PASIÓN Y DESEO
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Capítulo 4 4

Christina caminó hasta la entrada del restaurante plantándole cara. Frank se quedó sorprendido al verla y se preguntó qué hacía ahí. La miró desconcertado al notarla afligida, no era consciente de que ella había sido testigo del gesto de hastió e indiferencia que solía hacer de un tiempo para acá, cuando lo llamaba.

-Cariño, ¿qué sucede?

-Te vi, eso pasa y sabes qué, no te preocupes, no te llamo más.

Christina comenzó a caminar en dirección contraria, sin llegar demasiado lejos antes de que él la detuviese, exigiendo una explicación.

-¿De qué hablas?

Lo que ella no sabía, era que aquella pregunta era honesta. El gesto que había hecho Frank fue una reacción tan natural, que ni siquiera se percató de que lo había hecho. Christina lo miró indignada, pensando que intentaba zafarse de la situación haciéndose el desentendido.

-Te vi, te llamé y te vi la cara de obstinación que pusiste al ver mi nombre en la pantalla, ¿por qué?

-No sé de qué estás hablando. Hablemos en otra parte, todos nos miran -dijo refiriéndose a dos chicos del servicio de aparcar autos, tomándola con fuerza por el brazo, caminando con ella lejos del local.

-Suéltame. No seas tonto.

La soltó y le rogó que lo acompañara al auto, para hablar con tranquilidad. La miró muy serio y le pidió que no le hiciera pasar vergüenza. Christina, que ni siquiera subió el tono de voz, ni hizo ningún gesto que delatase que estaba furiosa, lo siguió resignada.

Frank podía llegar a ser bastante intransigente y manipulador cuando quería, sobre todo, cuando sentía esa imperante necesidad de mantener todo bajo control en cualquier situación, incluyendo una hipotética pelea con su novia, con la que no discutía por casi nada. Opinaba que las peleas en las relaciones amorosas eran algo indeseable y que debían ser evitadas a toda costa.

Su forma de ser, perfeccionista, lo impulsaba a perseguir la armonía a como diera lugar. Esa obsesión de Frank por vivir dentro de los paramentos de lo que consideraba una relación sin problemas, lo condujo a obviar un detalle significativo: nada era perfecto.

La relación anterior de Christina, había estado llena de desengaños y mentiras, por lo que, en un principio, se sintió atraída por la tranquilidad que Frank le ofrecía. Era un hombre decente, de naturaleza sosegada que la trataba con profundo respeto. Era un novio atento, ejemplar, que la quería, la cuidaba y que, incluso, se esforzó en ganarse a su madre ligeramente racista.

Frank era un hombre estupendo en toda la extensión de la palabra, el problema radicaba en que esto era directamente proporcional a lo aburrido que era. Motivo por el que Christina se la pasaba fantaseando con dejarlo, idea que nunca se materializaba, porque vivía en un entorno asfixiante que la hacía creer que era imperativo tener una pareja para ser feliz. Sentía miedo de dejarlo y luego arrepentirse por perder al único hombre decente que había conocido.

Tras ese tipo de cavilaciones, Christina concluía lo mismo de siempre: era mejor malo conocido, que malo por conocer y al final del día lo quería. ¿Cómo no quererlo? Frank tenía de todo, menos algo malo. Era la estampa de la perfección y eso era precisamente lo que la aniquilaba.

¿Cómo se quejaba de un novio que nunca olvidaba un aniversario? Uno atento, que se había interesado tanto por ella, que muchas veces adivinaba las cosas que necesitaba antes de que esta siquiera las pidiera. Tal vez, tenía la culpa por ser tan predecible, por convertirse en una mujer aburrida. Así que, cuando entró al auto, decidió que era justo transgredir un poco esas normas tácitas que se habían gestado entre ambos. Su relación necesitaba cambiar con urgencia.

Frank le había dado un motivo a Christina para discutir y esta decidió que aprovecharía al máximo la oportunidad para exigir respuestas. Aquello era un grito de desesperación, estaba harta de mantenerse impasible, necesitaba sentirse viva, aunque fuese por cinco minutos. Respiró y se preparó para no caer en las tácticas apaciguadoras que solía aplicarle para domeñarla, ni en las caricias en la espalda o en los susurros tranquilizadores que de seguro iba a darle. Ella quería llegar a la raíz. Necesitaba comprender qué había hecho para que él se sintiera fastidiado de responderle el teléfono, porque si él era el novio perfecto, ella era la mejor novia que pudiese desear, que siempre le daba su espacio.

-Christina, ¿explícame qué pasa?

-Pasa, que estoy en casa, te llamo y no contestas. Ok, perfecto, no tienes que contestarme de inmediato, pero vengo hasta aquí, te llamo y me desvías la llamada en mi cara.

-Frank levantó las cejas, en un gesto de entendimiento, cuando al fin se percató de lo que sucedía.

-Entonces me pregunto: ¿por qué haces eso? ¿Por qué me ignoras así? ¿Y sí me hubiese estado muriendo? ¿Qué tal que me hubiese caído en la ducha y te estuviese llamado para que me ayudaras?

-Discúlpame, cariño, tienes razón. -Y al decir esto, él dio las cosas por zanjadas, sin saber que Christina esa noche tenía ganas de ver todo arder.

-Esto no va de que te disculpes. Me explicas por qué me mientes diciéndome que no oíste el teléfono, además del gesto de: ¡Qué fastidio, esta mujer de nuevo llamando!, cuando yo nunca te molesto por nada, casi ni te llamo, menos cuando estás con tus amigos.

-No lo haces. Es solo que... -Se quedó a medias, intentando inventar una excusa creíble.

Estaba ocupado, tú no me fastidias nunca. En serio - mintió.

- ¿Eso es lo mejor que se te puede ocurrir? ¿Que estabas ocupado?

-Me niego a pelear por esta tontería.

-Ese eres tú, yo quiero saber: ¿por qué estás cansado de mí?

-No estoy cansado de ti, solo que era mi momento de estar con mis amigos, yo no te molesto cuando tú estás con los tuyos.

-O sea, ¿sí te molesto? -contestó malsonante.

-Sabes que eso no fue lo que quise decir, Christina. Perdóname y ya. Tú me conoces, sabes que te adoro, que te amo.

            
            

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