Los doctores dijeron que fue por causas naturales.
Un infarto.
Que su corazón se detuvo, que dejó de latir, así, sin más.
Supongo que a sus setenta y un años, su labor en este mundo se había terminado.
El cielo aún permanece nublado y
gris. Es como si este lamentara profundamente la pérdida de un ser humano que valdría incluso más de mil vidas, arropando sus inmaculadas nubes de luto. Mi abuela era
de acero inoxidable y las nubes lloran por ello.
El cielo permanece oscuro y triste. Las gotas aterrizan sobre mi cabeza,
mojandome para mantenerme despierta. Y aunque es un hermoso paisaje, es el
ambiente perfecto para un funeral.
Te extrañaré mucho, abue. No debiste irte, no debiste dejarme.
Tú no.
Hay treinta personas en total dentro de la casa. Treinta personas de las
cuales, sólo logro identificar
a mis padres.
¿Está mal que los vea sólo como hipócritas, cuando ninguno estuvo cerca de Sara ni un minuto cuando cayó en cama?
Por eso decidí escapar un momento,
y así fue como te encontré... O recordé que te tenía.
Tú fuiste un obsequio de
la abuela en mi cumpleaños número diez. Ella me
aseguró que tú serías mi mejor amiga, que podría confiarte mis secretos y que jamás me juzgarías, en ese momento me pareció tanto...
Como desearía que ella te hubiese
dejado en mis manos otra vez.
No sé a qué quería llegar, pero ahora que ella no está, agradezco tenerte conmigo.
Es todo, supongo, me espera un largo camino de lágrimas de nunca acabar, bordado con tristeza y
soledad.
Me acostumbraré. No hay de otra.
Para siempre tuya...
Romina
****
16 de enero, 2017
Querida Moon...
Sí, así me decidí a llamarte, supongo que como mi nueva amiga necesitabas de un nombre.
Luego de la muerte de la abuela Sara mi madre decidió que lo mejor sería alejarnos de su ambiente y empezar de cero.
Por lo tanto, nos mudamos.
La casa fue vendida una semana después de que enterraran su féretro. Mamá la dejó al mejor postor y
eso nos dio los fondos suficientes para transportar nuestras pertenencias. Que
la abuela le haya heredado la casa fue algo bueno, Supongo.
Pero sólo para ella.
Así fue como llegamos a
Londres. Y prometí hacer uso de todo el
aplomo que no poseo.
La nueva casa es mucho más pequeña, es de dos pisos y
desde la sala puedes ver parte de la cocina. Es extraño, estaba acostumbrada a los largos corredores
de la antigua casa. Al menos sigo teniendo mi propia habitación.
La casa está casi vacía y un montón de cajas están esparcidas por
todas partes, proporcionando un aire lóbrego al ambiente.
Llegamos hace sólo una semana y
aunque me gustaría poder decir
"es genial", "me gusta", "será un nuevo comienzo", siento ganas de vomitar con sólo pensarlo.
Y por supuesto debido a la mudanza mis padres se vieron en la ineludible
necesidad (ineludible para mi, genial para ellos) de cambiarme de instituto.
Cosa que no fue bien aceptada por mi, pero como siempre mi opinión es irrelevante.
No puedo opinar en la casa.
Ni a mis padres.
Ni conmigo.
Soy como una especie de muñeca de porcelana... Que se ha roto más veces de las que puede contar con los dedos.
En fin, Moon.
Hoy fue mi primer día en el nuevo instituto.
¿Podría decir que fue
interesante? No, creo que no.
Una chica llamada Stephani -o ese creo que era su nombre- me dio un recorrido por las instalaciones con el mismo
entusiasmo de una tortuga muerta. Me recibió la directora, me presentó a la chica y desapareció.
Muy protocolario.
Y soporífero hasta la muerte.
Aunque, podría decir que no fue
tan malo. Hice una amiga, o eso creo.
Su nombre es Tadaline y a pesar de que me pareció gracioso, pude deducir gracias a fuentes
confiables (me limité a observarla lo suficiente)
que no sonríe mucho.
Su piel es casi tan pálida como la luna y su cabello tan oscuro como la noche. Me siento poética esta mañana.
Sus ojos apagados se ahogan en un intenso color gris y es un poco más alta que yo. Ama vestirse de negro y odia el
color rosa. Lo sé porque le ofrecí un caramelo de fresa, ella lo rechazó y tomó el que era verde.
La bautice como Tada. Cuando se lo dije sólo se limitó a levantar una ceja acompañado de una sonrisa montesina, pero no objetó nada.
Esa fue la primera reacción que tuve de ella en toda la mañana
También noté (con disimulo ya que no quería incomoarla) como diminutas cicatrices, casi
como rayones que rozan lo invisible, adornaban meticulosamente sus brazos; por
debajo de su sudadera.
No dije nada al respecto.
Tadaline me agradó y creo que yo también a ella. Y a la chica que me dio el recorrido no volví a verla en todo el día.
Me alegré, porque ella sí que no me agradó.
. . .
Papá me llevó a mi nuevo colegio porque madre lo obligó, prácticamente. Aunque él no quiera admitirlo, muy en el fondo, sé que la detesta.
El camino fue silencioso y algo tenso, se le había hecho tarde para ir a su nuevo trabajo como
agente ejecutivo. Mamá no tiene empleo, al
contrario, creo que está volviendo a gastar dinero en alcohol.
Sólo espero estar
equivocándome, no quiero
volver a pasar por la misma situación asfixiante de hace dos años.
La relación de mis padres no
está en las mejores
condiciones, mi querida Moon. Eso desde hace años, sinceramente. Me pregunto, ¿qué es lo que los mantiene unidos (encadenados) al otro?
Sólo sé que el amor es algo de lo que carecen desde
mucho antes de que yo naciera.
-Pídele a tu madre a que
pase por ti -sugirió sin mirarme cuando estuve fuera del auto.
Sonreí con esfuerzo y me
despedí. No lo haré, no llamaré a mamá. Viajar con ella es
casi tan agradable como tener agua dentro de los pulmones.
Con ella los minutos se vuelven años.
La relación con mi padre es
nueve veces mejor que con la mujer que me trajo al mundo, pero últimamente no hablamos mucho, él siempre está estresado, cansado, enojado. Y yo intento no
acercarme, comprendo que él necesite su espacio.
Pero ¿importa lo que yo
necesito?
Tambien soy plenamente consciente
de que si papá explota, arremeterá contra cualquiera que esté cerca. No me gustaría ser el blanco de sus frustraciones. He sido el
de mi madre por años.
Así que aprecié el ofrecimiento de llamar a mi madre, pero opté por declinar con toda intención. Serían veinte minutos de martirizante trayecto.
Tengo piernas, ¿por qué no usarlas?
Querida Moon, te escribo desde el patio de mi nuevo colegio, con la única persona con la que he mantenido conversación por una mañana completa a unos centímetros de distancia, cortando delicadamente la
piel de sus brazos, con sus uñas. Lo hace con tanta gracilidad que da la impresión de que sólo acaricia su piel. Y estoy casi segura de que cree que no lo he
notado.
Quizá algún día le pregunte por qué lo hace... Pero por el momento dejemos las cosas como están.
Ya es hora de volver a casa, Moon. Me espera un largo trayecto y será mejor marcharme ya.
El sol será mi acompañante.
Para siempre tuya...
Romina.