Capítulo 2 CAPITULO 2

Más personas morían a causa de lo mismo, sangre y agua corrían por el pavimento dejando los cuerpos irreconocibles, mientras que el caos aumentaba y accidentes de auto ocurrían ya que los conductores no podían ver. Una parte de Eliza moría al mismo tiempo que todas esas personas.

-¡¡Zara!!

Ella se tapó los oídos, haciéndose bolita en el asiento, comenzó a mecerse, tratando de convencerse a sí misa que todo era un sueño, que todo estaba bien, que su hermana y ella pronto volverían a casa para cenar sopas instantáneas y chocolates con sodas altas en calorías.

Lloraba y gritaba su nombre como si eso la fuera a revivir, gritaba llena de culpa por no haber sido capaz de salir de la camioneta para evitar que saliera de la tienda, lloraba porque no podía hacer absolutamente nada más que quedarse ahí, quieta e intentando sobrevivir. Lloró hasta que se agotaron sus fuerzas y no pudo hacer nada más que cerrar los ojos y dejarse ir.

Se hundió en sus recuerdos...

Zara tomó su mano suavemente, ayudándole a levantarse, sus rodillas sangraban sin parar y ella sólo podía llorar. Aprender a usar la bicicleta no era fácil para una niña de cuatro años, aún así ponía todo si empeño para lograrlo.

-Pronto seré la mejor bicicletista del mundo -gritó alegre.

-Ciclista -Zara la corrigió riendo-. Estás sangrando Eliza -añadió.

-Oh bueno, no duele tanto ¿Te digo por qué?

-Dime.

-Porque estás conmigo y cuando tú estás nada duele.

Zara la abrazó y la imagen cambió.

Ahora no era una niña de cuatro años, ahora tenía diez, estaba en su habitación con la fotografía de sus padres en el pecho y con Zara abrazándola con fuerza.

-Me tienes a mi -susurró mientras acariciaba el cabello de Eliza-. No me iré nunca.

Le creyó, se aferró a ella, era la persona que la mantenía viva, se había convertido en su madre, amiga, su cómplice, su inspiración.

Cuando perdió a sus padres quedó una persona en la cual refugiarse y esa era Zara, cuando ella se marchó de esa forma tan repentina... No supo que sería de su vida.

-Mentiste...

-¿Se encuentra bien? -escuchó una voz amable preguntar.

Abrió los ojos tratando de enfocar la vista descubriendo que se encontraba en la cama de un hospital, una enfermera la miraba preocupada.

Observó sus manos, tocó su cara, estaba viva.

Aún podía escuchar las gotas caer como si fueran balas, le dolía la cabeza, trató de pararse para buscar a Zara, pero dos enfermeras la detuvieron y mandaron a hablar a más personal para que la atendieran, ellos la sedaron hundiéndola en esos recuerdos tan hermosos y dolorosos que quería olvidar. Su hermana era directora de una empresa que se encargaba de crear bolsas, vasos, popotes, repelentes de mosquitos y más cosas para cuidar el medio ambiente y había creado algo importante para combatir la extinción de cierto animal que no recuerdo su nombre, perdió todos los datos de años de investigación además el día de su presentación en lugar de mostrar a los empresarios su descubrimiento aparecieron fotografías mías y música de los Jonas brothers. Eso había pasado un año antes y desde ese día Zara no había conseguido un trabajo, por lo tanto Eliza trabajaba en una cafetería mientras ella lo conseguía. Ese día le llamaron porque le darían un nuevo empleo e iban a celebrar con un maratón de películas y sopas instantáneas, ninguna de las dos sabía que no sería posible tal celebración.

«Si no hubiese borrado aquella información seguiría en su antiguo empleo y no habría necesidad de celebrar, ni de ir a la tienda... Zara no habría muerto», pensó Eliza.

Despertó de sus pensamientos cuando una amable doctora revisaba su presión arterial, una lágrima resbaló por su mejilla.

-¿Dónde está mi hermana?

-Hola, ¿Te sientes mejor? -asintió al mismo tiempo que trataba de sentarse en la cama.

-¿Dónde está mi hermana? -volvió a preguntar.

-¿Puedes decirme tu nombre, edad y dónde vives? -siguió evadiendo la pregunta.

-Soy Eliza Narvis, tengo veinte años y vivo en Vasgach un pueblo que está al norte de Estados Unidos, muy cerca de Canadá. Ahora dígame ¿Dónde está mi hermana?

Estaba desesperada, agitada y molesta con la vida por arrebatarle a su hermana. Molesta porque sabía que lo que sucedería a continuación era un mar de malas noticias, triste porque sabía que se encontraba sola en el mundo dando lastima a toda persona con la que se encontrara.

La doctora sonrió y la miró con lástima.

-No puedo darte información, pero podemos ayudarte a localizarla en...

-¡Zara murió! ¡Yo miré como la lluvia la asesinaba! -gritó-. ¿Dónde la puedo encontrar?

-Si lo que dices es cierto, su cuerpo seguramente está en la morgue...

-¿Cuándo me dan de alta? -trató de ser fuerte y no llorar más, pero no podía hacerlo.

-Hoy mismo.

Le pidió un teléfono prestado a la enfermera, le marcó a Dara y ella fue a buscarla al hospital. Cuando entró a la habitación se abrazaron, ambas estaban llorando.

-Miré todo en la televisión, dicen que no saben que es lo que sucedió -dijo acariciando el cabello de Eliza.

-Era el agua Dara, el agua mató a todas esas personas...

-Lo sé -apretó mi hombro.

-Llévame a la morgue, necesito reconocer el cuerpo de Zara, necesito... despedirme -tenía la voz quebrada, muy apenas podía articular palabras.

Dara la llevó a la morgue, el lugar estaba repleto de personas buscando a sus familiares, tuvieron que esperar durante toda la noche para que les hablaran a la casilla y así pedir informes. No podía ir sola, por lo tanto Dara la acompañó cuando mencionaron su nombre.

-Buenos días -saludó a la señora que atendía la casilla.

-¿Cuál es el motivo de tu visita?

-Mi hermana... Anoche fui testigo de como la lluvia destrozaba su cuerpo, quería saber si estaba aquí.

La señora no dijo nada, ella comenzó a teclear en su computadora, al parecer no había dormido bien pues tenía cara de pocos amigos.

-Llegaron muchos cuerpos anoche, toma esta tarjeta para que entres a verlos todos y si encuentras algún parecido a tu hermana nos lo notificas, te advierto que lo que verás es atroz. ¿No tienes algún familiar más adulto que entre en tu lugar? -negó con la cabeza.

-Éramos Zara y yo... Nada más.

-Entonces entra, un guardia te acompañará.

-¿P...puede venir mi amiga? -la señora negó con la cabeza.

-Una persona, no más.

-¿Sabe qué fue lo que causó esas muertes?

-No. Se dice que fueron los alienígenas, pero nadie sabe.

-¿Segura que no puedo entrar? -cuestionó Dara -. Mi amiga es un poco débil y...

-Una persona por familiar, si es todo, pueden marcharse a identificar el cuerpo. Aún tengo muchas personas esperando.

Dara y Eliza caminaron hacia el guardia encargado de permitir el paso para ver los cuerpos, luego de intercambiar un par de palabras, él le permitió el paso únicamente a Eliza y la guío a una habitación fría, ahí se encontraban varios cuerpos en planchas de metal, todos tenían telas blancas encima. Otro guardia levantó la sábana blanca para mostrar el cuerpo de una mujer de cabello rubio, ella tenía el cabello corto a los hombros, Eliza se quedó inmóvil al ver su rostro desfigurado, pero claramente no era Zara ya que su hermana era joven y las manos de esa señora se veían arrugadas y con lunares propios de la vejez. Negó con la cabeza y fueron a ver un par de cuerpos más.

¿Dónde estaba Zara? Cada vez le daba más miedo verla, porque tenía todo el sentimiento acumulado. El guardia destapó el cuarto cuerpo...

El estómago de Eliza se contrajo, el tiempo se detuvo, su labio inferior tembló y cabrío su rostro. ¡Era Zara! Tenía el cabello rubio y ondulado, su rostro estaba desfigurado de los ojos y la nariz, tenía los labios en perfecto estado, incluso tenía el labial color morado que tanto le gustaba, llevaba puesta una camisa blanca de botones y su pantalón negro de vestir, era el último atuendo que la miró. Era real, estaba muerta y no había vuelta atrás, solo quedaba aceptar los hechos, darle una digna sepultura y despedirse...

Tomó su mano y le depositó un beso, estaba dura y fría, ante ella era cálida, ella era suave...

Eliza pidió que incineraran su cuerpo, quería llevarla consigo a casa, quería meter sus cenizas a su alcoba para que cuidará de ella incluso en la otra vida, ella nunca se quería separar de su lado y ahora no se lo impediría. Dara la llevó a casa y se quedó a dormir con ella, aunque no logró pegar los ojos en la noche. No durmió durante dos noches seguidas y tampoco de despegó del televisor tratando de ocupar la mente para no soñar ni pensar nada para evitar romperse y ponerse a llorar, deseaba con todas sus fuerzas detener ese sufrimiento, pero la salida facil no era una opcion. Ella no iba a dejarse morir, lucharia, resistiria.

            
            

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