en forma de hojas con lentejuelas, y le alcanzó el vestido.
-Lo habías dejado al lado del mío ayer ¿No te acuerdas? Tú misma decidiste ponerlo ahí para no tener que buscar en tu gran cajón-Exclamó con paciencia ante la poca atención de su amiga.
Crista se encogió de hombros sin responder y comenzó a vestirse.
Pronto, la función estaría por comenzar.
Los violines comenzaron a sonar y las luces se prendieron centrándose en el maestro de ceremonias que estaba a punto de dar comienzo a la función.
-¡Bienvenidos! Niños, niñas y adultos a la función del Circo Couleurs. Prepárense para asombrarse y deleitarse con un espectáculo que fascinará a cualquiera que haya perdido la alegría y hasta a quienes aún la sigan conservando como el primer día...-Siguió diciendo el maestro mientras Crista le echaba un vistazo a la gente detrás de los telones.
-Dentro de poco te toca-Le dijo Aeris a Crista mirándola sentada desde una silla dándose los últimos retoques de su maquillaje blanquecino, como la alquimista de la brisa.
-Lo sé-Le dijo ella tranquila. No era la primera función desde que se estrenaba ese espectáculo del Circo. Sin embargo, para Crista ningún día era igual que otro, lo mismo que pasaba con sus ideas y pensamientos.
-Suerte-Le dijo Feuer el alquimista de fuego. Uno de los alquimistas más importantes del Circo Couleurs, por su gran control de las flamas en el escenario, pues, su habilidad residía en lanzar fuego por la boca y la elaboración de fuegos artificiales para las funciones nocturnas.
Crista miró con atención a Feuer que le devolvía una hermosa mirada, segura, de color ámbar, mientras su cabello castaño resplandecía con las luces que iluminaban esa parte de la carpa.
Él, era uno de los más aclamados por el público que iba a ver la función seguidamente. Además claro, de las y los adolescentes que se dejaban deleitar no solo por sus ojos y habilidad con el fuego, sino con su esbelta pero fuerte figura y sus rasgos sutiles pero varoniles.
-Gracias-Le dijo ella con una sonrisa y luego se volvió hacía el telón.
-¡Que lo disfruten!-Concluyó el maestro de ceremonias en una voltereta hacía atrás desapareciendo detrás del telón con las luces apagadas.
Una luz blanca con una tonalidad azulada se reflejó en el centro del escenario iluminando a Crista que vestía un hermoso vestido de bailarina clásica, de color blanco, con pequeños detalles de lentejuelas de color celeste en forma de copos de nieve sobre el torso.
Crista tomó aire, cerrando sus ojos pintados de azul y sus labios de rojo, y luego lo expulsó mientras comenzaba a elevarse en una montaña de hielo, la cual salía de una pileta llena de agua que ella estaba congelando en el momento. Los violines comenzaron a sonar y varias luces se encendieron mostrando a niñas pequeñas con un atuendo parecido al de Crista y comenzaron a bailar a su alrededor.
Ella bailó en puntas de pie sobre la superficie del hielo y luego, al extender su mano hacia el público un tobogán de cristal se abrió paso frente a ella. Bajó mientras daba vueltas sobre sí misma y casi llegando al final, hizo una voltereta hasta caer frente al público, mostrándoles una sonrisa misteriosa y encantadora.
Los espectadores se sorprendieron y ovacionaron con fuerza, mientras las pequeñas bailarinas se reunían en torno a Crista.
Entre el público un joven espectador miraba con sorpresa a la joven protagonista, mientras actuaba sobre el escenario defendiendo a las pequeñas criaturas del lanzafuego, Feuer, quien derretía todo a su paso.
Crista se interpuso entre Feuer, y las niñas, lanzándole pequeñas montañas de hielo que él esquivaba en saltos, mortales y volteretas, mientras la música de los violines cada vez se hacía más intensa y una voz lírica se sumaba a la escena.
Al instante, Aeris pasó volando sobre ellos tratando de lanzarle ataques a Feuer con sus ráfagas de viento premeditadas que hizo volar apenas el cabello de los espectadores.
Unas risas se escucharon cuando un poco de brillantina se desparramó por la carpa y cayó en la cabeza de todos los que allí estaban. Los niños siempre eran quienes más lo disfrutaban.
Sin embargo, Feuer seguía con su danza y ataques, mientras Crista llamaba a la ayuda de Almendra quien con sus plantas acurrucó a las niñas y trató de envolver en un gran tronco a Feuer, que cada vez avanzaba más y más.
El tronco fue quemado en toda su extensión y un péndulo gigante, hecho por el alquimista de hierro y metal fundido, se posó sobre el escenario entre, Crista y Feuer, que luchaban con sus ataques mientras este iba de un lado a otro. El ritmo cada vez era más rápido y Feuer se estaba acercando a Crista.
El joven espectador de cabello rubio y ojos verdes, miraba con atención el espectáculo mientras apretaba con fuerza el folleto del Circo entre sus manos.
Era fuego y hielo, copos y chispas, naranja y blanco... Hasta que el choque de los dos fue en iguales partes y el resplandor de las llamas encandiló a los espectadores. Luego, una lluvia de copos de nieve comenzó a caer sobre las personas y llegó el final.
Crista lo miró con amenaza, pero Feuer se acercó hasta ella. La tomó de la cintura y fundió sus labios con los de ella.
Las ovaciones comenzaron desde la parte cercana al escenario y luego fue extendiéndose por los rincones.
Crista y Feuer se separaron y saludaron con una sonrisa al público.
Ella miró a la gente con sus ojos celestes llenos de alegría y no pudo evitar fijarla sobre un espectador en particular. El cual, al notar su atención posada en él, se fue inmediatamente de la carpa dejando a Crista desconcertada...
Heben salió rápidamente de la carpa, pero luego se quedó en el lugar.
Pensativo.
Por un instante, los ojos de Crista, su nueva enemiga, lo habían ¿Atraído?
Sacudió la cabeza ligeramente ante esa sola mensión.
Debe haber sido mi imaginación, pensó, mientras se sumía en el bosque, a la espera, como un lobo que está por cazar a su presa...