Capítulo 3 III: Estando con Zion.

Capítulo 3: Estando con Zion.

[Paulette]

No sé cómo sentirme al saber la dinámica y con quien me toco hacerla, esto es verdaderamente estresante para mí.

«Buena esa profesora, juntar dos nuevos ingresos para pasear en toda la escuela. Pienso y suspiro».

-¿Estás cansada? - Me pregunta y aún no lo puedo ver teniendo el antifaz.

Debo de adaptarme, no salí del yugo de mis padres para ser una asocial en la universidad.

- Sí. - Siento que nuevamente me carga entre sus brazos.

Tengo que relajarme aún que por mi cabeza pasa uno y mil escenarios que se pueden dar fácilmente con este pelirrojo peligroso.

- Pero tú también estás cansando. - Me levanto el antifaz para verlo a los ojos

Se ve tan bonito cargándome que me siento pendeja.

- No más que tú... (Me guiña el ojo)... Ponte el antifaz o vamos a perder nuestra calificación. - Me baja el antifaz y recuesto mi cabeza contra su hombro.

Bueno, también voy a aprovechar la situación que más me queda.

Siento que cada paso de él se vuelve más pesado, antes de que se pudiera desmoronar hasta conmigo encima se detiene.

- Llegamos. - Resopla, con cansancio me baja y toca la puerta.

Entonces si sabe en donde estamos porque imagino que llegamos a la oficina del decano.

-¡Entre! - Se escucha una voz vieja pero muy masculina atrás de la puerta.

Zion me toma por los brazos y siento con las manos que unas sillas están frente de mí. Por lógica estoy al frente del decano de la facultad.

- Vienen por la firma, ¿no? - Siento que el aire de la oficina se mueve.

Me sonrió mentalmente porque el decano sabe de qué se trata, está dinámica.

- Venga, quítate un momento el antifaz. - Antes de que pudiera quitármelo ya me lo quita Zion con delicadeza, pasa su brazo por mis hombros.

Ya creo que él se siente en confianza haciendo ese gesto.

-¿Cómo se llaman? - Pregunta el director con una mirada inquisitiva hacia nosotros.

Yo tomo la palabra porque intento de que Zion no lo tenga que hacer todo.

- Paulette Baudelaire y Zion Agreste. - Respondo con firmeza, pero a la vez con delicadeza.

- Bien tengan. - El decano extiende su brazo con una pequeña hoja de papel en su mano.

- Gracias. - La tomo, pero él se nos queda mirando nuevamente.

-¿Sucede algo decano? - Pregunta Zion con voz desafiante.

- Oh, nada en realidad solo pensaba que hacen bonita pareja. - Sonríe al decir la última palabra.

Y veo la reacción en la cara de Zion que le ha gustado el detalle del decano.

-¿Pareja? - Arrastro la palabra que tiene más impacto en mí. Yo sí que entre en shock.

- Oh, sí. - Asiente el decano.

- Bueno, gracias. - Responde Zion rápidamente y nos retiramos.

- Toma. - Zion me entrega el antifaz.

Me lo pongo y nos ponemos en marcha para regresar al salón.

***

- Bien, ya tienen sus 10 % en su calificación final. - os dice el profesor a Zion y a mí.

- Ya son las 12:21 p.m. casi es hora de almorzar. ¿Podemos ir a la cafetería? - Pregunta Zion al profesor buscando aprobación.

- Sí, bueno, de 18 parejas ya han venido 14 y casi está terminando la clase, así que... si pueden ir. - No entiendo la petición de Zion por salir más temprano.

«Bruta, recuerda que lo invitaste a comer. ¡Diablos! Me riño mentalmente ante aquel error.».

-Bueno, ¿me acompañas? - Zion extiende su mano cariñosamente, guiñándome el ojo.

-No tengo otra opción. - Tomo su mano, pero se acerca a mi oído.

-Ahora no puedes escapar de mí. - Al verme de nuevo sonríe perversamente. Y yo solo ruedo mis ojos porque ya se va a poner otra vez él con su galantería.

«¿En qué me he metido?».

Tras de llegar a la cafetería, tomo una bandeja y me dispongo a seleccionar mi comida.

-¡Hey!, no me esperaste. - Me reclama Zion con un puchero. A, pues, para qué lo voy a esperar soy independiente realmente.

-Bueno, el que no llora, no mama. - Me acuerdo el viejo refrán de mi abuelo.

-¿Qué?, entonces... lloraré por ti. - Me dice Zion con voz ronca.

-Para mamarte. - Me susurra en la cara, viéndome a los ojos llenos de lujuria. Empieza a llorar falsamente.

Ahí no, de verdad que esté pelirrojo se pasa.

-Ja, ja, ja, no llores. - Me carcajeo en su cara, los dos nos terminamos riendo.

-Bueno, veo que la están pasando bien. - Llega un chico de aspecto muy rudo.

Alto, blanco, rubio rubí, como un niño de papi, pero muy engreído.

-¿Qué, tenemos aquí? - Pregunta Zion muy desafiante.

-Amigo, vamos, no te he visto en días. - El rubio sonríe y abraza a Zion.

Ah, este es amigo del otro porque no entendía qué sucedía.

«¿Días?, pero Alma me dijo que...».

Mis pensamientos son interrumpidos por el brazo de Zion pasando por mis hombros. Otra vez vuelve el perro arrepentido con sus cosas.

-Suéltame. - Le digo moviendo mis hombros.

No me gusta que se ponga con esa actitud y menos que recién lo estoy conociendo.

-La señorita ya hablo, por cierto ¿Cómo te llamas? - El rubio me mira inquisitivamente.

-Mi nombre es Paulette y ¿el suyo?. - Arqueo una ceja.

-Ray. - Me toma la mano y la besa.

-Sabes, que su pronunciación en español es "Rey", que significa emperador, soberano, monarca o su majestad. - Sonrió por mi basta inteligencia.

-Oh, si su majestad Ray, me encantaría que me llamaras así. - Se acerca a mí cautelosamente como si el cazador tuviera a su presa exactamente donde quería.

-Oh, jamás te llamará así. - Me aparta Zion furioso.

- Además, nos vemos luego, Ray. - Empezamos a caminar, pero yo volteo hacia atrás y Ray me guiña el ojo despidiéndose con la mano.

-¿Por qué fue todo eso? - Pregunto confundida, pero a la vez aliviada por no tener que lidiar con un insinuador.

-Porque me invitaste a mí a comer, solos... tú y yo. - Elige una mesa pegada a un ventanal, se sienta frente de mí.

«Volvimos con las frases de doble sentido».

-¿Qué tal la Universidad? - Pregunta llevándose un sándwich a la boca. Me encojo de hombros y luego le respondo.

-Inesperada. - Digo sin ninguna emoción. Porque es la verdad a penas, estoy comenzando a explorar, este universo paralelo a mi vida en Oslo.

- ¿Y...? Tú? - Pregunto para no ser tan cortante.

-Mmm... Excitante. - Sonríe sinceramente con los ojos cerrados como sí estuviese recordando algo.

-¿Perdona, excitante? - Me atraganto un poco con la banana que estaba comiendo.

Me mira con una sonrisa maliciosa, como si hubiera logrado su cometido.

«Pinche chico sabroso».

-Eh... Sí. - Termina agarrando su jugo de melón y llevándoselo a la boca.

-Todo contigo es muy inesperado. - Volteo cruzándome de brazos haciendo un puchero.

-Gracias, tomaré eso como un cumplido. - Ni se inmuta, solo sigue comiendo.

«¿Es qué, este no entiende las indirectas?».

-Así, como tú también. - Toma mi yogur y lo destapa.

-Hey, no tienes... (Me impide) ...

- Shh...(Pone su dedo índice lleno de yogur en mis labios)... recuerda no necesito ningún derecho cuando estoy contigo. - Me quita su dedo y se lo mete a la boca.

-Eh... Si necesitas derechos. - Quedo removiendo el yogur que quedo en mis labios con mi lengua. Él se muerde el labio.

«¿Qué diablos? ¿Qué intenta hacer?».

Mientras que me pregunta, que intenta hacer el muy condenado empieza a comerse MI yogur con sus dedos. Me quedo observando cada movimiento que hace, como se lleva sus dedos al yogur y después a su boca y lentamente como sus dedos se alejan de la comisura de sus labios.

No parece nada desagradable, sino que al contrario es elegante con cada movimiento que hace.

-Puedes seguir comiendo. - Me recuerda, porque es como si hubiera entrado en un tipo de trance.

-Pero... En mí. - Sin tiempo de reaccionar, me besa, todo lleno de yogur, al tocar sus labios con los míos siento el agridulce sabor que tiene su boca, la suavidad de sus labios, cada caricia es como un mangar, provocándome una palpitación.

Lo alejo de mí, me limpio el yogur depositado en mis labios tras del beso.

-¿Te gusto?. - Pregunta muy complacido.

-Eh...- No articulo ninguna palabra.

«Y otra vez nos sonrojamos, bien hecho Pau. Me riño, al no poder verlo a los ojos. Jamás bajes la mirada Pau.».

Así que lo más calmada que puedo estar le observo con una mirada desafiante. Él se sorprende, pero ni se inmuta, me toma por mi mentón, vuelve a besarme, apasionadamente.

Las caricias de nuestros labios son cada vez más excitantes, pasa su lengua por mi labio inferior, se la muerdo.

-Mmm. Gime muy bajito.

Me separo y nuevamente mi limpio.

-¿Qué?, ¿Por qué?... (Yo lo interrumpo a él)...

-Shh, uno estos no se va a repetir, dos fue un gusto almorzar contigo y tres tenemos clase de finanzas en 10 minutos. - Me dispongo a terminar el yogur que me había quitado, él se queda pasmado por lo que le acabo de decir.

- Eh... Ajem tienes... razón, terminamos de almorzar y vamos. - Con cuerda con lo que dije. Empieza a comer.

***

-No me toque. - Le reclamo, ya que me quiere agarrar la mano.

-Tsk, son puras excusas. - Refunfuñe.

Llegamos a la clase A-1, entramos casi retardados, pero gracias a Dios que aún no ha llegado el profesor.

Me siento al lado Alish, lejos de Zion, no he podido hablar con ella. Intento comenzar una conversación

-Hola, ¿Cómo estás?, ya sé que nos presentaron, pero soy Paulette Baudelaire. - Le extiendo la mano parece una chica tímida pero buena persona.

-Un gusto Alish North. - Me acepta el apretón de manos.

-Bueno, ¿Desde hace cuánto estudias acá?. - Pregunto con una sonrisa sincera.

-Eh... desde hace 2 años, mis padres decidieron, inscribirnos acá para manejar bien el negocio familiar. - Explica con determinación.

- Oh, yo me inscribí para independizarme de mi familia. - Me mira confundida, pero sigue hablando.

-Yo soy la menor, bueno... me sacaron de última y... a veces es motivo de burla. - Me dice.

-Oye, ¿de quién?. Pregunto intrigada.

-De... (Sé juguetear con un mecho de cabello para desviar mi atención) ... Mis hermanas. - Le cuesta un poco terminar la oración.

-¿Yo puedo hacer algo? - Pregunto entristecida.

-Si alejarte de mí Dionisio. - Me riñe una chica que no conozco.

            
            

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