Las lágrimas rodaron libres por sus mejillas, sin que buscase limpiarlas, nada tenia importancia. Caminó desorientada sin rumbo fijo, hasta llegar a un parque cerca del hospital. Se dejó caer en la banca más lejana que encontró, desdichada, abrió el contenedor de plástico y comenzó a comerse la rebanada de pastel.
Llorar y comer, era su nueva rutina. La tenía sin cuidado las opiniones de los demás. En la aflicción y profundo dolor en la que se encontraba. Sacó el celular de la cartera y llamó a Andrés, porque no tenía con quien más hablar, entre llantos y lagrimas, consiguió contarle lo ocurrido.
-Espérame ahí, respondió Andrés.
Christina se sintió abatida, triste y solitaria. Seguía en shock. De solo recordar la escena que vivió, sentía un dolor pulsátil en el estómago y el dolor que tenía en el pecho, se le irradiaba por todo el cuerpo. Desolada se preguntó cómo era posible. -Diez años. ¡Diez!
¿Cómo puede ser posible que ya estuviera con otra mujer una semana después? No parece el hombre a quien yo conocí. No puede ser ese hombre a quien yo consideraba como un amigo,un amante, un compañero. Era imposible. Treinta minutos después, Andrés llegó al parque, recorrió varios de los senderos de concreto, Se alegró cuando al fin la encontró, impresionándose de verla tan desamparada.
Tenían la misma edad, pero Christina se veía juvenil, súper bonita. Pasaron la noche conversando y poniéndose al día de todo lo que había ocurrido en sus vidas.
Se habían conocido en primer año, cuando la familia de Andrés se mudó a la ciudad. Nadie del salón le hablaba, los niños lo observaban como un bicho raro y lo evitaban, ya que le tenían miedo debido a su altura y gran contextura.
Era moreno de cabello oscuro largo y liso, que él insistía en echarse a los lados usando, únicamente, los meñiques de ambas manos, siempre asistía a las clases con el uniforme casi ajustado y tenía muchas expresiones con las manos. Siempre tenía cara de estar constantemente de mal humor. Andrés era discriminado por ser muy afeminado. Él solía llevársela bien era con las niñas.
El detalle radicaba en que, en ese colegio, todas era unas malas amigas y ninguna se animó a ser su amiga, excepto Christina, que desde pequeña tuvo la madurez y generosidad de no dejarse llevar por lo que dijeran los demás. Un buen día, decidió sentarse con él a la hora del receso, al finalizar, ya eran amigos. Ella hizo lo que no habían hecho los demás niños, no le preguntó nada sobre su personalidad, simplemente se dedicó hablar de sus comiquitas favoritas y las series que ambos amaban. Los años pasaron y la amistad se afirmo aun más. Christina nunca le preguntó lo obvio, él tampoco habló del tema.
Aun así, a diferencia de Andrés, Christina se la llevaba bien con todo el mundo. Destacaba por ser muy inteligente y por ser una niña muy agradable, generosa, de buen humor, así como por tener habilidades en el deporte, siendo su mejor amigo el mejor porrista. La amistad terminó cuando la madre de Christina decidió cambiarla a un colegio solo para niñas. Intentaron mantenerse en contacto por teléfono, pero con el tiempo y las actividades de cada uno, se les hizo cada vez más difícil hacerlo, de manera que cada quien se enfocaba en los objetivos a cumplir.
La niña alegre, generosa y amable fue perdiendo fuerza, poco a poco fue doblegada a compartir con otras niñas y después de un tiempo, empatizó con ellas. Christina, solo volvía a la vida en las reuniones familiares, sintiendo que podía ser al fin ella misma en compañía de sus primos.
Esa noche se abrazaron con fuerza. Andrés se había convertido en un galán, un hombre muy guapo. Atrás había quedado la figura que le caracterizaba de niño. Las largas horas y esfuerzos en el gimnasio eran apreciables a simple vista, había adquirido un porte y una elegancia para vestir espectacular.
Christina lo miró perpleja. Nunca coincidieron en redes sociales, por lo que verlo fue una gran sorpresa, él se había convertido en una persona completamente diferente. Se le notaba feliz y contento. Cuando la invitó a comer a su mesa, en compañía de su novio Marcos, esta aceptó encantada.
Era tal la confianza que sentía en un pasado por Andrés, que terminó contándole esa misma noche lo ocurrido. Les habló de Frank, del accidente y del señor de la tienda. Ellos la escucharon, aconsejándole que dejara pasar un poco de tiempo. Por eso Andrés fue a su rescate apenas le escuchó al teléfono alterada, se conmovió al socorrerla y prestarle su ayuda.
-¿Tienes toallitas húmedas? -pregunto tomándola de la mano.
Christina asintió, por lo que Andrés abrió su cartera para buscarlas. Sacó una toallita y comenzó a limpiarla hasta dejarla en un estado más decente, Christina lloraba e intentaba contarle todo lo que había sucedido, dándole los detalles que no consiguió explicar cuando lo llamo al teléfono. Estaba desconsolada.
-Ya Christina deja de llorar. -Andrés no soportaba verla tan dolida.
―Esto es lo mejor Christina, lo mejor que te ha podido pasar. De camino aquí, lo estuve pensando o mejor dicho analizando y no puedes seguir con un tipo de hombre así.
-Si algo he aprendido en esta vida amiga, es que es mejor estar solo que mal acompañado, o permanecer con una persona que te hace sentir sola y no te da la satisfacción que tú quieres. Y aunque tú no quieras aceptarlo mi querida Christina, eso era lo que te pasaba con ese hombre.