"¿Weldon regresa a casa?".
Everleigh Lewis, con más de ocho meses de embarazo, estaba en el cuarto de los bebés, doblando con esmero la ropa nueva que había comprado, cuando oyó a los sirvientes hablar de Weldon Harris.
Sus ojos se abrieron de par en par, desbordados de sorpresa.
Se preguntó si su embarazo era el motivo de su regreso.
Una felicidad inmensa la inundó y sus manos comenzaron a temblar. Estaba extasiada.
Weldon era el padre de sus bebés.
Sin embargo, desde que se casaron, solo lo había visto una vez. Él se marchó esa misma noche y nunca regresó. Everleigh no volvió a verlo.
"Bebés, sé que a su papá no le gusto, pero no importa. Lo único que importa es que los vea llegar a este mundo. Seré la mujer más feliz del mundo".
Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras se acariciaba el vientre abultado. Su hermoso rostro resplandecía de alegría.
Dos días después, tal como se esperaba, el primogénito de la familia Harris, ausente desde su boda, regresó por fin.
Sosteniéndose el vientre con ambas manos, Everleigh bajó las escaleras tan rápido como su estado se lo permitió al oír voces en el vestíbulo.
Sin embargo, la sangre se le heló en las venas al llegar al descanso de la escalera. Su mirada se clavó en la mujer que estaba de pie junto al hombre que tanto anhelaba.
"¿Qué significa esto, Weldon? Te pedí que acompañaras a tu esposa durante el parto. ¿Por qué trajiste a esta mujer contigo?".
"¿Acaso no es obvio? Te dejé muy claro que este matrimonio no significa nada para mí y que voy a casarme con Raelynn Griffiths. Aquí está, a mi lado".
Weldon llevaba un rompevientos negro y ligero. Su rostro, de facciones cinceladas y atractivas, mantenía una expresión gélida, y sus ojos profundos se clavaron en los de su padre. Un aura glacial lo envolvía.
Trevor Harris, el padre de Weldon, se enfureció al oírlo.
"¡Infeliz! ¿No te das cuenta de que Everleigh está a punto de dar a luz? ¿Cómo puedes decir algo tan cruel?".
"¿Y qué? Solo estoy diciendo la verdad. Si no me hubieras drogado en la noche de bodas, ella ni siquiera estaría embarazada. ¡Esos niños no merecen nacer!".
Un silencio sepulcral se apoderó de la estancia.
Pero esas palabras retumbaron en los oídos de Everleigh.
Sintió una punzada en el pecho, un dolor tan agudo como si le hubieran clavado un puñal en el corazón. Su visión se nubló mientras oía la apagada discusión que continuaba en la planta baja.
Sin embargo, ya nada de eso importaba. No podía pensar en nada más que en las palabras de Weldon: sus hijos no merecían nacer.
Aquellas palabras le habían destrozado el corazón.
"¡Ah! ¡Señora Harris! ¡Mírela! ¡Está sangrando!".
"¿Qué?".
Todos los presentes en la casa de los Harris se volvieron hacia ella.
Padre e hijo interrumpieron su discusión y la miraron, horrorizados.
Vieron a Everleigh, de pie en el descanso de la escalera, con la sangre corriéndole por las piernas.
Su vestido claro se teñía de rojo. Había perdido mucha sangre.
El rostro de Weldon se contrajo.
"Qué grande es tu amor, Weldon. Veo que encuentras tu felicidad pisoteando a tus propios hijos. ¿Crees que podrás vivir con eso?". Everleigh dijo, mirando fijamente a Weldon a los ojos mientras caía por las escaleras.
Fueron las primeras palabras que le dirigía desde que se casaron.
Weldon se quedó desconcertado.
Antes de que pudiera hablar, el cuerpo de Everleigh golpeó el suelo con un fuerte golpe seco.
"¡Llévenla al hospital! ¡Rápido!", gritó Trevor, dando la orden.
Poco después, Everleigh fue ingresada en el hospital.
"Weldon, no te culpes por esto. No es tu culpa", intentó consolarlo Raelynn Griffiths. "¿Cómo pudo tu familia obligarte a casarte con una cualquiera sin tu consentimiento? ¿Y cómo se atreve a maldecirte de esa forma? Weldon...".
Sin embargo, antes de que pudiera terminar, él, que nunca había perdido la compostura frente a ella, le lanzó una mirada gélida.
"¡Basta! ¡Cállate! ¡Esto no es asunto tuyo!", rugió Weldon, con una ira incontenible en la mirada.
Raelynn se estremeció y no se atrevió a decir nada más. Apretó los dientes y maldijo a Everleigh en silencio.
Deseó que Everleigh muriera junto con sus bebés. Sería lo mejor para ella.
Pasó una hora desde que Everleigh fue ingresada en el hospital.
El obstetra salió del quirófano con un bebé en brazos. Al ver las miradas expectantes de Trevor y los demás, el médico respiró hondo y dijo: "Lo lamento, señor Harris. No pudimos salvar a la madre. Sufrió una hemorragia masiva durante el parto, pero logramos salvar a uno de los trillizos".
Trevor se quedó atónito. No podía creer que Everleigh estuviera muerta.
De su nuera y sus tres nietos, solo había sobrevivido uno. Fue demasiado para él.
Trevor se llevó una mano al pecho y se desplomó.
"¡Señor Harris! ¡Señor Harris!".
Para cuando Weldon recibió la noticia, ya había salido de la casa con Raelynn. Iban de camino al apartamento de él en el centro.
Sus manos se paralizaron sobre el volante cuando oyó el informe de su asistente.
"¿Qué? ¿Está muerta?".
"Sí, señor. Su estado era crítico. El médico no pudo salvarla después de la hemorragia. Pero uno de los trillizos sobrevivió. Es un niño. El señor Harris, su abuelo, ya se lo llevó a casa".
El asistente le dio un informe detallado de lo ocurrido y, temiendo que Weldon no le creyera, le envió una fotografía: el cuerpo de Everleigh y los de los otros dos bebés, cubiertos por una sábana blanca.
Las pupilas de Weldon se contrajeron al ver la imagen.
Un instante después, pisó el freno con toda su fuerza. El auto se detuvo con un chirrido agudo en medio de la carretera.