-Día 1-
Caminaba a paso suave a través de los pasillos del hospital Lenox Hill. Había pasado un año y medio desde mi ingreso.
-Día 1-
Caminaba a paso suave a través de los pasillos del hospital Lenox Hill. Había pasado un año y medio desde mi ingreso.
Había cumplido mi residencia en el hospital Psiquiátrico de Waller Bécquer. Ahora mi primer año de residencia de posgrado debía estar rotando constantemente por los servicios de medicina interna, neurología, pediatría, psiquiatría y además pasar consulta general. Lo curioso es que mientras más permanecía en este hospital, sentía como poco a poco me acostumbraba al ambiente laboral. Y en ocaciones me preguntaba si había elegido correctamente la especialidad a la que quería dedicar mi vida.
Bueno, supongo que son las dudas que todos los residentes sentimos a diario.
Me encontraba de guardia, misma que terminaría mañana a las 7:00 am.
Pero por ahora me dirigía a la sala de amergecias a ver en qué podía ser de utilidad. Ya saben, lamer las bocas de los especialista es la tradición y pasión de cada residente. Mientras por supuestos, ellos te trataban igualmente de la patada.
Malditos.
Una vez Allí, me topé con Roni, un R-2 de medicina Interna. Uno de los pocos en el hospital con quién había entablado una significativa amistad. Aunque desde la semana pasada, las cosas se habían puesto incómodas entre nosotros.
Eso pasa cuando te acuestas con tu amigo que también es médico. Había pensado que las cosas podrían ir bien, pero luego de que me ignorara por una semana, ya no espero nada de él.
Aunque lo acepto, fue... desilusionante.
Roni no parecía el clásico estereotipo de doctor de propaganda de pasta dental; blanco, bien peinado y de barba y cabello negro. Lentes de montura delgada y ojos claros. Como yo, que tenía ese estilo trillado y típico. No. Roni era más exótico. El sujeto era moreno, fornido como un luchador y su uniforme azul clínico dejaba a la vista unos brazos grandes llenos de tatuajes. Tenía el mentón pronunciado y con hoyuelo, rasgos y mandíbula marcados. Ojos verdes y cabello muy corto como militar. Y era uno de los pocos que tenían las orejas perforadas. Unos pequeños puntos metálicos decoraban sus lóbulos.
Y sí... todo eso me atraía.
Desde el primer día que lo había visto...
-Hola Mabius-dijo sorprendido.
-Hola Doctor. ¿Cómo van las cosas por aquí?
Él claramente había notado mi actitud indiferente.
-Todo en orden Doc. Un par de fracturas que ya fueron referías a traumatología. Unas heridas que están siendo saturadas. Y tenemos a un paciente con una crisis asmática que fue llevado a nebulizar. La verdad es que yo diría que sala de parto está mucho más abarrotada.
-Creo que mejor me quedo por aquí...
Él rió-Yo también odio sala de parto.
-Vale.
Cuando me disponía a entrar, una mano se posó en mi hombro.
-Richard, amigo. Tenemos que hablar...
- Hey "amigo", no tengo nada que hablar contigo. Estamos en el trabajo.
-Oye oye, en serio tio. Lamento haberme desaparecido como lo hice. Pero te lo puedo explicar.
-No hacer falta. -espeté tajante -No eres el primer sujeto que hace eso. Nos vemos, te haces el que no tiene segundas intenciones, pero de repente, terminamos follando. Luego eres un rato romántico y puf, desapareces y no te vuelvo a ver. No me malinterpretes, Roni. Somos adultos, y si no quieres nada conmigo o solo estabas experimentando. Lo entiendo. Solo tenías que decirlo. Tenemos medio año siendo amigos ¿No?. Y siempre me has llamado la atención. Pero viejo, si pensabas que iba a estar como una perra en celo detrás tuyo. Te equivocas. Primero yo, y luego los demás.
Podía ver la vergüenza en su rostro. Nadie más se daría cuenta. Pero sabía que fruncir el ceño era su expresión de pena. A veces de interés, y otras de disgusto.
Él siempre tenía cara de estar de mal humor.
-Tú no entiendes nada tío. ¿Crees qué esto es un juego para mí?-me miró fijamente. Esperó a que pasara una enfermera y continuó -Lo que pasó ese día entre nosotros no solo pasó. ¿Tienes idea de lo difícil que es para mí estar con un hombre? Puedes verme así, pero no tengo ni la más puta idea de como coquetearle a un tio. Solo e tenido sexo casual y ya. No suelo apegarme a la gente y mirame aquí. Con un amigo de verdad, y luchando por terminar esta carrera. Y cuando estuvimos juntos... no fingí nada. Fue real. Todo. Y no tenía idea de que tú siquiera podrías pensar en estar con un sujeto como yo. Ese día fue una sorpresa, y fue increíble.
-¿Entonces por qué?-le pregunté.
-Mi padre murió.
Abrí los ojos.
¿Había oído bien?
-Creo que escuche mal. Qué fue lo que dijiste...
-Que mi padre falleció hace cinco días.
Me quedé sin palabras. Roni añadió:
-Tuve que salir de la ciudad. Encargarme de los papeles y del entierro. Todo lo pagué yo, porque mi padre no tenía a nadie más. Luego me quedé dos días en su casa pensando que hacer allí. Ordené algunas cosas y después me vine. Tío, no debí apagar el teléfono. Pero de verdad no quería hablar con nadie. Y menos meterte en mis problemas personales cuando apenas estamos... eh, no sé. Cuando apenas iniciamos algo. Más acepto que no estuvo bien irme así. Lamento eso, en serio.
Ahora era yo quien sentía malestar y algo de vergüenza. Él había estado todos esos días viviendo aquello. Solo. Nisiquiera yo podría haberlo soportado. Al menos mi hermano había estado conmigo cuando perdimos a nuestros padres... aunque ahora casi no hablemos.
Respiré profundo y tragué saliva.
-Roni yo... no tenía idea. Debiste decirme. Sea como sea, antes de esto. Hemos sido amigos. Eso es lo primero.
Él me miró fijamente y asintió-Lo sé. Pero odio molestar a otros con mis problemas. Esos los soluciono yo, como toda mi vida he hecho.
En parte lo entendía.
-Entonces, si no piensas cambiar eso un poco. No creo que estés listo para...
-Tranquilo-me cortó -encontraré la forma de... aprender a decir más.
Nos miramos un instante. Quizás ya no me sentía molesto. Pero sí aún permanecía cierta incomodidad.
-Doctor-le llamó una enfermera- Están solicitando su presencia. El paciente de la cáma 27 va a ser trasladado. Está presentando arritmias severas y el cardiólogo no a llegado. Nadie sabe dónde está. Logramos estabilizarlo pero no sabemos por cuánto tiempo se mantendrá así. El doctor Frede y usted, junto a dos paramédicos, irán al hospital Portland a que lo evalúen.
-Enseguida voy. Deme un momento.
-Doctor, lo están esperando.
Roni la miró-Deme un minuto. Porfavor.
La enfermera no tuvo de otra que darse la vuelta e irse. Roni podía dar miedo cuando se molestaba.
Algo me decía que iba a ser un gran internista.
Volvió su vista hacía mí y añadió -Lamento irme así. Pero quiero que sepas que aunque esto es nuevo, voy con todo, tio. Quiero intentarlo, de verdad.
-Vale, esta bien. -acepté su palabra-Y de verdad lamento lo de tu padre. No sé ni que decir...
-Tranquilo. Mi padre era un imbécil. Sin embargo, acepto que inevitablemente me afectó. Aunque lo difícil fue saber como murió...
-¿Qué le pasó?-Pregunté extrañado.
-Se disparó en la cabeza. Pero antes, mató a 5 personas... No sé por qué haría eso-por primera vez noté temor en su voz- Algunas personas dicen que gritaba cosas incoherente. De " unas bestias que trataban de matarlo".
La enfermera regresó.
-Doctor, que se de prisa o será su culpa si ese paciente se muere.
Roni apretó la mandíbula.
-Ojala tuviéramos más tiempo. Oye, hagamos algo... ¿Qué te parece si mañana cuando salgamos de la guardia, vamos a mi casa.
Había olvidado que nuestras guardias estaban sincronizadas por que así lo habíamos solicitado dos meses atrás.
-Oye, no creo que sea buena idea...
Roni río con elocuencia-Eres un mal pensado tio. No es a lo que tú crees. Quería invitarte a ir al cine. Pero como te dije... me cuesta un poco porque ahorita estoy corto de dinero. Además creo que estaremos cansados y sin dormir. Podríamos pasar el día durmiendo y luego salir a caminar. Si quieres...
Era la primera vez que lo notaba nervioso. Había cierta timidez allí.
Sonreí, de pronto sintiendo un poco de nerviosismo.
-Vale, así quedamos. Nos vemos más tarde.
-¡Doctor! -le apresuró la enfermera.
-¡Voy voy!
De pronto, Roni extrajo algo de su bolsillo.
-Ten, eso es para tí.
Me guiñó un ojo con picardía y salió disparado hacia el estacionamiento donde la ambulancia lo esperaba.
Cuando vi lo que había dejado en mi mano, arrugué la frente confundido. Luego detallé bien y comprobé que se trataba de una moneda. Nada menos que de un Denario de bronce. El dinero que usaban en la antigua Roma.
¿De donde la había sacado?
Me reí como un niño y recordé la vez que le dije que coleccionaba monedas viejas.
Él se había acordado. Y esa era una prueba de que yo había estado presente durante todo su viaje, a pesar de las circunstancias.
-Joder. Esta es la moneda más valiosa de mi colección.
Y lo era.
Por muchas razones.
***
La guardia continuaba, y ya había revisado a uno que otro paciente. La mayoría por malestar general, fiebre y diarreas agudas. Presencié como mientras llegó un paciente con crisis diabética, un especialista humilló a un interno de mi grupo porque este había sujerido que le colocaran insulina, de un solo golpe. Sin exámenes previos.
Una locura, cierto. Pero creo que el especialista se pasó un poco... en especial cuando lo llamo «parásito mediocre». Otro día más en la maravillosa vida de un estudiante de posgrado.
Hubo un momento en el que me pregunté cómo lo estaría pasando Kalum... Hace ya una semana que no sabía nada de mi hermanastro. Imagino que él también estará ocupado. Después de todo es R-2 en Neurología en el Hospital Portland.
Sin embargo, nuestra comunicación sigue siendo... difícil. Él nunca volvió a comportarse igual conmigo desde que nuestros padres murieron.
No importaba cuánto tratara de acercarme, él siempre mantenía una especie de pared entre nosotros.
Quizás debería llamarlo...
Las horas habían dado paso a la noche y ya eran las 10:30 pm. No había sabido nada de Roni. Y me preocupaba un poco, porque ya era demasiado tarde y tenía que haber regresado. Sin embargo, he oído que las calles están colapsadas por alguna razón.
-Dios mio-susurró una pediatra que acaba de hablar por teléfono.-Dr Richard, ¿se enteró de lo qué está pasando?
Presioné el atomizador que está en recepción y desinfecté mis manos con alcohol. Luego del desastre ocurrido con el Covid-19 hace 5 años la costumbre de usar antibacterial se me hizo imposible de dejar.
-No Doc, dígame. ¿Qué está sucediendo?.
-Mi esposo me dice que hay choques por toda la ciudad y las calles están trancadas. Y eso no es todo... Hay reportes de asesinatos y suicidios por toda la zona.
-¿Es broma?
Digo incrédulo.
-No mi niño, recuerda que mi esposo es policía. Y está al tanto de todo.
-Que raro, me extraña que no haya llegado ningún...
Y sí, usé una de las frases prohibidas en una guardia médica.
Gritos inundaron la estancia y yo solo fui capaz cubrirme, cuando las puertas principales estallaron y los cristales volaron en todas direcciones. El auto entró e impactó contra la pared que daba a la sala de rehabilitación. Casi se lleva al portero.
Algunos se acercaron y pronto la recepción se encontró llena de gente. La puerta del auto se abrió dejando ver a una persona. Parecía ser un hombre. Trastabilló y cayó al suelo mientras derramaba sangre por todas partes.
Mis ojos se abrieron y no reaccioné por unos segundos. La imagen frente a mi superaba por mucho a horribles momento vividos durante mi carrera.
Aquel sujeto tenía cortadas por todo el cuerpo, desgarres y laceraciones. Estaba rojo como si se hubiese bañado en pintura. Pero no tenía vidrios en el cuerpo.
-¡Ayuuudaaaa!. No aguanto más, porfavor.... ¡HAGAN ALGO!
El hombre estába histérico, temblaba y sus ojos desorbitados miraban de un lado al otro. Entonces me vió y corrió hacia mí. Intenté retroceder, pero me detuve. Yo era doctor, después de todo.
No tardó ni tres segundos en caer de rodillas frente a mí y sugetarme por la bata manchado la tela blanca con marchas espesas de sangre.
Ignoré eso y lo escuché.
-¡Doctor, ayúdeme porfavor!
-¿Digame qué tiene, señor?
Traté de mantener la calma. Sin embargo, no me explicaba como ese hombre no se desmayaba por el dolor. O la cantidad de sangre perdida.
-¡¿No las ve?! ¡Tengo gusanos enormes saliendo de mi cuerpo! ¡ME ESTAN COMIENDO POR DENTRO! ¡AYUDEME, SE LO RUEGO!
Sus ojos estaban inyectados en sangre. Eran azules, y en ellos pude ver que las pupilas se veían muy dilatadas, a pesar de las luz de la estancia. Algo le había pasado a este hombre. Una contusión o... estaba drogado.
-Está bien, amigo. Ya mismo lo atenderemos.
Ya los camilleros habían llegado. Y el guardia de seguridad.
-Ayudenme con el señor. ¡Todos abran paso!
Lograron subirlo a la camilla. Y de inmediato nos dirigimos al ascensor.
El hombre no dejaba de agitarse y decir que sentía como los gusanos lo destruían por dentro. Mientras el ascensor subía, sentí un momento de claustofobia a medida que los gritos eran más desgarradores y no había forma de que pudiera alejarme. Y de repente pude imaginar lo que estaba por venir.
El hombre comenzó a convulsionar.
Lo sujetamos y le introdujé un pedazo de tela en la boca entre los premolares para evitar que se mordiera la lengua. Se movía con fuerza, y sus sacudidas salpicaban sangre en nuestras ropas.
De repente, dejó de moverse. Y de respirar.
Cuando salimos en el sexto piso, donde estaba la sala de quirófanos, de inmediato comenzamos la reanimación. Descarga tras descargar tensaban su cuerpo, pero no habia respuesta alguna. Ya un paramédico había ido tras el internista y el cirujano. Lamentablemente, no le dio tiempo de llegar.
Cinco intentos después, mire mi reloj.
Hora de la muerte: 10:37 pm.
A pocos minutos llego el director del hospital. Quería saber qué había pasado y por qué la entrada principal estaba destrozada. Le informé de los acontecimientos. No estaba nada feliz pero el culpable había muerto y ya no podía pagar por los daños.
Maldijo en voz baja y luego fueron a llamar al patólogo.
Uno de los vigilantes de la entrada trasera de emergencia llegó, parecía agitado.
Se dirigió al director -Señor Winston, las ambulancias 1, 3 y 4 acaban de llegar con múltiples heridos. Y muchos autos están tapando todo el estacionamiento. Cada uno con personas heridas y... muy alteradas. Algunos golpearon al Internista y a dos residentes. Seguridad los contuvo pero están llegando más. ¡Es una locura!
El director y yo nos vimos las caras.
-Carajo-Espetó el director Winston-Al parecer lo que sea que está ocurriendo en la ciudad, ya nos alcanzó.
Ahora nosotros también habíamos entrado en el campo de guerra.
Pusimos nuestras manos a la obra. No había tiempo que perder.
Ninguno de nosotros imaginaba, lo que estaba ocurriendo. No sólo allí, si no en toda la ciudad.
Y no podía evitar preguntarme ¿Qué podía haberle pasado a la ambulancia número 2?
A Roni.
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