-¿Qué hiciste?
Él me observa sin creer que le esté preguntando eso, como si yo no estuviera involucrado también en todo lo que hemos estado haciendo.
-¿Qué hice? ¡¿En serio?! -se ve levemente molesto y alterado-. También estás involucrado en esto, no actúes como si no lo estuvieras.
Un nudo se forma en mi garganta al saber que hemos cometido lo mismo desde hace un año. Creí que jamás lo volveríamos hacer.
Pensamos que dejaríamos todo atrás, que habíamos aprendido de lo que hicimos, pero volvimos a caer en lo mismo, sin detenernos siquiera un momento.
¿Por qué volvimos a caer en lo mismo? Y, ¿por ella? ¿Por qué?
-¿Volvimos a arruinar todo? -su pregunta está cargada con mucho arrepentimiento y miedo, algo que nunca había visto en él.
Me quedo observándolo. Como quisiera que no estuviéramos pasando por esto otra vez. No quisiera que él estuviera pasando por esto cuando ya tiene mucho con lo que lidiar.
Quiero asumir toda la culpa, que sea yo el que sienta todo el remordimiento por los dos. Todo ha sido más culpa mía por aceptar desde un principio y no detener las cosas por mi lado narcisista.
Si tengo que asumir las cosas por él, aunque también esté involucrado hasta la médula, lo haré sin importar las veces que me diga que no. De eso siempre se ha tratado nuestra amistad, soportar cosas del otro cuando no pueda hacerlo.
-Lo hemos arruinado, amigo.