La puerta del frente es de color negro brillante y con gruesos cristales que dan a una recepción amplia, de suelo de loza gris veteada de negro, con paredes de color crema y detalles metálicos plateados. La verdad es muy bonito. Sin bajarme del auto, ingreso en el garaje subterráneo y estaciono en el aparcamiento que me tocaría y voy al portaequipaje, sacando las dos valijas, los dos bolsos y mi mochila pequeña donde tengo todos mis papeles.
Hago un par de viajes para llevar todo hasta el ascensor que hay aquí abajo para ir al piso que me toca y vuelvo a hacer lo mismo una vez que llego, solo que dejo todo a penas en el pasillo fuera del ascensor para no molestar a nadie que quiera usarlo y no se lleve mis pertenencias si lo llaman y yo no he terminado de descargar.
Ahora mismo me encantaría tener a alguna de mis amigas que pudieran ayudarme con esto, lo de mudarse sola es mucho más difícil de lo que parece, pero ese desgraciado las alejó porque representaban un peligro para sus abusos. Si alguna hubiera visto las heridas que ese malnacido me hacía, lo más probable es que las cosas hubieran ido mal para él, no eran del tipo de las que se quedaban con los brazos cruzados y no lo iba a permitir. Él me obligó a alejarme de ellas, porque no lo habrías hecho por su cuenta.
El recuerdo del grupo feliz que éramos antes de él, me arranca una lágrima amarga de tristeza que no puedo controlar, mas me repongo lo más rápido que puedo y me la limpio antes de que deje una dolorosa marca.
Como sea, entre tirones y empujones, llevo todo hasta la puerta del que ahora es mi nuevo departamento y empiezo a buscar las llaves en el desastre que es mi mochila, teniendo que darla vuelta y vaciarla porque, cómo no, no las encuentro. ¿Será que habrá un día en mi vida donde no pierda algo? Finalmente aparecen cuando ya no queda nada dentro, apretadas en un pliegue de la tela, y abro mi nuevo hogar, encontrando un bonito departamento amueblado con gusto relajado, con grandes sillones de telas suaves, alfombras afelpadas, muebles de madera obscura, una chimenea de esas eléctricas y un enorme ventanal que da a un gran balcón.
Entro las cosas y simplemente me dejo caer sobre el sillón con cansancio, no solo físico por el esfuerzo del traslado de mis cosas, sino mental por todo lo que he pasado en el último par de semanas. Conducir por días enteros, cambiar de auto vendiendo el mío y comprando un usado para que no puedan encontrarme, hacer miles de kilómetros y comer comida chatarra en la carretera mientras busco un nuevo lugar donde vivir y estar segura... Una maldita locura agotadora. Ahora básicamente estoy del otro lado del país y no me importa, porque solo me siento un poco más segura con esa distancia de por medio, y no sé si no debí haberme ido del país y volar a otro continente. Quizás un océano de por medio sea suficiente...
Niego con la cabeza y me levanto rápido: no puedo dejar que me afecte tanto, tengo que seguir con mi vida, y con eso en mente empiezo a acomodar mis cosas por el departamento, a los sitios donde deben estar. Con la ropa, los productos de aseo personal y los adornos en su sitio, éste lugar se siente cada vez más como un hogar y menos como un escondite.
Cuando coloco la foto de mis amigas y yo, siento el impulso de marcar esos números que me sé de memoria, pero desecho ese impulso y simplemente continúo hasta que todo está organizado y que la noche ha caído. Mi estómago gruñe y me doy cuenta de que no tengo nada en la heladera, que no tengo con qué cocinar, y que no pensé en todos los aditamentos que necesitaré además de los muebles... Gruño molesta y saco el teléfono mientras me acomodo sobre el sofá, es incluso más cómodo de lo que esperaba.
Encuentro un local de sushi a poco menos de cinco calles, el cual tiene opciones muy tentadoras y me pido un combo con varias piezas, un wok de salmón y arroz y otro de pulpo y una botella de sake. Incluso unas bombas de salmón en tempura. Tardará cerca de media hora, lo que me da tiempo suficiente para una ducha, así que arrojo el celular a la cama y me meto en el baño, quitándome la ropa con cuidado pues aún estoy adolorida.
En el espejo grande que hay aquí, que cubre casi toda una pared, puedo ver a la criatura delgada y pálida en la que me he convertido. Nunca fui muy morena o grande, de hecho, a penas mido metro y medio, que es una de las razones por las que ese imbécil creía que era un juguete y no una persona, sin embargo, estoy hecha un desastre, soy una sombra de mí misma, una que tiene que recobrar quien una vez fue.
La gran mancha en mi abdomen, que una vez fue roja, violeta y negra, ahora está amarilla y verde, desapareciendo casi por completo, aunque aún duele con ciertos movimientos o toques. Se fue más rápido lo de mi rostro y mi brazo que esto, supongo que porque mi torso se la ha pasado presionado con tanto tiempo en el auto. Niego con la cabeza, termino de quitarme la ropa y me meto bajo la lluvia de la ducha, notando también una enorme diferencia que hay ahora con quien era antes: mi cabello.
El largo casi por la cadera se ha ido, ahora a penas si tengo unas cuantas mechas a penas largas que forman un corte pixie de color negro azulado. El rojo furioso que antes me caracterizaba se ha ido y ya casi ni soy yo, mas ahora tengo que ser ésta persona para poder sobrevivir y permanecer incógnita por mi bien.
Salgo del agua luego de aclararme completamente el jabón y me envuelvo en una toalla, empezando a secarme cuando escucho el tono polifónico del teléfono que no he personalizado aún, ¿quién puede ser? Nadie tiene ese número.
Asustada, corro a verlo, viendo esos dígitos que me hacen temblar como una maldita gelatina. Estoy tan mal que casi se me cae el aparato cuando lo tomo para contestar, y la voz del otro lado me hace respirar profundo y relajado en cuanto atiendo: el número del restaurante. ¡IDIOTA! Claro que le di mi teléfono para que me llamaran cuando vinieran hacia aquí...
Siento deseos de darme de cabezazos contra la pared y me apuro a vestirme, bajando las escaleras a toda prisa para ir a buscar mi pedido. El chico con la enorme bolsa de papel del otro lado del vidrio me hace un gesto y presiono el botón junto a la puerta para abrirla, aceptando el pedido y dándole el dinero junto con la propia, cosa que lo hace sonreír. Seguro piensa que tendré invitados con la cantidad de lo que pedí, mas no podría estar más equivocado aunque quisiera: que tenga el tamaño de un gnomo de jardín no hace que mi estómago y apetito sean acordes a él.
Estoy llena de sorpresas...
Vuelvo a subir (ésta vez en el ascensor, ni loca vuelvo a subir esas escaleras con esto en las manos) y enfilo hacia mi departamento, solo para darme cuenta de un detalle: abrí la puerta de abajo con el botón junto a ésta, porque no llevé mis llaves, salí tan rápido que ni siquiera las registré, y ahora que volví, no tengo forma de entrar a mi casa. Ni siquiera un teléfono para llamar a un cerrajero, ¿qué carajo hago ahora?
Dejo la bolsa en el suelo y gruño frustrada, ¡MALDITA SEA! Me siento en junto a la bolsa y pienso en qué hacer mientras abro la bolsa y saco una de las cajas de wok y unos palitos y empiezo a comer. No voy a dejar que se desperdicie, recién hecho es lo mejor...
Luego del tercer bocado, caigo en algo: ya no estoy con ese desgraciado, lo que implica que no tengo porqué limitar mi interacción con los vecinos, nada me pasará si hablo con ellos, al fin van a poder ayudarme sin consecuencias. Y con eso en mente, me levanto aún con la caja con los palillos en mano y me acerco a la puerta más cercana a la mía, la cual está muy silenciosa, pero solo hay otros tres departamentos en éste piso y, según la vendedora, solo éste está habitado. ¿Estará el inquilino en casa? Porque sino, tendré que buscar a alguien en otros pisos.
Me arriesgo y llamo a la puerta, sin escuchar nada por unos instantes, hasta que (antes de que vuelva a tocar) unos pesados pasos se dejan oír acercándose del otro lado de la madera.
El olor del wok hace gruñir mi estómago en el momento justo cuando la puerta se abre y el color me sube a las mejillas tan rápido por la vergüenza, como me baja por el hombre ENORME frente a mí, con el cabello igual de mojado que yo y con solo una toalla cubriendo su cintura.
-Ay mamá...