Capítulo 7 Puja por la Estrella del Mar

El hombre llevaba un traje negro confeccionado a mano con una camisa blanca.

Su atuendo lucía serio como de costumbre, y su cabello negro estaba cuidadosamente peinado, lo que acentuaba su fría expresión natural. Su figura alta y firme como una torre inquebrantable irradiaba un aura que era difícil de ignorar. Tan pronto como apareció, todos no pudieron evitar posar sus ojos en él.

En un momento, Brenda percibió que muchas personas habían comenzado a ponerse de pie y a caminar hacia donde estaba el recién llegado para saludarlo. Al fijarse bien, se dio cuenta de que el hombre que estaba siendo el centro de todas las miradas no era otro que Miguel.

De repente, se quedó paralizada, pues no contaba con que él también fuera a ese banquete de beneficencia.

¡Qué ridículo! Durante los tres años que habían estado casados, rara vez se veían.

¡Pero ahora que estaban divorciados, ya se habían visto varias veces en pocos días!

"¡Señor Hamilton, es usted!". El anfitrión del evento hizo una reverencia respetuosa para darle la bienvenida y dijo: "Su asistente, el señor Steven Gibson me llamó para informarme de que vendría. ¡Me siento muy halagado de que haya decidido honrarnos con su presencia! Por favor, venga conmigo. Tengo preparada una sala VIP solamente para usted".

Con eso, el anfitrión se secó el sudor de su frente, esperando que Natalie y los demás bajaran la voz al hablar.

Estaban conversando en un tono tan elevado, como si desearan que todos escucharan la palabra "cornudo".

Por otro lado, alguien le hizo un gesto a Natalie para que mirara hacia la puerta y murmuró: "¡Haz silencio! No sigas diciendo eso. ¡Miguel está aquí!".

"¿Miguel? ¿Dónde está?".

Natalie había estado enamorada de él por mucho tiempo, así que apenas supo su llegada, se le iluminaron los ojos y corrió hacia la puerta.

Sin embargo, antes de que pudiera avanzar más, se escuchó una fría voz femenina detrás de ella que le decía: "Señorita Powell, imagino que aún no has podido decidir si estoy calificada para ver la Estrella del Mar. Muy pronto, te darás cuenta de que no sólo estoy a la altura, sino que también soy su propietaria legítima".

La aludida se detuvo en seco y se volteó para mirar hacia atrás con incredulidad.

Brenda estaba acariciando el cartel mientras lo miraba con una expresión radiante, como si fuera lo más valioso del mundo. Esas confiadas palabras tenían que haber venido de ella.

Al parecer, la repentina llegada de Miguel no había causado ninguna reacción en ella.

Ante lo que Brenda acababa de decir, Natalie sólo resopló y se encogió de hombros, sin darles mayor importancia a esos comentarios. Después de todo, cualquiera podía presumir.

"¡No te sobreestimes!", replicó con frialdad antes de marcharse.

Una vez que se fue, Brenda respiró hondo y volvió a fijarse en el cartel por un momento, antes de darse la vuelta y acercarse a Lukas.

"Toda nuestra familia se ha encargado de malcriar a Natalie. Así que no te preocupes por lo que dijo", comentó él, pensando que Brenda estaba molesta por el comentario de su hermana.

"Está bien. Estoy acostumbrada".

Brenda estaba tratando de mantener la calma y guardar la compostura porque Miguel estaba ahí.

Ya estaban divorciados y en desacuerdo el uno con el otro.

Pero ahora mismo, tenía que mantenerse concentrada, pues su único objetivo al haber ido allí era conseguir la Estrella del Mar.

Poco después, comenzó la subasta de beneficencia. Las primeras cosas que se subastaron fueron artículos pequeños, que no tardaron en venderse.

Sin embargo, la razón principal por la cual la mayoría de la gente estaba reunida era el último objeto. Subastarían la Estrella del Mar, una joya que había logrado cautivar el corazón de innumerables mujeres de la alta sociedad.

Brenda encontró un lugar tranquilo y se sentó allí junto a Lukas. Mientras él estaba ocupado charlando con la gente de alrededor, ella tomó su celular y comenzó a escribir un mensaje.

Al cabo de un rato, el aparato vibró con la notificación de una respuesta recibida, proveniente de un contacto registrado como: "X".

"Dejaste el mundo del diseño por tres años. ¿Estás lista para volver?".

"¿Brenda? ¿Brenda?", la llamó Lukas mientras agitaba la mano frente a ella.

"¿Qué pasa?". Brenda volvió en sí y rápidamente guardó su teléfono.

Él le entregó un tablero de subastas al mismo tiempo que le preguntaba: "¿Estás bien? Parece que estás en otro planeta. ¿Te preocupa no poder conseguir la Estrella del Mar?". Hablando de eso, se acercó más a ella y continuó: "Elan, el diseñador, desapareció hace casi tres años. La Estrella del Mar era su última creación y costó mucho convencer a su ayudante para que accediera a venderla aquí, en la subasta. No te preocupes, te ayudaré a conseguirlo, cueste lo que cueste".

Brenda asintió con indiferencia y miró a su alrededor para ver si podía encontrar a Paul, un accionista del Grupo Sanchez, pero no había ninguna señal de él.

Ante eso, se preguntó qué exactamente quería hacer Lukas.

Mientras miraba por todas partes, accidentalmente se encontró con una fría mirada de alguien que estaba en el salón principal del segundo piso.

Por un segundo, su corazón comenzó a acelerarse, pero rápidamente se calmó, y simplemente fingiendo no haberlo visto, miró para otro lado.

Entretanto, en la sala privada, Natalie preguntó tímidamente: "Miguel, se acerca el cumpleaños número ochenta de mi abuelo, ¿vendrás para ese entonces?".

Sentado en la mesa, el hombre sostuvo el vaso con sus delgados dedos y sus ojos se fijaron en algo distante, en los cuales se reflejaba una vaga furia.

"Señorita Powell, me parece que se te olvida que la familia Powell y el Grupo Glory son enemigos acérrimos en el mundo de los negocios, así que el señor Powell nunca querrá verme", replicó él mientras desviaba la mirada y prestaba atención a la uva en la mano de Natalie.

Ella quería dársela en la boca a Miguel, pero al oír eso, se congeló y su mano se quedó paralizada torpemente en el aire.

Él la miró con indiferencia y agregó: "Yo tampoco te conozco muy bien, así que ya puedes irte".

Tras eso, apartó la mirada de ella y no pronunció otra palabra.

Con la cara pálida de frustración, Natalie apretó la uva que tenía en la mano, hasta que se convirtió en un jugo que comenzó a derramarse.

Para ella, Miguel era como un dios al que veneraba.

Antes, cuando solía ir al Grupo Glory para entregarle comida que ella misma había cocinado, a menudo la detenían, así que sólo pudo colarse para mirarlo desde afuera de la sala de conferencias, mientras él llevaba a cabo sus reuniones de trabajo.

Durante aquellas juntas, el hombre permanecía totalmente concentrado y tenía los ojos profundos y serenos. Ella podía recordar claramente esos momentos, hasta los más mínimos de sus movimientos y cambios de expresión, y los contemplaba mil veces en su mente.

"¿Por qué no me das una oportunidad si ya estás divorciado de Brenda?", murmuró para sí misma, mientras salía de la estancia privada.

En ese momento, muchos pensamientos similares se agolpaban en la mente de Natalie. No conocía la compleja historia que había detrás del matrimonio de Brenda y Miguel.

"¡A continuación, el último tesoro de nuestra colección es la Estrella del Mar! ¡Diseñado por el joven diseñador Elan!".

Cuando el presentador anunció el artículo en exhibición, toda la audiencia se sentó en el borde de sus asientos, esperando con gran expectativa el próximo proceso. Al cabo de un rato, el hombre anunció que el precio base de ese artículo sería de un millón de dólares.

Como su diseñador había desaparecido sin motivo, esa pieza se había convertido en objeto de colección agotado, y en consecuencia, su precio se disparó hasta diez millones de dólares al poco tiempo.

Cuando Brenda escuchó el nombre de Elan, dejó escapar un suspiro de alivio. Levantó su tablero de subastas y dijo con tranquilidad: "Veinte millones".

Lukas la miró con incredulidad. Incluso la audiencia a su alrededor se sorprendió. Todos pensaron que era un poco demasiado de su parte doblar el precio de la puja de buenas a primeras.

"¡¿Hay una oferta más alta?!", gritó el presentador. "¡Veinte millones! A la una. Veinte millones a las dos...".

"Cincuenta millones". En ese momento, sonó una fría voz que parecía provenir de la sala privada del piso superior.

De repente, el ambiente de la subasta se volvió tenso y se oyó un grito ahogado en el salón.