Kilian, si es que ese era su nombre real, porque aún lo dudaba bastante, había puesto mi vida de cabeza en solos siete días. Increíble, ¿verdad? No solo su físico, un poco más alto que yo, con su cabello castaño rojizo, sus ojos color caramelo, y su sonrisa deslumbrante eran lo más impactante de él, su personalidad era todo un sinfín de sorpresas. Siempre estaba muy animado a pesar de las dificultades que había mencionado días atrás, y que ya ni me molestaba en recordar, era un chico alegre por lo poco que veía, parlanchín como ninguno otro, y mujeriego, un completo don juan.
Esas eran las tres únicas cosas que había visto de él en los últimos días, y que deseaba con todo mi ser nunca haberlas conocido.
- ¿Qué edad tienes, Kilian? -preguntó una de las chicas que estaban sentada en las sillas frente a la barra, con una inusual picardía.
- La misma edad que Luke -contestó con una brillante sonrisa, para acto seguido pasar junto a mí a despeinar mi rosado cabello, obligándome a fulminarlo con la mirada por sus acciones.
- ¿Cuál es tu edad? -me cuestionó la misma chica de cabello rubio, con desagrado.
- Veintiuno -bufé mientras limpiaba uno de los tantos vasos en donde servíamos el trago-, pero creo que él es mayor que yo, no estoy del todo seguro.
- Vale, gracias -susurró su amiga la de cabello negro, la más atractiva desde mi punto de vista, para tras escuchar mi respuesta marcharse a otras sillas más cerca del dichoso chico que ahora estaba al otro lado de la barra intentado evitarlas, quizás porque se había aburrido con sus preguntas.
La noche termino sin contratiempos, las chicas obtuvieron el número de Kilian como era de esperarse, mientras yo como un completo idiota tuve que lidiar con los borrachos que se me abalanzaban a decirme sobre sus tonterías, además de tener que hacer el aseo de los baños totalmente solo.
Cuando salimos del local después de obtener nuestra paga del día, comenzamos a caminar en silencio, después de todo aquel chico que para mí era un completo desconocido aún, ahora vivía en mi casa. ¿Cómo rayos habíamos llegado hasta este punto? Puse mis ojos en blanco, y de inmediato metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta, satisfecho con el silencio de la madrugada en aquella desolada calle que conducía a mi apartamento, a medida que recordaba aquel fatídico día en que Kilian había aparecido a perturbar mi calma.
...
Era un lunes bastante acogedor, las mesas en el lugar estaban un tanto vacías, en toda la estancia había solo un grupo de chicos que llevaban tomando desde que habíamos abierto, mientras que al otro lado una pareja no dejaba de manosearse en la oscuridad mientras se embriagaban con cervezas de mala calidad.
Respire profundamente agradecido de que la música no estuviera tan alta, después de todo al jefe tampoco es que le gustase mucho el alboroto, por ende, apenas daba por iniciada la jornada laboral se marchaba dejando todo en mis manos, el único camarero y barman que tenía por el momento, la mayoría habían sido despedidos debido al mal tiempo que estaba teniendo aquel horrendo lugar, y con justos motivos, ya que era el peor pub de todo el pueblo. Los televisores seguían siendo de los antiguos, al igual que las mesas y cada rincón al que se mirara, entrar allí era como tele trasportarse cincuenta años atrás en el tiempo sin hacer el más minino esfuerzo.
Deje caer mi cabeza entre mis manos aburrido con el partido que pasaban en la televisión, recuerdo que en el justo momento en que Alemania metió el primer gol al equipo de Holanda, la puerta de la entrada se abrió dejándome ver a aquel chico que sería desde ese momento mi peor pesadilla.
Me quede observándolo fijamente, se veía como alguien unos años más grande quizás a punto de cumplir los treinta, sin embargo, su sonrisa le reducía un poco la edad, además de su aspecto tan despreocupado, vestía unos jeans rasgados, y un desgastado suéter azul, caminaba campante con ese cigarrillo entre las manos que apago en el cenicero de la barra justo cuando se sentó frente a mí, dejándome casi sin aliento debido a la belleza que emanaba.
- ¿Qué desea tomar? -le pregunté al chico al ver que se mantenía en completo silencio sonriéndome divertido.
- Lo más fuerte que tenga, sorpréndame.
- Sí, señor -asentí antes de preparar un potente cóctel, con un poco de todos los tragos que se me ocurrieron, a fin de cuantas parecía que tenía bastante dinero dado el reloj de marca que llevaba en su muñeca izquierda-. Disfrútelo.
- Gracias -dijo para en cuestión de un parpadeo bebérselo de un sorbo-. Soy Kilian, ¿Y tú?
- Luke -susurré volviendo mi mirada al televisor, con cierto desagrado. Me irritaba cuando comenzaban aquellas charlas típicas de borrachos que en verdad no me entretenían en lo más mínimo, solo era una perdida aún más grande de mi tiempo.
Observe desanimado como Alemania logro meter otro gol en menos de un minuto, y proseguí a atender a la mesa del grupo de chicos que me llamaban a señas, puse mi mejor sonrisa forzada, escuché su pedido con atención y me apresure a llevárselo antes de que comenzaran a fastidiarme, como ya era habitual en todos los que allí llegaban.
Primero porque según muchos clientes no tenía la actitud adecuada para atender a las personas, segundo porque no parecía un verdadero chico, sino una chica, por mi forma tan delicada de hablar, de vestirme, por ser simplemente yo, cosa que les molestaba sobre manera, ya que llegábamos al siguiente punto, donde muchos se confundían, e intentaban coquetear conmigo, lo que no terminaba de la manera que la persona esperaba, algunos se asustaban por su pequeña confusión causándome gracia, y luego estaba el otro pequeño grupo a los que les daba exactamente lo mismo si era un chico, as que continuaban insistiendo, pero eso no les servía de nada conmigo, por lo que hería bastante su orgullo que prefiriera ignorarlos olímpicamente, o cortarlos con brusquedad. Incluso llegaban a insultarme y amenazarme por mi actitud poco cooperativa, pero afortunadamente todo se quedaba siempre en nada más que palabras.
Inhale profundamente, para poco a poco botar aquel aire que contenían mis pulmones, totalmente tranquilo con el silencio que por el momento me rodeaba, el chico que se hacía llamar Kilian me indico con un gesto que le diera otro baso de aquel menjurje que le había preparado, y sin dudar, eso fue lo que le serví.
- ¿Alguna vez te has enamorado de alguien? -preguntó con cierta curiosidad en su intensa mirada.
- No.
- Yo tampoco -suspiró bastante decaído-, tengo casi veintisiete años y aún no consigo a una mujer que me llene. He estado con muchas chicas, pero después de una noche me aburro de ellas, y no lo sé, no estoy dispuesto aún a casarme, ni a tener hijos, ni a absolutamente nada. No sé qué sucede conmigo, debería sentar cabeza de una buena vez, ¿no lo crees?
- ¿Y se te ocurre preguntarle al chico que sirve trago y ni familia tiene? -bufé dedicándole una cara de pocos amigos, ante lo absurdas que me parecían sus palabras, cosa que pareció herirlo porque dejo al descubierto una expresión decaída que me hizo sentir incomodo, por lo que añadí-: Aun eres muy joven, no te preocupes.
- No tan joven como tú -comentó antes de tomarse todo el líquido del vaso de sopetón, dejándome boquiabierto ante su resistencia al alcohol-. ¿Dónde está tu familia?
- Soy huérfano.
- ¿Pareja? ¿Hijos? ¿Casa propia?
- No, no y no -respondí cortante-. ¿A que vienen todas estas interrogaciones?
- Curiosidad -murmuró bufón entregándome el vaso para que le diera otro poco de trago-. Pregúntame lo que quieras.
- No tengo tanta curiosidad como tú.
- Entonces, no te quejes -refunfuñó guiñándome un ojo-. ¿Vas a la universidad?
- No, tengo varios trabajos de medio tiempo para sobrevivir, a duras penas pude graduarme del instituto hace unos años.
- Yo me gradué de medicina, y estuve un tiempo trabajando en el extranjero... -me comentó sin la más mínima pizca de orgullo-. Regresé hace solo unos cuantos días, y me llevo la peor de las noticias del mundo.
- ¿Qué clase de noticia?
- ¿No que no tenías curiosidad? -ronroneó, y ante mi silencio bebió el poco de líquido que quedaba en el vaso.
- Solo te sigo la cuerda, ya te ves muy tomado.
- ¡Claro que no! -musitó muy convencido de ello-. No tengo donde quedarme. Me han echado de mi casa, no puedo ejercer por diversas circunstancias, y prácticamente ando viviendo en las calles.
- No lo parece.
- Bueno, es que solo ha pasado unos dos días desde que mi familia me saco.
- Ya deben estarte buscando, y seguro te encontraran pronto.
- No lo creo, viven lejos de aquí.
- ¿De dónde eres?
- Nací a kilómetros de este país, tanto que te sorprenderías.
- ¿Así que vienes a un decrepito pueblo a desahogar tus penas con un desconocido por una discusión con tu familia?
- Un poco, es agradable -admitió tomando entre sus torpes manos la nueva combinación de bebidas que le ofrecía-. Ya que nunca más nos volveremos a ver.
- Eso es seguro.
Se suponía que así debía suceder, pero toda la desgracia se abalanzo sobre mi ese horripilante día. Kilian bebió de tantos licores distintos que después de una hora de esa manera, ya había perdido la cuenta de todas las cosas inútiles de las que había hablado, que ni me moleste en prestar atención, después de que el tema siguió girando en torno a su vida personal. Por ende, mi cerebro se desconectó por completo y me limite a responder con monosílabos.
Las horas fueron pasando a prisa, mientras la gente se iba marchando poco a poco, todo lo contrario, a Kilian, quien permanecía un poco soñoliento observándome en su borrachera.
- ¿Cuánto es la cuenta? -preguntó el alto muchacho que se había apartado de su grupo de amigos, los cuales salían del bar entre risas, dispuesto a pagar por ellos.
- Serían 150.000 Thong -contesté con una amable sonrisa, recibiendo el dinero que él me extendía sin vacilar, me dirigí a la caja registradora, hice la factura y calculé el dinero que debía darle de vuelta.
- ¡¿Y tú que te traes?! -gritó Kilian empujando al pobre chico, llamando mi atención instantáneamente.
- Oye, cálmate... -gruñí entregándole las vueltas al muchacho-, no quiero una pelea aquí, por favor.
- Gracias por todo.
- ¡Vuelvan pronto! -mascullé con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡¿Cómo lo puedes dejar ir?! -gritó Kilian parándose con brusquedad de su silla, sin pensármelo dos veces lo tome del brazo evitando que se fuera corriendo a armar una pelea innecesaria.
- Mejor paga la cuenta y vete, ¿quieres?
- ¿Cómo esperas que pague si ese chico me ha robado la billetera, idiota?
- ¡Imposible! -chillé palideciendo de inmediato, gracias a que, por mi incompetencia, aquel hombre había logrado escapar ileso; mientras Kilian y yo discutíamos.
Y de esta estúpida forma, fue como termine pagando la cuenta con mi propio dinero, la ridícula deuda de un desconocido, que por alguna extraña razón sin sentido termine llevando a mi apartamento, y dejándolo que durmiera en el sofá, dado que no tenía ni papeles, ni absolutamente nada más que una caja de cigarrillos, y esa ropa que ya comenzaba apestar a borracho, pero allí estaba yo esperanzado de que no me robara más de lo que había hecho sin amenazas, no se veía como un mal tipo, o eso intentaba pensar con todas mis fuerzas.
Respire profundamente, lo analice por última vez descansar tan plácidamente, y me deje caer totalmente rendido sobre mi cama, después de haber cerrado con cerrojo la puerta del apartamento, asegurándome así de que no fuese tan grave el delito que aquel chico se le ocurriese cometer mientras yo soñaba en cosas que, a la mañana siguiente, ni recordaría.
Al despertarme, definitivamente hubiera preferido que todo lo ocurrido solo fuese algo de mi imaginación, una horripilante broma de mi cerebro. No obstante, el chico estaba allí en mi cocina, preparando el desayuno, mientras, se bebía una taza de café. Me quedé hecho de piedra, ni siquiera una sola palabra le dije, comimos en el sofá, cada uno muy lejos de otro. Y entonces, lo soltó de sopetón sobresaltándome con su masculina voz:
- Dado que por tu culpa perdí todo lo poco que tenía, lo mínimo que puedes hacer es permitirme quedarme más tiempo.
- ¡Ni de broma! -grité aterrorizado con sus ideas.
- Pues, no tienes opciones.
- ¡Puedo llamar a la policía para que te echen! -refunfuñé con una sínica sonrisa poniéndome en pie de un salto.
- Y yo les puedo decir que eres cómplice de ese chico idiota que me robo anoche.
- ¡No lo soy!
- Pues no importa lo que digas, me quedare y punto -sentenció con una mirada fiera que me helo la respiración, se levantó del sillón para acercarse lo suficiente y de este modo poder ponerme sus cálidas manos sobre mis hombros-. No hagamos esto aún más complicado, Luke.
Mis palabras no lograron salir, mi cuerpo no me respondía, quería sacarlo de mi casa a patadas, pero no era capaz, no era lo bastante valiente como para competir contra él, ya que sabía desde antes que iba a perder de todas las maneras posibles. Por ende, y sin muchas ganas, termine aceptando su estadía.
Gracias al cielo logro ese mismo día, el puesto de camarero en el bar de mala muerte, algo que, desde mi punto de vista, fue demasiado fácil gracias a su espectacular forma de hablar, obtuvo en un santiamén un cambio de ánimo en el jefe, que yo jamás hubiera podido, todo debido a sus ideas creativas y su aspecto el cual atraía personas de todas las edades, era carismático y brillante, nada comparado conmigo.
No solo eso me irritaba sobre manera, Kilian era una persona bastante desvergonzada ahora que lo pensaba más detalladamente. Detestaba que usara mis ropas, a pesar que había logrado comprarle unas en el mercadillo cerca de mi apartamento, pero él se aprovechaba de mi situación, me ponía entre la espada y la pared, no obstante, me había comenzado a acostumbrar solo un poco. A su risa escandalosa cuando veía algo gracioso en la televisión, a sus gritos de emoción cuando leía algún artículo en el periódico que era de su agrado, y a sus conversaciones tan estrambóticas como su personalidad.
...
Entramos en el apartamento un poco agotados por tanto ajetreó, había sido una noche agotadora, pero llena de ganancias, tanto para el jefe como para ambos. Él se acostó en el sofá como de costumbre, después de haberse quitado gran parte de su ropa, quedando solo en calzoncillos. Que, para rematar eran míos. Yo por mi parte me escabullí a mi habitación. La única que había realmente, me empijame como siempre y caí rendido en cuestión de solo tocar el colchón. No obstante, antes de que por lo menos hubiera tenido un buen sueño. Kilian apareció en mi puerta.
- ¿Puedo dormir contigo? -preguntó con nerviosismo en su voz, lo observé espantado creyendo por un momento que era algún espectro, pero él dio varios pasos en mi dirección permitiéndome reconocerlo mejor.
- ¿Qué haces aquí? -refunfuñé cubriéndome la cabeza con la manta-. ¡Vete al sofá!
- Está lloviendo muy fuerte, y tanto los truenos, como los rayos, los odio.
- Has lo que quieras, Kilian -murmuré cerrando mis ojos de nuevo, y lograr dormirme sin mucho esfuerzo.
- Gracias, Luke.
Y ni corto ni perezoso, se acostó al otro lado de la pequeña cama dándome la espalda. Ofreciéndome un poco de su calor corporal, en aquella noche tan fría.