/0/10276/coverbig.jpg?v=20230515104452)
Capítulo 8: Adonde nos lleva las calenturas.
[Paulette]
Zion me toma de la mano, empezamos a caminar.
-¿Por qué desapareciste? - Pregunto enojada y algo indignada, sin embargo, no lo demuestro le miro y él tiene una cara pensativa. Coloco mi cara muy seria, no soporto lo insensible que es.
-Estuve ocupado. - Se excusa, me suelto molesta me cruzo de brazos y acelero mi paso. Este igualado piensa que soy una mujer pendeja, me ofende que me tome por ignorante.
-Oye, en serio estuve ocupado. - Se sigue excusando no lo quiero ver, no quiero saber nada de él. Lo odio. No sabe lo que me hace sentir, él es muy despreocupado no se interesa realmente por nadie.
-Ah, con qué no me vas a prestar atención. - Lo último lo dice en un tono de broma lo que me preocupa y volteo.
Él me toma de la cintura y me carga como costal de papas.
-Suéltame, suéltame. - Le exijo, le golpeo la espalda baja, le golpeo las nalgas para que reaccione, él como me está tapando con una mano mi falda para que nadie vea lo que tengo dentro y con el otro recibo nalgadas bastante provocativas.
-Deja de oponerte, ¿Sabes?, te diré una frase que no le digo a nadie. - Su anuncio me asusta, ya que, viniendo de Zion, todo es posible.
-No haré nada que no quieras. - Llegamos a la entrada de la casa y me baja con cuidado, tambaleo un poco, me agarra los hombros para que no me caiga, clava su mirada oscura en mí, tratando calar hasta lo más profundo de mi alma.
-Bésame. - Le ordeno, sin titubear, sin rechistar arquea una ceja, entrecierra los ojos.
Rodeo con mis brazos su cuello, me acerca poniendo sus manos en mi cintura y después en mi zona lumbar.
Me mira como si estuviera apreciando cada facción de mi rostro, cierra los ojos y lentamente se acerca a mí. Imito tal acción antes de llegar a mi comisura de mis labios dice...
-Eres solo mía. - Su confesión derritió mi helado corazón, sin poder aguantar más junto a mis labios con los suyos acariciándolos, sintiéndolos, tan suaves como lo son los algodones de azúcar que venden en el parque de atracciones y tan exquisitos como un tiramisú.
Pasa su cálida lengua por mi labio inferior pidiéndome permiso, accedo, nuestras lenguas se rozan, juguetean, saboreando cada espacio de nuestras bocas.
Se separa de mí para tomar aliento, no obstante, no pierde ni un segundo cuando comienza besando desde mi mandíbula hasta mi hombro dejando un camino de besos y chupetones.
Creciendo un fuego en mi interior me subo a él y rodeo mis piernas en su cintura, tomándome de los glúteos empieza a caminar hacia la entrada de la casa, besando su manzana de Adán, todo su cuello, su clavícula.
¡Pum!
Suena estruendosamente la puerta, sé que no es Zion porque aún estamos en el porche de la casa.
-¿¡Qué diablos están haciendo! - Pregunta una voz muy familiar a mis espaldas?
-Mmm...- Escucho como Zion tarda en pensar una respuesta, trato de voltear la cabeza, pero se me hace imposible ver quien está frente de nosotros.
-Saben que la regla número uno de la casa es no coger entre nosotros. - Gruñe la voz femenina familiar, decido bajarme para ver finalmente quien es, volteo y es Alba con una cara de demonio.
-Tienes razón. - Mascullo sin bajar la mirada, tomándole la mano a Zion con fuerza.
-¡Entonces entra! - Me ordena Alba, pero con una mirada de desaprobación, niego con la cabeza.
-Danos un momento a solas por favor, que ya entramos a la casa. - Ahora soy yo quien le ordeno a Alba, esta hace un puchero y asiente cierra en un golpe seco la puerta.
-No sé por qué está emputada, pero es cierto deberíamos entrar a la casa. - Le expongo algo frustrada, pero es mejor no llegar a mayores, aun no siendo nada de él.
«Al menos confeso algo de sus sentimientos hacia mí».
-No estoy de acuerdo con ustedes. - Me toma de la cintura y me besa.
Le sigo el beso, con pasión y necesidad, poco a poco se va haciendo más profundo y erótico.
Le chupo para después morderle el labio y acercarme a su oído.
-Pero... Dijiste que no harías nada que yo no quiera. - Mascullo, lamiéndole el oído.
Le doy un último pico, le tomo la mano y entramos a la casa, sin embargo, Alba gruñona ya no está, pasamos y subimos las escaleras.
Con melancolía le miro cómo encaja su llave en la cerradura, estar al lado de la habitación 04 se me hace muy difícil quisiera entrar allí con él, pero sería una mujer fácil y eso jamás lo seré.
-¿Quieres entrar? - Pregunta extendiéndome la mano, con una mirada de conmoción, me dirijo a él...
-No, buenas noches. - Termino de abrir la puerta y me entro a mi habitación. Supercortada me desvisto, para tomar una ducha.
-20 minutos después-
Acostada en mi cama que justo queda pegada a la pared que comparto con la habitación 04, leo un libro para finanzas que disfruto leer, pero me da sueño.
[Zion]
«Uff.».
Es lo único que puedo pensar después de besar a Paulette.
«Cómo me la pone dura.».
No sé cómo voy a saciar estas ganas de coger, pero de que las sacio.
Prendo la luz de mi habitación para mi sorpresa veo un esbelto cuerpo en mi cama totalmente desnuda. Se voltea para ver donde estoy y es ella.
-Cariño te estuve esperando. - Se retira la sabana de encima para que yo me deleite visualmente de su cuerpo.
-Veo que te la puso dura, ¿eh?, ¿qué tal si le damos algo de atención? - Se pasa su dedo por su vagina y se lo mete a la boca.
«Maldita sea, ojalá fuera Paulette, pero como me negó vamos a hacer que se entere de que es de lo que se perdió y hasta donde puedo ofrecer».
«Para que tenga muy en claro de con quien se está metiendo.».
Sumido en mis pensamientos de venganza, decido que lo mejor es coger con su amiga, para así demostrarle que puedo ofrecer.
«Esta vez no me la pelas Paulette Baudelaire».
Sin más me desvisto lentamente para encender a esta mujer que yace en mi cama. Quito mi corbata, me doy la vuelta para que aprecie mi espalda trabajada y aprieto la espalda para que se deleite de cada músculo que se marca, quito mi cinturón doblándolo, haciéndolo sonar muy fuerte.
¡Clas!.
-Hmmm. - Es lo único que ella articula.
Desabrocho mis pantalones dejando que mi erección sea un poco más libre, me los quito, volteo otra vez para observar cómo se está tocando. Imaginando que es Paulette me quito el bóxer.
«Mierda, nadie me la había puesto tan dura como Pau».
Saco un preservativo de unos de mis cajones de ropa, me lo coloco.
«Jamás tendré hijos, menos con una loca de atar».
Me acerco a su amiga, la pongo en cuatro, no quiero encargar mi erección en su vagina, por lo tanto, lo haré en su punto.
Ya está bastante relajado lo cual procedo bastante lento, causando que ella gima muy bajito, lo cual me enoja, ya que no quiere cooperar con mi plan la tomo del cabello y le susurro en su oído.
-Gime lo más duro que lo has hecho en tu vida o te haré rogar por llegar al éxtasis. - Le ordeno con mucha dureza para estar susurrando, ella asiente.
Me muevo en su interior, entro y salgo sin piedad, provocándole tanto placer como dolor por igual.
-¡AH! -
-¡AH! -
Empieza a escucharse una canción para mis oídos y para los de Paulette.
-Así me gusta pequeña. - Le halago por el buen trabajo que hace.
Las embestidas van con más y más fuerza, haciéndola hasta gritar, lo que me place. Ya casi llegamos, pero me detengo y voy más despacio para disfrutar llenar lentamente al ansiado punto de éxtasis.
-Hmm. - Finalmente, ahogo mi gemido, no quiero que nadie escuche lo que proviene de mí, sino lo que provoco en otras personas.
Llegamos y le doy unas estocadas más fuertes que las de antes premiándola por un buen trabajo.
-Ah. -
-Ah. -
Termina jadeando, le doy una nalgada, me voy directamente al baño por unas toallas, amarrando el condón y botando.
-Toma. - Le pasó las toallas húmedas, las agarra y se limpia sus genitales. Volteo para no tener que verla ni un segundo más.
«Solo me hizo un favor».
Volteo la silla que está cerca de mi escrito y me siento con los brazos cruzados. Termina de vestirse y me hace una seña para que yo me vaya a acostar al lado de ella.
-No, ahora vete tú mejor que nadie sabe que no me gusta dormir con las que me cojo. - Le ensaño una mirada.
Hace un puchero y camina directico hacia la puerta con todas sus cosas cierra la puerta de golpe para llamar la atención.
Suspiro, sin tantas ganas voy hacia la ducha tomo un baño, me seco, estiro la cama, la ordeno y me acuesto desnudo, mientras que veo como la luz de la luna baña mi cuerpo desnudo.
Entre pensamientos de culpa y frustración quedo profundamente dormido.