Lo peor ¡estaba embarazada de mi jefe! Un hombre tan temido por ser despiadado con sus contrarios en juicios. Invicto, sin perder un solo caso. Pero me dio algo maravilloso.
__ Estás aquí. - susurré extinguiendo mi voz al final. Estaba feliz. Por mucho tiempo no sabía lo que esa palabra representaba, pero ahí estaba con una imagen hermosa entre mis manos - Por fin estás aquí.
La alegría inmensa no la podía esconder y los saltos alcancé a detenerlos porque no sabía si lo iba a dañar con eso.
Me sentí completa. Latidos que había escuchado me dieron más felicidad que toda mi vida junta. No cabía en mi pecho tanta emoción y sin pensarlo salí a la calle, sin mí bolso solo con el celular en la mano como acompañante.
Parejas pasaron frente a mí y en ese instante, ese pequeño momento me sentí plena. Que no necesitaba de nadie más que del pequeño que puso a vibrar mi pecho con solo existir.
Me había preparado económica y mentalmente para lo que acarrearía por dos años, sin un resultado positivo. Sin imaginar que con una locura hecha por mis ganas de sentirme bien, estaba por tener lo mejor de mi vida. Sin miedo. Hacía un día hermoso, con solo él o ella y yo.
Me senté en la primera banca vacía en el parque, observando a niños correr tras una pelota. Niñas jugando con sus madres y otras simplemente tomando un helado. Tendría eso, estaba convencida que mi hijo o hija iba a vivir todas esas experiencias junto a mí. Estaría todo el tiempo a su lado, tal como hubiera deseado que lo estuvieran conmigo.
Quise llamar a mi hermano, a mi madre, pero entendí que uno estaba en la universidad y la otra en sus reuniones con las señoras de la iglesia. No iban a contestar.
No me sentí sola en absoluto. No había desayunado, ni consumido algún alimento a lo largo del día. Pero la causa eran las náuseas.
Regresé a casa. Preparé una cena deliciosa para celebrar, cambiando el café por jugo porque el primero no lo soportaba para nada. No estaba sola, la casa no la sentía tan solitaria pese a que la única que estaba ahí era yo. Pero la sonrisa jamás abandonó mi rostro, tenía motivos para actuar así. No iba a permitir que nada lo arruinara, ni siquiera el ruido de la música que uno de los vecinos ponía siempre. Incluso me gustó la música de heavy metal de esa noche.
Dylan era muy agradable, pero su amor por los videojuegos y la música lo hacían olvidar que existíamos a su alrededor. Y que no a todos nos gustaba un ruido tan potente. Hasta su hermano Billy se quejó de eso alguna vez.
Pero no esa noche. Dormí con una sonrisa en la cara, la cual al despertar aún estaba adornando mi rostro.
Las náuseas matinales fueron de lo peor conmigo. Me pusieron a sudar, pero sabía que era por mi bebé y eso lo compensó.
Me di un baño y salí rumbo al bufete. No podía evitar eso. Mi jefe tenía que estar en el juzgado a las doce, así que llegaría antes a la oficina para adelantar lo que dejó pendiente el día anterior. Media hora antes del horario acostumbrado llegué. Arreglé su escritorio. Fui por su café, aguantando la respiración de nuevo para no salir corriendo al baño con las náuseas de nuevo.
Sentí varias mirada enfocadas en mí. Más sabía que solo era la mente haciendo de las suyas.
Ignoré ese hecho para terminar con lo que fuera que necesitara mi trabajo de mí. Tenía un trabajo que no iba a perder. Más que nunca lo iba a necesitar ya que con la paga tenía suficiente para los primeros meses sin tener preocupaciones, pero al menos quería asegurar un año más. Con lo ahorrado desde antes, tenía para otros meses, me faltaba menos para estar en paz y aún tenía unos siete meses de recibir ese pago en mi cuenta. Lo cual quitaría el estrés que arruinaba mi felicidad.
__ ¡Buenos días! - exclamó el jefe. correspondí a su saludo sin entender cómo se mostraba tan sereno si yo no tenía una sola idea de como tratarlo. Antes solo ignoraba saber que era quien estuvo conmigo esa noche, pero con el embarazo se volvía imposible hacerlo.
__ Con permiso. - giré sobre mis talones.
__ Isabella. - me detuvo. Volví a verlo. - Estaba pensando en...
No terminó la oración.
__ El embarazo. - continuó poco después. - Usted dijo que estaba divorciada ¿no? - sonaba cruel, pero solo lo estaba confirmando. - Lo pensé y llegué a la conclusión que sería una buena opción que se mantenga así por al menos hasta que nazca.
__ No comprendo. - dije extrañada. - ¿Me está pidiendo que me abstenga de relaciones amorosas?
__ No lo estoy pidiendo. Lo estoy sugiriendo. - aclaró. - Dirá que es muy poco común, pero no quiero que alguien ajeno a los dos me quite tiempo con él. Una pareja me impediría presenciar algunas cosas y por muy egoísta o tonto que lo vea, no quiero eso.
Me quedé perpleja. No había un error en mi oídos. Realmente estaba diciendo eso.
__ No comprendo. - suspiré soltando una bocanada de aire. Me calmé para poder continuar. - Eso no le tendría porqué importar a usted. Es mi vida y yo decido con quién relacionarme.
__ Pero el bebé que llevas ahí también es mío. - soltó. - Lamento si te incomoda, pero tampoco te gustaría una situación similar, siendo al revés.
__ ¿Cree que me molestaría una relación suya? - inquirí. Mis ojos viajaron a la esquina de la oficina sin entender aún lo que ocurría. - ¿Quien se cree? Su vida o la mía no tiene porqué importarle al otro. Haga lo que guste. Haré lo mismo.
No iba a sucumbir al deseo de alguien que quisiera imponer algo con tan solo unas palabras dichas.
No me veía en otra relación con nadie, por supuesto. Pero era muy distinto mi renuencia a hacerlo a obedecer ante las exigencias absurdas de un hombre con poca credibilidad ante situaciones para las cuales era falto de experiencia.
Durante los meses que llevaba siendo su asistente no había recibido ninguna visita por nadie, ninguna mujer se había acercado a él y por lo poco que había leído en internet, no había concretado un compromiso con la hija de uno de los socios de su papá.
Seguramente se trataba de la mujer que llamaba cada día antes del almuerzo pidiendo una cita con él, pero siempre negaba hacerlo y pedía que inventara una excusa. Aún con la molestia que eso generaba, noté como se esforzaba por estar al pendiente de mi los días siguientes. El escritorio ordenó que lo pusieran en un sitio donde pudiera verlo desde su silla, cualquier cosa que podía ser pesado hizo que alguien más lo cargara por mí, o él directamente. Aunque no pasamos de tres palabras en cada vez que nos veíamos.
Intenté acomodarme de mejor manera en la silla, ya que el dolor agudo en mi vientre estaba impidiendo que lograra mantener el ritmo a mi trabajo. Debía ir al médico, pero el jefe necesitaba que le llevara ese informe rápido. No había nadie cerca, por lo cual decidí subirme a las escaleras para alcanzar una carpeta que aún no había escaneado. Después de terminar le diría sobre el permiso que requería.
__ ¿Aiden salió a almorzar? - preguntó la misma voz de siempre, sobresaltando mi pecho. Solo que en esta ocasión no era a través del teléfono si no que la tenía detrás de mí. Bajé la mirada y un mareo me tomó al hacerlo tan rápido. Una mujer de cabello negro como la noche y mirada marrón oscuro me miró con desdén en lo que descarté la idea de decir una mentira, pues el jefe estaba inmerso en su trabajo. - ¿O esta vez también mentirás por él?
Una arcada me vino de repente. No ahora, me repetí. Estaba en el trabajo, no quería pasar vergüenzas con este tipo de incidentes. Quise bajar con cuidado, no obstante, el mareo aún no pasaba y corría el riesgo de caer, y empeorar las cosas.
__ Disculpe, necesito...
No pude terminar la oración, al momento que su mano me tomó del tobillo con fiereza.
__ Anuncia mi llegada o pasaré sin que le hagas. Y sabes que para conservar tu trabajo es mejor que no lo hagas enojar con errores como esos. - manifestó sin soltarme.
__ Pase. No me...
Las náuseas estaban hicieron de las suyas. No pude contener el instinto de querer votar lo poco que tenía en el estómago.
__ ¡Falta de profesionalismo! - gritó en lo que me esforcé para no vomitar encima suyo. - Le diré que te corra. Insolente.
Solo quería correr a un baño, pero tiró demasiado fuerte y con la falta de lucidez no pude sostenerme antes de caer, golpeando mi vientre con la esquina del escritorio con fuerza. Me cubrí rápidamente, pero el dolor me hizo doblarme en un quejido lastimero.
El aire me faltó. Una puerta se abrió y unos pasos apresurados llegaron a mi lado.
__ ¡Que demonios está pasando! - profirió el jefe interrumpiendo el alegato de la mujer a su lado. - ¡¿Isabella, que ocurrió?¡
__ Se trata de una broma ¿no es así? - un golpe súbito en mi bajo vientre me hizo quejarme más y arrugar la cara. - Aiden, soy tu novia, pero te pones del lado de la empleada.
El hombre quiso tomarme en brazos, a pesar del dolor no se lo permití.
__ ¿Estás bien? - preguntó mi jefe con un gesto que jamás, en esos meses trabajando para él había visto. Preocupación. - Te llevaré a un médico.
__ ¡Aiden te estoy diciendo...
__ Cierra la boca, Lexi. Te juro que si le pasa algo a... - guardó silencio tensando la mandíbula. - Te vas a arrepentir si lo haces una segunda vez.
Quise llorar. Pero solo comprimí su nombre.
__ No se acerque. - pedí alzando la mano para sostener mi vientre cuando sentí el dolor agudo volverse más insoportable. - Mi bebé...
__ ¿Estás diciendo que esa mujer está...
__ ¡Hazte a un lado! - mi jefe la volvió a silenciar , aterrado. Esta obedeció buscando una respuesta a lo que quería decir, sin embargo ninguna palabra abandonó mi boca. Solo queria saber que estaba bien lo más importante de mi mundo. No tenía como explicar que mi felicidad estaba por ser arruinada al exponerme a este dolor tan agobiante.
Me sostuve de mi propia ropa. Cuando pidió permiso para tocarme no pude responder, sin reponerme del dolor extremo.
__ Al carajo si no quieres que te toque. - sin mucho esfuerzo me puso sobre sus brazos. Ese aroma ya conocido inundó mis fosas nasales al tiempo que me aferré a la camisa para esconder mi rostro ante el dolor que resistía.
__ No quiero perderlo. - contuve mi sollozo. Su cara se tornó más apacible y ese gesto regresó con más fuerza. - No quiero perderlo. - repetí.
__ No lo vamos a perder. - aseguró corriendo conmigo al elevador siendo vistos por algunos empleados curiosos mientras su novia me veía con desprecio, gritando que le explique lo que sucedía. El miedo se apoderó de mí.
Algo que no debía pasar ahí, lo hizo. Mi jefe quitaba a todo mundo del frente, totalmente espantado de que siguiera gimiendo de dolor en su cuello.
En el camino repitió que no me pasaría nada, que nuestro hijo estaría bien, pero nada bueno pasaba por mi cabeza. Incluso cuando fui puesta en una camilla para ser revisada, no tenía nada más que terror asegurado.
__ ¿Que pasa, Miller? - cuestionó angustiado en lo que el doctor pasaba el doppler en mi vientre plano. Ninguna respuesta llegó, nos miró a los dos mientras estaba a punto de ponerme a llorar al pensar que en tan poco tiempo lo había perdido.