Marcos no siempre fue una mala persona conmigo, de hecho, al inicio era muy bueno y atento, se preocupaba de que nada me afectara o me hiciera daño de alguna manera, procurara que no me faltara nada que necesitara y me intentaba facilitar la vida de la forma en la que podía, desde ir por mí al trabajo cuando salía tarde para que no saliera sola de noche, hasta hacer los mandados por mí cuando veía que estaba cansada. Así fue como pudo engañarme, como consiguió que fuera tan sumisa y dependiente de él sin darme cuenta, como me fui perdiendo a mí misma hasta el punto donde no me daba cuenta que siempre buscaba su aprobación, que no hacía nada que a él pudiera molestarle y ni siquiera me permitía darme un gusto, todo era para él.
Tardé mucho tiempo en darme cuenta cuán profundo era el cambio en mí, cuánto de mí había permitido que él pisoteara hasta hacerlo desaparecer para moldearme a su gusto, y cuando por fin lo hice, él se esforzó una y otra vez en intentar destrozarme para que no pudiera alzar nuevamente la cabeza, para mantenerme bajo la suela de su bota. Eso fue lo que terminó en los golpes que sufrí tantas veces...
Y entonces me detengo de golpe a mí misma, porque sé que estoy dejando que él vuelva a obscurecer mi vida, que no tengo que trasladar todos esos sentimientos negativos y de miedo a otros que no tienen la culpa de lo que pasó y que estoy aquí ahora, precisamente para cerrar ese capítulo de mi vida e iniciar otro.
La forma en la que Julio me observa, me dice que lo he pensado demasiado y me apresuro a disculparme.
-Lo siento, yo... me quedé pensando en algo, lo lamento.
-Si no quieres mi ayuda, solo dilo, no es necesario que aceptes. Solo me pareció que era bastante lo que tenía que entrar a tu casa y quise devolverte el favor del café.
-Eso era una disculpa de mi parte, no tienes que devolverme nada.
-Cada quien lo ve a su manera. Entonces, ¿qué es lo que prefieres? ¿Te ayudo o no?
-La verdad es que me avergüenza un poco, porque seguramente ahora mismo debo de parecer una compradora compulsiva que se pasó con sus gastos...
-Un poco, sí.
-Pero la verdad es que no, que todo esto es porque estoy equipando mi casa y mi cocina.
-¿No tenías nada de TODO eso en tu casa?
-La verdad, no quiero entrar mucho en detalles, solo diré que dejé todo allá y que esto es un nuevo inicio para mí: vida nueva, casa nueva, o sea, todo lo del interior (o casi todo) nuevo también. Y en respuesta a tu pregunta, sí, me vendría muy bien tu ayuda.
El pelinegro no hace más preguntas, simplemente asiente una vez con la cabeza y cierra la puerta de su departamento antes de acercarse al mío. No lo había notado hasta ahora (por estar nerviosa por su presencia), mas lleva ropa deportiva ahora mismo, la cual le queda muy bien, igual que la que llevaba ayer, ¿para qué mentir?
Con absoluta calma, se inclina para tomar una de las cajas que para mí pesa una tonelada y la levanta como si estuviera llena solo de plumas, cosa que me deja asombrada, a pesar de que no debería debido a que es mucho más grande que yo y no solo en altura. Cada uno de sus brazos debe equivaler a mis piernas juntas. ¿Qué se tiene que hacer para tener un cuerpo así?
Caja en manos, pasa junto a mí en dirección a la cocina y empieza a ponerlas una por una sobre la isla; en lo que yo llevo una, él traslada tres y eso me hace fruncirle el ceño con molestia. Incluso se me escapa un susurro...
-Presumido.
-Te escuché, pequeño duende.
-¡Oye! No te metas con mi altura, que yo lo haga no quiere decir que tú puedas. ¿Ya nos llevamos así?
-Qué sensible.
-Mira quién lo dice, árbol parlante.
Su ceño se frunce ante mi burla y yo sonrío satisfecha, empezando a sacar las cosas de las cajas mientras él me ayuda. La verdad es que es que resulta muy útil, al punto de que termino seguramente mucho antes de lo que esperaba.
-¿Usas todas estas cosas?
-La verdad es que disfruto mucho de preparar una buena comida, probar diferentes sabores, ponerme a prueba con diferentes recetas que no conozco... Solía cocinar mucho para mis amigos antes, ahora hace mucho que no cocino para más de una persona.
El ojiverde parece notar que mi pasado es un tema muy delicado, que no es la primera vez que no quiero hablar de mi vida antes de aquí, y decide cambiar de tema inteligentemente, preguntando por mis preferencias. Así es como termina conociendo más a fondo mi gusto por la comida y mi predilección por lo salado y se permite compartir su propio paladar, el cual tiene una clara preferencia por cosas como galletas dulces y los scones que preparan en la panadería. Eso me pone el reto de preparar algo yo misma para demostrarle mis habilidades, mas eso quedará para luego.
La charla la verdad es que es bastante cómoda, lo cual me sorprende, porque básicamente tengo en mi departamento, a un hombre de más de dos metros (eso creo, es muy alto), que debe pesar mínimo el doble que yo y me supera por mucho en tamaño en todos los sentidos, y aun así, no me siento amenazada. Quizás es por la tranquilidad que transmite su voz, o tal vez por la paz que se ve en su rostro, una que dice que no tengo ninguna razón para estar en alerta... siempre y cuando se quede tal y donde está. La verdad es que también la distancia juega un papel importante, porque que él no se mueva, me da un poco de seguridad, mi propio espacio.
Puedo tolerar cierto nivel de cercanía de parte de los hombres, siempre y cuando sea en un lugar abierto (por donde tenga salidas por dónde irme si así lo quiero) y/o haya más gente alrededor, cosa de saber que tengo testigos o apoyo en caso de necesitarlo. Pero esto es completamente distinto.
Ahora mismo estoy con un hombre enorme, sola, en mi departamento, y era precisamente lo que no quería que pasara con los repartidores, mas le permití a Julio entrar. ¿Qué es lo que pasa conmigo? Es verdad que no parece ser una amenaza para mí, no obstante, las apariencias engañan y prefiero que se quede donde está.
Su siguiente pregunta me hace salir de mi cadena de pensamiento.
-¿Y de qué trabajas
-¿Disculpa?
-¿A qué te dedicas? Parece que te mudaste de muy lejos, sin mucho encima, solo unas cuantas cosas son evidentemente tuyas y no nuevas, y luego está todo esto que compraste y has estado acomodando aquí. No me gusta aventurar conclusiones, pero es evidente que tienes los fondos suficientes como para comprarte todo lo que necesitas sin preocuparte por eso, lo que me lleva a preguntarme sobre tu trabajo u ocupación.
-¿Dedujiste todo eso solo mirando mi casa por un rato?
-Se puede saber mucho de una persona por lo que hay en su casa. Algunas fotos, algunos adornos, son pocas cosas las que tienen tu toque personal o que reflejan algo de ti, en comparación al brillo y rechinido de algo recién salido del empaque, que es la gran mayoría de las cosas de éste lugar.
-¿Y puedes deducir mi trabajo viendo esas mismas cosas?
-No, aunque estoy casi seguro que tiene algo que ver con el arte. No sé bien qué, mas tienes ese aire bohemio de alguien que puede pasarse horas en su mundo creando quién sabe qué.
Eso me deja sorprendida y mi mirada vuelve al salón, donde veo a lo lejos, colgado en la pared, un cuadro que representa el espacio y sus misterios. Pasé muchas horas pintándolo, perdida entre los colores y siempre me despertaba de mi turbulencia creativa cuando había caído la noche.
-¿Eso te lo dice mi aspecto o qué?
-No sabría decirlo, solo me das esa "vibra".
-No creí que fuera tan fácil de leer.
-No digo que lo seas, solo que yo soy bastante observador, que es diferente. Tenía que serlo y me quedó el hábito.
-¿Tenías que serlo? ¿Tenía que ver con tu trabajo?
-Así es.
Eso me pone un poco en alerta y trago con cierta dificultad, aunque intento disimularlo, porque la verdad, la idea que se está formando en mi mente no me está gustando nada.
-Y... ¿Y de qué trabajabas?
Su rostro muestra cierta curiosidad ante mi todo titubeante al preguntar, por lo que quiero golpearme por ser tan idiota como para dejar entrever que algo me ocurre. Aun así me responde, y precisamente su contestación me hace apretar los dedos en la mesada, como si estuviera por atravesar el cuarzo con ellos.
-Era detective en la policía, hace ya varios años. Me retiré y cambié radicalmente, o bueno, más o menos, porque ahora trabajo como seguridad computacional en mi propio negocio privado.
La respuesta debería tranquilizarme, él ya no trabaja en la policía, mas no, no tiene ese efecto, lo único que mi cabeza repite sin control es la palabra "POLICÍA", en que estaba repitiendo una vez más el mismo error y que, si ya no está en la policía, es porque algo pasó, que puede ser algo muy malo o quién sabe, mas no me importa, no puedo prestarle atención, lo único que grita mi cabeza es que se vaya, es que tengo que sacarlo de aquí, alejarlo de mi persona.
¿Y si conoce a Marcos y me delata? ¿Y si lo trae conmigo? ¿Y si le dice dónde estoy?
Mi cuerpo se echa a temblar, no puedo controlarlo, soy una maldita gelatina, y aunque a lo lejos puedo escuchar su voz llamándome, viendo que algo malo está ocurriendo conmigo, no me interesa, no puedo ni verlo, todo lo que mis ojos captan es un uniforme y placa sobre su persona que me impide mantener el control de mi persona. Y antes de saber qué fue lo que hice, me encuentro a mí misma gritándole que se vaya y corriendo a encerrarme a mi cuarto, alejándome de él a toda la velocidad que mis pies y piernas de duende me permiten moverme.
Sé que él quiere llegar a mí, lo escucho golpear la puerta gritando mi nombre y yo le grito también, pero que me deje sola, que se vaya de mi casa ya, que no quiero verlo. No estoy segura de si no suelto alguna frase hiriente en mi estado de aceleración y miedo que pueda haberle ofendido, mas justo ahora, no me importa, solo quiero que desaparezca y me deje en paz.
No sé cuánto pasa hasta que finalmente el silencio se hace y yo estoy escondida en la bañera de mi habitación, temblando como si mi cuerpo estuviera hecho de gelatina, sin poder detenerme sin importar cuánto lo intento.. Dios mío, ¿por qué me pasa esto a mí?