Con un ligero clic, la puerta de la villa se abrió de repente.
Giselle Murphy, quien yacía en el sofá, giró su mirada hacia el recién llegado. Finalmente, Lucian Clifford, su marido, había regresado a casa.
Media hora antes, ella había recibido una llamada telefónica de él. Le había informado que su amada, Erin Brooks, necesitaba otra transfusión de sangre y le pidió entonces que se preparara.
Extrañamente, ambas mujeres compartían el mismo e inusual tipo de sangre: HR negativo. Erin estaba segura de que Lucian volvería a pedirle a Giselle que fuera su donante.
Al ver que su esposa se había vestido apropiadamente, el hombre asintió satisfecho y le dijo: "Vamos".
Giselle escudriñó a su marido. Estaba vestido con un elegante traje negro hecho a medida y su rostro, que parecía cincelado, estaba tan hermoso como siempre.
Él era el hombre que ella había amado en silencio durante tres años, pero Lucian solo la veía como un simple suministro de sangre a su disposición.
En ese punto, Giselle también padecía anemia y su esposo sabía muy bien que en ese momento no podía permitirse una donación más. Sin embargo, a él poco o nada le importaba.
El corazón de la chica se hundió dentro de su pecho por la decepción, pero logró mantener una voz firme antes de hablar: "Normalmente, donar sangre una vez al mes ya puede dañar el organismo de una persona. A pesar de eso, me has obligado a hacerlo con mayor frecuencia. Apenas han pasado dos semanas desde la última vez. ¿Realmente entiendes el precio que esto está cobrando en mi cuerpo? Lucian, ¿acaso deseas que yo muera?".
El hombre se burló y su mirada estaba llena de un evidente desdén.
"¿Ahora qué? ¿No prometiste que mientras siguiéramos casados, donarías tu sangre cada vez que te lo pidiera? ¿Te estás arrepintiendo ahora?".
Los puños de Giselle se apretaron con mucha fuerza y sus delgados dedos se pusieron un poco pálidos por ese movimiento.
Esa era la primera vez que ella lo rechazaba y su postura fue recibida con enojo.
¡Lucian ignoraba la agonía que ella tenía que soportar con cada donación de sangre!
Había esperado al menos una pizca de comprensión de su parte, pero, ¿qué recibió a cambio?
Al notar la resistencia en el rostro de Giselle, la paciencia del hombre se agotó.
"¡No creas que no sé lo que estás pensando! Pero si no fuera por lo importante que es tu sangre para la salud de Erin, me habría divorciado de ti hace muchísimo tiempo", le espetó.
Cada palabra pronunciada se sentía como un puñal afilado que atravesaba el corazón de Giselle. A sus ojos, ella no era más que una mujer egoísta y celosa, negada a ayudar a alguien al borde de la muerte. ¿Pero acaso su vida no tenía el mismo valor?
"Si no estás dispuesta a ayudar a Erin, entonces no tiene sentido seguir con este matrimonio".
Esas palabras crueles devolvieron a Giselle a la realidad. Finalmente había llegado el final inevitable. De repente, una amarga sonrisa se dibujó en sus labios.
Honestamente, ese matrimonio no tenía sentido. ¿Por qué debería sacrificar su futuro prometedor para desempeñar el papel de esposa obediente y sumisa de un hombre que la atormentaba física y emocionalmente?
Giselle respiró profundamente y luego sacó un documento de un cajón.
Unas palabras llamativas resaltaban en la parte superior del papel: "Acuerdo de divorcio".
Su firma ya estaba escrita en él.
Los ojos de Lucian se abrieron como platos.
Antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, ella soltó con indiferencia: "Como quieras, renuncio a todos los bienes conyugales que me corresponden. Ya te devuelvo el favor y mi salud ha sido el precio que he tenido que pagar durante estos años. Te concedo tu libertad, Lucian. A partir de este momento no nos debemos nada entre nosotros".
Una hora más tarde, Giselle salió de la villa.
Mientras recogía sus pocas pertenencias, Lucian la miró y le ofreció otra oportunidad. Si ella aceptaba una nueva transfusión para Erin, él haría como si nada hubiera pasado.
Giselle no pudo evitar burlarse de su descaro. ¿Realmente creía que ella continuaría sacrificándose como si nada, luego de haberla pisoteado tan humillante y cruelmente?
A fin de cuentas, luego de haber sido lastimada hasta tal punto, fue más fácil para ella dejar de lado las cosas que antes consideraba indispensables en su vida.
Inesperadamente, el repentino sonido de su celular devolvió a Giselle a la realidad. Al ver la pantalla, dudó antes de contestar.
"¿Qué pasa?".
La persona que llamó suspiró, pareciendo frustrada.
"Señorita Murphy, sé que no debería molestarla, pero la situación se ha salido de control. Tiene que presentarse en persona ahora mismo, por favor".