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Mas alla de las diferencias

Mas alla de las diferencias

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Acerca de

Isabella siempre había sido cercana a la familia de su mejor amiga, Valeria, desde que eran niñas. Pasaban tardes enteras juntas, riendo y compartiendo secretos, pero un día Isabella conoció a Lucas, el hermano mayor de Valeria, y desde entonces su mundo cambió. Aunque Isabella proviene de una familia humilde y Lucas de una familia adinerada, la chispa entre ellos es inmediata y profunda. Sin embargo, sus caminos se ven separados por los prejuicios de las familias y las barreras sociales. Años más tarde, Isabella ha construido su propia vida en la ciudad, sin haber podido olvidar aquel primer amor. Cuando el destino cruza nuevamente sus caminos, Lucas está comprometido, y ambos tienen que enfrentar no solo las diferencias sociales, sino también las expectativas familiares, los engaños de terceros y el miedo a arriesgarlo todo por el amor. ¿Podrán superar cada obstáculo para encontrar su final feliz?

Capítulo 1 El verano que cambió todo

El calor del verano se sentía como una manta pesada sobre mis hombros, pero a la vez era la promesa de unas vacaciones perfectas. Ese año, mi mejor amiga Valeria me había invitado a pasar dos semanas con su familia en su casa de campo, un lugar apartado de la ciudad, rodeado de árboles, con un lago cristalino donde prometimos pasar horas nadando y tomando el sol. Era el lugar donde siempre íbamos, una especie de tradición veraniega entre nosotras. Sin embargo, ese verano cambiaría todo.

El coche de la familia de Valeria, un SUV brillante y nuevo, rodaba suavemente por el camino de grava mientras yo miraba por la ventana, emocionada por la idea de desconectar de la rutina escolar y de los problemas cotidianos. Mi madre había trabajado duro para darme un poco de dinero para el viaje, y aunque sabía que la familia de Valeria vivía rodeada de lujos, siempre me trataban bien, como si fuera una más.

-¡Ya casi llegamos! -anunció Valeria desde el asiento delantero, girándose hacia mí con una sonrisa emocionada.

Yo le devolví la sonrisa. Valeria era un torbellino de energía, siempre había algo en ella que hacía que todo pareciera más emocionante de lo que realmente era. Llevábamos siendo amigas desde que teníamos siete años, y, a pesar de nuestras diferencias -mi familia era mucho más humilde que la suya-, siempre habíamos estado inseparables. Tal vez por eso nunca me había sentido incómoda en su casa. Hasta ese verano.

Cuando llegamos, la imponente casa de campo de la familia Castelli apareció ante nosotros, tan hermosa como siempre. Era una enorme construcción de piedra gris con ventanas que reflejaban la luz del sol como espejos. Había un amplio jardín lleno de flores y un camino que llevaba hasta el lago. A lo lejos, se escuchaba el suave murmullo del agua chocando contra la orilla.

-Vamos, Isa -dijo Valeria mientras saltaba del coche con una agilidad que solo ella tenía-. ¡Te tengo que enseñar algo nuevo! Papá ha puesto un columpio en el viejo roble, es enorme.

Me reí mientras ella tiraba de mi brazo para que la siguiera. Mientras caminábamos hacia el jardín, no pude evitar notar lo relajada y despreocupada que parecía su familia. Su madre, elegantemente vestida incluso para un día en el campo, supervisaba a los jardineros, y su padre hablaba por teléfono, probablemente cerrando algún trato importante.

-¿Lucas está aquí este año? -pregunté casualmente, sin darle demasiada importancia. Lucas era su hermano mayor, cinco años más que nosotras, y normalmente solo lo veía de pasada cuando estaba en casa durante el verano. Siempre lo recordaba como un chico tranquilo, guapo, pero distante. Era el típico "hijo perfecto": sobresaliente en la escuela, carismático y atlético.

Valeria hizo una mueca mientras se balanceaba en el columpio improvisado.

-Sí, pero no creo que lo veamos mucho. Está todo el día estudiando o con sus cosas. Es tan aburrido.

Me reí, aunque no pude evitar sentir una pizca de curiosidad. Desde que éramos niñas, Lucas había sido una figura lejana para mí, alguien que siempre estaba fuera de mi alcance, tanto por su edad como por la distancia social entre nosotros. Después de todo, ¿qué podría tener en común alguien como él con alguien como yo?

Mientras Valeria seguía hablándome de sus planes para las vacaciones, supe que ese verano sería diferente. Pero nunca imaginé hasta qué punto.

---

La tarde transcurrió con tranquilidad. Valeria y yo nos pasamos horas junto al lago, riendo y recordando anécdotas del colegio, como solíamos hacer. El sol comenzó a ponerse, pintando el cielo con tonos anaranjados y dorados, cuando Valeria recibió un mensaje en su móvil.

-Mamá quiere que vayamos a cenar. Lucas también va a estar, así que prepárate para la charla más aburrida de tu vida -dijo ella mientras se levantaba y sacudía la arena de su toalla.

-Bueno, al menos hay comida -respondí, haciendo una mueca exagerada, lo que provocó una carcajada en Valeria.

Mientras subíamos a la casa, un extraño nerviosismo se instaló en mi pecho. No entendía por qué, pero la idea de ver a Lucas esa noche me provocaba una sensación distinta a la de otros veranos. Tal vez fuera porque hacía años que no hablaba realmente con él, y ahora que tenía diecisiete, me daba cuenta de que había cambiado. Todos habíamos cambiado.

Nos arreglamos rápidamente y bajamos al comedor, donde la madre de Valeria había preparado una cena elegante, como de costumbre. La familia Castelli no escatimaba en lujos, ni siquiera en una casa de campo. Los candelabros colgaban del techo, las servilletas de lino estaban perfectamente dobladas y la vajilla de porcelana relucía bajo la luz tenue. Yo me sentía fuera de lugar, como siempre.

Y entonces, lo vi.

Lucas entró al comedor con una calma que contrastaba con la formalidad de la escena. Su cabello, un poco más largo de lo que recordaba, caía desordenadamente sobre su frente. Llevaba una camisa de lino blanca y jeans, y aunque su ropa era sencilla, había algo en su presencia que hacía que todo en la habitación pareciera más pequeño.

Nuestros ojos se cruzaron por un breve segundo, y sentí una punzada extraña en el estómago. No era la primera vez que lo veía, pero esta vez algo era diferente. Ya no era el niño que recordaba. Había crecido, y la madurez en sus rasgos lo hacía parecer inalcanzable.

-Hola, Isa -dijo, con una sonrisa amistosa mientras tomaba asiento junto a Valeria.

-Hola, Lucas -logré responder, intentando que mi voz sonara casual.

Durante la cena, traté de concentrarme en la conversación entre Valeria y su madre, pero cada vez que Lucas hablaba, su voz profunda y suave me distraía. Hablaba sobre sus planes para el futuro, sobre sus estudios de economía y su deseo de viajar después de la universidad. Yo intentaba no parecer demasiado interesada, pero cada palabra suya se quedaba grabada en mi mente.

Después de la cena, Valeria insistió en que fuéramos al jardín a tomar aire fresco.

-Vamos al lago -sugirió ella, y aunque normalmente habría estado emocionada por la idea, algo en mí dudaba. No podía sacarme a Lucas de la cabeza.

-Estoy un poco cansada -respondí-. Tal vez mañana.

Valeria me miró con sorpresa, pero luego sonrió.

-Bueno, está bien. Mañana será un día largo -dijo, y tras darme un abrazo, corrió hacia el jardín.

Me quedé sola en el salón por un momento, tratando de entender qué me pasaba. Todo parecía normal, pero yo no me sentía normal. Sentía una mezcla de confusión, excitación y nervios que nunca había experimentado antes. Decidí salir a tomar un poco de aire fresco, pensando que eso me calmaría.

El cielo nocturno estaba despejado, y las estrellas brillaban con una intensidad que no se podía ver en la ciudad. Me acerqué al borde del lago, dejando que el sonido del agua calmara mis pensamientos. Fue entonces cuando escuché una voz detrás de mí.

-¿También disfrutas del silencio?

Me giré rápidamente. Lucas estaba ahí, parado a unos metros de mí, con las manos en los bolsillos y una sonrisa suave en el rostro.

-Sí, a veces es necesario -respondí, sintiendo mi corazón acelerarse sin razón aparente.

Lucas caminó hasta ponerse a mi lado. El silencio entre nosotros era cómodo, aunque mi mente estaba a mil por hora.

-Es bonito aquí, ¿verdad? -dijo, mirando al lago-. Siempre me ha gustado este lugar. Me recuerda que hay cosas simples que aún pueden ser perfectas.

Yo asentí, sin atreverme a mirarlo directamente. Sentía su presencia cerca, y eso hacía que el aire a mi alrededor se sintiera diferente.

-¿Y tú, Isa? -preguntó de repente, volviéndose hacia mí-. ¿Qué quieres hacer cuando termines la escuela?

La pregunta me tomó por sorpresa. No estaba acostumbrada a que Lucas me hablara así, como si realmente le interesara lo que pensaba.

-Aún no lo sé -admití-. A veces siento que todos tienen un plan menos yo.

Lucas sonrió con ternura, y por primera vez, sentí que me miraba de una forma diferente. No como la amiga de su hermana pequeña, sino como... alguien más.

-Está bien no saberlo todavía -dijo-. A veces, las mejores cosas llegan cuando menos las planeas.

Sus palabras quedaron flotando en el aire, y en ese momento, lo supe. Algo había cambiado entre nosotros, aunque ninguno de los dos lo dijera en voz alta. Ese verano no sería como los demás. Estaba a punto de enamorarme, y ni siquiera lo sabía.

El verano que cambiaría todo había comenzado.

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