El eco de los tacones de Isabella Moretti resonaba en el pasillo de mármol del edificio Moretti Enterprises. Su porte impecable, su vestido negro perfectamente ajustado y la mirada gélida con la que atravesaba la oficina la convertían en una figura imponente, casi inalcanzable. Nadie osaba detenerla cuando avanzaba con determinación, mucho menos cuando su teléfono vibraba en su mano con el nombre de su padre en la pantalla.
Respiró hondo antes de contestar.
-Papá.
-Espero que ya tengas el vestido listo. La cena con los De Luca es esta noche, y quiero que te comportes como corresponde.
Isabella sintió cómo su mandíbula se tensaba.
-¿Por qué insistes en seguir con esto? Sabes perfectamente que no voy a casarme con Alessandro.
-No tienes opción, Isabella -respondió con la frialdad que solo un hombre como Vittorio Moretti podía tener-. Este matrimonio es más que un capricho. Es la consolidación de un imperio.
-¿Y yo soy la moneda de cambio?
-Eres la garantía de que la empresa seguirá en manos fuertes.
La sangre le hervía. Isabella había luchado durante años para demostrar que no necesitaba de un hombre para manejar la compañía. Había tomado decisiones estratégicas que salvaron el negocio en más de una ocasión, pero nada de eso parecía importar. Su padre aún la veía como una pieza en su tablero de ajedrez.
-No voy a permitirlo -declaró, con la voz más firme de lo que se sentía por dentro.
Vittorio soltó un suspiro cansado.
-No harás una escena, Isabella. Esta noche anunciarás tu compromiso.
Y colgó.
Isabella sintió que el aire en su oficina se volvía más pesado. Miró su reflejo en los amplios ventanales: una mujer fuerte, exitosa... pero atrapada.
No. No iba a dejar que su padre decidiera su vida. Si él quería una garantía, ella se la iba a arrebatar de las manos.
Un plan comenzó a tomar forma en su mente.
Necesitaba casarse antes de que su padre pudiera cerrar el acuerdo. Y no con cualquiera. Debía ser alguien sin poder, sin dinero, alguien que no representara una amenaza para su independencia.
Alguien que nunca podría encajar en el mundo de los Moretti.
Adrián Torres apagó el último cigarro en la mesa de madera carcomida por los años. El pequeño bar en el que se encontraba apenas tenía un par de clientes dispersos, sumergidos en su propia miseria. La televisión en la esquina pasaba un combate de boxeo, y aunque solía evitar ese tipo de recuerdos, no pudo evitar mirar.
Un par de años atrás, él estaba ahí, en ese ring, con la adrenalina corriendo por sus venas, con un futuro que parecía prometedor. Hasta que todo se derrumbó.
Hasta que lo perdió todo.
Ahora era solo un hombre más, sobreviviendo con trabajos esporádicos y manteniéndose lejos de problemas. Pero la vida no tenía intención de dejarlo en paz.
La puerta del bar se abrió, y todos giraron la cabeza.
Era una mujer. Pero no cualquier mujer.
Cabello castaño oscuro recogido en un moño perfecto, tacones que no pertenecían a un lugar como ese y una mirada que podría congelar el infierno.
Adrián no apartó la vista cuando ella se acercó.
-Adrián Torres.
El modo en que pronunció su nombre le indicó que no estaba ahí por casualidad.
-¿Quién pregunta?
Ella deslizó una tarjeta sobre la mesa. Su nombre, su cargo. Moretti Enterprises.
-Necesito que te cases conmigo.
Adrián arqueó una ceja.
-Tienes que estar bromeando.
-Estoy completamente seria. Y te pagaré por ello.
La risa áspera de Adrián se perdió en el aire cargado de humo del bar.
-Creo que te equivocaste de tipo.
Pero Isabella no se movió. Lo miró como si analizara cada centímetro de su rostro, como si ya hubiera decidido que él era su única opción.
-Tienes algo que quiero, Torres. Y yo tengo algo que tú necesitas.
Adrián entrecerró los ojos.
-¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que crees que necesito?
Isabella se inclinó ligeramente hacia él, su voz un susurro implacable.
-Una segunda oportunidad.
Y en ese instante, Adrián supo que su vida estaba a punto de cambiar.